domingo, 30 de octubre de 2011

CRÓNICA DEL PÁJARO QUE DA CUERDA A MI MUNDO...





Vuelvo a escribir. No escribir nada es lo peor que puedo hacer. Me preocupa -entonces- darme cuenta que suelo hacer lo peor que puedo hacer.
Cumplí, hace dos semanas, 29 años. A los 18, cuando una tarde de invierno preparaba un final de economía, dejé a un lado los apuntes (en ese momento estaba haciendo el CBC para estudiar derecho) y escribí, de un tirón, un cuento: "el viaje". A ese cuento siguieron, en pocos días, un puñado de relatos y poemas.
Hace algunos años,revisando viejos papeles, encontré un manuscrito con la letra de un chico. Una letra más prolija de la que soy capaz actualmente. Tenía 10 años cuando lo escribí y empezaba y terminaba de un forma que me impactó: "¡Qué algún maldito quiera oírme!" Era el pedido -la súplica- que abría el texto (¿por qué será que algo del orden de la congruencia no cierra al entrelazar los términos texto e infancia?). Las últimas palabras me resultaron igualmente abrumadoras: "perdón por reflexiones tan hondas en tan sólo un chico de diez años".
Mi primera reacción fue la negación. "Vos no escribiste esto, quedate tranquilo". Pero no había forma de que fuera de otro. Era mi letra. Estaba firmado y fechado por mí. Ese papel se conservó en el tiempo y es el tiempo presente -el de mi madurez- el que lo puso ante mis ojos. Superada esa negación -la de la mi autoría del manuscrito- tuve un impulso desesperado por hablar con ese chico, por escucharlo, por decirle que se quede tranquilo, que todo iba a salir bien...(¿no ves que todo salió bien?)
Pero siento miedo de enfrentarlo, tal vez no haya salido todo tan bien. Ese chico, desde ese día, me sigue interpelando. Ese papel me puso contra la pared. La incertidumbre no puede menos que derivar en angustia: la angustia de no saber si ese chico tuvo una infancia feliz.
Pero la interpelación se actualiza en relación al presente.Me interpela sobre lo que está bien y lo que no, sobre la paternidad y la felicidad.
Pienso en lo que estoy leyendo actualmente, sobre la situación de la izquierda frente al estado Kirchnerista. El libro incluye un coloquio llevado a cabo en la facultad de ciencias sociales de la UBA entre firmantes de la solicitada en apoyo a la izquierda y dos integrantes de Carta Abierta. María Pía López, en su intervención, sostiene: "el pesimismo de la razón es la condición vital, el problema es cuál es el grado de escepticismo que pueden tolerar nuestros cuerpos, cuál es el grado de escepticismo que pueden tolerar nuestras almas. El mío es frágil en eso, por eso cedo a las tentaciones..."
Ese principio de dualidad, entre el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad, fue -de algún modo- el principio rector de mi vida.
Descubrí -tarde, como descubro todo- la dualidad entre la que se debaten mis genes: el trabajo físico materno; el trabajo intelectual paterno. Un modelo familiar por un lado; un modelo individual por el otro.
La dualidad como compañera. Trabajo -pienso- para empezar a cristalizar. Todos lo saben.

ELOGIO DE LA DESMESURA...






ENTREVISTA A H. MURAKAMI

Quedará seducido por la proximidad de sus personajes, por un finísimo hilo que logra conectar de manera global todo lo que nos preocupa, nos altera, nos divierte y nos deprime: una soledad que nos acecha deambulante, el amor, el desamor, el sexo y el deseo, ese siempre frustrante viaje de la juventud a la madurez, la sensación sistemática de pérdida, de no encontrar nuestro sitio en el mundo, la atracción y el miedo hacia la muerte...

Y toda esa música.

La música que proporciona fondo y forma a su obra, sacada de lo que es su tesoro más preciado: una colección de 7.000 vinilos de jazz, su gran pasión, pop y clásicos. Una música que, dice, está dentro de él y que exprime en cada capítulo que escribe obsesivamente: "Imagino que el teclado del ordenador es como un piano e improviso sobre él", asegura.

Dice también Murakami que sus libros funcionan mejor en mitad del caos. No sabe por qué, ni lo pretende. Pero es así. Empezó a escribir tarde, rondando los 30 años, después de haber regentado un club de jazz en Tokio. Lo hacía para él y para sus amigos, y poco a poco ha ido seduciendo a los cinco continentes. Se ha convertido paso a paso y sin querer -le horroriza la exposición pública- en una especie de fenómeno global de culto, aunque parezca contradictorio. Uno de esos escritores que conectan con inmensas minorías, con ejércitos de lectores que comparten su visión del abismo y la salvación, que esperan un nuevo título como la promesa de una palabra reconfortadora.

Así, después de unas cuantas novelas, algún volumen de cuentos y una nueva obra autobiográfica, What I talk about when I talk about running, Murakami ha logrado su objetivo: ser un corredor de fondo. Eso es ni más ni menos este escritor que seduce a golpe del empeño en ser distinto, amante del surrealismo y de la serie Perdidos, admirador de Scott Fitzgerald, John Irving, Manuel Puig o Vargas Llosa y enemigo de Mishima, uno de esos santones que se empeña en despreciar para escándalo de los guardianes de la pureza en la literatura de su país: "Muchos de sus libros no he podido ni acabarlos", comenta sin ánimo de polemizar demasiado.

Aunque con frases dichas en ese tono, mucho le va a costar hacer las paces con el mundillo de las letras nipón y reponer una relación de odio mutuo. Ellos detestan su manía de exhibir esos referentes occidentales de la cultura popular. Él no puede soportar que le tiren de las orejas por no cuidar la lengua como una perla virgen. En Japón se niega a aparecer en radio y televisión pese a que para muchísimos jóvenes se ha convertido en un gurú. Sobre todo después de publicar Tokio blues. Norwegian wood (Tusquets, Empúries en catalán). Muchos la han considerado un equivalente a El guardián entre el centeno japonés, pero él elude las comparaciones con el clásico de Salinger que inspiró al asesino de John Lennon.

Aunque Murakami, con 60 años cumplidos ya, no tiene alergia a los jóvenes. Al contrario. Si ha visitado por primera vez España, es para recibir un premio que le han otorgado lectores de entre 16 y 18 años. Fue el San Clemente, que concede un instituto de Santiago de Compostela, el Rosalía de Castro, después de analizar su obra Kafka en la orilla por un más que estricto jurado compuesto por jóvenes bachilleres de toda Galicia.

Por allí paseó Murakami antes de trasladarse a Barcelona, donde concedió esta entrevista después de haber correteado por sus calles -lo hace todos los días este amante del maratón, esté donde esté- y antes de visitar Cadaqués y Port Lligat, lugar de peregrinación daliniana. Algo fundamental para un autor que se autodefine como "surrealista".

También se le podría calificar como pop, ecléctico y posmoderno. Pero a la vez poético y misterioso, cercano y costumbrista, inspirador de escritores y cineastas como fue el caso de Sofia Coppola en Lost in translation, Alejandro González Iñárritu en Babel y ahora Isabel Coixet, que se confiesa influida por él para su nueva película, Map of the sounds of Tokio.

Y es que Murakami puede fascinar con igual fuerza cuando cuenta lo que lleva dentro del bolso una adolescente japonesa en ese poema urbano que es After dark y cuando indaga en la generación traumatizada por la guerra del Pacífico en Kafka en la orilla. Cuando se adentra en las tribulaciones y el viaje lésbico de Sputnik, mi amor, que cuando inventa una magia fantasmagórica para Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Su empeño por cavar cada vez más en lo profundo del pozo, como él mismo dice que es escribir un libro, parece no tener fin.


¿De qué se siente más orgulloso, de su bar en Tokio, de sus marcas de maratón, de sus 7.000 vinilos, de traducir a Scott Fitzgerald o de sus libros?

Lo que más me enorgullece es haber encontrado tantos lectores en todo el mundo. Llevo 30 años escribiendo, algo más. Los primeros 10 tenía pocos. Escribía para un grupo reducido, casi mis amigos y muy pocos más que me leían. No sé por qué, pero fueron aumentando.


¿Hasta que se convirtió usted en un fenómeno global?

Yo no lo pretendo. Primero escribo para mí, por satisfacción personal. Hacerlo me proporciona felicidad. Luego vi que les interesaba a unos pocos y se ha ido extendiendo.


Tanto, tanto, que no hay país que se resista a Murakami. Pero más que por su exotismo, por su proximidad. Cuando usted abre el bolso de una japonesa y miramos dentro, encontramos lo mismo que puede haber en el de una muchacha de cualquier gran ciudad.

Ehhh. Ummm. Cuando escribo una historia, no me planteo que vaya a impactar a un lector japonés o a un chino. Simplemente, me divierto haciéndolo. Las historias que planteo me resultan naturales, no las puedo explicar. Son muy íntimas, son muy personales, y cuando las escribo escarbo en mi mente, en mi alma. Eso, precisamente, por qué no, también las puede hacer globales. Puede ocurrir perfectamente. Lo que hay que tratar es ser auténtico.


A la vez que se adentra usted en sí mismo, ¿siente que profundiza en los temas que más preocupan al mundo?

No sé. Hablo de mí. Me conozco a mí mismo. Sólo digo que en cada libro voy más hacia abajo, más y más. Para conocerme mejor, me dirijo cada vez más al fondo del pozo. Metafóricamente. También me gusta romper muros. Traspasarlos. Ir hacia el otro lado y husmear. Luego vuelvo. Eso es escribir una novela. Acudir en busca de lo oscuro, de lo que no sabes de ti. Si lo intentas, puede salir bien. Si eres capaz de traspasar esas fronteras, puedes convertirte en alguien que interesa de manera global y encontrar almas comunes en Asia, en África. Si tienes la valentía de traspasar el muro, la frontera ante el que te sientes solo y desarmado. Atraviesas el muro y puedes convertirte en otro. Puedes ser más libre, además. En mis novelas trato de que ocurra eso.


¿Por eso le gusta tanto una serie como 'Perdidos'? Es más, se ha comprado usted una casa en la isla donde se rueda la serie.

Sí, sí, sí. Bueno, me gusta por eso y por más. ¿Tiene éxito en España?


Hay auténticos fanáticos.

A mí me gusta el misterio que le dan a los personajes, irles descubriendo poco a poco. El misterio y el surrealismo. Pero sobre todo me fascina lo inesperado. A mí me gusta hacer eso con mi escritura. Que nadie espere lo que pueda ocurrir. Además, creo que es muy fiel a ese sentido que le da todo al título.


¿Se refiere a que son seres perdidos y que a muchos de ellos les gusta precisamente esa condición?

Por ejemplo. Aunque muchos, como le decía antes, desean atravesar los muros y regresar, otros no, desean quedarse. Es algo que puede ser bueno. Esa huida. Yo soy un escritor optimista y en muchos, entre los personajes de Perdidos, encuentro ese optimismo, esas ganas de cambiar.


¿Por eso detesta a Mishima? ¿No lo encuentra optimista?

No me gusta su estilo.


¿Su estilo literario o su forma de ser?

Como lector, no me gusta. No he podido llegar hasta el final en muchos de sus libros.


¿No será que siente una necesidad, como gran escritor japonés de otra generación, de matar al padre?

