domingo, 31 de octubre de 2010

EL SONIDO DE UNA LÀGRIMA...




"Gracias, Nestor. Fuerza, Cristina."

Por el Lic. Ricardo Seijas para "La Conquista de lo Inútil"


Algunas palabras, una pequeña crónica. Tal vez para salir un poco de la conmoción. Venimos de la capilla ardiente de Nestor.

El miércoles a la mañana primero fue la sorpresa, la incredulidad. Slato me llama y me dice la noticia. Me estás jodiendo, le digo. No entender, no querer entender, empezar a dar vueltas, encender la televisión, quedarse mirando absorto, un poco idiotizado.

Comienzan los mensajitos, los llamados entre compañeros. Fito, el Negro, Paula. Y ahora? El abismo? Me imagino los caranchos revoloteando.

Luego, el llanto intermitente, irrefrenable, descubriendo asombrado el valor de ese hombre para mí, descubrir en el dolor lacerante la pérdida todavía inconmensurable.

Recuerdo la primera vez que vi a mi papá llorando: en silencio ante el televisor en blanco y negro. Yo tenía nueve años. Las clases se habían suspendido, porque se había muerto el presidente Perón, ese señor que mi papá amaba y yo no entendía bien por qué.

También puedo reconocer la diferencia enorme entre su llanto y el mío. Creo que el perdía un padre absolutamente idealizado. Yo, apenas (apenas!!) un maestro torpe, un conductor necesario, un compañero que no temía embarrarse.

Decidimos con Edith ir a despedirlo. Me encuentro con Slato y Paula, Vivi, algunos amigos suyos, en Rivadavia y Perú, faltan dieciséis cuadras, son las 12 y 30. Un día soleado, primaveral. Extraño al GAM, es inevitable recordar otras marchas, otros momentos, el grupo juvenil, la Unidad Básica, la JUP. Mas acá, con otros, la asamblea.

Vamos comentando nuestras primeras sensaciones, las entrevistas que escuchamos, los artículos de Página, 678 del miércoles, la reacción de La Nación. Repasamos a los famosos y su manera increíble de salir del cuidado, la neutralidad o la frivolidad a la que nos tenían acostumbrados. Agradecimiento también a ellos, a Florencia, a Andrea, a Echarri, a Luppi.

Voy mirando las caras. Preocupación, seriedad, bronca, angustia, alguna sonrisa triste cada tanto. A veces la mirada se pierde, el pensamiento se reconcentra.

Una señora me alcanza La Nación, me aclara: también hay que leer al enemigo, y me señala un artículo de Lanata. El medio es el mensaje, Lanata, no lo sabías? ¿Cómo te atreves a escribir en La Nación un día como hoy?

Lo veo pasar a Luis Bruschtein de Página, lo saludo, lo felicitamos por la columna, esa que reenvió el Negro al GAM. Está un poco azorado, distraído. Hay que votar al bizco, me había dicho en el 2003. Yo -en pleno asambleísmo horizontalista- me resistí: es un pichón de Duhalde, entra por izquierda como Menem, después... Pero no, respondía tranquilo, el es distinto. No lo creía, ni cuando jugó con el bastón de mando y su mujer se reía de su payasez, ni aún cuando escuché esa frase maravillosa del primer discurso de presidente: no voy a dejar las convicciones en la puerta de la casa rosada. Luego comenzaron las sorpresas. Rep es un genio: se acuerdan de los huevitos Kirchner…con sorpresa. Pasábamos de una a otra, de actos y frases que quedarán para siempre en nuestras vidas. De retirar el cuadro del hijo de puta, hasta decirle a Bush que no nos iban a patotear…Del abrazo a Cristina en la pelea contra el campo, a las bromas que se hacían en público… qué modo increíble de mostrar su dimensión subjetiva, de transmitirnos el amor y el acuerdo que había entre ellos.

Es que sigo persiguiendo el ideal? No, no. Reconozco el valor del lazo, el valor de la polis y la necesidad de una práctica y de aquellos que la llevan adelante, para poder convivir, para poder sostener un espacio donde el sujeto sea posible.

Comienzan entre nosotros los relatos horribles. Sabía del odio feroz de Barrio Norte y de los comentaristas de La Nación, de las heridas que nos provoca su crueldad. No me asombró saber de esos festejos familiares, de los bocinazos y del intento de cacerolazo. Ya nos habían avisado de la vuelta de “viva el cáncer”.

Pero lo que no sabía era del amor de la gente. Alguien lo sabía? ¿Sabíamos que había un chico de diez años que iba a llorar desconsolado, diciendo fué mi amigo, pidiendo un aplauso por todo lo que Nestor hizo? ¿Sabíamos de los miles de pibes con la voz temblorosa agradecidos por haberles abierto la puerta de lo político? Sabíamos de las abuelas desesperadas por haber perdido su protector? Del censista que cagó a piñas a la familia que lo recibió festejando la noticia? De la nenita que quiso regalarle su muñeca a Nestor?

Que van a decir ahora? Que eramos extras, que estábamos comprados, que nos habían traído, latiguillos que repiten cuando los negros nos juntamos. Sí! Increíblemente pueden decirlo. El jefe de un amigo se lo dice con total desparpajo y recibe una contestación furiosa, implacable, sin cálculo alguno. Morales Solá dice que es una plaza del odio, se atreve decir que Kirchner no lo merece. Quién le contestará igualmente furioso? Tal vez algún compañero de 678, es increíble el lugar que tienen, cómo alivia.

Pasa Mariotto, lo aplaudimos, le gritamos. Pasa Sabatella, lo mismo.

Borombonbon, borombombon, para Cristina, la reelección!

La marcha peronista…hay mucho peronismo acá. Fue la CGT la primera en decir, Peron Evita y ahora Kirchner.

Argentina! Argentina!, Oleoleole, Nestor, Nestor!

Los mas cantados, con mas bronca:

Andate Cobos la puta que te parió! O: andate Cobos y llevate a la Carrió!

Che gorila, che gorila
no te lo repito mas
si la tocan a Cristina
qué kilombo se va a armar!

La hija de Vivi, que fue censista, nos cuenta que aún cuando las previsiones eran que en Nuñez nadie le iba a abrir la puerta, finalmente todos la recibieron muy bien y muy amables. También nos cuenta que su jefe se había tomado el trabajo –que no le correspondía- de ir edificio por edificio avisando el nombre del censista. El flaco militó el censo, me dice. Otro fracaso de los medios y van…

Gustavo y Paula tienen que irse, nos abrazamos, lo lamentamos.

