martes, 31 de diciembre de 2013

FIN DE AÑO: BICICLETAS, LAGARTOS Y CIRCUITOS ELÉCTRICOS...





Con mi amigo pensamos en usurpar la casa de su amiga. Un pequeño saqueo de su confianza. Mientras íbamos y veníamos como ligeros submarinos humanos, una sonrisa cómplice al salir a la superficie nos dio la pauta de que estábamos pensando lo mismo. Como nenes caprichosos, no queríamos salir del agua. La idea secreta era dejar avanzar la caída del día, para que la oscuridad de la noche cubra la pileta y -de esa forma-hacer la gran Jurassic Park: "si no me muevo, no me ve".
Pero a todos nos enseñaron a no morder de la mano que nos da de comer (salvo a mí con papá; ahí sí que nadie me enseñó a ser agradecido), por lo que abandonamos el agua para compartir las últimas horas de sol (que parecen no irse más) junto a la dueña de casa, que no podía meterse al agua por haber sido operada de la rodilla recientemente.
Había otros amigos. Amigos de mi amigo en realidad; simplemente conocidos para mí, pero esa clase de conocidos a los que uno ve muy de vez en cuando y, al despedirse, la sensación que genera el encuentro se manifiesta en una pregunta sin respuesta: "¿porque, después de tanto tiempo, seguimos siendo sólo conocidos?" ¿Porqué nunca dimos el paso siguiente a la sensación placentera que surge, en forma repetida, entre conocidos que se encuentran ocasionalmente por un tercero que los convoca?
Uno de estos conocidos (ex-compañero de facultad de mi amigo), también psicoanalista de la corriente lagartiana (me tienen rodeado), me genera una confianza absoluta cada vez que lo veo.
Debo reconocer que me burlo de los lagartianos pero, en el fondo, confío en ellos. Es verdad que suelo imaginarlos  como personas respondiendo con un "me parece que tu actitud no fue la más adecuada para vivir en comunidad" frente a alguien que les apaga un cigarrillo en la palma de la mano, pero aún así marqué varios de una lista generosa para volver a análisis. Será cuestión de volver a probar la temperatura de sus aguas, y ver en cuál puedo nadar mas profundo (¿acaso hay algo más acuoso que el inconsciente?)
Volviendo al conocido en cuestión,  al rato de conversación le cuento el dilema que estoy teniendo últimamente a raíz de una mujer que tengo atravesada entre los párpados. Él me escucha y me dice: "mi experiencia me dice que tenés que coger todo lo que puedas. Yo me reprimí mucho, sufrí mucho hasta que empecé a experimentar más, con hombres y con mujeres, y me quedé con los hombres (me señala a su pareja que se broncea al sol)...que se enamoran menos. Vos tenés algo muy dulce en la forma de hablar... el problema es que si a una mujer le gustás y te acostás con ella es difícil que no se termine enamorando de vos".  Me doy cuenta porqué nunca pasé de "conocidos" con este lagartiano: me quiere coger! Ninguna sangre fría de reptil ahí.
Me hace reír y pensar con su comentario (los tipos de comentarios por los que no podemos evitar volver, en forma cíclica, a escuchar a Dolina, a pesar del hartazgo que experimentamos en ocasiones al hacerlo). Creo que sólo un hombre gay podría decir esas palabras a otro hombre tan abiertamente. En mi caso, tengo claro que no quiero ningún tipo de enamoramiento ni nada por el estilo. El riesgo de que la situación se concrete y que -eventualmente- llegue a conocimiento público (se trata de otra compañera de trabajo) funciona centrífugamente como el disparador del deseo por lo prohibido  y -al mismo tiempo- como su factor inhibidor. La neurosis trabajando en su engranaje más lubricado.
Lo que quiero, por el momento, es zambullirme en el agua fría y permanecer por un buen rato. Hasta que la dueña de casa se canse y nos tire una bolsa de palometas. Sentir la cabeza liviana, vaciándose lentamente, refrescando sus paredes interiores, preparándose para volver a poner los pies sobre la tierra caliente y abandonada del mes de enero.
El año termina y me encontrará, esta noche, por primera vez lejos de mi familia. Cerca de una familia ajena; la de mi amigo.
Tengo mucho trabajo por delante. Y no hablo del trabajo en la oficina (que también lo tengo) ni en la facultad (tengo que empezar a estudiar para el final).
Termina el año y no me encuentro debajo de la puerta con ninguna citación del INADI por violencia de género contra profesoras universitarias, pero sí me encuentro con un nuevo comunicado del dueño del departamento que habito con insólito desparpajo y abrumadora avaricia.
Esta noche brindo por mis bases. Por lo que puedo -y debo- construir a partir de ellas. Desde mi base actual no podría despegar el tango 01, pero sí una bicicleta que no sea amarilla y que, a puro pedaleo, me permita  tomar velocidad y, con la ayuda del viento, ir dispersando aquí y allá más relatos, más experiencias; esa novela que empecé y que perdió estabilidad hasta caer redonda al piso.
¿Mi base económica?: Algunos billetes en la caja de ahorro que necesitarán, claro, auxilio financiero externo para hacer de mi modesta economía una masa compacta que me permita rodar hacia otro domicilio en un futuro inmediatísimo (ya me contacté con inmobiliarias de la zona).
¿Mi base interpersonal? Un puñado de amigos, aquí y allá, que aparecen y desaparecen (como lo hacemos todos) pero que, siempre, siempre, me aportan algo de la dulzura que algunos elogian en mis palabras. O que buscan fortalecerme cuando notan que pierdo la nitidez: "si hubiera un debate al que vos vas a ir, y es sobre algún tema  en el que vos pensás lo contrario de lo que pienso yo, entonces  a ese debate yo no voy", me dice un amigo a la distancia, haciendo que la distancia se acorte y que la posibilidad de un debate se transforme en la certeza de un abrazo invisible pero, aún si, reconfortante.
¿Me pregunto porque brindará papá esta noche? Ya sé. Brindará por las investigaciones de Massachussets, esas formas novedosas de lavado de dinero por el que una universidad prestigiosa saca a la luz informes "científicos" en los que se descubre el "gen" de tal o cual cosa. Así nos informaron a través de las tapas de los diarios del "gen de la felicidad", el "gen de la infidelidad", o "el gen de la vagancia", entre tantos otros.
Papá brindará por haber escuchado hablar del "gen del mal hijo". Mas específicamente, del "gen del mal hijo para con su padre". Habrá dicho: "ahí está, yo sabía que existía eso!  Y bueno, esta noche tendrá un motivo para brindar, para estrechar su copa completamente vacía, cubierta de pura espuma y, después, cuando la cabeza le empiece a informar que "ya está" , que no hay ninguna base para ir a ningún lado, que la gente es estúpida y se pone más estúpida al comenzar cada año,  se irá, como todas las noches, a dormir al subsuelo de la vida.
Ahora que la crisis energética es algo que marca a fuego a muchos, los que somos ignorantes en electricidad podemos contentarnos con tener presente algo elemental: no se puede conectar un aparato eléctrico a una toma que no tolere la intensidad de su voltaje.
Problemas de intensidad eléctrica entre algo o alguien que da y algo o alguien que recibe, entonces, son los que queman los circuitos; tanto los circuitos por los que corren la energía artificial como los circuitos por los que corre la energía humana; es decir, los cuerpos.
Me llevó años, muchos años de mi vida (la década kirchnerista entera), entender esa máxima y corroborar microscópicamente que, en efecto, tal razonamiento se aplica a mi propio circuito.
Y, si hablamos de ciencia, me resulta increíblemente satisfactorio haber llegado a una verdad interpersonal con la misma fuerza, con la misma convicción con la que Newton, después de ver caer la manzana del árbol, se aseguró de agarrar con ambas manos la taza de té caliente que tenía entre las piernas. 