No, no creo. Es que no me gustan sus libros, nada más. Tampoco su visión de la vida ni de la política. Nada. No me interesa nada.


¿Ese desprecio hacia Mishima ha agudizado su distancia del mundo literario japonés?

No les gusto, soy demasiado diferente a ellos. Por lo menos, a lo que ellos consideran que debe ser un escritor. Creen que todo lo que se escribe ha de estar supeditado a la belleza de nuestro lenguaje, a los temas de nuestra cultura. Yo no lo veo así. Yo utilizo la lengua como una herramienta. Una herramienta que puedo usar con mucha eficacia. Pero nada más. Por eso los críticos y los escritores me atacan. Yo busco una originalidad propia, alejada de lo que ellos pregonan. Tampoco frecuento sus círculos. No pertenezco a ningún grupo, y en Japón se supone que debes formar parte de alguno. Por eso me fui de mi país unos años.


¿Le puso furioso ese rechazo?

No, furioso no. Sencillamente me sentía extranjero en mi propio país.


Sin embargo, ahora se considera usted un genuino japonés. ¿Qué es eso? ¿Qué es ser un japonés hoy día?

Creo que los japoneses buscamos una nueva identidad. Después de la guerra nos enriquecimos y vivimos bien hasta 1995, cuando sufrimos una crisis tremenda. Todo se tambaleó. No habíamos vivido nada semejante en 40 años. En ese periodo pensábamos que la riqueza nos traería felicidad y satisfacción. Nos hicimos inmensamente ricos, pero no éramos felices. Ahora nos preguntamos: ¿qué debemos hacer?, ¿cuál es el camino hacia la felicidad? Todavía lo estamos buscando.


Japón vivió el preludio de lo que el mundo experimenta ahora. ¿Qué nos pueden aconsejar?

No sabría decirle. Lo que sí sé es que a raíz de las crisis algo raro ocurre con mis libros. Después de 1995, una mayoría cada vez más grande de lectores empezaron a apreciar mi trabajo en Japón. Después del 11-S, en Estados Unidos, también aumentaron mis lectores. En Rusia y en Alemania, lo mismo.


Y en España, después del atentado de Atocha, ha empezado a crecer. ¿Es usted un autor para tiempos de crisis?

En mitad del caos, la gente aprecia cada vez más mi trabajo. Es así.


¿No han estudiado eso en la universidad?

Mis historias se comprenden mejor en ese contexto, parece.


Puede que la gente, en momentos de caos, busque con más fuerza narraciones estructuradas, que tengan que ver con la música, como es su caso. ¿Sus libros le deben más a las lecturas que ha hecho o a los discos que ha escuchado?

En la época en que era dueño de un club, en Tokio, escuchaba música a todas horas, de la mañana a la noche. Así que la música inundó mi sangre. Escribo mis novelas como si interpretara un instrumento. No toco ninguno; de niño estudié algo de piano, y eso me ha servido para escribir.


Le veo tecleando el ordenador como si interpretara una sonata. ¿Tiene algo que ver?

Más o menos. Para mí, el ritmo en una narración es crucial. Soy muy consciente de eso, el ritmo, el ritmo. Cuando escribo, escribo. Agarro una imagen y la hago fluir. Muchas veces lo acometo como esas largas improvisaciones de jazz que no sabes cómo acabarán.


¿Y eso lo hace a las cuatro de la madrugada?

Sí, necesito silencio, que nada se interponga. Escucharme a mí, mis palabras y nada más.


Después se va a correr, a las ocho. ¿Cuando corre, sigue trabajando? ¿Sigue dándoles vueltas a sus historias?

Dejo mi mente en blanco, aunque a veces me asaltan cosas. Me gusta vaciar mi cabeza. Sólo me preocupo de correr, de ver el paisaje, de sentir el aire.


Y ese libro, con ese título: 'What I talk about when I talk bout running' ('De qué hablo cuando hablo de correr'), ¿de qué va?

Es una memoria. Empecé a correr hace 30 años, al mismo tiempo que la escritura. Y he corrido tanto... He hecho hasta un maratón de 100 kilómetros, triatlón. Así que empecé a escribirlo hace unos siete años y lo he acabado casi sin darme cuenta. Soy un corredor de fondo.


¿Por eso sus libros son tan gordos?

Sí, no puedo parar. Cuando escribes, necesitas confianza en ti mismo. La carrera de fondo te da eso, mucha confianza. La seguridad de que vas a terminar lo que has empezado. Si escribes narraciones más cortas, quizá no necesitas eso. Más en mi caso. Yo era un tío normal que de un día para otro comenzó a escribir, sencillamente. Un lector apasionado que de repente se puso a contar historias.


Parece que usted no responde al arquetipo de 'autor'. Más cuando provoca a las eminencias culturales diciendo que le ha influido tanto Dostoievski como Ken Follett. ¡Menudo escándalo!

Bueno, para que quede claro. Soy un hombre sencillo a quien le gusta vivir aparte. Pero sí me siento especial cuando escribo. Cuando no escribo, soy normal y quiero sentirme normal. Es más, si voy caminando por la calle y alguien viene a decirme algo, lo primero que pienso es: ¿por qué lo hará? Si yo soy un tío normal. Me hacen sentirme extraño.

sábado, 29 de octubre de 2011

EL CAMINO DE LOS SUEÑOS...







LA INTUICIÓN SEGÚN DAVID LYNCH
:

"Hay en el lenguaje no verbal una serie de mensajes claros, pero sutiles, que cuentan la verdadera verdad de lo que alberga el alma de cualquier ser humano. Un cambio insignificante en el tamaño de la pupila, un gesto involuntario en los pies, un repentino cruzarse de brazos, etc., son pistas certeras de lo que yo podría ver si quisiera, pero que a veces dejo pasar desapercibidas. Son señales claras que leo desde lo más profundo de mi instinto y corroboro con la conciencia.

Con el trascurrir de la des-educación que recibí a lo largo de mi vida, progresivamente yo había ido dejando de confiar en estas señales. Luego, con la des-des-educación, he ido recuperando de nuevo la confianza en lo que ellas tienen para contarme.

Estoy hablando de la intuición, una capacidad propia del ser humano en la que son diestros los que tienen un buen cociente de inteligencia emocional.

La intuición, entonces, es la integración del intelecto y la emoción, del pensamiento y los sentimientos. Cuando estas dos facultades se fusionan, llegamos a comprender lo que antes nos parecía incomprensible.
Tengo siempre la impresión de que un filme existe antes de ser hecho. Sólo debemos juntar las piezas, los rostros, las palabras, los sonidos. Es un proceso mágico. Y así también sucede en la realidad. Aunque, para mí la comprensión es una abstracción que proviene de la intuición”.

CRIMEN Y CASTIGO...





Emile Zola(Francia, 1840-1902)

"Es un crimen extraviar la opinión con tareas mortíferas que la pervierten y la conducen al delirio. Es un crimen envenenar a los pequeños y a los humildes, exasperando las pasiones de reacción y de intolerancia, y cubriéndose con el antisemitismo, de cuyo mal morirá sin duda la Francia libre, si no sabe curarse a tiempo. Es un crimen explotar el patriotismo para trabajos de odio; y es un crimen, en fin, hacer del sable un dios moderno, mientras toda la ciencia humana emplea sus trabajos en una obra de verdad y de justicia. !Esa verdad, esa justicia que nosotros buscamos apasionadamente, las vemos ahora humilladas y desconocidas!
(...)
Tal es la verdad, señor Presidente, verdad tan espantosa, que no dudo quede como una mancha en vuestro gobierno. Supongo que no tengáis ningún poder en este asunto, que seáis un prisionero de la Constitución y de la gente que os rodea; pero tenéis un deber de hombre en el cual meditaréis cumpliéndolo, sin duda honradamente. No creáis que desespero del triunfo; lo repito con una certeza que no permite la menor vacilación; la verdad avanza y nadie podrá contenerla. Hasta hoy no comienza el proceso, pues hasta hoy no han quedado deslindadas las posiciones de cada uno; a un lado los culpables, que no quieren la luz; al otro los justicieros que daremos la vida porque la luz se haga. Cuanto mas duramente se oprime la verdad, mas fuerza toma, y la explosión será terrible. Veremos como se prepara el más ruidoso de los desastres."

EL PASADO...




Alan Pauls nació en Buenos Aires en 1959. Es periodista, crítico de cine y guionista. Sus novelas: El pudor del pornógrafo, El coloquio, Wasabi y El pasado, ganadora del premio Herralde 2003, una novela de 550 páginas que le llevó casi cinco años escribirla. Es una historia de amor: Rímini y Sofía se separan después de trece años. "El final de una relación amorosa es algo que dura mucho, si es que hay un final".

El escritor chileno Roberto Bolaño lo definió así: "Es usted uno de los mejores escritores latinoamericanos vivos y somos muy pocos los que disfrutamos con ello y nos damos cuenta". A pesar de que nunca llegaron a verse personalmente, Bolaño parecía tener como una especie de obsesión hacia el escritor argentino y hasta llegó a dedicarle un capítulo de su último libro, El gaucho insufrible.
"El hecho de que no nos hubiéramos conocido personalmente ayudó mucho, es como que no había interferencias, fue una especie de relación muy pura, como la de los escritores en el siglo XIX, que uno vivía en Nueva Delhi y el otro vivía en Nueva York y se mandaban cartas y obras. No había personas".

Pero las palabras del escritor chileno quedaron atrás, porque ya no somos tan pocos los que nos damos cuenta y podemos disfrutarlo.


¿El Pasado de Alan Pauls, tiene algo que ver con el pasado de Alan Pauls?

Sí, tal vez hay un poco más de autobiografía deliberada de mi parte en este libro que en los otros, incluso quizás hay una decisión más explícita, por lo menos para mí, no necesariamente para el lector, que no tiene la menor idea de eso. Lo autobiográfico solamente me interesa en la medida en que ese material que parece propio se vuelva completamente ajeno y me permita tratarlo como si fuera la vida de otro. Quiero decir que no encuentro ninguna relación expresiva entre lo que yo soy y lo que escribo, a lo sumo lo que yo soy, o lo que puedo haber sido, o lo que me puede haber pasado en mi vida es un material como cualquier otro, está sometido a las mismas desfiguraciones, a las mismas elaboraciones y a la misma malversación a las que someto materiales que encuentro en otras literaturas o materiales que forman parte de la vida de otras personas, en ese sentido no tiene ningún privilegio la autobiografía, y de hecho en Wasabi, la novela anterior, que para mí es el momento en el que empiezo a trabajar más decididamente con mi material personal, mi vida personal, poniendo incluso nombres propios reales en la novela, lo que para mí es el punto más alto, más obsceno al que puede llegar un relato autobiográfico, ya ahí había una cierta concepción del material autobiográfico como un material que solamente una vez que era considerado ajeno, podía ser susceptible de ser trabajado literariamente.

¿Qué les debés a las mujeres de tu vida?