Luego de algunas horas, ya son las 18, llegamos a Perú y Av. de Mayo. Ahí la cola comienza a transcurrir entre vallas, se hace compacta, se hace muy, muy lenta. Las piernas comienzan a endurecerse, el cielo a oscurecerse. Comienza a soplar un viento frío, vamos bien amuchados y estamos mas tiempo parados, quietos, que caminando. Entramos en la Plaza, nos desalentamos, nos damos ánimo, gritamos, cantamos.

Vemos las banderas de la Tupac cerca de la cola, de golpe intentan meterse delante nuestro. Los jujeños quieren hacernos una avivada porteña. Empiezan los gritos, hacé la cola, la putaqueteparió!. Luego de un momento de vacilación, la Tupac se retira, los aplaudimos. Reconocer el error, no persistir en el kilombo entre compañeros es una gran virtud.

¿La vieron a Mercedes llorando? Comparando este momento con el momento en que se fue de su casa paterna, y vagaba por las calles, hambrienta, viendo las vidrieras apetitosas de las pollerías, la ñata contra el vidrio, la angustia. ¿Escucharon la voz del negro D´Elía? Irreconocible, absolutamente transformada, ese gordo bravo llorando como un niñito.

Podíamos anticipar esta larga ceremonia pagana de duelo?

Hace mucho que en nuestra sociedad los velorios son un rito breve, silencioso, ordenado, contenido. No está bien mostrar los sentimientos de un modo excesivo.

Pero este duelo del pueblo no se puede educar. El cuerpo y la voz se hacen públicos, se dejan apasionar por el dolor pero también por el futuro.

Los gritos destemplados frente al cajón, la lluvia repentina y rabiosa de aplausos, la explosión irreverente de de los cantos, el tenor que entró cantando el Ave María, la mujer que se arrodilló con los brazos abiertos, el que hizo una payada, el que sacó un papelito y leyó una diatriba, miles golpeándose con el puño el corazón, o con los dedos en v, o simplemente el silencio, la mirada intensa, acuosa, el rostro atravesado por la angustia, enrojecido, pálido, rígido, descompuesto.

Cristina, inmóvil, cada tanto hace un gesto con la mano, o asiente con la cabeza. De pronto abandona su sitio y se abraza con alguno…toca y se deja tocar por esa multitud plena de amor.

Todos estábamos sorprendidos de nuestras propias lágrimas, de nuestra emoción, de descubrir que este amor que ya estaba y no lo habíamos reconocido.

Habían logrado asustarnos, silenciarnos, ser oficialista era ser candidatos a la mierda, al insulto, al odio. Hablo con el muchacho de seguridad de mi trabajo, me dice serio: perdimos al jefe, ya no en voz baja como hasta ahora. El remisero me confiesa su militancia en los 70, me cuenta que su hija de quince años lo llamó y le preguntó, papá y ahora qué hacemos? Luchar, hija, como siempre, le contesta. También me dice que le dieron ganas de militar nuevamente.

No tienen la sensación de salir del placard? No tienen la sensación de que ahora podemos estar orgullosos, que ya no va ser tan fácil maltratarnos?

Nos van avisando con los mensajitos: llegó Chavez, llegó Lula, se fueron. Justo cuando estamos por entrar, nos avisan que Cristina se fue. Finalmente entramos en la Casa Rosada, son las 22.30, vemos los carteles y las flores en las rejas, la cantidad inmensa de coronas a los costados junto a las fuentes, en el hall la del Diego, la de las distintas provincias, la de Scioli y Karina, nos vamos callando, nos ponemos en fila de dos, nos damos la mano con fuerza con Edith. Se vislumbran las luces del salón, los aplausos comienzan allí y se derraman como una ola débil. Pasamos, muy rápido. Ahí está Nestor, el semicírculo de los cercanos, se me estruja el estómago, algo en mi visión se pierde, no puedo enfocar en nada, un pequeño mareo, inédito. Me animo y grito: Gracias Nestor, fuerza Cristina! Estaba en el aire, luego supe que fueron las palabras mas dichas. Nos vamos aplaudiendo con otros, gritando contra Cobos. Salimos, la noche está fría, vamos alejandonos, nos abrazamos, Edith recién recibida –y con honores!-de cumpa, absurdamente sentimos una pequeña alegría por haberlo logrado, por haber persistido, por haber cumplido con la promesa no dicha a Nestor.

Tal vez también porque salimos con esperanza, porque somos mas de los que creíamos, porque es asombrosa la cantidad de jóvenes, porque todos queremos dar un paso mas para apoyar a Cristina.

Vamos a casa, a seguir llorando, a tratar de entender. A escribir esto.

Escucho en la tele a una señora morocha, sabia, bien de pueblo, decir: “sus ojos se cerraron, pero abrieron los de millones”. Vuelvo a llorar.

LO QUE VENDRA?




