lunes, 31 de enero de 2011

LA MIRADA INVISIBLE...





Aterrado por tener que volver al trabajo a lidiar con papeles sin nombre y personas con nombre (y hasta con psicopatías moderadas), aprovecho el último fin de semana libre para salir a cenar en la noche del sábado con madre/hermano/cuñada.
Pido ñoquis con una salsa "suave" y no debería (estuve con problemas estomacales durante todo el sábado). No estoy particularmente interesado en conversar, hasta que, como siempre, mi cuñada moviliza mi habla (ese animal que no puedo domesticar).
Sucede que, una vez más, se queja de la batería de test a la que, casi sin excepción, es sometida a la hora de conseguir un trabajo acorde a sus expectativas.
Cuenta, entonces, que, en su última experiencia, no sólo tuvo que hacer dibujos (la casa, el hombre bajo la lluvia) sino que, además, tuvo que responder al test de rorschach. Cuando creía que ya estaba terminado, que se podía ir a su casa a esperar un eventual llamado de la empresa, le acercaron...otro cuestionario!
Parece que la empresa estaba interesada no sólo en su experiencia como vendedora (lo cual queda más que acreditado con la sola defensa de su CV), sino también sobre sus temores, sus anhelos, el carácter de sus relaciones intrafamiliares, sus frustraciones, sus puntos ciegos, su niñez, etc.
Mi indignación crece a medida que progresa su relato. Hay algo que comienza a tener sabor a inocente: no es mi comida, claro; es el comentario de mamá: "bueno, regi, quizá son demasiado exhaustivos, pasa que las empresas no quieren perder tiempo contratando gente que no tenga el perfil adecuado, y por eso te preguntan de todo. Hay que tener un poco de paciencia nada más".
"Paciencia" pienso. Si fuera un salsa, le pondría a mis ñoquis.
Entonces hablo. Y digo que me parece una vergüenza (aunque es más probable que haya dicho "una mierda") todo lo que acabo de escuchar.
Si las empresas hacen los test exhaustivos que hacen no se debe a un "exceso de cuidado" a la hora de seleccionar el personal, sino, fundamentalmente, a un fuerte condicionamiento psicológico de las personas a contratar.
No se trata sólo de valorar si la persona es capaz o no de hacer la tarea que se le va a encomendar (para eso bastaría con chequear sus estudios y experiencias laborales previas en la materia), sino de hacerle saber (hacerle interiorizar) que, en caso de entrar a la empresa, la persona va a encontrarse observada desde todos los ángulos que hacen a su ser.
En realidad poco le importa a la empresa ( y a los psicólogos sin pacientes ni vocación que contratan para su trabajo sucio) las respuestas sobre la vida privada del aspirante que se sienta frente a sus interminables formularios y frente a serios interlocutores en las entrevistas orales; lo que importa, claramente, es crear en el futuro trabajador, la idea de que la empresa sabe mucho, mucho sobre él, y que esa información, en caso de que no se esté a "la altura de las circunstancias", pueda ser usada en su contra.
Se sabe: la información es poder y el poder no se puede ejercer si no se generan relaciones de dominación en las que haya un otro sobre quién ejercerlo. Cuanta más información el trabajador se ve obligado a brindar a "la empresa" (ese gran hermano demencial), más se desnuda, más expuesto y vulnerable queda a la hora de iniciar el vínculo. Me causa gracia la situación que se me ocurre: en este tipo de situaciones, una vez que se le alcanzan los formularios a los aspirantes, habría que pedir sentarse frente al gerente de la empresa y preguntarle directamente sobre sus peores defectos y virtudes, sobre su relación con su padre o madre, sobre cuánto lo afectó la pérdida de alguno de ellos en caso que no los tenga. Y quizá le demos una mano al escucharlo al pobre hombre, no? Quien sabe...
Termino de hablar y termino de comer. Estoy enojado. No quiero postre.

OTRAS VOCES...





