sábado, 30 de noviembre de 2013

HUMOR VENGADOR...



“La gente no tiene proyectos. La gente es hoy”. Malena Pichot, esa cheta que siempre habló desde las coordenadas de cheta, dice que nunca supo lo que iba a hacer de su vida cuando a los 18 se anotó en Letras. Cuenta la leyenda que Campanella vio sus videos de mina dejada, en bata, flores de Bach, y la llamó para El hombre de tu vida. Ahí  ella cuela unos cuantos hilos de acidez en la piel de una maestra ploma. Aquel novio que involuntariamente la transformó en la Loca de Mierda, cuando ella le moqueaba por teléfono, ya fue.  Además de participar en la segunda temporada del ciclo del cineasta, como guionista y figura que sigue rompiéndole el corazón a Francella, se la pudo ver en el debut de El donante, también en la noche de Telefé. Y acompaña a Gillespie dos veces por semana en la Rock & Pop. El horario de la primera mañana le parece casi una maldad, pero lo aguanta estoica porque trabajar con el trompetista es un placer, dice: imposible pasarla mal. Y se afianza –¿algo más?– en el Velma Café con Campa-Pichot, en donde baja línea. Eso es, cuenta orgullosa, lo que mejor le sale con el humor. Allí les pega a las mujeres pero también a los hombres. En rigor, posa su mirada cítrica –¿cínica?– sobre las relaciones, que pocas veces gozan de buena salud.
 
–¿Cómo estás viviendo este presente?
 
–Es un poco raro cómo se dieron las cosas. Parece una frase estúpida pero la verdad es que lo vivo día a día. Me da un poco de impresión ver cómo te puede cambiar la vida, hacer finalmente lo que querés.
 
–¿Qué sentís ante la repercusión de “Cualca”, el segmento de Duro de Domar?
–Me da mucha satisfacción. Creo que funciona a nivel contenido, pero además es de mucha calidad estética. No es “ponete una peluca y hacé chistes”. Para hacer cada capítulo, estamos ocho horas. El equipo, que son actores del under, funciona muy bien, y en el intercambio nos enriquecemos. La verdad es que nadie se enfureció hasta ahora. Son todos elogios.
 
–¿Cuál es tu límite, Malena?
 
–Es el que tengo con mis amigos, hablando barbaridades y tomando birra. La muerte cercana es mi único límite. Si alguien murió ayer, hoy no voy a hacer humor con eso, pero mañana sí.
 
–¿Y cómo manejás las restricciones que todo medio impone? Porque dedicarte al humor no es estar entre amigos…
 
–En realidad, el límite siempre es externo. Pero, ¿qué pasa? Si no transás, no podés hacer nada. No te podés dejar llevar por pelotudeces. Como todo es machismo, no podría laburar. En Duro de Domar, por ejemplo, me siento muy cómoda.
 
–¿Creés que a veces te pasás un poquito?
 
–No, al contrario. Me parece que cada vez menos.
 
–¿Tenés miedo de dejar de ser graciosa?
 
–Sí, es un miedo que está siempre, que un día no te salgan más las cosas. Ponele: cuando me di cuenta que con la Loca de Mierda no tenía más para decir, se terminó.
 
–¿El humor sirve, como muchos dicen, para desdramatizar?
 
–Sí, totalmente. Si en el día me peleé con alguien y a la noche pude hacer un chiste sobre eso, ya está. Una amiga vivió una situación de violencia obstétrica con su parto y en “Cualca” tomamos  eso para hacer humor. Cuando vio el skecht en donde se ridiculizaba al médico, sintió que la tragedia personal había aflojado. A mí el humor me sirve para vengarme de las injusticias.
 
–Mucha gente que se dedica al humor en teatro afirma que es impagable el cara a cara con el público, pero que a veces se le hace cuesta arriba el costado rutinario que conlleva.
 
–El que dice eso es un hijo de puta. Además, muchas veces lo que es gracioso en la vida real, en el teatro no lo es. Con la gente te conectás, te das cuenta qué cosas funcionan. Obviamente que cada vez que tengo que salir de mi casa para ir al teatro me da mucha paja, pero cuando estoy ahí, es un goce total. El teatro ni en pedo es un trabajo.
 
¿Cómo reaccionás ante el reconocimiento en la calle?
 
–Yo me doy cuenta quién sabe lo que hago y quién no. Y me da bronca que me pidan fotos o autógrafos minas que después me preguntan cómo me llamo. Lo mismo me pasa con una mamá que me pide una foto con su nene de seis años. A ver: no soy Flavia Palmiero. Y no tengo problema en decírselo en la cara.
 