La resurrección del kirchnerismo
Por Daniel Guebel para Perfil


Las costumbres fúnebres que imperan en el arte de la política argentina se presentan bajo dos modalidades principales: el asedio sobre la yugular de los deudos, a fin de obtener nuevas raciones de sangre fresca, o la confirmación y continuidad de estos, enaltecidos y como auroleados por el dolor de la pérdida. Como la economía parece funcionar, y Cristina Fernández tiene voluntad, preparación cultural y arraigo político, su destino, trágicamente beneficiado por el deceso repentino y lamentable de Néstor Kirchner, parecería ser el de la reelección, algo muy distinto de la ignominia, el oprobio y el destrato que en circunstancias similares padeció Isabel Martínez. De todos modos, no le espera una tarea fácil. Deberá enfrentarse a la creciente desafección de los intendentes del Conurbano –que, progresivamente, se alinearán con el sciolismo, el felipismo, el reutemanismo o cualquier ismo alentado por Duhalde–, a las internas del partido; las relaciones con los sindicatos necesariamente se volverán más ríspidas.
También deberá ocuparse de los reclamos perpetuos de los citadinos industriales, prebendarios de siempre, que esta vez se quedaron fuera de la mesa chica de los repartos, y de los tironeos de los ahora agazapados tecnoindustriales campestres, que confunden las retenciones con el martirio y sus terrenos agroquímicos con la patria. Para no hablar de la Iglesia, que ofrecerá su apoyo y consuelo espiritual, ante la adversidad, a cambio de alguna secular concesión a sus rígidos reclamos medievales (es paradójico cómo una institución que subsidia su existencia vendiendo beneficios u horrores ultraterrenos, se lamente tanto ante el fin de la vida humana, como si en el fondo no creyera en la existencia del cielo).
Dejemos de lado el flanco no cerrado de sus enfrentamientos con la prensa periodística no alineada con lo que desde el Gobierno se llama Proyecto Nacional y Popular.
Curiosamente, dentro de este campo de conflictos no se incluye, por el momento, a las Fuerzas Armadas, ya que ahora de la represión se ocupan –como en Irak– empresas mercerizadas que, a su vez, encargan el trabajo sucio a saltarines de tablón de las canchas del ascenso.
Si, hasta el martes a la noche, el destino del kirchnerismo en las próximas elecciones aparecía complicado, el fallecimiento de su líder le da nueva vida y perspectivas. Es de observar cómo política y religión –si no son lo mismo por otras vías– muestran idénticos funcionamientos. Sin ser médicos, podemos inferir que Néstor podría haber vivido muchos años más, si la pasión por sus prácticas no lo hubiera llevado a desatender los consejos de los médicos. Esa pasión ajena a la moderación, lo colocará de seguro, en un lugar sacrificial que la tradición peronista conoce bien, ya que lo aplicó rigurosamente a sus figuras fundadoras (el cáncer de Evita como metáfora de su devoción por los pobres; la muerte de un Perón ya senil, como efecto de su frenética actividad por salvar del caos a la patria). El peronismo explica su vocación por el poder bajo la figura del salvacionismo. En ese punto, a futuro, su rival más peligroso no se encuentra en las fuerzas representadas en el Congreso, sino en el sector trotskista al que desde los márgenes del PJ le han producido una víctima verdadera, una inmolación no buscada.
Probablemente, el trotskismo (como el cristianismo), sería una secta desterrada de la memoria de los hombres si a “papá Stalin” se no se le hubiera ocurrido mandar clavarle una pica a su adversario. Su duración y persistencia en el tiempo tiene que ver con la fe en la causa última de una revolución que ha de llegar (lo mismo pensaban los profetas judíos) y con su aptitud no buscada para ser elegidos como víctimas de los crímenes.
Al mismo tiempo, comparten con el cristianismo la creencia de que la verdad viene de afuera: en un caso, gracias a la iluminación que recibió Pablo camino de Damasco, en el otro, gracias al efecto del estudio de los textos cabalísticos marxistas. Triunfará Cristina, porque Néstor se ofreció a la hecatombe de la pasión; triunfarán alguna vez los trotskistas, porque son como los cristianos primitivos entregados a las arenas de un circo, donde se sueltan los leones del mundo.

LAS CUESTIONES...





A seguir tu ejemplo
por Artemio López para Perfil


Se equivocó Claudio Escribano cuando advertía en su amenazante editorial del diario La Nación en el año 2003. Podríamos pasar por alto una tercera conclusión, porque las fuentes consultadas en los Estados Unidos, por quien esto escribe, difieren de si se trata de la opinión personal de uno de los asistentes o de un juicio suficientemente compartido por el resto. Sin embargo, la situación es tal que vale la pena registrarla: la Argentina ha resuelto darse gobierno por un año.
Se equivoca Rosendo Fraga cuando a horas de la muerte de Néstor Kirchner escribió en el mismo diario: “La continuidad institucional no está en riesgo en la Argentina, pero puede estarlo la gobernabilidad en el tramo final del mandato de Cristina, si ella no aprovecha lo que posiblemente sea su oportunidad histórica: dejar de ser la presidenta de una facción, para pasar a serlo de todos los argentinos”. Nada ni nadie nos va a amedrentar y privarnos de darle el mejor homenaje que merece Néstor Carlos Kirchner: Defender el gobierno de Cristina sin condicionamientos y darle continuidad al proyecto iniciado en mayo del año 2003.
Por otra parte, estamos seguros de que la figura de Néstor Kirchner cobrará significación a medida que transcurra la historia. El mejor presidente desde la recuperación democrática, el único que tras su mandato devolvió el país con indicadores socioeconómicos mejores que los que encontró.
Bajó la pobreza a la mitad, la indigencia a un tercio, desendeudó el país, restauró la autoridad presidencial pero, por sobre todo, restituyó la política en un país devastado por el neoliberalismo y su ilusión de manejo tecnocrático de la cosa pública. Un gran hombre Néstor, sabía de su destino, era consciente de los riesgos de su enfermedad y se entregó siguiendo sus más firmes convicciones, las mismas que nos transmitió y serán las que nos impulsen a defender el gobierno de su compañera de toda la vida, nuestra presidenta Cristina, a pesar de las amenazas absurdas, ridículas, de los enemigos de la democracia.
Querido Néstor, no te vamos a olvidar, vamos a seguir tu ejemplo, vamos a cumplir.

EL CRISTINISMO...