Victoria Ocampo
(Argentina, 1890-1979)


La mujer y su expresión (fragmento)
"Creo que, desde hace siglos, toda conversación entre el hombre y la mujer. empieza por un "no me interrumpas" de parte del hombre. Hasta ahora el monólogo parece haber sido la manera predilecta de expresión adoptada por él. Durante siglos, habiéndose dado cuenta cabal de que la razón del más fuerte es siempre la mejor (por más que no debiera serlo), la mujer se ha resignado a repetir, por lo común, migajas del monólogo masculino disimulando a veces entre ellas algo de su cosecha. Pero a pesar de sus cualidades de perro fiel que busca refugio a los pies del amo que la castiga, ha acabado por encontrar cansadora e inútil la faena. Luchando contra esas cualidades que el hombre ha interpretado a menudo como signos de una naturaleza inferior a la suya, o que ha respetado porque ayudaban a hacer de la mujer una estatua que se coloca en un nicho para que se quede ahí "sage comme une image"; luchando, digo, contra esa inclinación que la lleva a ofrecerse en holocausto, se ha atrevido a decirse con firmeza desconocida hasta ahora: "El monólogo del hombre no me alivia ni de mis sufrimientos, ni de mis pensamientos. ¿Por qué he de resignarme a repetirlo? Tengo otra cosa que expresar. Otros sentimientos, otros dolores han destrozado mi vida, otras alegrías la han iluminado desde hace siglos".

BAILANDO POR UN SUEÑO...





El Cisne Negro, última película de Darren Aronofsky (el director de la impresionante Réquiem para un sueño), es, desde el comienzo, un film denso y claustrofóbico. La sensación enferma y perturbadora de encierro que se transmite desde la pantalla solo es comparable a los efectos logrados por algunas de las obras de David Lynch (especialmente en esa joya surrealista que es "Imperio")o de Lars Von Trier ( pienso, desde ya, en su brutal "Anticristo").
La densidad de la película, el olor a pesadilla que desprende con el correr de los minutos, se sostiene a través de las escenas por las que desfila (baila, mejor dicho) una Natalie Portman que, con su belleza ofensiva y su destreza como intérprete, sueña con el papel principal en la clásica obra "El lago de los cisnes".
Aronofsky (como también Lynch, Von Trier y también Gus Van Sant), entiende los mecanismos cinematográficos para articular, con intensidad, los sueños y las pesadillas que anidan en las mente del que se sabe (o cree saberse) protagonista de una ilusión (la propia, ¿tal vez?).

miércoles, 26 de enero de 2011

DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS...





ALEJANDRO URDAPILLETA. "VAGONES TRANSPORTAN HUMO"

SOY UN ESPEJO VOLADOR

Soy un espejo volador
una gramática oligoide
con aceite y vinagre
mixta...

Los peluquines se me apelmazan...
en contacto con la baba...
que expulsa mi bocha...
la pepita de oro...
que cago...
la pongo a germinar...
me atacan alicates...
me sobrevuelan esponjas...
me meo al compás de las gotas carmesí...
que caen del himen de la luna...
mi alma es un cacho de ñoqui...
en la carie de un dios...

Soy un arlequín magnético...
encerrado en una ciruela transparente...
que rebota en un suelo de anís cristalino...
padezco pasión por María Julia Alsogaray...
¡No maten más vacas!



EL AMOR ES UN PRESAGIO

El amor es un presagio...
incluso un objeto diurno...
lleno de tirabuzones...
Al amor no hay nadie..
que lo iguale en el tiro de la pelota...
patea que da calambre...
el amor es como un souvenir...
de Etiopía...
resguardado por monjas...
que cuchichean y se tiran...
de los chicles...
unas a otras...
el amor es un imán...
no tiene pies y no sé si alas...
pero baila sobre una piedra pómez...
el amor hace que flameen...
los relojes izados como banderas...
no es nada que se parezca a nada...
no tiene nombre ni cara...
puede sisear sobre la mesa mojada de los mostradores...
y te puede esperar en los baldíos...
y desaparecer...
cuando un fósforo se prende...
el amor no es masticable...
no tiene fibra...
ni es mantecoso...
pero en algunas ocasiones...
se mantiene fresco en la heladera...

LA LARGA RISA DE TODOS ESTOS AÑOS...