–¿Y cómo te parás frente a la política?
 
–Me cuesta ponerme la camiseta. Esa cosa que tiene acá la política, partidaria, tan futbolera y pasional, me genera desconfianza. No hay un partido al que le pueda dar bola, y eso que vengo de donde hay mucho militante, de Puán (N.deR.: al 600 de esa calle, se encuentra la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA). Prefiero ver la política desde la conciencia de género, trabajando sobre la violencia…
 
–¿Y qué pensás de la agenda, en ese sentido?
 
–Te puedo decir, por ejemplo, que Macri me da asco y que ciertas decisiones del gobierno nacional están buenas: la asignación universal por hijo, el matrimonio igualitario, la ley de identidad de género. Pero soy pesimista respecto al tema del aborto.
 
–¿Por qué?
 
–Porque el hombre sigue teniendo mucho poder, tanto, que se puede transformar en mujer pero la mujer no puede decidir sobre su cuerpo. Y las feministas a veces no ayudan mucho. El feminismo está mal marketinado, como los partidos de izquierda. Se suele perder en muchas especificidades, en pajas intelectuales. A veces, algunas feministas, no le hablan al pueblo.
Sobre su nominación como Revelación en los Martín Fierro se explaya y nos dice: “El Martín Fierro es algo muy argento. No lo viví como algo trascendental, de gano o no gano, sino como algo divertido. Hay gente que se muere por ganarlo. Es raro, porque es el resultado de la decisión de un grupo de personas”, explica.
 
–¿Pero te esperabas la nominación como Revelación?
 
–Era previsible, porque el rubro generalmente toma las figuras que de alguna manera resaltaron. Me dijeron “Seguro que quedás nominada” y me fui haciendo la cabeza.
Finalmente, Paula Kohan se quedó con la estatuilla y Malena mostró una sonrisa políticamente correcta ante la siempre oportuna cámara cazaperdedores. Labios rojos y traje de Evangelina Bomparola. Quizás sea para otra ocasión el muñeco raro, “el Star Wars inconseguible” y el discurso bardero pero edulcorado. Eso sí: nada de un saludo a mi mamá que me apoyó siempre. Esa noche en que perdió Malena no paró de tuitear.

jueves, 28 de noviembre de 2013

LEYES EN PUGNA...





"Cuestión de códigos"
por Horacio Verbitsky para Página/12

La reforma, actualización y unificación de los Códigos Civil y Comercial de la Nación contradice en parte la política de expansión de derechos que reivindica el kirchnerismo y defrauda las expectativas de su base social más fiel. Desde el Poder Ejecutivo se dejó trascender que aún sería posible introducir modificaciones durante el debate del miércoles 27 en el recinto del Senado. Según el anuncio de Capitanich, el tratamiento en la Cámara de Diputados se diferiría para el año próximo, en procura de mayor consenso.

La función social de la propiedad fue reconocida por la Constitución de 1949. Forma parte de la Convención Americana de Derechos Humanos que tiene rango constitucional, de las constituciones de Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador y El Salvador y de las de Córdoba, Santa Fe, Chubut, Chaco, La Pampa, Catamarca, Río Negro y San Luis. Fue expurgada del dictamen de mayoría por las advertencias del senador Miguel Pichetto y del diputado Julián Domínguez, quienes evocaron el fantasma de Antonio Cafiero y lo que le sucedió en 1990. 