Descansa en paz
por Daniel Link para Perfil


¿Qué decir más allá de las condolencias de rigor a los deudos y amigos de un muerto? Como sucede siempre en estos casos, al duelo por la desaparición física se superpone la urgencia para resolver los asuntos mundanos del fallecido y el reparto de su herencia.
Con Kirchner, desaparece uno de los mitos mediáticos de los últimos tiempos (el “doble comando”) y un misterio semántico, el “modelo”, que ahora deberá redefinirse, sobre todo porque es prácticamente imposible que la Dra. Cristina Fernández pierda las próximas elecciones presidenciales, ahora que, a sus muchas virtudes, agrega el hálito trágico de la viudez inesperada.
Los carteles que el mismo 27 de octubre se vieron en Plaza Mayo decían: “Perón, Evita y Kirchner están en el mismo cielo”. El Gral. Perón enviudó durante su segunda presidencia, pero nunca pudo sobreponerse al fantasma de esa muerta colosal que, desde el más allá, dominó el mundo como no lo había conseguido estando viva. Luego, el Gral. Perón murió, dejando viuda a la vicepresidenta, la Sra. Isabel Martínez, que accedió al sillón de Rivadavia (para desgracia de todos los argentinos, los peronistas en primer término) por ese deceso.
Aunque la viudez parece constitutiva de los vaivenes políticos de nuestro reino, el caso de la Dra. Cristina Fernández no coincide ni con uno ni con otro (pero la mitografía no precisa de grandes sutilezas): la muerte del Dr. Néstor Kirchner equivale a la del Dr. Alfonsín, y encuentra a su viuda en una curva ascendente impredecible hace tan sólo un año.
Más allá de su dolor personal, la Dra. Fernández debería salir fortalecida de este trance: si las encuestas electorales ya la favorecían por sobre su marido (porque sus virtudes públicas, sin duda, eran más visibles o más comprensibles para el electorado), ahora deberá demostrar, desde la soledad y el luto, que ella es no sólo capaz de proponer y sostener un modelo de gestión propio (sobre lo que no cabría sostener demasiadas dudas, a esta altura del partido), sino de ordenar ese equívoco gigantesco que llamamos peronismo, y de dotar de sentido a ese enigma político reciente, el kirchnerismo.
A esos dos ismos (uno del siglo XX y el otro del siglo XXI) deberá imponerse el “cristinismo”, una corriente de opinión más interesante que las anteriores porque reposa en una simpatía incondicional que prescinde de las anteriores: muchos “cristinistas” (entre los que me cuento) jamás se declararían “kirchneristas” y preferirían que no se los identificara como “peronistas” (es, una vez más, mi caso). Llamo PP, “peronismo paquete”, a esta mutación de las simpatías políticas.
No se trata, naturalmente, de coincidencias programáticas o ideológicas, porque ni el peronismo ni el kirchnerismo se caracterizaron nunca por una ideología o un programa diferente del pragmatismo (es decir: el sentido de la oportunidad). ¿Podrá el “cristinismo”, tan radicalmente moderno -glamoroso hasta la náusea, hipertecnológico (youtube, el twitteo y el titeo son sus formas de intervención más recientes) y que tan bien rinde televisivamente- imponerse a las potencias maléficas que habitan los ismos que lo precedieron?
Suponemos que sí, porque, ¿quién podría discutir con una mujer ya famosa por su habilidad retórica, su compromiso irrenunciable con las causas más peregrinas y a veces incomprensibles, su juvenil entusiasmo por las maravillas del mundo y además, ahora, viuda: frágil, sin nadie con quien compartir las durísimas exigencias del poder, en un año que hará coincidir los plazos del duelo y de la campaña electoral?
El Sr. Moyano se apresuró a garantizar su incondicional apoyo, y otro tanto irán haciendo los demás barones peronistas. Lo contrario sería percibido como una vileza por parte del electorado, ese sujeto de la soberanía tan volátil que muchos intelectuales (Torcuato Di Tella, embajador recientemente designado, entre ellos) han propuesto a la monarquía como la forma política que mitigue las cíclicas crisis argentinas.
Cristina reina. Y su regencia será recordada con justicia como un período incomparable de la política latinoamericana. Pero su asunción para un segundo período será una apoteosis de la que no deberíamos privarnos. Es por eso que, junto con nuestra más profunda solidaridad en este trance, le enviamos a la Sra. Cristina Fernández el deseo de que pueda capitalizar la triste carga que los excesos de carácter de su marido le han puesto sobre los hombros. Cristina reinará. ¿Qué más puede pedirse?

jueves, 28 de octubre de 2010

Y UN SENSUAL ABANDONO VENDRA...




"Murió Kirchner" fueron las primeras palabras con las que mama se dirigió a este blogger ayer al mediodía, cuando, recién levantado, me sentaba a la mesa a comer con ella, mi hermano y su mujer. Había pasado toda la noche en la casa de una amiga, por lo que mis sentidos se encontraban totalmente nulos de perceptibilidad.
Me quede en silencio. No hablé ni pensé sobre el asunto. Alguien más lo hizo: "ahora sin este tipo el país va a mejorar mucho" sostiene Regina(si es que la palabra sostener se puede aplicar a alguno de los enunciados que parten, despavoridas, de su boca), para luego continuar con un archiconocido como detestable latiguillo: "esta es una falsa democracia, yo prefiero a los militares". Para cerrar el certamen ( o mejor dicho,para cerrar mi participación en esa mesa, porque, ya estando este cuerpito a salvo de tanta putrefacción ideológica, la muy guarra siguió adelante con su ebrio derrotero mental), dejó de lado sus apreciaciones políticas (nada inoculadas sobre un fondo blanco, no?), para lanzar el frutillón del postre sobre la mesa; sin dudas una aguda observación sobre las problemáticas -individuales y sociales- en las que nos encontramos inmersos: "el problema que tenemos nosotros -aseveró mientras revoleaba los ojitos- es que vivimos en Lanús. Acá la gente tiene mucha maldad. En cambio, un amigo, que vive en Belgrano, me contó que allá se vive diferente. Allá podés sacar a pasear a tu perro de madrugada con total tranquilidad. Y si va un chico lindo a bailar las chicas no se le tiran encima como en los boliches de zona sur". Terminadas estas palabras me retiré de la mesa, pensando en que tan lindo no debo ser, teniendo en cuenta que las chicas del sur no se me tiran encima cuando voy a los boliches cargados de hormonas afiebradas que abundan por estos pagos.
Me acuesto a seguir leyendo "Ebano" de Kapuscinski. La tarde transcurre con tranquilidad mientras paseo por África. En Argentina, en Belgrano pero también en Lanús, Kirchner está muerto. No puedo, no sé cómo elaborar algo con respecto al tema. Pero alguien más murió: mi tío Roberto. La noticia me llega a través del llamado de mi prima uruguaya. Llamo a mi primo y arreglamos para encontrarnos. Mientras me ducho, algunas lágrimas se fusionan con el agua que cae a mis pies. "Voy al velatorio de un tío que no conozco" pensé. Pero la muerte, lo sabe Clarín pero no lo sabe mi viejo, redime. Dignifica.
Mi tía me pide que hable con mi papá y no puedo hacer otra cosa más que apenarme por ver, en sus ojos, la tristeza ante la imagen rota de la hermandad en el momento en que las sombras cubren las caras del viejo álbum familiar que caerá, irreversiblemente, en los agujeros del tiempo.
Los velatorios no dejan de ser un lugar de lo más extraño. El dolor siempre está, pero nunca, nunca, lo cubre todo. La vida, incluso allí, incluso rodeando al féretro y las lágrimas que lo mantienen siempre húmedo, se abre pasado entre los que están, todavía, de este lado: se conversa, se hacen bromas, se intercambian anécdotas banales e incluso se generan fantasías (sexuales o conspirativas) con los presentes que nuclean al muerto que nos convoca.
Me voy. Nos vamos. Comemos un pancho en la estación y nos tomamos el tren.
Llego a casa y me acuesto a medianoche. Y pienso en Martita, en su abrazo emocionado al verme, y pienso en Kirchner. Murió como un padre, tal vez, de la única forma en la que uno está obligado a irse de este mundo.