Leyendo la revista Ñ, pienso en su último tema de tapa: el humor. Como bien señala Daniel Link, el humor es un instante de peligro. No sólo el humor; también el llanto funciona como dispositivo revolucionario de nuestras estructuras. Y es que tanto en uno como en el otro, nuestro orden se invierte, queda atravesado nuestro ser y tanto nuestros órganos como nuestros músculos y nuestras mucosas son presas, por un breve tiempo, de una estado de alienación. Y es que, justamente, en el momento de la risa o el llanto profundo, el pensamiento queda suspendido, permaneciendo, nuestro cuerpo, en un extraño estado de indefensión.
Creo haber abrevado mis experiencias humorísticas en un puñado de nombres y series, así como también personajes de la radio y la literatura. Muchos de ellos me acompañan desde mi infancia. El Chavo, los Simpsons, Blanco y Negro y la Niñera, pero también el inolvidable Pepe Biondi (al que daban por el canal Volver) arrancaron mis primeras carcajadas. También el negro Olmedo, claro, que murió cuando tenía 5 años. Las películas de los bañeros, con las intervenciones de Francella en especial, siguen vigentes en mi imaginario. Y si hablamos del ámbito vernáculo, no puedo soslayar al gran Carlín Calvo con su inoxidable "Amigos son los amigos".
Durante mi adolescencia, a los 13 años, durante un verano en Mar del Plata, comienza mi fascinación por Mafalda. Me recuerdo yendo al quiosco del barrio en bicicleta, a toda velocidad, en busca de un nuevo número de la genial creación de Quino. Algunos años después, viendo tv por cable, me encontré con un grupo de amigos (del que no participaba Carlín) que se encontraban en un bar (el Central Perk) y en el departamento de una de ellas a compartir sus alocadas vivencias de veinteañeros. Con Friends, entonces, descubrí un humor hecho en base a un trabajo impresionante del guión y una rigurosa selección de actores. El humor de las series estadounidenses nacidas en los noventa sería eso entonces: trabajo en equipo, sin grandes figuras que sostengan la estructura cómica con su sola presencia en escena.
En radio, terminando el secundario, descubro, en forma paralela, a Fernando Peña, Elizabeth Vernaci y al ángel gris de la medianoche: Alejandro Dolina.
En tv, Guinzburg y Gasalla siempre fueron mis nenes mimados.
En literatura hice lo propio, con Roberto Fontanarrosa y, porque no, con Fernando Vallejo y su pluma corrosiva hasta el extremo.
De la combinación de todos estos nombres (y algunos más como el disparatado Humberto Tortonese), de todas estas experiencias, es que puedo pensar en las condiciones de posibilidad de algún tipo de humor propio.
El humor no es otra cosa un tipo de intervención -uno más entre los múltiples posibles- sobre lo que conocemos como "realidad". En esa intervención -en la que las palabras elegidas y el tono empleado resultan capitales- se trata de invertir el orden establecido, de posicionarse fuera de los cánones impuestos por las normas que rigen nuestra cotidianeidad.
Y suspender el pensamiento. Y las preocupaciones que éste engendra.
Y, por un momento aunque sea, no tomarse absolutamente nada tan en serio.

viernes, 21 de enero de 2011

TELÈFONOS QUE SUENAN EN HABITACIONES VACÌAS...





