Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
miércoles, 7 de marzo de 2012
ESE HOMBRE...
ENTREVISTA A JAVIER BARDEM
ENCONTRAR AL PERSONAJE
¿Cuáles fueron sus primeras sensaciones al enfrentarse a un personaje tan extremo como el de Uxbal: miedo, temor, ansia?
¡De todo! El primer acercamiento a un personaje siempre está marcado por los anhelos y ansias propias. En este caso, deseaba que el personaje me atrapase por lo mucho que admiro a Alejandro (González Iñárritu). Además, en la primera lectura del guión es inevitable que intentes encontrar algo de ti en el personaje, algo que a veces no te deja ver el corazón de la historia. Consciente de ello, en cuanto terminé la última página, volví a empezar y entonces descubrí que la película hablaba sobre algo conmovedor: la compasión como el último signo de salud y dignidad en un mundo marcado por la corrupción y la explotación, el mundo en el que vive Uxbal. La película muestra una sociedad enferma en la que el único rastro de luz está en los hijos de Uxbal.
¿Y cómo planteó su acercamiento físico y psicológico al personaje de Uxbal?
La clave está en el momento en que terminas esa segunda lectura. Llegado ese punto se produce en ti un cambio, algo casi hormonal que te lleva hacia algún lugar todavía incierto: puede ser un olor, una sensación física, un sentimiento... Y eso es importante retenerlo porque va a ser la fuente de la que vas a extraer la esencia del personaje. Pero ahí se produce un equilibrio delicado: ¿cómo fijar el límite entre tu identidad y la del personaje? Evidentemente, yo no he matado a gente con una pistola de aire comprimido, no he vivido parapléjico más de 30 años y tampoco he sido un poeta cubano perseguido por una dictadura (se refiere a No es país para viejos, Mar adentro y Antes que anochezca, tres de sus títulos más conocidos), pero a través de situaciones lejanamente parecidas y adecuadamente magnificadas puedes llegar a empatizar con esos personajes. Con Biutiful, el reto consistió en alejarme un poco de mí mismo para poder construir algo nuevo y real. Fue todo un aprendizaje. El rodaje se extendió durante cinco meses, trabajábamos casi seis días a la semana, 12 horas al día... Vivir permanentemente en el estado de fractura emocional que atraviesa Uxbal hubiese sido imposible de soportar.
BARDEM IÑÁRRITU BARCELONA
¿Le afectó de alguna manera dar vida al personaje creado por Alejandro González Iñárritu enBiutiful?
Debo reconocer que tuve que abstraerme un poco de la realidad durante el rodaje. Tenía que estar permanentemente concentrado. Aparezco en casi todos los planos de la película excepto en un par de escenas. Y además, Alejandro trabaja con muchísima intensidad. A veces rueda 30 ó 40 tomas de una misma escena y todas tienen que estar cargadas de fuerza dramática. Al trabajar de esta manera, no es raro que el personaje termine contaminándote. Por ejemplo, mientras hacíamos la película, sentí una cierta urgencia por finalizar cosas inacabadas en mi vida: cerrar alguna cuestión material, escribir algo que tenía pendiente y otros temas más personales. Pero entonces me di cuenta de que ese ansia no era real, no era mía, sino que pertenecía a Uxbal, un hombre amenazado por la sombra de su muerte. Para darse cuenta de estas cosas, no hay nada mejor que los tuyos, tu familia, que te conocen de verdad y saben decirte: No, esto no es tuyo, ¡relájate! (risas).
¿Le sorprendió conocer la realidad oculta de Barcelona que se muestra en la película?
Fue impactante, sí. Conocía lo que había visto en las noticias sobre los talleres de trabajo ilegal, pero verlo in situ fue realmente espeluznante. Lo terrible es que la mayoría de ciudades de Occidente tienen ese claroscuro de ciudad avanzada, rica, que se sustenta en el sacrificio de muchas personas que trabajan ahí de forma ilegal y en condiciones deplorables. Por otra parte, también he hecho Vicky Cristina Barcelona (W. Allen, 2008) y conozco la otra Barcelona, que existe y es visitada por cientos de miles de personas todos los veranos. Me gusta haber participado en ambas visiones de la ciudad, así se equilibra la balanza.