FINAL DE PARTIDA...





La vida a cara o ceca

por Beatriz Sarlo para La Nación


A las diez de la mañana, la ciudad estaba desierta por el censo. En ese vacío cayó la noticia. Cuatro personas, en un vagón de subterráneo escuchamos que alguien dijo: "Murió Kirchner". A partir de ese instante, la ciudad en silencio se convirtió, retrospectivamente, en un ominoso paisaje de vaticinio. Cuando bajé saludé a quienes habían escuchado conmigo la noticia, quise preguntarles sus nombres porque, como fuera, había vivido con ellos un momento de los que no se olvidan nunca más. En el quiosco de San José y Rivadavia pregunté si era cierto, con la esperanza alocada de que me dijeran que alguien acababa de inventarlo. Fue poderoso, ahora estaba muerto.
Pensé en quienes lo amaban. Su familia, por supuesto, pero ese círculo privado es, como toda familia, inaccesible y sólo se mide con las propias experiencias de dolor, que habilitan una solidaridad sin condiciones. Puedo imaginar, en cambio, la muerte del compañero de toda una vida, que la política marcó con una intensidad sin pausa: la Presidenta conoce hoy la fractura más temida.
Con la intensidad de la evocación marcada por una proximidad que comprendo más, pensé en quienes lo admiraron y creyeron que fue el presidente que llegó para darle a la política su sentido. Recordé a Kirchner en el Chaco, en marzo de este año, y un día después en el acto de Ferro, con la cancha repleta, donde se mezclaban los contingentes de los barrios bonaerenses, las familias completas, las barritas con los bombos, los viejos y los niños, con las clases medias que llegaban sueltas o débilmente organizadas. Lo recordé abrazándose a los chicos de un barrio pobre del Gran Buenos Aires, donde aterrizó su helicóptero, bajó corriendo y empezó a caminar como si llegara tarde a una cita. Se movía por las calles de tierra y cascotes como quien siente que la vida verdadera está en esos contactos físicos, abrazos rápidos pero vigorosos, tironeos, gritos; los chicos lo seguían como una nube, jugando; era fácil tocarlo, como si no existiera una custodia que, sin embargo, trataba de rodearlo mientras todo el mundo se sacaba fotos.
A fines del siglo XX nada anunciaba que la disputa por ocupar el lugar del progresismo iba a interesar nuevamente salvo a los intelectuales o a los pequeños partidos de izquierda. Kirchner introdujo una novedad que le daba también su nuevo rostro: se proclamó heredero de los ideales de los años setenta (al principio agregó "no de sus errores"). En 2003, llegó al gobierno marcado por una debilidad electoral que Menem, dañino y enconado, acentuó al retirarse del ballottage y no permitirle una victoria con mayoría en segunda vuelta. La crisis de 2001, pese al intervalo reparador de Duhalde, no estaba tan lejos en la memoria, mucho menos de la de Kirchner, que encaraba su gobierno con poco más que el veinte por ciento de los votos. Su gesto inaugural, el mismo día de la asunción, fue hundirse en la masa que lo recibía, como si ese contacto físico provocara una transferencia. Kirchner ocupaba por primera vez un lugar en la Plaza de Mayo y terminaba, junto a su familia, mirándola desde el balcón histórico; en la frente, una pequeña herida, producida en la marea de fotógrafos.
La escena es un bautismo. Kirchner comenzó su presidencia con un golpe en la frente porque se lanzó a la multitud que estaba en las calles, entre el Congreso y la Plaza de Mayo; se lanzó como quien corre hacia el mar el primer día del verano, con impaciencia y sensualidad, gozando ese cuerpo a cuerpo que es el momento amoroso de la política.
Pensé entonces en las escenas que, pese a ser una opositora, me había tocado vivir. En las escenas de masas, donde no hay sólo acciones que se aprueban o se critican, se percibe un más allá de la política que la convierte en experiencia y en alimento sensible. Kirchner, un duro, gozaba con esa afectividad intensa que a sus ojos seguramente refrendaba el pacto peronista con el pueblo. Pero no pensé sólo en esos cientos de jornadas en que Kirchner había pisado la tierra o los lodazales de los barrios marginados, donde era recibido con una alegría que superaba la gestión de los caudillos locales, porque alguien, un presidente, llegaba a ese confín donde vivían ellos, unos miserables.
Pensé también en los que formaron el lado intelectual del conglomerado que armó Kirchner. Con ellos he discutido mucho en estos años. Sin embargo, me resulta sencillo ponerme en su lugar. Muchos vienen de una larga militancia en el peronismo de izquierda; vivieron la humillación del menemismo, que fue para ellos una derrota y una gigantesca anomalía, una enfermedad del movimiento popular. Cuando los mayores de este contingente representativo ya pensaban que en sus vidas no habría un renacimiento de la política, Kirchner les abrió el escenario donde creyeron encontrar, nuevamente, los viejos ideales. Pensé que se engañaban, pero eso no borronea la imaginación de su dolor.
El furor de Kirchner en el ejercicio del gobierno transmitía la eléctrica tensión de la militancia setentista; para muchos, era posible volver a creer en grandes transformaciones, que no se enredaran en el trámite irritante y lento del paso a paso institucional. Y creyeron. Entiendo perfectamente esas esperanzas, aunque no haya coincidido con ellas. Conozco a esa gente, que se identifica en Carta Abierta, pero la desborda. Pensé en ellos porque cuando un líder político ha triunfado con el estilo de la victoria kirchnerista, su muerte abre un capítulo donde los más mezquinos y arrogantes saldrán a cobrar deudas de las que no son titulares, pero otros padecen el dolor de una ausencia que comienza hoy y no se sabe cuándo va a aflojar sus efectos. La muerte no consagra a nadie ni lo mejora, pero permite ver a quién le resulta más dura. Los que soportamos muchas muertes políticas sabemos que sus consecuencias pueden ser de larga duración.
Imposible pasar por alto la desazón de quienes se entusiasmaron con Kirchner. Sería no comprender la naturaleza del vínculo político. En las manifestaciones de 1973 marchaban viejitos con fotos de Eva que, amarillas y cuarteadas, probaban su origen de casas populares construidas en 1950. No sabemos si habrá fotos así de Kirchner en movilizaciones futuras. Pero su impacto en la sensibilidad política quizá se prolongue. Esto no excluye los balances de su gobierno sino que, precisamente, los volverá indispensables. Kirchner será un capítulo del debate ideológico e histórico. Una forma de la posteridad, tan duradera como la dimensión afectiva de esa gente de los barrios más pobres y de quienes lo apoyaron con su actividad intelectual. Maestra implacable, la muerte nos hará trabajar durante años.
La muerte de Kirchner fue súbita y filosa. Hay una frase popular: murió con los zapatos puestos, no había nacido para viejo. Hay otra, pronunciada en un pasado lejano donde todavía se decían frases sublimes: "¡Qué bella muerte!". Bella, aunque injusta y trágica, es la muerte de un hombre que cae en la plenitud de la forma, un hombre a quien no maceró la vejez ni tuvo tiempo de convertirse en patriarca porque murió como guerrero. Sin haberlo conocido, me atrevo a pensar que Kirchner se identificó siempre con el guerrero y nunca con el patriarca.