Es muy sencillo decir que uno se siente orgulloso de haber integrado esa banda. Lo que no necesariamente quiere decir mucho para el que lo lee. ¨Sentirse orgulloso¨. Nada. De hecho no siento las palabras que ahora digo. Uno no piensa todo el día frases como ésta; uno no se dice a sí mismo: "Yo integré Sumo". Creo que ni siquiera Paul McCartney o Ringo pensarían así. La vida es una suerte de cinta de Moebius, como un infinito que avanza por un lado y pega la vuelta y vuelve a retroceder cuando en verdad está moviéndose hacia adelante, y cuando en realidad-realidad sólo está dando vueltas en redondo, cosa que al mismo tiempo no hace.
¿Quieren saber qué se siente haber "estado ahí"? Es imposible de describir. ¿Por qué? Porque no tenés ganas de explicarlo o de darte un baño de oro y sentir que perteneciste a una gloria eterna.
Lo que sí puedo decir es que aquel estado melancólico que acompaña a todo artista -con o sin talento, con o sin esfuerzo diario- parece cobrar un sentido. Hay algo que permanece. Fue una experiencia, acaso una más de tantas que al ingresar a ese estatus llamado "estado público" parece cobrar una dimensión de la que es imposible apropiarse, que uno no puede guardar para sí. Sumo ahora es de todos, de todos aquellos que vivimos en una misma región. ¿Qué tendrían que pensar los Stones, los Beatles, el baterista de Hendrix? ¿Qué tal si mi máxima experiencia fue tener un nuevo hijo que ahora mismo, mientras escribo esto a las ocho de la mañana de un día cualquiera en una ciudad cualquiera, me sonríe y me descubre aún despierto? ¿Llamaría eso tu atención? ¿Te enseñaría algo que después podrías volcar en tu música o en tu arte? ¡Claro que no! Sin embargo...debería!
¿Cómo quedé? ¿Cómo me siento? Triste. ¿Cuánto ocupa esta tristeza en un largo día de 24 horas? No lo sé, y si no lo sé no tiene tiempo, no ocupa espacio; y si lo ocupara, pues bien, habría más espacio todavía. El ser humano no llena ningún espacio real salvo el que su mente le dicta, y los espacios mentales se reemplazan por otros. ¿Extraño a mis compañeros? Claro que sí. ¿A Luca? Claro que sí. ¿Reírme con Mollo o escuchar las geniales reflexiones de Arnedo en pocas palabras? Claro que sí. ¿Tocar con Germán y armar un disco de música experimental y compleja que no venda nada? Claro que sí, también...¿Y seguir el pensamiento de Superman hasta iluminarme? ¡Obvio!
Pero eso no está ni para ellos ni para mí. Está en algún lugar de nuestro corazón, aunque el corazón no sea más que otro músculo socialmente promocionado como el vector de la vida y la muerte.
¿Quiero tocar con alguien más que no sea mi familia Sumo? Claro que no. ¿Quisiera tocar con ellos por siempre? No lo sé. ¿Hablarnos por teléfono? Tal vez. ¿Es que no los quiero más? Por el contrario, los amo, pero lo digo aquí para que el fan que compró este libro me pueda entender, pero nunca más lo volvería a repetir. Todo es una experiencia y una entrega. De pronto, como si surgiera de una dimensión paralela, los artistas no entregamos nada a nadie, pero sí dejamos salir determinadas cosas, para que, como una nube de polvo o un relámpago de sémola, distraigan y sorprendan, para rápidamente desvanecerse. Sin sentido el arte viene. Sin sentido se va. Sin sentido la música surge. Sin sentido cambia por otra, y la otra y la que viene también se irán.
Pero sí hay algo que quisiera transmitir: el verdadero arte, por lo menos en la música, se basa en una relación humana, en un grupo de seres solitarios que se disuelven en otros aun más desprendidos y profundos. ¿Suena contradictorio decir "un grupo de seres solitarios"? Sólo en la música puede suceder. Porque por siempre será ELLA (y no nosotros)la dueña, la regente. Cuando la pintura llega se puede ir. Cuando la actuación llega puede desaparecer de un día para el otro...
Pero la música... ¡Dios! ¿Por qué aparece para todos pero, eligiendo a unos pocos, los cobija, los ama, los tortura y los cambia para siempre y hasta el último día los acompaña como un hada, como un gigantesco elfo que te hace decir "déjenme morir escuchándola"?
No lo sé.
Pero nos hizo llorar. Y me hace llorar. Y mañana...

miércoles, 12 de enero de 2011

DIARIO DE VIAJES...