sábado, 28 de diciembre de 2013

QUEBRADOS...




"La gran fractura"
Por Daniel Link para Perfil
 
Hay viajes que empiezan mal y terminan peor. Un congreso me llevó a la Universidad Católica de Lovaina, previo paso por Bruselas, la encantadora capital de Bélgica y principal sede administrativa de la Unión Europea. 
Nos instalamos en nuestro cuarto con vistas a Grand Place (o Grote Markt en flamenco), uno de los espacios públicos más ornamentados de Europa, donde tuve un tropezón. El doctor que finalmente vino a visitarme dictaminó que no había daño óseo, explicó que el dolor era causado por el daño en los tendones y en los músculos del área, felicitó la sabiduría de la automedicación argentina (lo que pensaba recomendarme yo ya lo había hecho) y se retiró disculpándose por no haber hecho nada.
Al día siguiente tomé el tren a Louvain-la-Neuve, donde apenas si pude participar del congreso, o caminar, o comer, sin lágrimas en los ojos.
Después de ese compromiso último, me había reservado seis días para descansar en Marruecos, país desconocido, de un año particularmente agotador. Volamos a Casablanca y, de ahí, en tren, a Marrakech (que odié tanto como Elías Canetti). Llegamos a Buenos Aires, donde había paro de controladores o algo así, el 19 de diciembre.
El 20 fui a la guardia traumatológica en Buenos Aires para que me hicieran una placa radiográfica que confirmara el diagnóstico belga. Resulto que tenía fractura de peroné, milagrosamente (inexplicablemente) sin desplazamiento. Me enyesaron el pie derecho, a la antigua usanza.
Mientras espero respuesta a mi reclamo administrativo a la empresa de medicina contratada para el viaje (¿se imaginan un desplazamiento del hueso fracturado en Marrakech?), no dejan de sorprenderme las diferencias de protocolo. El médico que me atendió en Bélgica miró y acarició mi pie, me tranquilizó, me sonrió. El médico que me atendió en Buenos Aires ordenó una placa, apenas si me miró a los ojos (como suelen hacer los traumatólogos) vio mi verdad en una placa radiológica y empezó a enyesarme sin el más mínimo interés hacia mi persona. Son dos formas diferentes de la bestialidad de las que hablaré con mi traumatólogo de cabecera, cuando consiga reunirme con él.
Pero más allá de la ética profesional, lo que revela la diferencia de protocolo es una abismo ético que tiñe todos nuestros comportamientos.
Durante mi viaje, hubo sublevaciones provinciales que dejaron más de diez muertos. En la perspectiva nacional, sólo importan vistos a través de una placa que revela un plan destituyente organizado. Hubo (y hay) cortes de luz que, una vez más, sólo se dejan comprender en relación con una operación de revelado: “esa no es mi responsabilidad”, me dijo el traumatólogo porteño de guardia, cuando intenté que reflexionara en el diagnóstico previo. Estamos quebrados, pero nadie te mira a los ojos para decirte hasta qué punto. Y el que te mira a los ojos y te dice palabras bonitas, seguro que te miente y te somete a la avaricia que regula su conducta.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Y LOS GANADORES SON...