La medicina explica con todas sus sabias precisiones que Kirchner debió "cuidarse", que su cuerpo ya no podía soportar los esfuerzos de una batalla concentrada y múltiple. Pero una decisión, que no llamaría sólo psicológica sino también un ejercicio de la libertad, fue que Kirchner eligió no administrarse ni tratar su cuerpo como si fuera un capital cuya renta había que invertir con cuidado. Gastaba. Vivió como un iracundo. Ese era justamente el estilo que se le ha criticado. Tenía un temperamento, y los temperamentos no cambian.
Concebía la política como concentración potencialmente ilimitada de poder y de recursos y no estuvo dispuesto a modificar las prácticas que lo constituían como dirigente. Kirchner no podía ser cuidadoso en ningún aspecto. No se aplacaba. Gobernó sin contemplaciones para los que consideró sus opositores, sus enemigos, sus contradictores. Tampoco se ocupó de contemplar su debilidad física cuando se lo advirtieron. Como político no conoció el intervalo de la tregua; sin tregua manejó el conflicto con el campo y con los medios; la tregua es el momento en que se negocia y Kirchner no negociaba, no administraba sus objetivos, los imponía o era derrotado. No delegaba funciones. Fue, paradójicamente, un calculador que confiaba en sus impulsos, un vitalista y un voluntarista que se pasaba horas haciendo cuentas.
En su primer discurso, cuando juró frente al Congreso, dijo: "Atrás quedó el tiempo de los líderes predestinados, los fundamentalistas, los mesiánicos. La Argentina contemporánea se deberá reconocer y refundar en la integración de equipos y grupos orgánicos, con capacidad para la convocatoria transversal, el respeto por la diversidad y el cumplimiento de objetivos comunes". Sin embargo, esas palabras, que no hay elementos para juzgar insinceras en ese entonces, no le dieron forma a su gobierno.
Kirchner definió un estilo que, como sucede con el liderazgo carismático, es muy difícil de transmitir a otros. El líder piensa que es él el único que puede bancar los actos necesarios: él garantiza el reparto de los bienes sociales, él garantiza la asistencia a los sumergidos, él sostiene el mercado de trabajo y forcejea con los precios, él enfrenta a las corporaciones, él evita, en solitario, las conspiraciones y los torbellinos. El liderazgo es personalista.
La Argentina tiene, como tuvo Kirchner, una oscilación clásica entre la reivindicación del pluralismo y la concentración del poder. Como presidente, Kirchner eligió no simplemente el liderazgo fuerte (quizás indispensable en 2003) sino la concentración de las decisiones, de las grandes líneas y los más pequeños detalles: tener el gobierno en un puño. Consideró el poder como sustancia indivisible. Con una excepción que marca con honor el comienzo de su gobierno: la renovación de la Corte Suprema, un acto de gran alcance cuyas consecuencias van más allá de la muerte de quien tuvo el valor de decidirlo.
El poder indivisible es fuerte y débil: su fortaleza está en el presente, mientras se lo ejercite; su debilidad está en el futuro, cuando las circunstancias cambian. Así como Kirchner no administraba con cautela su resistencia física, tampoco fue cauteloso en el ejercicio de su poder. Frente a la desaparición de quien concebía el poder como indivisible, se aprestan las fuerzas y los individuos que quieren creer que ese poder pasa intacto a otra parte, lo cual sería una equivocación, o los que creen que se acerca un nuevo reparto.
Kirchner murió cuando en el horizonte cercano se insinuaba la posibilidad de un reparto de ese poder indivisible. Las elecciones de 2009 cambiaron las representaciones partidarias en el Congreso. Esa fue una experiencia nueva dentro de los años kirchneristas. Entre la negociación y el veto, entre retirar un proyecto propio y adoptar el de un aliado, se había empezado a recorrer un camino que mostraba cierto cambio de paisaje, obligado por la relación de fuerzas. El poder del Ejecutivo tenía una contraparte que no había pesado hasta 2009 y, en 2010, vendrán las elecciones nacionales. El poder indivisible necesitaba victorias, primero dentro del propio movimiento justicialista, batalla que Kirchner ya estaba calibrando.
Kirchner no era sólo un voluntarista sino también un inspirado. Salvo un apresurado que supiera poco, nadie en esa próxima competencia podía estar seguro de que podía desplazarlo. Su inteligencia y su iniciativa causaron siempre la admiración de sus amigos y la expectativa de sus opositores. Estas últimas semanas de su vida estuvieron bajo el signo de las exploraciones, las encuestas y los pálpitos electorales. Como cualquier político que había tocado el éxito y la popularidad en muchos momentos, Kirchner no quería alejarse de la cabina de mando. Creía que él era la única garantía, incluso la única garantía de su propio futuro. Surgido del peronismo, Kirchner no se sentía seguro con las declaraciones de lealtad y desconfiaba de las disidencias que, a sus ojos, encubren traiciones.
Todos, amigos y enemigos, estaban seguros de que algo debía suceder en los próximos tiempos. Sucedió esta muerte que, como toda muerte inesperada y temprana, cortó el curso de las cosas, pero un destino propicio hizo que Kirchner muriera sin conocer una derrota decisiva. Kirchner, muchos lo aseguraban, vivía en el límite de las apuestas a cara y ceca, perder todo estuvo siempre inscripto dentro de las posibilidades. Fue un político de alto riesgo, no un jefe cuya cualidad principal fuera la prudencia. Fue también un político afortunado. Y murió antes de que su imprudencia venciera a la fortuna.
Junto con la renovación de la Corte Suprema hay otro acto de reparación histórica que nadie podrá negarle: después de la derogación de las leyes de impunidad, Kirchner apoyó con su peso personal e institucional la apertura de los juicios a los terroristas de Estado. Hizo su escudo protector con los organismos de derechos humanos hasta convertirlos en articulaciones simbólicas y reales de su gobierno. Como sucedió siempre con Kirchner, el apoyo a que las causas obtuvieran sentencia se entreveró con la política que inscribió a las Madres y Abuelas en la trinchera cotidiana. Kirchner, hasta hoy, ofrece esos balances complicados. Igual que su afirmación latinoamericanista: reivindicó la idea de una nación independiente y soberana, pero dirigió o permitió peleas tan declarativas como inútiles; como secretario de la Unasur, tomó una responsabilidad que cumplió contra muchas predicciones.
Fin de un acto que lleva su marca. Fue la obsesión amada o temida, desconfiada o combatida de muchos. Pocos políticos tienen la fortuna de marcar la historia de este modo. En la turbulencia que produce la muerte, antes de la claridad que llega con el duelo, no es posible saber si el kirchnerismo será un capítulo cerrado. La muerte convoca a los herederos, los legítimos y los que piensan que, en realidad, no son herederos sino titulares de un poder perdido o entregado de mala gana. También falta definir del todo cuál es la herencia y si es posible que pase a otras manos. La memoria de Kirchner puede convertirse en política o en historia. Lo segundo ya lo tiene asegurado con justicia