Probablemente les debo casi todo. Siempre me intrigó de una manera casi sobrenatural el modo en que las mujeres piensan el mundo, viven el mundo, miran el mundo... Y en un punto las considero como marcianas, son como lo otro absoluto, en relación conmigo, con los hombres... y siempre fueron para mí como un objeto de análisis, de curiosidad. Cuando mi mujer quedó embarazada y me enteré que iba a tener una hija dije: ¡esta es la mía!, ¡voy a ver cómo se forman!(lo dice frotándose las manos). Uno ve siempre a las mujeres ya formadas, incluso cuando tenés cuatro años y te las encontrás en el jardín de infantes o en la plaza, ya las ves formadas, no sabés muy bien cómo llegaron ahí. Así que cuando me dijeron que sería una nena pensé que iba a estar muy cerca del secreto, de ver cómo se forma el secreto. Y por supuesto, las mujeres son tan geniales que ni siquiera un bebé te muestra el secreto. Te lo muestra, y cuando vos querés agarrarlo, te lo quita. Después empiezan a crecer, y la narrativa del crecimiento es tan genial que ya te olvidás de que lo que querés es el secreto, lo único que querés es ser atontado, narcotizado. O sea que todo eso fue fallido , pero creo que a mi pobre hija también la estoy convirtiendo desde hace rato en un objeto de análisis. Me parece que les debo casi todo porque son la diferencia, y asomarme a esa diferencia para mí es una experiencia genial. Nunca en la vida me aburrí con una mujer, puedo haber odiado a mujeres, me pueden haber maltratado, puedo haber sufrido, pero nunca tuve una experiencia de tedio con una mujer. Puede sonar como abusivo lo que digo, como que las uso, pero creo que las relaciones entre los hombres y las mujeres son un poco así. Las protagonistas de mis novelas son mujeres, siempre hay como falsos hombres que protagonizan. Así que me siento deudor, sobre todo de ese interés que me inspiran, de esa curiosidad.


Alguna vez pensaste que nunca ibas a terminar tu novela y que la gente, en lugar de comprar el libro, pagaría para verte escribir. ¿Qué sentiste entonces, el día que escribiste los últimos renglones de El Pasado?


Sentí un cierto alivio. Pero lo que pasa es que cuando uno termina un libro, el terminar no es un momento puntual, sino que uno va terminando, terminar es un largo momento en la escritura de un libro. Entonces probablemente todas las emociones que uno tendría que experimentar en el momento en que pone el punto final, ya las ha estado experimentando a medida que fue escribiendo ese final. El final es algo que dura mucho, (que es un poco el tema de la novela... ), el final de una relación amorosa es algo que dura mucho, si es que hay un final, si es que hay una terminación de algo. Entonces estaba un poco expectante en relación con el final de la novela, con el momento en que terminara de escribirla, porque además era una novela muy larga, muy larga para mí sobre todo, que había escrito siempre cosas cortas, entonces esperaba ese momento algo así como el momento Misery, en que el tipo compra su botella de champagne preferida y sus habanos preferidos... pero no pasó nada de eso porque yo no tengo ninguno de esos rituales para terminar los libros, así que fue muy decepcionante en un sentido, yo pensaba que iba a ser medio apoteótico, pero se terminó y se terminó. Lo primero que pensé cuando la terminé fue: ¿mañana qué voy a hacer? ¿cómo va a ser la vida mañana? Porque fueron casi cinco años los que tardé en escribirla, entonces más que el texto en sí, lo que me preocupaba era qué iba a ser de mi vida, mi economía temporal, mi economía vital, a qué me iba a dedicar las cuatro o cinco horas que yo dedicaba todas las mañanas a escribir la novela.

De todas maneras inmediatamente surgen cosas que hay que hacer con la novela, releerla, corregirla, etc... Y más con una novela larga que además nunca había releído, no era que antes de seguir escribiendo releía lo que había escrito, es una novela prácticamente escrita sin relectura, sin saber lo que ya había escrito, recordándolo más o menos vagamente, pero cuando estaba escribiendo la página cuatrocientos cincuenta, cada vez que pensaba que existía una página siete, decía: ¡Dios mío, lo que debe ser eso!, porque a lo largo de esos cinco años envejecí, entonces probablemente el tipo que escribió la página siete sin duda no era el mismo que el que escribía la cuatrocientos cincuenta, entonces pensaba que tal vez la novela parecía escrita por muchas personas y que iba a tener que revisarla, y cepillarla, o darle como un tono uniforme. Después por supuesto me di cuenta que no, que hay una especie de fuerza que atraviesa toda la novela que le da al mismo tiempo su unidad o su consistencia, o cierta homogeneidad aún cuando es una novela donde hay muchos registros, muchas lenguas diferentes.

Hay un texto de Deleuze, Porcelana y volcán, donde comienza citando a Fitzgerald: "Toda vida es un proceso de demolición", ¿tiene algo que ver con El pasado?

Sí, sí. Es una frase con la que tengo una especie de emblema, de divisa negativa. Soy muy sensible a los momentos en que las vidas se empiezan a derrumbar. Soy muy sensible a ese crujido que solamente uno siente y que señala que algo se desmorona, que en Deleuze es muy difícil de ceñir porque no se trata exactamente de una enfermedad, no se trata exactamente de un trauma, ni de una experiencia desgraciada. Lo que hay es como una especie de exceso de vida, lo que hace que las vidas se derrumben es siempre como un exceso. Lo que hace que la gente se vuelque al alcohol, o a la autodestrucción, es algo así como que uno tiene demasiados pulmones y eso hay que quemarlo de alguna manera. Y sí, El pasado creo que tiene algo de eso y no sé si es exactamente el exceso de vida lo que hace que la vida de estos personajes se derrumbe, pero lo que hay, creo, es una especie de exceso de belleza, un exceso estético. Para mí el momento crack up de la novela es cuando ella, antes de dormir, en un estado de hiper lucidez ya medio sonámbulo, lo mira y le dice: "somos una obra de arte". Creo que ése es el momento en el que todo cruje, ése es el crujido de la novela, de hecho, en la página siguiente ya están separados. Es el punto en que ya es imposible vivir, esa vida es imposible, porque ellos son como obras de arte, se pueden mirar, se pueden contemplar mutuamente, se pueden reverenciar, pero no pueden vivir así.

¿Te molestan las críticas? ¿Te molestó cuando Ignacio Echeverría, del diario El país de España, dijo que tu novela tenía algo así como un exceso de grasa?

No, no. Me pareció un poco vulgar la asociación literatura-lípidos, creo que Echeverría podría haber encontrado una metáfora un poco más feliz, o más sutil, o más sofisticada. Pero no me molestó, porque además esa crítica particularmente me resultó muy interesante, porque ponía muy en evidencia el grado de perturbación, de discusión interna en el que la novela lo había puesto a ese crítico. Como si el tipo no hubiera podido evitar escribir su experiencia de lectura. Me pareció interesante que la novela lo forzara a plantear tan escandalosamente esa especie de desorientación en la que está, entre considerar a la novela genial, y considerarla una porquería llena de grasa. Me parece que cuando las críticas son un síntoma, no sólo de los libros a los que critican, sino del estado en el que está el crítico que los lee, me parece que como efecto de un libro es genial. Y me gusta mucho cuando los libros -sean míos o de cualquiera- producen reacciones encontradas. Me gusta mucho más eso que la unanimidad.

En realidad lo que más me molestó con lo de Echeverría -algo con lo que él no tiene nada que ver- es el hecho de que un medio como Ñ (el suplemento de Clarín), en lugar de darle el libro a leer y criticar a un crítico argentino, a un colaborador de Ñ, levantara la crítica de Echeverría, entonces ahí dije: bueno, ¿qué horror, no? Un suplemento cultural como Ñ, que además nace bajo la invocación de la resistencia cultural...

Eso para mi fue escandaloso, en realidad, no me escandaliza porque sé que es Ñ, y sé que es Clarín, pero me pareció que era como muy bajo, que podían haber demolido la novela si querían, pero ¿por qué no le pagan a un tipo de acá 200 o 300 pesos, o la miseria que les pagan para que lo hiciera?, si querían hacer mierda la novela debe haber millones de personas acá que no les gustó y que la harían mierda con gusto, ¿por qué no se la dan a ellos, no?, es un libro argentino, de un autor argentino, editado en Argentina, además.
Creo que hay un problema de política cultural que a mí me parece siniestro, pero bueno, eso no tiene nada que ver con la crítica de Echeverría.

Creo que en general el libro fue muy bien tratado, tuvo buenas críticas y a veces en exceso, incluso me parece que tuvo lectura, lo cual es más difícil, porque la crítica es una necesidad del medio, no puede no haber crítica, pero lecturas es más difícil.

¿Sentís tranquilidad al tener a Herralde como editor?

Siento que estoy en muy buenas manos. Herralde lee lo que publica, entiende lo que publica, lo entiende él personalmente y por lo tanto puede gestionar la vida pública de ese libro con mucha más inteligencia, con mucha más sutileza, con mucha más sensibilidad que esos editores que no tienen la más puta idea de qué es lo que publican, porque cada colección tiene tres directores y están ahí abajo... y nunca los ves porque están siempre ocupados en el banco...

Entonces me parece que lo que Herralde hace con los libros realmente es genial. El pasado es un libro muy difícil en un sentido y creo que la vida afortunada que tuvo, en parte, tiene que ver con quien lo editó, que pone la plata para el premio, sabe qué hay adentro, sabe qué hay en esas páginas, entonces sabe cómo hacer para que ese libro ocupe un lugar en el mundo -el que tiene que ocupar, ni más ni menos- y lo logra. Eso es genial. Eso es realmente ser un editor, leer lo que publica, saber lo que publica y vender lo que publica, no otra cosa para engañar, pero ya cuando engañaste y se dan cuenta, vendiste 50.000 ejemplares. A él no le interesa eso, no es que descrea del marketing, no es un anacrónico, entiende que el libro tiene que venderse y que tiene que tener una imagen en el mundo, simplemente la diferencia es que lee, entonces ajusta la imagen del libro con lo que el libro es. Y eso es algo muy raro de encontrar en los editores, encontrar un editor que lea ya es raro...

Por ahí, hace cincuenta años eso pasaba con Losada, o con Sudamericana. Eso es terrible para los argentinos, que alguna vez Argentina fue así, y ahora es una catástrofe, sobre todo las grandes compañías, porque hay editoriales pequeñas que están muy bien.

Sos un hombre que trabaja con las palabras, si tuvieras que elegir una, la primera que te venga a la cabeza, ¿cuál sería?

Es que nunca me viene nada a al cabeza... (Risas). Vademécum. Son los cuadernillos donde los médicos tienen anotados los remedios. Lo que quiere decir es: va conmigo, va-demecum.

Parecería que estás constantemente usando palabras relacionadas a la medicina o a ciertas enfermedades...

Sí, me interesan mucho la enfermedad y la medicina. Me interesan mucho, mucho, mucho, casi tanto como las mujeres y el amor.
Además soy bastante hipocondríaco, entonces tengo mucho material todo el tiempo para reflexionar, y me interesa la homeopatía como disciplina.

¿Te atendés con un homeópata?