Este fin de año me encuentra -como a todo el mundo- tratando de hacer posible lo imposible:  escapar del calor sanguinario que nos persigue sin piedad. Lo sabemos: no podemos escapar; sólo refugiarnos al amparo de los aires acondicionados que (cuando la energía eléctrica lo permite) funcionan en nuestras casas, en la oficina, en el bar o en el cine.
El cine, este año, me reportó experiencias muy ricas y diversas.
El abanico comprende títulos como "Pendejos", "Gravedad", "La sospecha", la sorprendente -y altamente recomendable-  "Borgman" (una joyita del festival de cine europeo) y, fundamentalmente, "Antes del anochecer". Ésta última es una gloria absoluta. Sobre todo pensándola en relación a las dos anteriores. Habrá que hacer memoria (y en mi caso no va a  alcanzar) para encontrar alguna trilogía que borre los límites entre la pantalla y la realidad.
Recuerdo haberme enterado de su estreno la semana de junio en que la fiebre llegó a mi cuerpo superando los límites de lo soportable (42°!!!).
Esa felicidad anticipada se vio corroborada en el cine. Dos veces.
Al pasarle las dos primeras a mi amiga le advertí: "traté de conseguirte la tercera y no lo pude hacer. Cuando termines de ver la segunda vas a salir desesperada a buscar la última".  A los pocos días su mensaje me hizo reír: "terminé de ver  la segunda y salí en pijama a la calle para buscar la tercera. Recién cuando subí al auto me di cuenta que no me había cambiado!"
Brindo por este tipo de películas; por las que nos hacen salir a la calle desnudos, o en pijama.
En mi caso, la desnudez me resultaría menos vergonzosa.


martes, 24 de diciembre de 2013

EL GESTO ESENCIAL...





DEL LIBRO: "PIER PAOLO PASOLINI, PASIONES HERÉTICAS" (CORRESPONDENCIA 1940-1975)"


"Durante estos días han sucedido cosas de tanta importancia, que frente a ellas todas nuestras cosas privadas se desvanecen y se transforman en grotescas; vivo en una nebuloso estado provisorio y me encuentro siempre a la expectativa de no sé qué cosa."

"Me cuesta habituarme; no sé cómo vestirme ni cómo pensar dentro de mí, ni cómo comportarme con los otros; las horas, los sucesos y los hábitos, cosas que querría destruir, vuelven a atraparme en su círculo; y aquello que pospongo de un día para otro, que no sé lo que es, pasa siempre lejos de mí. Soy ligero y, como siempre, tengo esperanza, sin tener esperanza en nada importante."

"Ahora me di cuenta de que, mientras antes, para escuchar una música y comprenderla, debía recurrir a imágenes y sentimentalismo, por el contrario ello no es necesario en absoluto; sin duda hay en nosotros algo de musical que se transforma en sentimiento directamente, sin necesidad de sentimentalismo, permaneciendo como música, sin necesidad de imágenes."

"En cuanto a buscar una justificación lógica, es decir, filosófica, de la existencia, ni siquiera la busco. No me interesan esas cosas abstractas que son Dios, Naturaleza, Palabra. Los filósofos no me interesan en absoluto, a excepción de ciertos párrafos poéticos. No encuentro nada más vano ni doloroso que tomar en préstamo un lenguaje usado por siglos y servirme de él para una nuevamente abstracta construcción filosófica. La única filosofía a la que me siento muy próximo es el existencialismo, con su poético (y otra vez muy próximo a mí) concepto de angustia, y su identificación existencia-filosofía."

"Sé que todo es imperfecto y provisorio, que solamente la memoria purifica los acontecimientos."

"Mi homosexualidad ha entrado en mi conciencia hace ya varios años y en mis hábitos ya no es más un Otro dentro de mí. Debí superar mis propios escrúpulos, insatisfacciones, honestidad...pero, en fin, quizá ensangrentado y cubierto de cicatrices, logré sobrevivir salvando ambas cosas, es decir el eros y la honestidad."

"Tengo intenciones de trabajar y de amar, una y otra cosa desesperadamente. Pero entonces me preguntarás si lo que me sucedió no me ha servido de nada. Sí, me sirvió, pero no para cambiarme y menos para redimirme: me sirvió para entender que había tocado fondo, que la experiencia estaba agotada y que podía volver a comenzar todo desde cero, aunque sin repetir los mismos errores; me liberé de mi reserva de perversión malvada y fósil; ahora me siento más ligero y la libido es una cruz. no ya un peso que me arrastra hacia el fondo."

"El ideal de una nueva técnica narrativa no puede ser, pienso, sino el naturalismo, en el caso preciso, sin embargo, en que la lengua instrumental pudiese tener una garantía de absoluta funcionalidad. Y agrego que cuando digo naturalismo hablo de técnica, una técnica naturalista al servicio de una ideología que interprete la realidad de acuerdo con una moral política y precisa (el marxismo), y que transforme al objeto en algo existente."

"En palabras muy simples y pobres: yo no creo que Cristo sea hijo de Dios, porque no soy creyente, al menos conscientemente. Pero creo que Cristo es divino: esto es, creo que en él la humanidad es tan alta, rigurosa, ideal, que va más allá de los comunes límites de la humanidad. Por eso hablo de "poesía": un instrumento irracional para expresar mi sentimiento irracional por Cristo. Quisiera que mi película pudiese ser proyectada el día de Pascua en todos los cines parroquiales de Italia y del mundo."

"¿Quién nos ha otorgado a nosotros -ancianos y jóvenes por igual- el lenguaje oficial de la protesta? El marxismo, cuya única vena poética es el recuerdo de la Resistencia, que se renueva pensando en Vietnam y en Bolivia. ¿ Y por qué me lamento por este lenguaje oficial de la protesta que la clase obrera a través de sus ideólogos (burgueses) me brinda? Porque es un lenguaje que no prescinde jamás de la idea del poder, y es siempre en consecuencia práctico y racional. ¿Pero la práctica y la Razón no son la misma divinidad que ha hecho de nuestros padres burgueses unos LOCOS o unos IDIOTAS? Han asumido totalmente sus culpas."

"Sé que, martillando siempre sobre el mismo clavo, se puede derrumbar una casa. A pequeña escala, un buen ejemplo es el de los radicales, cuatro gatos locos que lograron conmover la conciencia de todo un país. A escala mayor, el ejemplo es la historia. El rechazo ha sido siempre un gesto esencial. Los santos, pero también los intelectuales, aquellos pocos que hicieron la historia, son los que dijeron que no, y no los cortesanos y los asistentes de los cardenales. El rechazo, para funcionar, tiene que ser grande, no pequeño; debe ser total, no sobre este punto o sobre aquel."