YA NO SOMOS DOS...





Alí Chumacero(México, 1918-2010)

Amor entre ruinas


"Como un incendio al aire desatado
o una flor suspensa sobre el agua,
en lenta conjunción
nuestros desnudos abren el cauce del deseo
desbordándose en alas y gemidos de silencioso aroma;
encienden sobre el tacto un suave mar que inunda
con sus trémulas olas palpitando
a través de la piel, acumuladas
bajo el húmedo aliento de los labios
y este duro anegarse en humo o en temblor
surgido desde el sueño, como eterna marea que consume
el herido temor donde flotamos.
cerca mi cuerpo al tuyo dolorido,
cíngulo ardiente que a tu carne ciñe
volcándola hacia el vuelo de mi mano
al tacto deslizada,
ola, caricia o llama
sobre el silencio de tu piel,
en esta soledad de nuestro lecho. "

sábado, 23 de octubre de 2010

EL OTRO...




"El hombre de al lado" me alegró el sábado. Rafael Spregelburg y Daniel Araoz (en un papel hecho a su medida) traman un relato simple (y no olvidemos lo complejo de "lo simple bien hecho") pero efectivo entre dos vecinos y una ventana indiscreta que separa dos mundos, dos formas de vida.
La narración transcurre, hasta la escena final, sin inscribirse en un registro definido de género cinematográfico. Su mérito está, justamente, en sostener un clima de tensión bajo un aspecto de relato ameno de relaciones sociales. Los personajes se van desarrollando sin dejar nunca de definirse, lo cual solo ocurre, si es que ello pasa, en la secuencia que pone fin a la película.
Vemos, entonces, la potencia de lo otro, de lo ajeno. De sus reverberaciones en un mundo al que son extrañas y las,a veces, fatales consecuencias de semejantes cruzamientos.
No pude menos que recordar una entrevista al escritor Marcelo Birmajer en el marco de un programa de tv. El autor de "historias de hombres casados" dice algo simple pero excelente (como la película en cuestión) y ese decir engloba y define lo que terminamos de ver en la pantalla: la vida vale mas que la felicidad. A priori, una frase de sobre de azúcar, una pavada total, pero que adquiere carácter de revelación ante la presencia tan marcada de los peligros de la coexistencia.

martes, 19 de octubre de 2010

CRITICA DE LA ILUSION PURA. TERCERA ENTREGA.

Esta entrega bien podría ser la última de la saga; X pinchó mi globo cumpleañero con su belleza punzante.
Desesperado como nunca, busqué en su boca mi cena. La respuesta fue un leve alejamiento, separando nuestros cuerpos por pocos centímetros y por pocos océanos.
La noche terminó de día. Traté de tomar todo lo que pude. Traté, como siempre, de salir de mi conciencia, de expandirme, de perderme.
El sol de la mañana me devolvió al sueño; a la caída libre de mi ilusión pura
Pienso en X, en su cuerpo fundiéndose lentamente con el mío. La recuerdo: sus ojos bien abiertos me miran mientras estalla en un estruendo de risa. Me imagino, entonces, otra noche; la que no fue pero que pudo haber sido. Hubiera sido capaz de conservarle esa sonrisa? Me hubiera interesado hacer ese esfuerzo?
Tal vez no. Tal vez sólo quería apropiarme de su cuerpo, de su deseo, y, simplemente, desaparecer entre las sábanas una y otra vez, una y otra vez...
Pero trabajé mal sobre X. Mis premisas básicas a la hora de la conquista, no solo sexual, sino, y fundamentalmente, social (hacer pensar/hacer reír),no fueron suficientes.
Ya no importa. Me reconforta pensar que mi matrimonio con X hubiera sido caótico; hubiera, tan solo, disfrutado de lo amable de su cuerpo dulce y de lo amable de su personalidad dulce.
Su problema, ahora que me dejó sin cena lo sé, es no saber volar.
Mi problema, en cambio, es cómo hacerlo: cómo generar nuevas emociones sin perder las viejas, cómo desarrollar mi intelecto sin deteriorar mi inteligencia. Y la inteligencia está, hoy como ayer, en la agudización cotidiana del humor como factor clave para la existencia. El intelecto, a su vez, debe intervenir sobre el humor para reconocer el color de su telón de fondo.
Cuál es el color de fondo del telón del escenario sobre el que represento mi drama tan ensayado?
No puedo ver el color. Sólo puedo ver una textura, un contorno. Sólo puedo ver la mano que pinta. Y es la mano, hermosa, de X.

lunes, 18 de octubre de 2010

SOBRE RIESGOS Y TUMBAS...