Sí, hace muchos años. Empecé a informarme, empecé a entender... No veo a un médico alópata desde hace mucho, salvo que sea algún especialista por cuestiones muy puntuales. Hace mucho que estoy como flotando en esa disciplina , me parece que la homeopatía tiene que ver con un cierto pensamiento artístico, se plantea el problema de la singularidad, te hacen todo tipo de preguntas, va como construyendo una especie de personaje que justamente tiene en cuenta las singularidades, en cambio, la alopatía trata de borrar todo el tiempo el problema de la singularidad y tratan de meterte en géneros y te someten a un tratamiento homogéneo. Los homeópatas son como locos, ellos escuchan lo que vos tenés de singular, por ejemplo, hay gente que se desmaya cuando le cortan el pelo, eso es lo que el homeópata escucha, el alópata jamás le va a dar importancia a eso, o le hacen un electro encefalograma porque quizás tiene un problema neurológico...

Todo eso que define de una manera rarísima, extravagante, a una persona, para el homeópata es tan importante como para el alópata el análisis de sangre, o el nivel de glucemia... y me parece que eso tiene mucho que ver con la imaginación artística.

Confesión:

Trabajé en una librería cuando era muy joven, en una librería chiquita que estaba al lado del Gran Rex. Trabajé seis meses ahí. Nunca me robé tantos libros en mi vida.

Cuando le preguntaron a Bolaño si se había arrepentido de algún libro que robó contestó: "no, porque los estudiaba muy bien antes de robarlos".

Claro, en la librería es perfecto. Yo me iba al depósito los sábados, que, como era día de cines, cerraba como a la una de la mañana, pero entre once y una no había nadie, porque estaba todo el mundo en el cine, entonces ahí bajaba al depósito donde estaban todos los libros que ninguno de los vendedores de la librería sabían que existían -porque nadie bajaba al depósito-, y empezaba a mirar, me quedaba una hora leyendo y mirando y ahí hacía el casting y después me los llevaba....

¿Podemos ponerlo eso?

Sí, sí, porque de hecho, mi patrón en ningún momento lo supo...

Además, ya prescribió la causa...

(Risas) Claro, sí, sí, ponelo...

¿Qué sentís cuando, siendo elogiado por escritores como Piglia o Bolaño, otros consideran que sos un escritor para mujeres en la playa?

No me siento para nada interpelado por eso. Lo veo como una cosa totalmente exterior, exterior a mí, exterior a lo que escribo. No me preocupa particularmente que el libro les guste a las mujeres en la playa, no veo por qué a las mujeres en la playa no tendrían por qué no gustarles novelas buenas. Además, la mujer en la playa no me parece una categoría peyorativa... (risas). Lo que es novedoso para mí es que esta novela haya tenido una circulación más transversal que mis libros anteriores, que efectivamente eran libros más de gheto, o de comunidades, yo antes podía decir cómo era el lector de mis libros, ahora no lo sé, realmente no lo sé.
Me ha pasado de estar en el recital de Massive Attack, en el Club Ciudad y que un tipo pase con dos latas de Speed, totalmente dado vuelta y me diga: "loco, mató El pasado!" (Pauls hace los gestos imitando al pibe dado vuelta), eso nunca me había pasado antes.

¿Y eso te gusta?

Sí!, me parece genial. Yo jamás hubiera pensado que un libro como El pasado podía gustarle, o podía robarle a un pibe así, que tiene esos intereses, ese mundo, cuantas horas de su tiempo para leer una novela romántica, tortuosa, torturada, llena de detalles, analítica, insoportable... pero me parece que justamente ese fenómeno inesperado es lo más interesante. Si me encuentro con mis amigos, o con la gente de la facultad y me dicen: "leí tu novela", me parece más esperable, así como yo leo lo que ellos escriben y me intereso por lo que ellos hacen.
Lo que más me interesa es que después de nueve meses de publicado el libro está ahí, tiene como una especie de presencia. Herralde decía en España que la novela era como un clásico, como esas novelas que ya nacen como en una colección de clásicos y la verdad es que puede ser que haya algo de eso. Ahora la novela debe tener una salida como homeopática, algo así como veinte por mes... pero que eso se mantenga me parece genial.

miércoles, 19 de octubre de 2011

LO GRANDE Y LO PEQUEÑO...





Gaston Bachelard
La poética del espacio (fragmento)


" Poseo el mundo tanto más cuanta mayor habilidad tenga para miniaturizarlo. Pero de paso hay que comprender que en la miniatura los valores se condensan y se enriquecen. No basta una dialéctica platónica de lo grande y de lo pequeño para conocer las virtudes dinámicas de la miniatura. Hay que rebasar la lógica para vivir lo grande que existe dentro de lo pequeño. "

VIVIR EN LA SOCIEDAD DE LA INFORMACION...



















Ricardo Forster es filósofo y ensayista, investigador y profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y Distinguished Professor de la Universidad de Maryland. Forma parte de la revista Pensamiento de los Confines, una revista de ensayos que aborda los campos de la cultura, la estética, la teoría crítica, la filosofía y la literatura. Es, además, uno de los fundadores de Espacio Carta Abierta.

¿Cuál es el rol de la comunicación en la sociedad actual?

RICARDO FORSTER: Vivimos en una sociedad absolutamente atravesada por los fenómenos comunicacionales, como toda sociedad, pero ahora estamos sobreexpuestos a esta dimensión por las transformaciones tecnológicas. Es muy difícil imaginar alguna esfera de la vida cotidiana, tanto el espacio privado como el espacio público que no esté influida por las diversas formas de la comunicación. No se trata solo de la comunicación en términos de televisión, sino como un fenómeno que articula la vida social, las relaciones entre las personas y que básicamente, ahora está profundamente signada por las nuevas tecnologías de la comunicación, de la información, de la industria de la cultura, del espectáculo. Eso hace que sea impensable la trama social, política, cultural, las formas de la intimidad sin relacionarlas con la comunicación. La comunicación también es el medio tras el cual lo que llamamos, entre comillas, “realidad”, hoy se define para cualquier individuo. No hay una realidad por fuera de la comunicación. Entonces, a partir de ahí pensar la comunicación, es pensar la sociabilidad, es pensar la forma como se instituye la sociedad, pensar las relaciones entre las personas, pensar el cuerpo, pensar la sexualidad, el modo de ver el mundo. No hay un modo de ver el mundo que no esté inscripto en los lenguajes comunicacionales, por lo tanto la propia experiencia pasa hoy por el vínculo de mediación que general los medios de comunicación.


Entonces y, consiguientemente, ¿cuál sería el rol de los medios de comunicación?


RF: El rol de los medios es complejo. Es un rol que tiene que ver con la generalización telemática de la sociedad, donde los medios tienen que ver con concepciones de la vida, tienen que ver con intereses económicos, con tramas ideológico-políticas. Acá no hay asepsia, no hay neutralidad, no hay objetividad. Los medios de comunicación son, en algún sentido, un campo de batalla de lo cultural simbólico. Expresan una profunda querella en torno a la sociedad, en torno a sentidos que pueden estar incluso contrapuestos. Los medios de comunicación son estructuras privadas, son en principio empresas y mucho más que eso. Son correas de trasmisión de concepciones del mundo, de ideologías, de intereses. Y, de alguna manera en una época donde las identidades políticas, las estructuras políticas tradicionales o están en crisis o se han ido vaciando o disolviendo, los grandes medios de comunicación expresan directamente, intereses político-ideológico-económico-culturales. Entonces, pensar el rol de los medios de comunicación es pensar cómo se está instituyendo una sociedad, cómo se la está presentando, cómo se define el concepto de opinión pública. Y acá hay un tema clave: cómo establecer una relación con ese interés intrínseco a la lógica empresarial política de los medios de comunicación todo lo que llamamos, entre comillas, la “objetividad informativa” o el uso de la “libertad de prensa”, “libertad de expresión” y de qué manera juegan los medios de comunicación respecto a esto.


La siguiente pregunta tiene que ver con la educación pública. Teniendo en cuenta que este año vivimos tomas de los colegios y de las facultades ¿qué lugar ocupa y qué rol cumple la educación pública en la sociedad actual?


RF: La Argentina tiene una historia relevante, con una gran educación pública que expresó también la movilidad social, la estructura equitativa que recorrió la sociedad desde los años 40 y comienzos de los años 70. Si bien el proyecto de educación pública es de inicios del siglo XX, el momento de mayor socialización comienza a desarrollarse con la llegada masiva de inmigrantes y con el primer peronismo. Eso supone que la educación pública ocupó un lugar clave que abarcó un período importante en la Argentina a partir de, básicamente del golpe del 76. Pero quizás uno puede ir a buscarlo antes el proceso de deterioro de la educación pública y un proyecto de la clase dominante de ir desfinanciando y vaciando a la educación pública y de ir rompiendo los espacios de correspondencia, de intercambio, de encuentro entre distintos sectores sociales. En mi generación, yo soy del año 57, se educó en la escuela pública. La clase media, salvo que fuesen a algún tipo de escuela confesional, optaban por la educación pública, era parte de lo cotidiano. Esto implicaba que había un intercambio social muy profundo entre los sectores medios, entre los sectores populares. Aquello del crisol social dentro de la educación pública se fue perdiendo, la sociedad se fue fragmentando, se fue desfinanciando la educación, se introdujeron transformaciones ligadas a visiones autoritarias y dictatoriales de la educación. En estos últimos años han dado un giro importantísimo, una recuperación notable del presupuesto educativo. Pero no es solamente importante esto último, el gran desafío es hacer posible que la educación pública sea nuevamente el eje de la formación de la mayoría de los argentinos y que lo haga con intensidad, con calidad de contenidos. Que sea también un espacio en el que se devuelva, sobre todo, al sector más débil de la sociedad, aquello que se enseña como la igualdad de oportunidades.

Entonces debe ser parte de la política estatal, formar parte del proyecto de país…

RF: La educación pública no puede estar fuera de un proyecto de país, no puede estar fuera de un proyecto de sociedad que distribuya mejor sus riquezas materiales, su riqueza cultural-simbólica. La educación, en ese sentido es absolutamente clave y decisiva. Es como una columna vertebral de ese proceso de distribución de los bienes cultural-simbólicos. Si se aumenta el acceso a la educación pública y ésta es de calidad, también aumenta la oportunidad de construir formas de movilidad social que nos coloquen en una lógica de mejor equidad, de mejor distribución de esa justicia inherente a lo que la equidad genera en una sociedad.


Al mismo tiempo, la educación se enfrenta a otro tipo de problemáticas, que ya no son solamente estructurales o económicas o propiamente ligadas a las currículos pedagógicas, sino que tienen que ver con los cambios de la subjetividad de la época, con los cambios de las estructuras familiares, las mutaciones de la vida urbana… por lo tanto, estructurar un espacio educativo que esté a la altura de los desafíos de la época no es sencillo ni en la Argentina ni en el mundo. La educación es un fenómeno de altísima complejidad que no tiene una salida univalente o una dimensionalidad única.


Y la universidad pública en particular?