"Primera tragedia: una educación común, obligatoria y equivocada, que nos empuja a todos a la lucha por tener todo a cualquier precio. Somos arrastrados a esa lucha como un extraño y sórdido ejército en el que algunos tienen cañones y otros, palos. Hay, entonces, una primera división, clásica, que me conduce a estar con los débiles. Pero lo que afirmo es que, en cierto sentido, todos son débiles, porque todos son víctimas. Y todos son culpables, porque todos están listos para el juego de la masacre con tal de poseer. La educación que recibieron fue esa: tener, poseer, destruir."



martes, 17 de diciembre de 2013

VIRULENTO Y MALICIOSO...





Mi última pelea discursiva del año fue una que no quise provocar. Sucedió así: una compañera de la facultad, habiendo terminado la cursada,  mandó un mail -de tono informal- para avisar que una teórica india estaba en el país para dar una conferencia en el M.A.L.B.A. Yo contesté a todos sin saber que ese "todos" incluía a la profesora de prácticos. En mi respuesta decía que necesitaba descansar un poco de la dicotomía entre discurso hegemónico y discurso periférico. Y, además, preguntaba si no se suspendía el evento por la muerte de Ricky Fort, dado que muerto el centro... ¿Qué lugar ocupa el margen?
A la noche vuelvo a abrir la casilla de correo y me encuentro con la respuesta de la docente de prácticos del curso. Por sus palabras, estaba consternada por mi actitud. Respondió a todos, lo que vale decir que me retó delante de la clase , tratándome de virulento y malicioso...para cerrar su diatriba "invitándome" a que le aclarara por correo privado lo que considerara necesario.
Curiosa la forma de manejarse de la profesora. Primero saca sentencia pública en la que no duda que soy una porquería que escupe desde lejos y después me pide aclaraciones en privado, cuando un mínimo razonamiento lógico indica que es al revés cómo hay que proceder.
Y si había que proceder al revés fue, justamente, porque un chiste es un enunciado ambiguo. Claro que detrás de un chiste puede haber temeridad y malicia (lo vivo a diario en el trabajo), pero para llegar a esa conclusión necesitamos más información acerca de la persona que lo pronuncia. ¿Qué sabe esta profesora de mí? Sólo que fui alumno de su cursada durante un cuatrimestre. Un alumno que participó en todas las clases, que recibió gestos de aprobación por esas participaciones, y que regularizó la materia. Aún con esos antecedentes, no tuvo dudas sobre el fondo de mi chiste.
Es algo absolutamente básico que vemos cotidianamente en nuestras vidas: no tomamos igual el mismo chiste si viene de una persona que si viene de otra. ¿Qué pasa cuando viene de una persona a la que prácticamente no conocemos? Podemos hacer lo que hizo la profesora conmigo: no tener dudas de mi malicia; o podemos dejarlo pasar (algo que hubiera sido más inteligente), o tomar nota del hecho pero diferir la sentencia para tratar de ver qué es lo que hay realmente detrás del chiste (pedirme que aclare sin tratarme de malintencionado en forma previa). Claro que para darme esta opción debería ser más proclive a pensar en el tono simplemente humorístico de mis palabras; caso contrario, es decir en el caso de que le de más crédito a mi maldad oculta, quedaría como  una estúpida, a la que primero le mojo la oreja y después le hablo seriamente sobre mi "posición real". De todas formas, lo mejor que pudo haber hecho era dejarlo pasar. Pero no se lo bancó.
Por mi parte, regulé los términos de la respuesta. En sus palabras no había ningún chiste a develar; era un ataque directo. Al principio tuve unas ganas locas de pisar el acelerador a fondo y llevarme puesta la humanidad entera de la fulana (se me ocurrió preguntarle: ¿en el test de orientación vocacional... te dijeron profesora de letras o recepcionista en una casa de velatorios?) Después bajé varios cambios por cuestiones obvias. Me costó encontrar la velocidad apropiada para llevar las cosas a buen puerto porque me parecía increíble tener que estar dando aclaraciones sobre un chiste formulado entre compañeros (le tuve que aclarar que pensé que iba a circular exclusivamente entre pares) fuera del contexto de la cursada.
A la profesora no le importó si yo pensaba que el chiste le iba a llegar o no. Tampoco que haya sido formulado por mail, una vez terminado el cuatrimestre. La coyuntura, para ella, es secundaria. Lo que importaba era que le llegó mi intención de dañar. Y claramente le generé un daño. Sorprendentemente, pero aún así lo generé. De allí su respuesta encendida. Y, también sorprendentemente, tuve que explicarle - y me sentí escribiendo para una adolescente al hacerlo- que donde hay un chiste no necesariamente hay un menosprecio o un soslayo sobre el objeto de la broma.
Todos tenemos como referente a Martín Kohan en la facultad, y es un tipo que vive haciendo chistes que relaciona el contenido de su materia con cualquier otra cosa. Si un chiste es bien recibido o no según el currículum de una persona, entonces -de esa interpretación- participa un esnobismo estúpido. No es por los méritos previos del bromista que debe ser bien recibido un chiste, sino por su intencionalidad. Y la intencionalidad de una persona no tiene nada que ver con haber ganado o no el premio Herralde.
A riesgo de pasar por machista asqueroso, digo ahora lo que -obvio- no le dije a ella: noto con frecuencia que las mujeres puestas en rol de autoridad se ponen nerviosas ante gestos de humor de un subordinado. Sienten que les empantanan el escritorio, que socavan su jerarquía. Y, en mi caso, el chiste atacó a dos mujeres: a la profesora y a la teórica india. No me metí con una, sino con dos: grave error el mío.
Pienso en el cuerpo docente de la cátedra: todas mujeres. Pienso en la bibliografía de la cátedra: mayoría del textos escritos por mujeres. Ahora sí.
Y hay una lógica en eso, porque la jerarquía de las mujeres no es, justamente, algo milenario en la historia de la humanidad. No hace mucho tiempo que ellas también pueden bajar línea. Es probable que todavía no se sientan tan arraigadas a ese suelo como para permitirse ciertas cosas.
A la memoria de Ricky Fort, entonces,  debo esta idea. La voy a tener bien presente a la hora de futuros chascarrillos cibernéticos.
Y es que, como el calor y los cortes de luz, la violencia de género está a la vuelta de la esquina.



domingo, 15 de diciembre de 2013

TE LO DIGO, TE LO CANTO...