Robert Bolt
(Gran Bretaña, 1924-1995)
"La cabeza de un traidor" (fragmento
)


"Si viviéramos en un Estado donde la virtud fuera rentable, el sentido común no sería ser santos; pero si vemos que la avaricia, la ira, la vanidad y la estupidez rinden más beneficios que la caridad, la modestia, la paciencia y la inteligencia, la rebelión está justificada, aun corriendo el riesgo de ser héroes. "

miércoles, 13 de octubre de 2010

CUMPLE FELIZ...





Martes por la tarde. Tomo un taxi en Callao y Córdoba. Me dirijo a la agencia de coches en donde tengo el plan ahorro de mi primer okm. En el trayecto suena mi celular. "Te llegó un aviso de juicio" me dice, horrorizada, mi mamá. Y es que no hay papel en tono declamativo que no altere sus nervios...
Hace calor. Salgo de la agencia y me imagino manejando, con X de acompañante, por una ruta sin nombre, alejándonos de todo...
Vuelvo a Callao y entro en clásica y moderna. Hace calor y estoy cansado. Se viene mi cumpleaños y la neurosis se vigoriza. Por suerte todos me conocen("si, ya sé que no te gusta juntar gente de diferentes grupos", me dice un amigo) y saben que mi festejo suele multiplicarse y que cada grupo deberá estar viendo que fecha "le toca".
Mi agenda mental se va organizando al calor de las pautas dictadas por el mal freudiano: viernes grupo de trabajo, sábado amigos del colegio, domingo familia. Fin de semana siguiente: grupo de amigos de mardel, grupo de la primer etapa de tribunales y de la facultad de derecho. Ah...sin olvidar a "los primos".
No hubo un sólo año que haya hecho tantas reuniones; las obsesiones se relajan y, con ellas, se disuelven mis ganas de organizar tanto evento.
En relación a ni nuevo aniversario, puedo decir que, entre otras cosas, me falta coordinar con la gente del estudio jurídico que, tan amablemente, osó enviarme por correo el "aviso de juicio ejecutivo con embargo" que tan gravemente afectó la moral y las buenas costumbres en el seno de mi casa materna.
En estos momentos les estoy mandando un mail con la invitación...
Me pregunto en qué fecha ubicarlos...

lunes, 11 de octubre de 2010

AL LADO DEL CAMINO...




Europa y sus mobiliarios se alejan. El verano nos encontrará, entonces, unidos(y dominados?) en nuestro viejo, querido y, por momentos, desolado Alfar.
Sigo enamorado de mi relación con el barrio, de sus casas viejas, de su viento con olor a sal, de sus noches profundas en las que se puede escuchar, al caminar, el latido de los pensamientos. El barrio sigue siendo mío, como lo fue toda la vida. La esquina de la casa de Natalia sigue siendo mía. La ruta de noche, al costado del bosque, sigue siendo mia.
Sin embargo,debo evitar ciertas personas y palabras que ya no me pertenecen. Debo llevar ciertos libros. Rerservarle a Marito la habitación.
Me imagino con X, encantándola con el barrio de mi infancia veraniega. No sé que hará en sus vacaciones, pero nada mejor podría pasarle...

EL IMPERIO DE LOS SENTIDOS...




Mario Vargas Llosa(Perú, 1936)

Elogio de la madrastra (fragmento)


"Nos han dejado sin secretos, mi amor. Esa soy yo, esclavo y amor, tu ofrenda. Abierta en canal como una tórtola por el cuchillo del amor. Rajada y latiendo, yo. Lenta masturbación, yo. Chorro de almíbar, yo. Dédalo y sensación, yo. Ovario mágico, semen, sangre y rocío del amanecer: yo. Esa es mi cara para ti, a la hora de los sentidos. Esa soy yo cuando, por ti, me saco la piel de diario y de días feriados. Esa será mi alma, tal vez. Tuya de ti. "

miércoles, 6 de octubre de 2010

PRESO EN MI CIUDAD



El ciclo de cine del ensamble nos ofrece "Aguirre, la ira de Dios". Klaus Kinski es, tal vez, el Urdapilleta europeo.
Pero no quiero hablar de cine. Quiero hablar de estados: de lo húmedo del tiempo y de la fragilidad con la que, últimamente, camina mi cordura (esa máscara siempre a punto de caer). No sé qué quiero decir. No puedo limpiar la cabeza.
Hoy estuve a punto de estallar en el trabajo...
Me tengo que ir (nico, leeme. Nico, nos tenemos que ir, te llevo, llévame).
Necesito que me piensen (carlos, dónde estás?), no puedo solo.
Necesito dormir con X ( o con V?). Necesito ver mi casa terminada. Necesito...
Todo sigue siendo una gran palabra, y todo, tanto en el trabajo que me asfixia y del que me aterra quedar pegado, como con las mujeres que sueño y los amigos que me apuntalan, todas las palabras, la única palabra, desembocan en la consigna insoslayable. Y es que de lo que se trata, siempre, hoy como ayer, es de pensar aquello que hace caer la máscara: cómo vivir juntos?
Miro por arriba lo que acabo de escribir. Es caótico y no entiendo bien lo que quiero decir. Me siento muy cansado, viene mi cumpleaños y todo lo que deseo es un buen reviente, un buen sueño compartido, una explosión de la conciencia.
Y, luego de la explosión, al otro día, reconstruir el presente con los fragmentos duros, con el núcleo permanente, depurado de...de qué?
Y sentirme bien otra vez. Y escribir bien.
Ayer lei una entrevista a Roger Waters: "hay algo que siempre me dio terror, y es que la gente se diera cuenta que yo era alguien que no quería ser"