RF: La educación universitaria, antes de mediados del siglo pasado, pero claramente desde las últimas décadas, ha crecido exponencialmente, sobretodo en las clases medias y eso ha quebrado la idea de la universidad elitista o para pocos. También se ha vuelto más compleja la relación entre excelencia académica y universidad de masas en la Argentina. Acá tenemos una universidad como pocas en el mundo, yo diría que la UNAM de México podría ser la equivalente. Aquí los cientos de miles de estudiantes entran sin ningún tipo de restricción y es absolutamente gratuita, lo que hace que universidad sea uno de los últimos lugares que mayormente guarda la memoria de las equidades de esta sociedad. Porque es un espacio que, a diferencia de lo que ocurre en la mayor parte del mundo, no está dominado por la ley del mercado. Entonces creo que ahí también hay un desafío. La universidad ha sufrido mucho en determinados períodos de la historia argentina. Estas décadas de democracia le hicieron muy bien, permitieron recuperarse muchas cosas, pero también creo que este es un momento difícil de la universidad pública, particularmente de la Universidad de Buenos Aires, particularmente de nuestra facultad (Facultad de Ciencias Sociales), donde se ha roto algo que va a ser difícil recomponer. Se ha roto esa posibilidad de intercambio más sólido entre estudiantes y docentes, ha sucedido algo suficientemente grave, no por la toma en sí, porque la toma es parte de la dinámica de los movimientos estudiantiles, no me parece algo malo en sí mismo, es un instrumento que hay que saber utilizarlo. Pero me parece que se produjeron situaciones entre los distintos actores del conflicto que plantearon un problema, un nudo no resuelto. Que no se resuelve aun habiendo levantado la toma.

Incluso entre los estudiantes no se ha resuelto…

RF: Por supuesto. Dentro del movimiento estudiantil y de los estudiantes que no son parte del movimiento pero que participan de la vida universitaria, me imagino que debe haber situaciones engorrosas, conflictivas, difíciles. La cuestión es ver cómo se puede solucionar esto, cómo se lo puede convertir en algo que reconstituya a la propia facultad.

La siguiente pregunta tiene un cierto correlato con lo anterior y se refiere a la participación de los jóvenes en la política. Últimamente se dio un cierto “despertar del espíritu o de la conciencia adormecida” de los jóvenes. Quisiéramos saber su opinión al respecto y cuánto de real cree que hay en esto?

RF: Creo que algo muy importante y significativo viene sucediendo en la Argentina en los últimos años. Digo Argentina, pero también viene acompañado, en gran medida, por algunos países de Sudamérica. Hay un giro de época, es un giro histórico. Se ha salido de lo que fueron los años 90, una época dominada por la despolitización, dominada por una lógica hiper individualista y centrada en el ego de cada persona, una época vaciada, una época de pérdida de referencia, estallido de sentido, de banalidad y banalización generalizada. Eso incluía por supuesto, a la sociedad en su conjunto. Siempre hubo pequeños grupos de resistencia a la mayoría que acompañaba ese proceso de pérdida y vaciamiento. Hay algo que habilita una cantidad de cosas y esto es la crisis del 2001 que evidenciaba la caída de ese modelo de construcción de la sociedad argentina. No se sabía bien hacia dónde se iba, había una percepción de caída a un abismo, de fragmentación. Incluso, el imaginario de los jóvenes de los finales de los 90 y principios de esta época estaba ligado a salir de la Argentina, escapar de un país sin futuro y que vivía un presente de desarticulación. En cada joven había una mirada desolada respecto a lo que le podía ofrecer el país en términos de oportunidades. Esto cambió con muchísima intensidad a partir de la llegada de Néstor Kirchner al gobierno en mayo de 2003. Cambió el mapa de la realidad argentina, se recuperó en parte lo que podemos llamar la dimensión política, el espacio público. Y eso derivó, sobre todo en los últimos años, a la extensión de ese debate a las distintas esferas de las sociedad política, cultural, mediática. Hoy podemos comprobar que hay dentro de esta sociedad una gama muy amplia de sectores absolutamente movilizada, que participa, que se interroga, que debate. Esto plantea que algo nuevo, algo distinto, algo intenso viene sucediendo en la Argentina. La crisis desatada por la Resolución 125 generó en la sociedad argentina una gran movilización y una gran disputa, un litigio dentro de la democracia. Eso habilitó un proceso de repolitización de la sociedad que se vio a través de la disputa de casi un año, a mi gusto interesantísima y anómala dentro de cualquier experiencia democrática, como lo fue el debate en torno a la Ley de Servicios Audiovisuales. Durante casi un año, la sociedad y sus múltiples actores discutió y confrontó en torno a los fenómenos de la comunicación. Eso implicaba discutir el problema de la concentración monopólica, la cuestión de la distribución igualitaria de la palabra y de la imagen, implicaba discutir qué era la comunicación, qué era este mundo de los medios de comunicación y su relación con la política, la ideología, los intereses, la economía. Eso implicó una apertura enorme del debate y así comenzaron a participar muy activamente los integrantes de una generación joven. Ya no era solamente los pertenecientes a otra generación que actuaban en el debate público. Incluso se hablo del retorno de la generación del 70.

Pareciera que se amplió el debate y se ve más participación por parte de la sociedad…

RF: Acá hay algo interesante porque creo que se han ido reconstruyendo los puentes para que diversas generaciones puedan discutir, cada una con sus experiencias y su sensibilidad, pero poder intercambiar y generar las condiciones de una interpretación mutua. Uno dice los jóvenes, pero ni en los 60 eran todos los jóvenes ni en los 90 eran todos los jóvenes… Siempre hay rupturas, tribus, sectores que resisten la corriente epocal. La corriente de este momento me parece que ha sido puesta en visibilidad de una franja importantísima de jóvenes que, bajo sus propias condiciones han dado un paso hacia el espacio público. Con esto me refiero con el hecho de involucrarse con la circulación de las ideas, de los poderes y de los cuerpos en la vida social compartida. Esto siempre que sucede, está atravesado por lo político, entendido lo político como aquella lengua que articula conflictivamente esta diversidad de sujetos que habitan el espacio de una sociedad y que tiene que ver con modos de pensar y de actuar para dirigir a la sociedad a un destino posible. Me parece que hoy los jóvenes están colocándose en la esfera pública de una manera novedosa que puede ser sorprendente, sobre todo, para aquellos que hace mucho tiempo habían construido una idea de “ausencia de la generación joven” en la escena político social. Quedó en evidencia, sin dudas, por la participación multitudinaria de los jóvenes en las jornadas del velorio de Néstor Kirchner. Fueron muchas cosas que estaban a flor de piel pero que afloraron mucho más en el lenguaje, en las emociones, en lo que se pensaba y lo que se decía. En una combinación extraña y muy impresionante que se percibió en esas jornadas en la plaza. Era entre tristeza por la muerte de alguien que había tocado algo en mucha gente para que se generara lo que se generó, pero, junto a esta tristeza había una corriente de energía. No era la tristeza de algo que se acabó y vienen tiempos horribles, sino que era una tristeza quienes se despedían de alguien que, evidentemente, los había conmovido y también les había dejado una realidad social cultural que los había involucrado y había generado las condiciones de un proceso de continuidad y profundización. Me parece que hay algo notable, hay una irradiación hacia afuera de lo que podríamos llamar el reconocimiento de un sector de la juventud hacia Néstor Kirchner o Cristina Fernández.

Es como que esa creencia que imperaba en los 90 de “la política es mala, no te metas” se corrió y se transformó…

RF: Sí, se transformó bastante. Ahí el rol de los medios de comunicación fue muy relevante. El proceso de despolitización está íntimamente ligado a los intereses mediáticos. A su visión de la sociedad, a su construcción ideológica. A esa idea de lo que significa en el interior de la sociedad, devastar la política, dejar que unos pocos se encarguen de administrar la sociedad. Me parece que uno de los grandes logros de esta etapa político histórica es haber vuelto a habilitar a la política no como una cosa puramente reducible a la gestión, sino como algo que tienen que ver con un gran debate respecto al país. Ahí los jóvenes se sienten interpelados de otra manera porque también vuelve a aparecer la esencia política, el apasionamiento, el entusiasmo, sensibilidad que estaban absolutamente quebrados.

Continuando con la política… en diversos momentos históricos o transformaciones históricas, el arte y la cultura acompañaron los movimientos políticos. ¿Cómo podemos observar hoy esto?

RF: Es cierto que en otro momentos, sobretodo en la vida moderna y en esos momentos clásicos de la modernidad, como la Revolución Francesa y la generación romántica que la acompañó hasta los grandes movimientos de las vanguardias estéticas en Europa de entreguerras, o en la década de los 60 y su cimientos de la contracultura, cada momento de la modernidad, una modernidad donde todavía la idea de sentido de intensidad y de transformación del mundo eran parte central de su construcción, hacía posible que tuviese vasos comunicantes directos con lo que estaba pasando social y políticamente y aquello que estaba irrumpiendo en el terreno de los lenguajes estéticos, culturales o del mundo de las ideas. Las vanguardias estéticas son contemporáneas a la Revolución de Octubre. En ese momento el mundo de la cultura vive un estallido de crecimiento absoluto que atraviesa desde las ciencias de la naturaleza hasta el psicoanálisis, las transformaciones radicales en la esfera del arte, los grandes debates filosóficos, etcétera. En los años 60, bajo otras condiciones, también hubo una disputa alrededor del sentido, de la lengua, de la cultura, del arte, los movimientos contraculturales, el hipismo, los grandes debates político-filosóficos eran obviamente expresión de, quizás, el momento de cierre de lo que se llamó “la gran experiencia moderna”. Nuestra situación actual es un poco diferente porque esta matriz moderna si bien no ha desaparecido, se ha ido transformando. Más bien hay una relación de multiplicidad, de estallido. Ya no hay esos nombres propios que se enceraban dentro de las figuras colosales de la historia moderna… entonces desde un Einstein hasta un Sartre, desde un Voltaire hasta un Lenin. Esas son figuras propias de otra época de la historia social, cultural, política de la propia modernidad. Hoy más bien estamos en el interior de un tiempo social de una lógica en la que la fugacidad, la instantaneidad tienen un papel muy fuerte donde la durabilidad prácticamente, se deshace todos los días. De todas maneras creo que es un momento culturalmente interesante pero no de gran factura. Es decir, no hay una producción cultural en casi ninguna de las artes ni del mundo de la cultura en general que uno dijese “acá estamos frente a algo colosal”. En todo caso, nos quedará la nostalgia de esos otros tiempos. Pero sí me parece que hay una efervescencia, hay un debate, se está recuperando, en parte, la posibilidad de poner en discusión de una manera más amplia producciones lo que son siempre producciones de pequeños grupos. Creo que estamos infinitamente mejor que en los años 90, donde también había producción cultural, no es que fue una década de solamente la banalidad, de lo trivial de una cultura descerebrada. Hoy me parece que hay una mayor visibilidad de lo que está pasando en el mundo de la cultura y, también un deseo fuerte de ser parte de eso que está ocurriendo.

Para ir cerrando quisiéramos preguntarle sobre Carta Abierta y sus implicancias en la sociedad argentina de hoy.