Mis amigos me lo habían anticipado: un recital de Manu Chao es una fiesta. Anoche lo comprobé. En la cancha de Ferro, durante dos horas y media, pude verificar que mis amigos no exageraban. Si bien no soy un fanático de su música (los temas son demasiado parecidos entre sí), la energía que genera tocando en vivo, con su banda sobre el escenario, muy pocas veces la viví en otros shows.
Las canciones empiezan  pegaditas, pegadizas, y -todas- terminan en un estallido sonoro de los instrumentos. La gente acompañada todo lo que puede bailando y cantando, hasta que se rinde al comprobar la energía inigualable de Manu.
Los únicos momentos de descanso fueron aquellos en los que el músico se corría del escenario para dar la palabra a organizaciones sociales, algo habitual en sus espectáculos.
De allí el hit de la noche: "te lo digo, te lo canto: FUERA MONSANTO". No se trata de una actitud que pretende  emular un hipismo barato, sino de que la música sea un acompañamiento a las batallas que se pretenden librar. Al indio Solari  -en caso de tener- los pelos se le pondrían de punta. Para él claramente su música y su posición política van por carriles separados. Cuestiones de estilo.
En el caso de Manu Chao, en este  punto hay una coherencia histórica en su forma de relacionar vida/política/música.
El día que lo vea sentado en el living de Susana, pensaré diferente; pero por ahora no va al programa de la rubia, sino que va al Borda, va a la Colifata.
 No fue la vitalidad, el estado permanente de celebración, lo único que me llamó la atención. Hay algo, que tal vez parezca un dato menor, pero que da la pauta  -antes que nada- de lo que este tipo propone cuando ofrece un recital.
Fui a muchos  recitales en estadios, tanto de grupos locales (Los Redondos, La Renga, Bersuit) como internacionales (Pearl Jam, U2, R.E.M); si algo tienen en común estos recitales son los cacheos previos al ingreso. Varias veces, antes de entrar, a uno lo palpan. Anoche no. No sólo eso, sino que no se nos hacía ingresar como ganado. La entrada fue sin apuro, ordenada y tranquila. El tipo que me cortó  la entrada me sonrío con una cortesía que no esperaba.
No tengo dudas de que todo esto forma parte de una línea que baja directa del propio artista. Algo totalmente coherente con lo que plantea desde el escenario. Porque en una fiesta uno no anda revisando a los invitados. Confía en que son personas que vienen a pasarla bien y no a otra cosa.
Me pareció un gesto excelente. Es verdad, puede ser tachado de ingenuo e irresponsable, tratándose de un fiesta que involucra a miles de personas. Pero aún así no puedo dejar de señalarlo.
Que a uno lo revisen es algo violento. La costumbre de cómo se organizan ciertas cosas -y las cosas que igualmente pueden pasar a pesar de esa organización- hace que uno lo tome como algo menor, pero ayer -viendo el contraste- advertí la magnitud de la diferencia.
Ayer, apenas entré, me sentí absolutamente cómodo, liberado en medio de la multitud.  Nunca me había sentido así estando entre tanta gente desconocida, y no tenía que ver con el hecho de haber ido con amigos (siempre fui con amigos a los recitales), sino con el gesto de confianza que acabo de describir.
Salimos agotados. Pensaba en cómo debía estar Manu, si estaba recibiendo una transfusión detrás del escenario. "Olvídate, este tipo nos lleva veinte años pero tiene mucha más energía que todos nosotros juntos" me dice mi amigo, mientras emprendemos la vuelta a casa.



sábado, 14 de diciembre de 2013

REYES Y REINAS...




Cuando me preguntaron en la fiesta, mi respuesta -automática- fue la de siempre: "a mar del plata".
Me acosté tarde, un poco tomado y muy cansado, pero con la certeza de que había algo que debía revisar por la mañana.
Independientemente del tema, necesito escribir para pensar. Escribir es la única forma de romper el círculo vicioso, de encontrar una grieta (ahora que es tan fácil encontrarla) y permitir la filtración de una luz extraña.
Encuentro una analogía con el ajedrez en ese punto, con la diferencia que en el ajedrez se piensa sobre lo pensado por el otro, pero con la similitud de que, si no se ponen en movimiento las piezas, el cálculo previo resulta limitado.
Poner en movimiento mis piezas es esto. Necesito escribir para enterarme qué pienso. En mi cabeza primero aparecen los titulares  (y sabemos por Clarín lo imposible que resulta pensar a partir de los titulares). Con los títulos frescos, después tengo que sentarme a ver si puedo justificar ese enunciado o no. Los títulos generalmente implican algún tipo de imperativo categórico. Sin llegar a ser necesariamente epifanías, son especies de sentencias que se me presentan con cierto vigor. Luego se trata de ver si soportan una revisión, o si tengo que hacer el intento por formular el procedimiento al revés; partir no de un título sino de una imagen liviana pero llamativa, y -una vez posicionado en ese lugar- elaborar la nota, después leerla, y después titular. El titular de anoche, entonces, fue "A Mar del Plata no vas" Un poco más gaudiana, en realidad: "a mar del plata no vas, pelotudo".
Con ese titular me fui a dormir. Ahora amplío: ir a mar del plata es no escribir. No escribir es no pensar; es decir, pensar en círculo, no permitir que entre luz.
Me quedo acá. Empezar el año como siempre es un riesgo grande de continuarlo como siempre. A empezar el año por primera vez acá, entonces. Y bancarme el calor de la ciudad y el calor del consultorio. A jugar al ajedrez con las piezas sobre el tablero; no a esconderlas en la arena.



jueves, 12 de diciembre de 2013

LA SALSA DEL TÌO TONY...