Tal comparación es disparatada. Aquel proyecto según el cual la actividad económica, la propiedad privada y el capital deben estar al servicio del hombre y cumplir una función social, fue acordado por Cafiero con Raúl Alfonsín y no debía dirimirse por una ley del Congreso, sino en un plebiscito, en el que se votó por Sí o por No un proyecto integral de reforma de la Constitución bonaerense. Siete de cada diez electores no dejaron pasar la oportunidad de castigar con el No al bipartidismo, luego de seis años de Alfonsín y uno de Carlos Menem que desilusionaron a grandes sectores de la sociedad. La derecha y la izquierda unidas jamás serán vencidas. Aún faltaba un año para que la convertibilidad, estabilizara el sistema político. Es necesario conocer bien esta historia para advertir que no se aplica al presente: el gobierno conserva la mayoría en el Congreso y hasta dentro de dos años no habrá nuevas elecciones. 
El dictamen regulariza los modos de vivir de los sectores de altos ingresos, en countries y barrios privados, pero excluye a las de los sectores más pobres y vulnerables, en villas y asentamientos urbanos, y también da la espalda a las maneras en que producen los campesinos, dificultando su acceso a las tierras rurales. La legislación regresiva sancionada por las dictaduras de 1955 y 1976 propició la especulación con la renta urbana, acabó con la oferta de lotes para vivienda popular e hizo que hasta zonas tradicionales de pobres fueran invadidas por los sectores de altos ingresos, mientras los indigentes fueron empujados a lugares cada vez más lejanos, más caros y de inferior calidad. No hay más grave problema social en la Argentina de hoy. 
Este cuadro intolerable afecta a millones de familias, cuyas condiciones desesperantes de existencia son la materia de la que están hechos la inseguridad y el comercio de drogas, los dos fenómenos que más apasionan a las distintas fuerzas políticas, la Iglesia Católica, los medios de comunicación y la Justicia. En una nota enviada a la Comisión Bicameral, los organismos, instituciones académicas, movimientos sociales y legisladores integrantes de la red Habitar Argentina, de la que forma parte el CELS, sostuvieron que no era suficiente con mencionar la función social de la propiedad, y propusieron incluir nuevos instrumentos de adquisición de tierras urbanas y rurales no ocupadas por sus propietarios. 
Para ello recomendaron flexibilizar los requisitos de prueba y disminuir los plazos para lograr la prescripción adquisitiva de la propiedad con fines de vivienda o trabajo productivo, de su extensión actual de diez y veinte años, a sólo tres, siempre que el adquirente no posea otra propiedad. También debería garantizarse el acceso de los habitantes de asentamientos informales a los servicios de agua, saneamiento y electricidad, sin perjuicio de la situación de titularidad del dominio del inmueble. Además reclamaron la regulación de formas de recuperar por el Estado inmuebles abandonados por sus dueños, necesarios para concretar políticas públicas de vivienda social. Esta propuesta fue desatendida y para colmo se suprimió la mera referencia a la función social de la propiedad. Esto era previsible en el Frente Renovador del diputado Sergio Massa, que tiene una relación especial con los desarrolladores inmobiliarios de barrios privados, en uno de los cuales vive, o en la UCR, cuya sensibilidad social se extinguió en 1930. Pero no es admisible que el kirchnerismo se resigne a dejar como legado un Código de perspectiva clasista, que legisle para los sectores de mayores ingresos y menores necesidades, de modo incongruente con el proceso de reparación social y ampliación de derechos que con razón reivindica. 
Si de algo sirve el recuerdo de Cafiero es para saber que un retroceso en esta materia no viene solo. Después de aquel plebiscito, también abandonó la batalla por la progresividad impositiva y terminó por entregar la gobernación a Eduardo Duhalde. El lobby de Pichetto y Domínguez debería explicar también por qué el gobierno nacional quedaría rezagado respecto de la ley bonaerense de acceso justo al hábitat, sancionada por presión del kirchnerismo sobre el gobernador Daniel Scioli, que la resistió todo lo que pudo.

La bendición

Tampoco es menuda la incongruencia del Episcopado católico y su Papa Francisco. El Grupo de Sacerdotes en Opción por los Pobres señaló su dificultad para entender que los obispos hayan reclamado la modificación del artículo 19, “que establece ahora que la persona humana comienza desde la concepción, y no hayan reclamado con el mismo énfasis la inclusión del principio de la función social de la propiedad, tema claramente abordado por la reflexión bíblica, patrística y el magisterio contemporáneo de los papas en la Iglesia católica y de incidencia cotidiana en la vida de los pobres”. 