RF: Carta Abierta es un espacio un poco anómalo, extraño. Primero porque no es un partido político, no es un movimiento social, no es un sindicato. Es un espacio de reunión libre de una multiplicidad de personas que vienen de distintos oficios, de distintas tramas culturales, pero también, de diversa geografía político intelectual. Nació en un momento muy especial de la vida política argentina, en el comienzo del conflicto por la 125. Nació de una manera imprevista: un pequeñísimo grupo de amigos que veíamos que era importante decir algo. Veíamos que era importante decir algo. Leíamos lo que estaba pasando no como un conflicto más entre un sector y el gobierno en función de reivindicaciones económicas, sino que veíamos algo más grave. Veíamos aquello que después en la primera carta adquirió un sentido que de algún modo cortó la escena e inauguró otra cosa, cuando hablamos de clima destituyente. Me parece que allí la palabra “destitución” o “destituyente” ocupó un lugar significativo. Lo interesante o lo que pareció raro, es que Carta Abierta creció inmediatamente. La primera convocatoria reunió 70, 80 personas de distintos ámbitos de la cultura y del mundo académico y, a partir de allí, el crecimiento fue exponencial. La única carta en la que se juntaron firmas, que fue la primera, en dos o tres días reunió más de 1.500 firmas. Después, desde hace más de dos años, cada 15 días se reúne la Asamblea de Carta Abierta en la Biblioteca Nacional. Entre 300 y 500 personas debaten, discuten… cosa que es extraña acá y también en la China. Se han escrito siete cartas, pero lo interesante y lo que llamó la atención al principio fue que, frente al discurso unívoco de la corporación mediática que describía al gobierno como un gobierno cerrado, crispado, loco… y la clase media de manera que parecía unificada salía a decir que este gobierno era miserable, corrupto y no se cuántas cosas más, llamaba la atención que un grupo de personas entre comillas “bien”, como diría mi abuela, habitantes de los barrios medios de nuestras ciudades, intelectuales reconocidos, profesores universitarios, dramaturgos, arquitectos, biólogos, gente de buena presencia saliese a defender al gobierno. Yo creo que eso sorprendió muchísimo. Sorprendió que alguien que escribe sobre un poeta o sobre el romanticismo, alguien que participa sobre los grandes debates de la modernidad pueda dar un paso hacia una intervención política y que colocase las cosas en una dimensión diferente al discurso mediático. Generó algo inesperado porque parecía que ese tiempo ya estaba clausurado, me refiero al involucramiento de, entre comillas, los “intelectuales” de nuevo en la cuestión pública, en la política. Esto se abrió en una dimensión muy rica, muy interesante que, creo que contribuyó a darle relevancia a lo que viene sucediendo en estos últimos años en la Argentina. Me parece más que interesante que haya habido una recepción de diversos actores, tanto obviamente del gobierno, del kirchnerismo, pero también de la oposición, de los medios de comunicación. No pudieron desentenderse de la aparición de Carta Abierta ni de la cantidad de ideas que surgieron allí: clima destituyente, nueva derecha, la excepcionalidad, la anomalía… una cantidad de cosas que fueron emergiendo de un debate y fueron puestas en discusión en la esfera pública. Eso me parece que fue muy rico, es muy interesante. También es una experiencia valiosa allí donde distintas personas que tenían procedencias geográficas muy diferentes. En el caso mío, cuando tuve una militancia política que la tuve siendo joven en la primera parte de la década del 70, era una militancia de izquierda, pero yo nunca fui peronista por ejemplo. Una parte importantísima de los miembros de Carta Abiertas es peronista, en las formas diversas que hay de ser peronista en la Argentina. La mayoría de ellos venía de una experiencia de un peronismo revolucionario de los 70, pero muchos se habían retirado de la vida política.

Yo creo que algo sucedió y yo creo que no sólo con la 125, ésta fue un disparador porque ahí lo que se percibía era un peligro. Pero algo muy fuerte sucedió a partir de la llegada de Néstor Kirchner, que fue una llegada imprevista, inesperada que generó un viraje en la historia argentina. Entonces, a partir de eso, hay que entender lo que puede significar un espacio como Carta Abierta que básicamente, es un intento de complejizar, en el mejor de los sentidos, el debate político argentino.

SIMPLEMENTE CHARLES...





100 % Charles Bukowsky...


Bares:

"Ya no voy mucho a bares. Saqué eso de mi sistema. Ahora, cuando entro a un bar, siento náuseas. Estuve en demasiados, es apabullante. Son para cuando uno es más joven: todo eso de irse a las manos con un tipo, hacerse el macho, levantarse minas. A mi edad, ya no lo necesito. Hoy sólo entro a los bares para mear. A veces cruzo la puerta y empiezo a vomitar".


El alcohol:


"El alcohol es probablemente una de las mejores cosas que han llegado a esta tierra, además de mí. Entonces nos llevamos bien. Es destructivo para la mayoría de la gente, pero yo soy un caso aparte. Hago todo mi trabajo creativo cuando estoy intoxicado. Incluso me ha ayudado con las mujeres. Siempre fui reticente durante el sexo, y el alcohol me ha permitido ser más libre en la cama. Es una liberación porque básicamente yo soy una persona tímida e introvertida, y el alcohol me permite ser este héroe que atraviesa el espacio y el tiempo, haciendo un montón de cosas atrevidas... Entonces el alcohol me gusta, cómo no".

Fumar:

"Me gusta fumar. El cigarrillo y el alcohol se equilibran. Yo solía despertarme de una borrachera y había fumado tanto que mis dos manos estaban amarillas, casi marrones, como si tuviera puestos guantes. Y me preguntaba: '¡Mierda! ¿Cómo se verán mis pulmones?'".

Pelear:

"La mejor sensación es cuando golpeás a un tipo que no se supone que puedas golpear. Una vez me metí con un tipo, me estaba insultando. Le dije: 'Bueno, adelante'. No tuve ningún problema, le gané la pelea fácilmente. Estaba tirado en el piso. Tenía la nariz ensangrentada. Me dijo: 'Jesús, te movés siempre tan lentamente que pensé que serías fácil. Y cuando empezó la condenada pelea, ya no podía ver tus manos, te volviste tan rápido. ¿Qué pasó?'. Le dije: 'No sé, hombre. Así son las cosas. Uno ahorra para cuando tiene que usarlo'".

Los gatos:

"Es bueno tener un montón de gatos alrededor. Si uno se siente mal, mira a los gatos y se siente mejor, porque ellos saben que las cosas son como son. No hay por qué entusiasmarse y ellos lo saben. Por eso son salvadores. Cuantos más gatos uno tenga, más tiempo vivirá. Si tenés cien gatos, vivirás diez veces más que si tenés diez. Algún día esto será descubierto: la gente tendrá mil gatos y vivirá para siempre. Realmente es ridículo".

Las mujeres y el sexo:

"Yo las llamo máquinas de quejarse. Las cosas con un tipo nunca están bien para ellas. Y cuando me tiran toda esa histeria... Tengo que salir, agarrar el auto e irme. A cualquier parte. Tomar una taza de café en algún lado. En cualquier lado. Cualquier cosa menos otra mujer. Supongo que están construidas de diferente manera, ¿no? Cuando la histeria empieza, se acaba todo. Uno se tiene que ir, ellas no entienden por qué. '¿Adónde vas?', te gritan. '¡Me voy a la mierda, nena!'. Piensan que soy un misógino, pero no es verdad. Es puro boca a boca. Escuchan que Bukowski es 'un cerdo macho chauvinista', pero no chequean la fuente. Seguro, a veces pinto una mala imagen de las mujeres en mis cuentos, pero con los hombres hago lo mismo. Incluso yo salgo mal parado muchas veces. Si realmente pienso que algo es malo, digo que es malo, sea hombre, mujer, niño o perro. Las mujeres son tan quisquillosas, piensan que me las agarro con ellas en particular. Ése es su problema".

La primera vez:

"Mi primera vez fue la más rara. No sabía cómo hacerlo, y ella me enseñó a chuparle la concha y todas esas cosas de coger. Me acuerdo de que me decía: 'Hank, sos un buen escritor, pero no sabés una mierda sobre las mujeres'. '¿Qué querés decir? Estuve con un montón de mujeres.' 'No, no sabés nada. Dejame enseñarte algunas cosas.' Le dije que bueno y ella: 'Sos buen estudiante, entendés rápido'. Eso fue todo. (Está un poco avergonzado. No por los detalles sino por el sentimentalismo del recuerdo.) Pero todo ese asunto de chupar conchas se puede poner un poco servil. Me gusta hacerlas gozar, pero... Todo está sobrevalorado. El sexo sólo es una gran cosa cuando no lo hacés".

El sexo antes del sida (y su casamiento):

Yo nada más entraba y salía de entre las sábanas. No sé, era como un trance, un trance de coger. Y las mujeres... uno les decía algo, las tomaba de la muñeca, 'vamos, nena', las guiaba hasta el dormitorio y se las cogía. Cuando uno entra en el ritmo, sigue adelante. Hay un montón de mujeres solitarias allá afuera. Son lindas, pero no se saben conectar. Están sentadas solas, van al trabajo, vuelven a la casa... es algo maravilloso para ellas que un tipo se les aparezca. Y si se sienta cerca, bebe y habla, es entretenimiento. Estuvo bien, tuve suerte. Las mujeres modernas... no te cosen los botones".

Escribir:

"Escribí un cuento desde el punto de vista de un violador de una niña muy pequeña. Y la gente me acusó. Me hicieron entrevistas. Decían: '¿Le gusta violar a niñitas?'. Dije: 'Por supuesto que no. Estoy fotografiando la vida'. Me metí en problemas con montones de cosas. Pero, por otro lado, los problemas venden libros. Pero, en última instancia, escribo para mí. (Da una larga pitada a su cigarrillo.) Es así. La pitada es para mí, la ceniza es para el cenicero. Eso es publicar. Nunca escribo de día. Es como ir al supermercado desnudo. Todo el mundo te puede ver. De noche es cuando se sacan los trucos de la manga... la magia".

La poesía:

"Siempre recuerdo que, en el patio de la escuela, cuando aparecía la palabra 'poeta' o 'poesía', todos los pendejos se reían y se burlaban. Puedo ver por qué: es un producto falso. Ha sido falso y snob y endogámico por siglos. Es ultradelicado, sobreapreciado. Es un montón de mierda. Durante siglos, la poesía es casi basura total. Es una farsa. Ha habido grandes poetas, no me entienda mal. Hay un poeta chino llamado Li Po. Podía poner más sentimiento, realismo y pasión en cuatro o cinco sencillas líneas que la mayoría de los poetas en sus doce o trece páginas de mierda. Y bebía vino también. Solía quemar sus poemas, navegar por el río y beber vino. Los emperadores lo amaban porque podían entender lo que decía. Por supuesto, sólo quemó sus poemas malos. Lo que yo quise hacer, si me disculpa, es incorporar el punto de vista de los obreros sobre la vida... los gritos de sus esposas que los esperan cuando vuelven del trabajo. Las realidades básicas de la existencia del hombre común... algo que pocas veces se menciona en la poesía desde hace siglos. Mejor, que quede registrado que dije que la poesía es una mierda desde hace siglos. Y una vergüenza".

Céline:

"La primera vez que leí a Céline, me fui a la cama con una caja grande de galletitas Ritz. Empecé a leerle y me comía una galletita Ritz, me reía, me comía una Ritz, leía. Leí la novela entera de un tirón y me terminé la caja de galletitas. Y me levanté y tomé agua. Tendrías que haberme visto. No me podía mover. Eso es lo que un buen escritor te puede hacer. Casi te puede matar. Un mal escritor puede hacerlo, también".

Shakespeare:

"Es ilegible y está sobrevalorado. Pero la gente no quiere escuchar esto. Uno no puede atacar templos. Ha sido fijado a lo largo de los siglos. Uno puede decir que tal es un pésimo actor, pero no puede decir que Shakespeare es mierda. Cuando algo dura mucho tiempo, los snobs empiezan a aferrarse a él, como ventosas. Cuando los snobs sienten que algo es seguro, se aferran. Pero si les decís la verdad, se ponen salvajes. No pueden soportarlo. Es atacar su propio proceso de pensamiento. Me desagradan".