Última entrega del año de los diarios del agente judicial. Mañana es la comida que organiza todos los años el Tony Soprano de los abogados laboralistas de zona sur. La semana pasada la secretaria, delante de todo el tribunal, dio a conocer la fecha del evento. Después me miró y me preguntó: ¿"vos vas?" Le digo que no. Uno de los jueces (nuestro Fayt) me pregunta "¿no vas por principios?". Me sorprendió que alguien se animara a preguntarme eso. Le respondo: "claro, no voy justamente por eso." Termino de hablar y noto que el ambiente se carga, por unos segundos, de un silencio denso, espeso. La prosecretaria, entonces, corta la situación con un ¿chiste?: "yo voy, si a mi me ofrecen un buen plato de comida los principios me importan muy poco" dijo, replicando de una manera asombrosa la forma en que se manifiesta cotidianamente la secretaria; es decir, decir la verdad, pero recubierta de un tono zumbón, jocoso.
Hace unos días, Tony en persona pasó -despacho por despacho- para invitar al personal a su almuerzo de este viernes. Al entrar en mi oficina, muy respetuoso él, me dijo: "cómo está (Tony estafa a sus propios clientes, soborna a los peritos y acosa un poquito a sus empleadas pero -eso sí- no tutea a la gente, por que sabe que la caballerosidad es como el DNI:  algo que todo hombre debe portar cuando sale de su domicilio), simplemente quería recordarle que el viernes es el almuerzo. Sólo nos falta conseguir el animador y está todo organizado." Me hace reír. Le digo que la animación no es mi fuerte, por lo que no lo voy a poder ayudarlo con el show. Él también se ríe y me dice que no pensaba darle trabajo a los empleados de los tribunales. Que ya bastante con el trabajo que les da durante el año. Un grande Tony.
Porque hay que tener la pija bien grande para pagarle un almuerzo a unas 80 personas en un restauran finoli, con postre también finoli (nada de ronda de queso y dulce) y animador inclusive.
Y a todos nos gusta saber que hay tipos con la pija bien bien gorda.Por que nos hace prestar atención a nuestra anatomía cuando vamos al baño y ahí decimos: "uh, a mi me falta. ¡¿Qué tengo que hacer para que este pedacito de carne crezca y sea tan grande como para que todo el mundo quiera colgarse de acá!?.
No hay algo más concreto, más contundente que eso. Contra ese vigor, contra semejante contundencia derramada, no hay palabras. No hay defensa posible.
La prosecretaria, con su "chiste", no abrió la causa a prueba, sino que declaró la cuestión de puro derecho y -acto seguido- sacó sentencia: va a ir. Lo mismo que la mayoría de la "familia judicial". Van a ir. Porque a las cosas concretas que dan placer, a las cosas gratis que dan placer -una pija gorda, un plato de comida rica, un animador entrenado en hacer reír- no se le puede oponer ningún placer que lo desplace, que lo inhiba.
No puedo compartir mi placer con ellos. Y es una lástima, por mi placer -les juro- es tan grande como el pene erecto de Tony. Una lástima que consideren mi postura como alienigena.
Los entiendo. Después de todo, como diría papá, todos somos humanos. Todos tenemos defectos y virtudes. Tony también debe tener su virtudes; no seamos injustos. Y qué mejor cualidad puede tener una persona que no juzgar al prójimo. La falacia de ese razonamiento increíblemente banal es que cae inmediatamente apenas uno se mira al espejo: uno es justamente un prójimo. Ahí está la base para juzgar y ser juzgados. Ahí la base para que haya un ordenamiento legal.Culpas. Penas. Normas. Todo el material con el que mis compañeros de trabajo se sientan todas las mañanas en sus escritorios.Allí la falacia.
Y aquí el cinismo: nadie habla bien de Tony. 
Y qué mejor que pensar en estas cosas -aunque sabemos que no van a pensar en estas cosas- mientras sumergimos nuestra cabeza en la salsa especial que el chef del anfitrión prepara con sus manos maestras.
Qué mejor que pensar que todo se trata de vivir y dejar vivir, hasta que nos joden a nosotros -hasta que Tony, de un buen pijazo, te cierra las puertas del restaurant y -entonces sí- código civil en mano, preguntamos cómo puede ser. Cómo puede ser que le pasen a estas cosas a las personas que sólo quieren gozar de los placeres que buenamente puedan procurarse.









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martes, 10 de diciembre de 2013

SEGUNDA MADRE...