Primer semana de vacaciones en la ciudad feliz. Mis primeros días transcurren en la casa del centro de mis amigos de toda la vida: Nicolás y Agustín. Nico sigue igual: un ingeniero en informática devenido estudiante de filosofía y profesor universitario; un hombre de 30 años conformado por tres chicos de 10. Agus también sigue igual: esquivo a los libros universitarios, invierte su sangre joven en impulsar el negocio familiar de toda la vida (casa de repuestos de autos wolkswagen). Es por invitación de Agustín que acepto continuar mi estadía en su casa del barrio Alfar (ese pequeño barrio de sal del que nunca debimos habernos ido).
Nada cambió ni cambiará en este refugio veraniego. Las calles eternamente de piedra, los chalets bajos -muchos también de piedra- con techos de tejas, el verde de los terrenos, la ausencia de Internet (esta ausencia es definitiva para entender la relación del barrio con el tiempo y el espacio y el porque de mi enamoramiento permanente), "Gobi" (el mercado del barrio) y "Géminis" (el único espacio "nocturno", destino obligado para sentarse bajo el cielo silencioso a tomar una cerveza mientras vemos como los sapos saltan lentamente a través del pasto).
Nada de boliches. Nada de centro. Ni casino, ni Alem, ni Peatonal, ni Montecatini, ni Manolo. Volví a mi adolescencia, cuando no salía del barrio por que la minoridad me lo impedía. En la playa alterno; un poco pública, (donde me esperan Vivi y Hugo para jugar al voley, personajes ilustres del barrio si los hay) un poco playa privada (en donde me espera mi tío henry y mis primos de inevitable orientación macrista).
Mis tardes en la arena me abruman un poco. No tanto por la exposición al sol (del que me cuido con abundantes cremas)sino por compartir la cohabitación con infinidad de seres moldeados en exterioridad. De lo que se trata, siempre, es de mostrar el trabajo realizado en el gimnasio durante todo el año. Esos mismos cuerpos, moldeados según las reglas de la estética, son los que concurren (desesperados) a los lugares -tanto diurnos como nocturnos- que la modernidad dominante les indica como propicios para satisfacer sus deseos tanto sociales como sexuales. Gente que busca gente. Mucha -muchísima- gente que busca fundirse con mucha -muchísima- gente.
Mi alfar querido (mi barrio y mi hotel) funciona, hoy más que nunca, como vía de escape de las formas modernas de felicidad joven que se presentan como inevitables.
Lo único insoslayable para mi sigue sigue siendo un libro (o dos), un barrio despejado con sueños de piedra, un cielo abierto lleno de estrellas que iluminan el andar moroso de los sapos, compartir el silencio con algunos pocos buenos amigos mientras ponemos la mesa y... la llegada de una sola flor.

miércoles, 5 de enero de 2011

LA ILUSION SIN HISTORIA...





Jean Baudrillard (Francia, 1929-2007)
Ilusión, desilusión estética (fragmento)



"El dominio de los artefactos sobrepasa ampliamente el del arte. El reino del arte es en rigor el de una gestión convencional de la ilusión, una convención que en principio neutraliza los efectos delirantes de la ilusión, que neutraliza la ilusión como fenómeno extremo. La estética constituye una suerte de sublimación, de dominio por la forma de la ilusión radical del mundo, que de otro modo nos vaciaría. Esta ilusión original del mundo de la que otras culturas han aceptado la cruel evidencia que dispone un equilibrio artificial. Nosotros, las culturas modernas, no creemos ya en esa ilusión del mundo, sino en su realidad (que es por supuesto la última de las ilusiones), cuyos estragos hemos escogido atemperar por medio de esa forma cultivada, dócil, de simulacro que es la forma estética. La ilusión no tiene historia. La forma estética en sí misma tiene una. Pero debido a que tiene una historia, no tiene más que un tiempo, y es sin duda ahora cuando asistimos al desvanecimiento de esta forma condicional, de esta forma estética del simulacro, en beneficio del simulacro incondicional, es decir en una escena primitiva de la ilusión, donde recuperaremos los rituales y las fantasmagorías inhumanas de las culturas más allá de la nuestra. "

martes, 4 de enero de 2011

DESDE EL LLANO...




2011. Cerca del fin del mundo (recordemos los tremendos vaticinios con respecto al 2012), recién empezado el año, me entregan mi primer okm. El auto es pequeño, ligero y oscuro, no me puedo quejar. En estos días (mañana o pasado, según haya cumplido o no con los preparativos de rigor) parto rumbo a la costa. Me espera mi amigo en su casa del Alfar (ese paraíso veraniego que me acompaña desde la infancia).
Serán, como mínimo, dos semanas en la ciudad feliz con mis amigos marplatenses.
Allá voy...