Su material de lectura favorito:

"Leí en el The National Enquirer una nota titulada '¿Es su marido homosexual?'. Linda me dijo: '¡Tenés voz de puto!'. Yo dije: 'Oh, sí, siempre me lo pregunté'. Ese artículo decía: '¿Su marido se depila las cejas?'. Y yo pensé, mierda, lo hago todo el tiempo. Ahora sé lo que soy. Me depilo las cejas, soy un puto. Es muy amable de parte de The National Enquirer decirme lo que soy".

El humor y la muerte:

"El último gran humorista era un tipo llamado James Thurber. Pero su humor era tan magnífico que tuvieron que ignorarlo. Este tipo era, podría decirse, un psiquiatra de las edades. Tenía algo ambiguo, hombre-mujer, veía cosas. Era sanador. Su humor era tan real que uno gritaba de risa, era como una liberación frenética. Aparte de Thurber, no puedo pensar en nadie... Yo tengo algo de humorista, pero no como él. No llamo humor a lo que tengo, lo llamo un 'filo cómico'. Estoy colgado en eso. Casi todo lo que pasa es ridículo. Cagamos todos los días. Eso es ridículo, ¿no te parece? Tenemos que seguir meando, poniendo comida en nuestras bocas, nos sale cera de los oídos. Tenemos que rascarnos. Cosas feas y tontas, ¿o no? Las tetas no sirven para nada, salvo...".

Nosotros:

"La verdad es que somos monstruosidades. Si pudiéramos vernos, podríamos amarnos, darnos cuenta de lo ridículos que somos, con nuestros intestinos retorcidos por los que se desliza lentamente la mierda mientras nos miramos a los ojos y decimos: 'Te amo'. Nos carbonizamos y producimos mierda, pero no nos tiramos pedos cerca del otro. Todo tiene un filo cómico".

Ganar:

"Y después nos morimos. Pero la muerte no nos ha ganado. No ha mostrado ninguna credencial. Nosotros hemos mostrado todas las credenciales. Con el nacimiento, ¿nos ganamos la vida? No realmente, pero de seguro la hija de puta nos tiene atrapados... La muerte me provoca resentimiento, la vida también, y mucho más estar atrapado entre las dos. ¿Sabés cuantas veces intenté suicidarme? Dame tiempo, sólo tengo 66 años. Sigo trabajando en eso. Cuando uno tiene tendencias suicidas, nada lo molesta, excepto perder en las carreras de caballos. ¿Por qué será? A lo mejor porque uno usa su mente en las carreras, no su corazón. Pero nunca cabalgué. No estoy muy interesado en el caballo sino en el proceso de acertar o no, selectivamente".

Las carreras:

"Traté de ganarme la vida con las carreras por un tiempo. Es doloroso. Es vigorizante. Todo está al límite, el alquiler, todo. Pero uno tiende a ser cuidadoso. Una vez estaba sentado en una curva. Había doce caballos en la carrera y estaban todos amontonados. Parecía un gran ataque. Todo lo que veía era esos grandes culos de caballo subiendo y bajando. Parecían salvajes. Miré esos culos de caballos y pensé: 'Esto es una locura total'. Pero hay otros días en los que ganás cuatrocientos o quinientos dólares, ganás ocho o nueve carreras al hilo, y te sentís Dios, como si lo supieras todo. Y todo queda en su lugar".

La gente:

"No miro mucho a la gente. Es perturbador. Dicen que si mirás mucho a otra persona, te empezás a parecer a ella. Pobre Linda. La mayoría de las veces me la puedo pasar sin la gente. La gente no me llena, me vacía. No respeto a nadie. Tengo un problema en ese sentido. Estoy mintiendo pero, creeme, es verdad".

La fama:

"Es destructora. Es una puta, una perra, la destructora más grande de todos los tiempos. A mí me tocó la mejor parte porque soy famoso en Europa y desconocido aquí, en Estados Unidos. Soy uno de los hombres más afortunados. La fama es terrible. Es una media en una escala del denominador común, la meten trabajando a un nivel bajo. No tiene valor. Una audiencia selecta es mucho mejor".

La soledad:

"Nunca me sentí solo. He estado en una habitación, me he sentido suicida. Estuve deprimido, me he sentido horrible más allá de lo descriptible, pero nunca pensé que una persona podía entrar a una habitación y curarme. Ni varias personas. En otras palabras, la soledad no es algo que me molesta porque siempre tuve este terrible deseo de estar solo. Siento la soledad cuando estoy en una fiesta, o en un estadio lleno de gente vitoreando algo. Citaré a Ibsen: 'Los hombres más fuertes son los más solitarios'. Nunca pensé: 'Bueno, ahora va a entrar una rubia hermosa y vamos a garchar, y me va a frotar las bolas, y me voy a sentir bien'. No, eso no iba a ayudar. Viste cómo piensa la gente común: 'Guau, es viernes a la noche, ¿qué vamos a hacer? ¿Quedarnos acá sentados?'. Bueno, sí. Porque no hay nada allá afuera. Es estupidez. Gente estúpida mezclándose con gente estúpida. Que se estupidicen entre ellos. Nunca tuve la ansiedad de lanzarme a la noche. Me escondía en bares porque no quería esconderme en fábricas. Eso es todo. Les pido perdón a los millones, pero nunca me sentí solo. Me gusta estar conmigo mismo. Soy la mejor forma de entretenimiento que puedo encontrar".

El tiempo libre:

"Es muy importante tener tiempo libre. Hay que parar por completo y no hacer nada por largos períodos para no perderlo todo. Seas un actor o una ama de casa, cualquier cosa, tiene que haber grandes pausas en las que no hacés nada. Uno se tira en una cama a mirar el techo. Hacer nada es muy, muy importante. ¿Y cuánta gente lo hace en la sociedad moderna? Muy poca. Por eso la mayoría está totalmente loca, frustrada, enojada y odiosa. Antes de casarme, o de conocer a muchas mujeres, bajaba las cortinas y me metía en la cama por tres o cuatro días. Me levantaba para cagar y para comer una lata de porotos. Después me vestía y salía a la calle, y el sol brillaba y los sonidos eran maravillosos. Me sentía poderoso, como una batería recargada. Pero, ¿sabés qué me tiraba abajo? El primer rostro humano que veía en la vereda. Esa cara nomás me hacía perder la mitad de la carga. Esta cara monstruosa, sin expresión, tonta, sin sentimientos, cargada de capitalismo. Pero aún así valía la pena, me quedaba la mitad de la carga todavía. Por eso el tiempo libre es importante. Y no digo tomarse tiempo para tener pensamientos profundos. Hablo de no pensar en absoluto. Sin pensamientos de progreso, sin pensamientos sobre uno mismo. Sólo ser un haragán. Es hermoso".

La belleza:

"No existe algo como la belleza, especialmente en un rostro humano, eso que llamamos fisonomía. Todo es un imaginado y matemático alineamiento de rasgos. Por ejemplo, si la nariz no sobresale mucho, si los costados están bien, si las orejas no son demasiado grandes, si el cabello no es demasiado largo. Es una mirada generalizadora. La gente piensa que ciertos rostros son hermosos, pero, realmente, no lo son. La verdadera belleza, por supuesto, viene de la personalidad. No tiene nada que ver con la forma de las cejas. Me dicen de tantas mujeres que son hermosas... pero cuando las veo, es como mirar un plato de sopa".

La fealdad:

"No existe. Hay algo llamado deformidad, pero la simple fealdad no existe. He dicho".

Érase una vez:

"Era invierno, yo me estaba muriendo de hambre intentando ser escritor en Nueva York. No había comido en tres o cuatro días. Así que finalmente dije: 'Me voy a comer una gran bolsa de pochoclo'. Cada grano era como un churrasco. Tragaba y echaba pochoclo a mi estómago que decía '¡Gracias, gracias!'. Estaba en el paraíso, caminando por ahí, hasta que dos tipos pasaron a mi lado y uno le dijo al otro: '¡Jesús!'. El otro dijo: '¿Qué pasa?' '¿Viste a ese tipo comiendo pochoclo? Dios, era horrible.' Así que no pude disfrutar el resto del pochoclo. Pensé qué quisieron decir con eso de que 'era horrible'. Yo estaba en el paraíso. Supongo que era un poco cochino. Ellos siempre pueden distinguir a un tipo hecho mierda".

La prensa:

"Disfruto las cosas malas que se dicen sobre mí. Aumenta la venta de libros y me hace sentir malvado. No me gusta sentirme bien porque soy bueno. ¿Pero malo? Sí. Me da otra dimensión. Me gusta ser atacado. '¡Bukowski es desagradable!' Eso me hace reír, me gusta. '¡Es un escritor desastroso!' Sonrío más. Me alimento de eso. Pero cuando un tipo me dice que dan un texto mío como material de lectura en una universidad, me quedo boquiabierto. No sé, me aterra ser demasiado aceptado. Siento que hice algo mal".

El dedo:

(Levanta el dedo meñique de su mano izquierda) "¿Viste alguna vez este dedo? (El dedo parece paralizado en una forma de "L"). Me lo rompí una noche, borracho. No sé por qué, pero nunca se acomodó. Pero funciona perfecto para la letra 'a' de la máquina de escribir, y qué demonios, le agrega algo a mi personaje".

La valentía:

"A la mayoría de la gente supuestamente valiente le falta imaginación. Es como si no pudieran concebir lo que sucedería si algo saliera mal. Los verdaderos valientes vencen a su imaginación y hacen lo que deben hacer".

El miedo:

"No sé nada sobre eso".
(Se ríe.)

La violencia:

"Creo que, la mayoría de las veces, la violencia es malinterpretada. Hace falta cierta violencia. En nosotros hay una energía que necesita ser sacada. Creo que si esa energía es contenida, nos volvemos locos. La paz última que todos deseamos no es un área deseable. De alguna manera, no estamos destinados a eso. Por eso me gusta ver peleas de boxeo, y por eso yo mismo las protagonizaba en mi juventud. A veces se llama violencia a la expulsión de energía con honor. Hay locura interesante y locura desagradable. Hay buenas y malas formas de violencia. Es un término vago. Está bien si no se hace a expensas de otros".

El dolor físico:

"Con el tiempo uno se endurece, aguanta el dolor físico. Cuando estaba en el Hospital General, un tipo entró y dijo: 'Nunca vi a nadie aguantar la aguja con tanta frialdad'. Eso no es valentía. Si uno aguanta suficiente dolor, uno cede. Es un proceso, un ajuste. Pero no hay forma de acostumbrarse al dolor mental. Me mantengo lejos de él".