Ahora me arrepiento. Me arrepiento de mi arrepentimiento. Porque había pensado en ir a la plaza hoy. Nunca estuve en un acto político; pero la de hoy era una convocatoria diferente: los 30 años de democracia son mi vida entera y la de mis amigos. Somos hijos de la democracia y debemos estar agradecidos por eso.
Pero todos sabemos lo que está pasando.  Y lo que está pasando tiene que ver -justamente- con los nubarrones enormes que podemos ver después de tres décadas de cielo para todos.
Que se trate de un hecho extorsivo montado por la policía y sus punteros políticos aliados que provocan el agite (¿acaso hay institución que nos genere más temor?), con efecto dominó de provincia en provincia, no le quita densidad dramática a los hechos; todo lo contrario: muestra a las claras que -después de una década de innegables mejoras sociales- aún queda mucha, muchísima  gente que, si les suspenden el estado de derecho y les dan un empujoncito en la espalda, salen a llevarse puesto lo que venga.
Resulta increíble comparar esta situación con la de 2001. Si ahora, habiendo muchos menos pobres que en ese momento, en un abrir y cerrar de ojos nos encontramos con un tendal de muertos y heridos en todo el país; entonces, si pensamos en el 2001 (con la mitad de la población por debajo de la línea de la pobreza) seguramente no estaban equivocados los que marcaron ese año como el que puso en peligro la continuidad de nuestro país tal como lo conocíamos en el curso de su historia.
Será que tiendo a ahogarme en la mitad del vaso lleno y no a flotar y respirar el aire que me deja la mitad del vaso vacío. Será por eso que no fui a la plaza hoy. Y, ahora pienso, tal vez era el mejor argumento para ir. Porque la democracia, aún con los militares en vías e extinción, sigue siendo una película delgada que recubre nuestros cuerpos: sigue siendo un tipo frágil como lo soy yo.
Nos avisó Fogwill hace treinta años, cuando nos pidió que tengamos cuidado con festejar excesivamente el whisky final de Galtieri; lo entendimos ahora.
Y a las cosas que son frágiles no se las protege aislándolas del resto; así se las hace más frágiles. Se las protege -y así se las fortalece- pasándolas de mano en mano, como si fueran un mate, o un cigarro.
No sé qué vendrá, qué pasará con esa fragilidad; sólo sé que no me encontrará sólo.



domingo, 8 de diciembre de 2013

AMIGO INVISIBLE...




Tal vez no fue una buena idea ir al teatro el domingo pasado. O tal vez sí. Lo cierto es que ahí, en Devoto, cerca de la cárcel, un amigo me invita a ver una obra de Casona en la que él estaba a cargo de la filmación del espectáculo. Yo iba, entonces, en calidad de "asistente de dirección". Debo decir que en la boletería rápidamente miraron con desconfianza al asistente de dirección que, a los cinco minutos de haber ingresado, ya estaba instalado en el bar.
Mi amigo se encargó de todo, desde ya, por lo que pasé a la sala (un galpón sofocante) pocos minutos antes de que se habilitara el ingreso al público. Pude ver "la entrada en calor" de los actores. Todos se juntaron sobre el escenario y -en círculo- comenzaron a saltar, cantar y bailar al compás de una música festiva que sonaba a todo volumen. Disfruté enormemente de ser la única persona en ver esa previa. Me causó mucha gracia y pensé que era algo absolutamente necesario: del mismo modo que los deportistas entran en calor o los músicos afinan sus instrumentos, los actores también deben afinar su instrumento. Y su instrumento son ellos mismos. Y no sólo funciona a nivel corporal, sino como descarga de las tensiones que seguramente deben acumular el día de la función.
Entre cantos y saltos, entonces, el alivio para los actores llega, como llega la hora en que las luces se apagan y la función comienza. Sin embargo, el  calor y las sillas de plástico hacen que la tensión se traslade al público presente.  Lidiando con estos factores, al promediar la obra, la mente se me puso en blanco por unos minutos y, cuando quise volver a enfocar,  lo vi aparecer (¿había forma de que no pasara?) a Urdapilleta en el escenario. Lo vi salir de la nada, vestido de la misma forma en que encarnó al rey Lear en el San Martín, empuñando la espada, apuntando hacia mí. Los ojos se me hicieron dos fuentes de agua, como se me hicieron al día siguiente (estando en la oficina) cuando escuchando la rock & pop, me entero que Tortonese estaba de vacaciones en Estados Unidos y que -desesperado- tuvo que conseguir un vuelo de urgencia para venir a despedir a su amigo. Tuve que ir de urgencia al baño para que no me descubrieran en ese estado. Me miré en el espejo y me encontré ridículo, femenino.
Una vez repuesto, de vuelta en mi escritorio, escucho a la secretaria comentar en el pasillo (con su habitual tonito estúpido) que "se viene el amigo invisible".
"Amigo invisible las pelotas" pensé. Y, con la misma urgencia con la que minutos antes tuve que ir al baño, fui hasta los despachos de mis compañeros para agrupar gente y voltearle a nuestra jefa su último gesto cínico de fin de año.
No lo esperaba: la adhesión  a mi propuesta de rechazo al jueguito perverso de la jefa fue unánime entre los oficiales.
Sólo resta que llame "al sorteo" para comunicarle nuestra decisión. Que no será gratuita, desde ya. Pero que, tal vez, sea la mejor forma de empezar a evidenciar el conflicto, porque -justamente- nos permite plantear una oposición sin tener que dar mayores explicaciones de nuestra conducta. No tenemos ganas de hacerlo y punto (allí reside justamente su goce perverso en querer hacerlo).
Si no podemos sostener esa simple oposición, estamos perdidos.
Pero quiero creer que sí podemos. Que lo vamos a hacer (y me alegra decirlo en plural y no en singular). Y que la vamos a joder.
Si relaciono estos temas -la experiencia teatral, la experiencia laboral y la experiencia sensible (Urdapilleta) - es porque están ligadas por el mismo término: amigo invisible.

LA HISTERIA DE LA HISTORIA...




"Momento de peligro"

Por Daniel Link para Perfil

Leo, en alguna parte, que la historia es histérica, lo que significa que para poder entenderla, hay que poder verla, y para verla, hay que estar fuera de ella, en relación de exterioridad (la histeria es lo que nos deja fuera del asunto).