El Grupo pidió a los legisladores que lo reintroduzcan al discutir el proyecto en el recinto, dando una herramienta al Estado “para garantizar el acceso de los pobres al derecho a la tierra, la vivienda y la dignidad”, de modo que “un instrumento tan importante como el Código Civil no legisle sólo para los que tienen asegurado el derecho a la propiedad sino prioritariamente para aquellos que –de no mediar una regulación del Estado– sufren la precariedad, la indefensión y la imposibilidad de vivir conforme a derecho”. Por lo visto, la declamada Iglesia pobre y para los pobres está más inquieta por la moral sexual que por la moral social. 
La comisión que trabajó este tema bajo la conducción de Aída Kemelmajer, redactó así el artículo 19: “Comienzo de la existencia. La existencia de la persona humana comienza con la concepción en el seno materno. En el caso de técnicas de reproducción humana asistida, comienza con la implantación del embrión en la mujer”. Antes de que el anteproyecto fuera entregado al Poder Ejecutivo, Kemelmajer, Ricardo Lorenzetti y Elena Highton recibieron en la Corte Suprema de Justicia al presidente de la Iglesia Católica, José María “Toté” Arancedo, y a sus asesores legales, Ursula Basset y Nicolas Laferriere, director de Bioética de la Universidad Católica. A su pedido se agregó: “sin perjuicio de lo que prevea la ley especial para la protección del embrión no implantado”. Aún así, seguía claro que el embrión no implantado no es una persona que deba ser regulada en el Código Civil. Cuando el proyecto pasó al Ministerio de Justicia, en consulta con diferentes diputados y senadores se suprimió “en el seno materno”, para quitar un término arcaico y poner el Código a tono con la ley de identidad de género. Pero con el apuro quedó en la segunda oración la palabra “mujer”, que por la misma razón también debería haberse suprimido. Esta semana, la Iglesia pretendió afirmar que el embrión es persona humana, aun no implantado, cosa que el oficialismo rechazó. La noche del miércoles, luego de una comunicación con Roma, Mesié Julien acordó suprimir toda referencia a las técnicas de reproducción humana asistida, de modo que el artículo sólo afirme que la persona existe desde la concepción. 
De aprobarse así, dice una persona del equipo inicial de Kemelmajer, se habrá abandonado una mirada laica del derecho de familia y la definición caso por caso volverá a remitirse a los tribunales, donde el sector más conservador prevalece en el derecho privado. Hace ahora un año, la Corte Interamericana de Derechos Humanos pronunció un fallo categórico en el caso “Artavia Murillo”. 
Costa Rica había prohibido la fertilización in vitro al considerar que implica la “manipulación de personas”. Ante el reclamo de nueve parejas heterosexuales, la Corte Interamericana estableció que recién acontece la concepción cuando el embrión se implanta en el cuerpo de la mujer y que antes no le corresponde la protección del artículo 4.1 de la Convención Americana de Derechos Humanos. En forma explícita dice que “no es procedente otorgar el estatus de persona al embrión”. Por eso el constitucionalista Gustavo Arballo desdeñó la afirmación de que al que se le cae por error una probeta incurre en aborto como “ingeniosa pero jurídicamente insostenible”. Hace dos meses, durante las últimas jornadas Nacionales de Derecho Civil la Comisión Nº 1 votó por mayoría que “el fallo Artavia Murillo no resulta aplicable a la Argentina”. 
Pero la jurisprudencia de la Corte Suprema argentina dice que los fallos de la Corte Interamericana sí son obligatorios y el artículo 21 del mismo Código Civil seguirá estableciendo, como desde hace siglo y medio, que si el feto “no nace con vida, se considera que la persona nunca existió”. Pero lo que debía ser una simplificación progresista vuelve a la maraña de interpretaciones contrapuestas que dilatan y complican y cuya decisión se remite a árbitros parciales y sesgados.

Débiles y poderosos

La otra gran polémica se refiere a la responsabilidad civil del Estado, por sus actos lícitos o ilícitos. Ninguna de las dos posiciones polarizadas (en el Código o por ley especial; a dirimir en el fuero Civil y Comercial o en el Contencioso Administrativo) se preocupó por incorporar al ámbito civilista los desarrollos del derecho internacional de los derechos humanos. 

Cuando los derechos humanos son violados por responsabilidad del Estado, el Sistema Interamericano exige reparación integral, restablecimiento del derecho violado, indemnización –que puede ser no sólo pecuniaria–, rehabilitación de los daños ocasionados y no repetición de las situaciones que generaron la afectación. Ninguno de estos estándares procura asegurar las ganancias de empresas o actores privados, o indemnizar el lucro cesante. Por el contrario, exigen que el Estado pueda reparar adecuadamente situaciones como el dictado excesivo de prisiones preventivas o el ejercicio abusivo de la fuerza pública, casos que en la actualidad no encuentran una reparación integral, sea por la duración del proceso, por los razonamientos judiciales o por las demoras en ejecutar las sentencias. 
En las modificaciones relacionadas con la protección de la vida privada tampoco se hizo mención a los asuntos de interés público como excepción a la posibilidad de reclamar indemnización. Así, el proyecto no protege la función periodística, en los términos dictados por la Corte Interamericana en el caso Kimel, e incorporado a la legislación interna por decisión de CFK, con la despenalización de calumnias e injurias en esos casos, ya que mantiene la potestad del juez de establecer indemnizaciones que, en última instancia, tienen un efecto disuasorio. 
Tal como ocurrió con el proyecto inicial de reforma del régimen sobre medidas cautelares, se corre el riesgo de que la justa intención de impedir abusos de los poderes fácticos contra el interés general, por falta de discernimiento sobre situaciones disímiles, termine por cerrar los pocos caminos que pueden recorrer los sectores más vulnerables para defender sus escasos derechos. En aquel caso el error fue corregido y esa es la única ley del paquete que hoy tiene plena vigencia.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

INDOLENCIA, INDULGENCIA, IGNORANCIA...