La psiquiatría:

"¿Qué consiguen los pacientes psiquiátricos? Una cuenta. Creo que el problema entre un psiquiatra y su paciente es que el psiquiatra actúa de acuerdo al libro, mientras que el paciente llega por lo que la vida le ha hecho. Y aunque el libro pueda tener cierta perspicacia, las páginas siempre son las mismas y cada paciente es diferente. Hay muchos más problemas individuales que páginas. Hay demasiada gente loca como para resolverlo diciendo: 'Tantos dólares por hora, cuando suena el timbre terminamos'. Eso sólo puede llevar a una persona un poco loca a la locura total. Recién empiezan a abrirse y a sentirse bien cuando el psiquiatra dice: 'Enfermera, arregle la próxima cita'. Todo es asquerosamente mundano. El tipo está ahí para quedarse con tu culo, no para curarte. Quiere tu dinero. Cuando suena el timbre, que entre el siguiente loco. Ahora, el loco sensible se va a dar cuenta de que cuando el timbre suena, significa que lo cagaron. No hay límites de tiempo para curar la locura, y no hay cuentas para eso, tampoco. Muchos de los psiquiatras que yo he visto parecen estar al límite ellos mismos, además. Pero están demasiado cómodos. Creo que el paciente quiere ver un poco de locura, no demasiado. Ah, los psiquiatras son totalmente inútiles. ¿Siguiente pregunta?".

La fe:

"La fe está bien para los que la tienen. Mientras no me la tiren por la cabeza. Tengo más fe en mi plomero que en el ser eterno. Los plomeros hacen un buen trabajo. Dejan que la mierda fluya".

El cinismo:

"Siempre me acusaron de cínico. Creo que el cinismo es una uva amarga. Es una debilidad. Es decir: '¡Todo está mal! ¿Entendés? ¡Esto no está bien! ¡Aquello no está bien!'. El cinismo es la debilidad que evita que nos ajustemos a lo que ocurre en el momento. El optimismo también es una debilidad. 'El sol brilla, los pájaros cantan, sonríe.' Eso es mierda también. La verdad está en algún lugar entre los dos. Lo que es, es. Si no estás listo para soportarlo, joderse".

La moralidad convencional:

"Puede que no exista el infierno, pero los que juzgan pueden crearlo. Pienso que la gente está sobredomesticada. Uno tiene que averiguar lo que le pasa, y cómo va a reaccionar. Voy a usar un término extraño aquí: el bien. No sé de dónde viene, pero siento que hay un básico rasgo de bondad en cada uno de nosotros. No creo en Dios, pero creo en esta 'bondad', como un tubo dentro de nuestros cuerpos. Puede ser alimentada. Siempre es mágica, por ejemplo cuando en una autopista sobrecargada de tráfico un extraño hace lugar para que alguien pueda cambiar de mano... es esperanzador".

Sobre ser entrevistado:

"Es como ser arrinconado. Es vergonzoso. Por eso, no siempre digo toda la verdad. Me gusta jugar y burlarme un poco, así que doy información falsa sólo por el gusto de entretener y mentir. Así que si quieren saber algo sobre mí, no lean una entrevista. Ignoren ésta, también".

domingo, 9 de octubre de 2011

LA MOSCA DE PATAS LARGAS...





William Butler Yeats
Mosca de patas largas


" Que la civilización no se hunda,
perdida su gran batalla,
haz callar el perro, amarra el potrillo
a un poste distante;
Nuestro maestro César está en la tienda
con mapas esparcidos,
sus ojos fijos en nada,
una mano bajo su cabeza.

(Como una mosca de patas largas sobre la corriente
su mente se mueve sobre el silencio)

Que las torres sin capitel sean quemadas
y los hombres recuerden ese rostro,
muévete muy suavemente si moverte debes
en este solitario lugar.
Piensa ella, una parte mujer, tres partes niña,
que nadie mira; sus pies
ensayan el paso del deshollinador
recogido en una calle.

(Como una mosca de patas largas sobre la corriente
su mente se mueve sobre el silencio)

Que las niñas en la pubertad encuentren
el primer Adán en su pensamiento,
cierra la puerta de la capilla del Papa,
mantén a los niños afuera.
Allá en ese andamio se reclina
Miguel Ángel.
Sin otro sonido que el que hacen los ratones
su mano avanza y retrocede.

(Como una mosca de patas largas sobre la corriente
su mente se mueve sobre el silencio) "

LA LIBERTAD Y LA SOLEDAD...



Entrevista al escritor francés Michel Houellebecq.

Acerca del interés del novelista por los cambios sociales y la contextualización de esos cambios en las novelas

Durante el siglo XIX era bastante normal que los novelistas se interesaran por las mutaciones sociales, y también era normal cuando la sociedad fue evolucionando más lentamente, que esas personas se interesaran menos por los cambios sociales y que aparecieran teorías como las de el arte por el arte. En la segunda parte del siglo XX, es bastante paradójico pero aparece en Francia el nouveau roman - la nueva novela - que se aparta de toda visión social. Las mutaciones sociales, esos son los temas que entran en mis novelas, sin embargo, tengo la impresión, desde los quince años, que vivo en una sociedad que no ha cambiado.


La sociedad capitalista


La mayoría de sus obras hace una descripción de la sociedad capitalista, de la evolución de la sociedad con el capitalismo ¿qué es lo que espera que germine con la lectura de estas novelas en los lectores?

La novela no cambia el mundo por descubrir algo, solamente puede describirlo. Lo que cambia el mundo son textos como las Epístolas de San Pablo, el Corán, el Manifiesto del Partido Comunista, no las novelas. Para contestar hay que saber lo que yo mismo espero de un libro. Saber varias cosas, leer una descripción del mundo, saber que las grandes fuerzas que operan en el mundo han sido perfectamente identificadas. El mundo es más agradable cuando uno lo descubre mejor.

Acerca del libro 'Partículas elementales'
¿Cómo se gestó la novela Partículas elementales?


Hay algo claramente autobiográfico en este libro y es el momento en que a Michel -el científico en la novela- es invitado por su doctor de tesis para hacer una carrera como investigador. Muchas veces pensé en ese momento de mi propia vida y yo me dije que podría haberme convertido en bioquímico o en biofísico, porque me lo propusieron, es un ejemplo típico porque lo que le ocurre a Michel podría haberme ocurrido a mi.

¿Cuánto hay de usted en los personajes de Michel y de Bruno?

Podría ser los dos. Yo soy casi nada en mi vida pero creo que tengo bastante potencial (sonríe con ironía).En Partículas elementales hay un fuerte contenido crítico a la generación del `60. La generación del '60 sobrevaloraba sus propios objetivos, eso fue el comienzo de una visión cínica respecto a la vida, que se disfrazó de combate libertario. Tampoco me parece presentar a esa generación como marxista-tercermundista, había uno o dos en cada grupo, o por clase, pero nada más. Me resulta muy extraño cuando esas personas siguen diciendo éramos maravillosos, éramos idealistas , yo no me di cuenta para nada.

Acerca de Mayo del '68'

Con '68' o sin '68' no habría cambiado casi nada. La verdadera mutación empezó con la Revolución Francesa y el verdadero movimiento revolucionario de los siglos XIX y XX es el capitalismo, el capitalismo que ha destruido todas las estructuras, ha destruido la familia, ha destruido la pareja. El mayo francés no tuvo ninguna importancia. Imaginen un mundo donde hubiera existido el rock y la píldora anticonceptiva, el resultado hubiera sido el mismo.

Acerca del amor
Usted ha dicho que con el amor se pierde libertad.


Sí, es cierto, cuando uno ama pierde libertad. Nietzsche tenía razón cuando decía que un fiósofo casado pertenece al registro de la comedia. Uno es libre cuando está solo.

La literatura y el periodismo para reflejar el mundo

Usted ha dicho que la literatura está muy atrasada para reflejar el mundo.
¿Qué lugar ocuparía el periodismo para esa función?

Creo que hay una insuficiencia en el periodismo pero no es por culpa de los periodistas. Los periodistas están confrontados a un mundo muy difícil de entender. La economía y la tecnología de las que la gente no entiende gran cosa, sin embargo gobiernan el mundo. Para los novelistas la situación es algo mejor, porque pueden usar personajes, hacer interpretaciones, pueden aparecer como que entienden el mundo.

Su visita a la Argentina
¿Espera encontrar algo especial en Buenos Aires?

En realidad vine porque tenía muchos mensajes de lectores de la Argentina. Parecía que hay aquí gente que se interesa por mi, eso no es común, no recibo muchos correos. La mayoría de los mensajes provienen de la Argentina y de Rusia. En realidad la Argentina no es un país que tenga muchos clichés asociados. La Argentina es algo más extraño que Brasil o que Colombia, cuando uno piensa en esos países enseguida asocia algunas imágenes pero con la Argentina no ocurre eso.

¿Qué autores conoce de nuestra literatura?

He leido a Borges, recuerdo especialmente La muerte y la brújula. Borges es algo muy importante. y he leido también La invención de Morel (de Adolfo Bioy Casares). Sobre autores más recientes no conozco mucho, pero cuando un país ha sido literariamente importante, ese impulso no se detiene fácilmente. La literatura como profesión


¿Por qué considera que el trabajo de escritor no es una profesión
?

Cuando uno habla de profesión, considera que es algo que uno practica, por el contrario, cuando yo escribo un libro, pienso que éste va a ser el último, pongo todo en él, eso es lo contrario de una profesión. Soy vago y contradictorio en la vida cotidiana, estoy aquí haciendo un esfuerzo por responder porque son periodistas de muy buen nivel, comparado con otros países, eso me llama la atención. Escritor temible y xenófobo según la críticaLa crítica lo considera un escritor temible y xenófobo

¿Usted se ampara detrás de los personajes?

No creo ser xenófobo.

Algunos lo acusan de misógino.

¿Qué es lo que usted entiende por misógino?

Usted describe personajes femeninos antipáticos

Yo no desprecio a las mujeres. Cambio de parecer con frecuencia. Las mujeres que son muy femeninas y encantadoras me molestan un poco. Pero cuando veo a las mujeres alemanas, que no se rasuran las axilas, entonces me digo, es bueno que las mujeres hagan algo por ser más bonitas y femeninas, ironizó.

Acerca de las novelas de detectives

Me gusta Sherlock Holmes, para mi el género detectivesco no es una literatura menor. He leido una novela de detectives de un autor ruso que transcurre al final de la corte de los zares y es muy entretenida, es algo fino, con sabor. Al leerla me pareció que en algún momento conocí eso o tengo la impresión de haberlo conocido.

Ciencia ficción

Cuando era adolescente leía mucha ciencia ficción, la mejor parte estaba en el registro del cuento filosófico.

La cultura francesa y la cultura norteamericana
Consultado acerca de la tapa de la revista Time, donde se afirma que la cultura francesa está por extinguirse, contesta:


La cultura italiana y la alemana han desaparecido, en España rara vez he visto una publicidad de una película que no sea norteamericana. Francia se las arregla mejor que otros países: tenemos Dj mundialmente célebres, algunos buenos escritores, pero el dominio de la cultura norteamericana sobre el resto del mundo es evidente. La gran fuerza, más allá del dinero y del proteccionismo interno y del sostén a las exportaciones es que ellos creen en su propia superioridad y cuando uno cree en su superioridad termina por convencer a los otros. En cambio los franceses se enroscan en contemplaciones masoquistas de su propia decadencia. Puede durar mucho tiempo, es deprimente, es cierto, también es cierto que Francia es un país extraño. Los franceses son personas angustiadas e inquietas por el futuro europeo, y sin embargo se siguen reproduciendo, cosa que no hacen tanto los alemanes o los españoles, es paradójico.