 
He aquí una historia: Determinada fracción política accede al gobierno con un programa que pone el acento en la redistribución de la riqueza. Ese programa encuentra obstáculos en los sectores más conservadores de la sociedad, que fragua denuncias en su contra. El gobierno lucha para llevar adelante su programa con todos las armas a su alcance (los medios de comunicación, la Justicia, las cámaras parlamentarias, el Banco Central, el Instituto de Estadísticas y Censos, sus aliados locales e internacionales). Gana algunas batallas y pierde otras.

 
He aquí otra historia: Determinada facción política accede al gobierno con un plan de revancha política y enriquecimiento personal. Ese plan encuentra obstáculos en los sectores más intransigentes de la sociedad, que lo denuncia. El gobierno lucha para llevar adelante su plan con todas las armas a su alcance (los medios de comunicación …, sus cómplices locales e internacionales). Gana algunas batallas y pierde otras.

Entre esas dos historias hay una relación diagramática que asegura su identidad: es la misma historia, porque es el mismo dibujo, la misma secuencia de acontecimientos. Resulta, entonces, que el sentido de un texto (de la Historia) no reside en tal o cual de sus “interpretaciones”, sino en el conjunto diagramático de sus lecturas.

La diferencia entre una historia y otra reside en un acto posicional o de creencia. En la primera historia, la corrupción es un dato residual, necesario para sostener la cohesión del frente de combate. En la segunda historia, el programa de redistribución de la riqueza es un dato residual, necesario para sostener la libertad de acción política (mediante sucesivos triunfos electorales) que garantice la impunidad de la facción gobernante.

¿Qué habrá que creer? ¿Y cómo se fabricará la Historia de los últimos quince años? Naturalmente, habrá una sucesiva acumulación de evidencias documentales (estadísticas, cuadros comparativos, documentos reservados, declaraciones juradas, sentencias judiciales, etc...) que respaldarán una u otra versión.

De modo que la verosimilitud de tal o cual historia (no digo “su verdad”, sino su capacidad persuasiva) dependerá antes de los archivos, de los archivistas y de los analistas de archivo (lo que, tal vez, coincida con el rol más o menos clásico de los historiadores).

 
Mientras tanto, vivimos, con la pasión del caso, una historia que a veces se muestra con un semblante, y a veces con otro.

Por ejemplo, la presencia de un inexplicablemente afortunado en la primera línea de sucesión soberana, inclinaría la balanza de la verosimilitud hacia una historia protagonizada por la Maldad. En cambio, el progresivo ocultamiento de su persona a medida que el carácter inverosímil de su fortuna queda expuesto, incluso para la Justicia, que elige, en vez de disimular la exposición, proteger a los testigos que comienzan a acumularse en su contra, permitiría poner al Bien en el rol protagónico del caso.

La modificación de leyes para beneficio (actual o futuro) de quienes detentan el poder es, naturalmente, un argumento en favor de los suspicaces y los memoriosos (Leyes de “punto final”, etc...).

Una medida (racional o desesperada) que se tome para garantizar la estabilidad económica (o un monto determinado de reservas fiscales) es más bien neutra, lo que implica que será interpretada en relación con un sistema de creencias previo.

La elección de un “delfín” sucesorio puede entenderse como el gesto cínico de quien pretende garantizar su impunidad durante algunos años más, o como la apuesta a una transformación a largo plazo de las estructuras injustas de la sociedad. La persistencia de la miseria puede bien considerarse una distorsión de unas buenas intennciones o la demostración de que eran una impostura.

La realidad es suficientemente compleja como para exigir de nosotros una atención extenuante, para exigirnos, a cada momento. decisiones que no siempre estamos en condiciones de tomar, por falta de evidencias o de las convicciones necesarias.

domingo, 1 de diciembre de 2013

ADIÓS QUERIDA LUNA...




Escribo esto al calor del dolor. Murió Alejandro Urdapilleta.
Cuando a Julio Chávez le preguntaron quién era el mejor actor argentino, no lo dudó: "Alejandro Urdapilleta" dijo.
Lo descubrí a Urdapilleta hace diez años, viendo tumberos. Ahí dije ¿"quién es este tipo"? ¿de dónde salió? ¿Es real lo que acabo de ver?
La escena en la que sacude la cabeza, levanta la mirada y le dice a los compañeros del pabellón:  "así no!...¿porque no podemos tener pensamientos mejores, que suban, que se eleven, que se abra, que se abra algo?" me hizo incorporar de la cama y acercarme hasta quedar muy cerca del televisor. Como si esa arenga estuviera dirigida también hacia mí. Nunca en la vida había reaccionado así ante algo que pasaba del otro lado de la pantalla.
Después lo seguí en sus escasas -pero abrumadoras- apariciones en series de tv, cine y teatro.
Hace dos semanas, justamente, se estrenó una película ("Un paraíso para los malditos") que contaba con su presencia.
"No me importa una mierda que se me considere el gran actor argentino. No me importa que se diga que soy el sucesor de Alfredo Alcón ni me interesa actuar con Norma Alejandro en los teatros oficiales para gente que sólo busca un divertimento de sábado por la noche." dijo en una de las poquísimas entrevistas que concedió en los últimos años.
Norma Aleandro no muy contenta con su comentario; yo, en cambio, acabada de poner en mi vitrina al tercer (y último) integrante de mi trío tutelar.
Porque hay mucha gente que no somete el goce al cálculo (lo que nos resulta fascinante a los que nos ponemos nerviosos si nos atrasamos un día en pagar la cuota del seguro), pero muchos son sólo estúpidos que pretenden reducir la realidad a un capricho personal y sólo unos pocos tienen semejante potencia en su talento como para romper las estructuras, tomarnos por asalto y reducirnos por completo.
Muerto Fogwill, sólo me queda el Indio. Y, desde el fondo de la noche, en la complicidad que da la radio, la venganza de Dolina.
Adiós querida luna, entonces. Tal vez  fuiste devorado por tu propia intensidad.
La tuya, no tengo dudas, es una pérdida irreparable.