COMPROMISO Y OXÍGENO
Con Biutiful regresa a un cine comprometido con una realidad social, como hizo en Los lunes al Sol (Fernando León de Aranoa, 2002) o Mar adentro (Alejandro Amenábar, 2004). ¿Vive de un modo diferente estos proyectos?
Sin duda. Los vivo de una manera más personal. Ya llevo 22 años en esto y he hecho de todo, cosas muy malas, algunas buenas, pero siempre he creído en lo que estaba haciendo. Y lo que más me ha motivado ha sido creer que los proyectos en los que participaba podían ser importantes. Si solo piensas en un público mayoritario, ya sabes qué películas vas a terminar haciendo. De hecho, hay actores que se dedican a ello y lo hacen estupendamente. En mi caso, sé que bajo esos términos no puedo comprometerme tanto como si participo en algo que me incumbe personalmente. De ahí es lógico saltar a cuestiones políticas e ideológicas. Aunque al final lo que cuenta es lo humano. Para mí, Biutiful habla de lo importante que es la compasión y la comprensión, la necesidad de ponernos en la piel del otro, del desfavorecido, y ser conscientes de nuestros actos.
¿Cree que este cine es más necesario en un momento de crisis como el actual?
Bueno, sé que la capacidad de las películas para producir cambios es muy limitada. Además, ante una realidad difícil, es comprensible que mucha gente quiera ir al cine a pasarlo bien y evadirse. Yo mismo soy un producto de ello. Cuando terminé de rodar Biutiful sentí que necesitaba luz, oxígeno, y me fui a Bali a hacer una comedia con Julia Roberts. Necesitaba desconectar, ponerme camisas de nylon, ir a la playa. Siento que, en mi carrera, películas como Come reza ama terminan dando sentido a otras como Biutiful.
ATRAPADO ENTRE CANNES Y HOLLYWOOD
No deja de resultar chocante el contraste entre el momento de crisis actual y el oropel que rodea a Hollywood o a un festival como Cannes. ¿Cómo vive esta paradoja?
De partida, reconozco que soy un privilegiado al poder vivir bien de mi trabajo, lo que me permite garantizar un nivel de comodidad y seguridad para mí y mi gente. Luego están los lujos, que es algo que a todos nos viene bien en algún momento. Me refiero a darse un capricho, que tanto puede valer dos pesetas como dos millones, puede ser ir a cenar fuera o irse a la India una semana. Para mí, lo importante es no perder nunca de vista el lado fortuito de este trabajo. Bigas Luna decía que el éxito se compone de un cuarto de talento, un cuarto de compromiso, un cuarto de salud y un cuarto de suerte. Y así es, la suerte es fundamental. Conozco a un montón de actores extraordinarios que están en el paro. Voy a una escuela de teatro, trabajo con Juan Carlos Corazza, sé lo que es un laboratorio de actores. En fin, que conozco bien el lado no glamouroso de la profesión. Luego, venir a Cannes es una inmersión en un mundo totalmente irreal, donde todo el mundo pretende y donde lo más difícil es rescatar lo único importante, que es el cine. Pero bueno, te pones el esmoquin e intentas salir lo menos tambaleado posible de esto.
¿Y los rodajes de Hollywood también son así?
Al principio tienen un punto extraño. Recuerdo que el rodaje de Collateral (Michael Mann, 2004), en el que solo estuve tres horas, me pareció caótico. Veía a mucha gente con magnetófonos diciendo muchas cosas y no me enteraba de nada (risas). Se me ocurrió pedir un vaso de agua y la que se lió. Primero nadie me lo traía porque todos iban delegando la orden en un subordinado. Entonces, al ver que no había manera, me levanté para servirme el agua y se armó un jaleo: ¡El actor se está sirviendo el vaso de agua! Parecían alarmados. Una locura. Sin embargo, en Come reza ama, en la que estuve trabajando un mes, descubrí el nivel de entrega de todo ese montón de gente que se deja la piel para que estas megaproducciones salgan adelante. Pude sentir la energía de todo el grupo y fue estimulante.
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