"Más allá de los cabos y promontorios del ansia, más allá de los premeditados menhires del deseo, más torpes y tímidos con aquellos que más exigen algo sutil y hermoso y lleno de descanso, nos movemos y zozobramos en mareas de ilusión, a tientas buscando más allá de las inmóviles puertas de la inmortalidad. Felices los fundadores de la ciudad enterrada, transparentes sus actos, sus ansias y leyes, unidos como nosotros hemos sido divididos. Enzarzados en guerras que cada vez tienen menos sentido, demasiado sencillos, demasiado complejos, demasiado profundos, demasiado curiosos, unimos nuestros huesos a los suyos en los sepulcros del mar ensuciando los fluctuantes suelos del amargo océano. Insubstanciales, sin objeto, sin gracia para marcar la historia con algo más que la huella de un error típico, como un labio leporino o un ojo azul, una y otra vez transmitidos. Por los resbalosos senderos del error perenne, nos movemos entre indolencia, indulgencia e ignorancia, la llegada sin motivo, y la partida sin motivo, atrapados por los grilletes del error que revive, causa condenada de hecho y aún desdeñada, débil compendio torpe como los besos que se confabulan para cruzarse con la muerte hasta que el tiempo nos siga, el tiempo que nos encuentra y aquí nos retiene a tiempo, en esta eterna pausa, a tientas buscando más allá de las inmóviles puertas de la inmortalidad. " 

sábado, 23 de noviembre de 2013

YO, EL SUPREMO...





Si Cristiano Ronaldo me caía mal, después del partido de la semana pasada por el repechaje, en el que Portugal le ganó a Suecia por 3 a 2 con tres goles de CR7, dejando afuera del mundial al equipo del gran Ibraimovich, ahora lo odio con todo mi corazón.
Hubo muchos jugadores que generaron mi antipatía en mis años de espectador de fútbol; nunca ninguno me generó el odio que me genera este tipo (campo que solemos dejar  reservado para  los jefes y los políticos en nuestros corazones).
Nunca vi un jugador festejar los goles como los festeja este tipo. Si no fuera por que se trata de jugadores profesionales (que cobran, y mucho, por lo que hacen), creo que sus propios compañeros le pegarían cuando festeja. Al separarse del grupo y señalarse a sí mismo, lo que le dice a todo el mundo (también a sus compañeros) es: "yo gano los partidos, giles". En parte es verdad, y ganar -a nivel profesional- implica condiciones de vida más que prósperas para todos. Será por eso que sus compañeros lo bancan, pero -eso sí- cuando hay ir al cuarto oscuro y votar por el jugador del año, ellos votan por un tal Messi.
"Entiendo que la gente me envidie: soy rico, soy guapo y soy un gran jugador" dijo el portugués en una conferencia de prensa.
En conferencia de prensa fue que le preguntaron a Messi cómo hacía para controlar su ego: "no tengo nada para controlar" fue la respuesta del argentino. Y no pareció demagógico.
Y ese contraste en los discursos se ve dentro de la cancha: si comparamos los festejos, no nos olvidemos que la pulga siempre señala al compañero que le dio el pase. Y si no hubo pase porque se trató de una genialidad individual suya, entonces señala al cielo (y hace bien por que de allí fue enviado) Es decir que mientras que para Messi  en la producción de un gol suyo -sea fabuloso o no- siempre interviene "más de uno", para Cristiano Ronaldo, en uno propio -sea fabuloso o no- siempre interviene sólo uno: él mismo.
Pero Dios es justo y castiga la tremenda soberbia de un crack como Cristiano Ronaldo (que le pega igual con las dos piernas, que cabecea excelente y que tiene una técnica única a la hora de ejecutar los tiros libres) enviándole del cielo a un ángel enfundado en una camiseta cielo-nube, para decirle que podrá ser el mejor sobre la tierra, pero no el mejor del universo.
En otra vida será, CR7.
En lo personal, espero concretamente el castigo de su pecado capital con una divina eliminación de Portugal del mundial (en la fase que sea) a cargo de nuestro ángel exterminador. Nuestro Mesías.
Me gustaría ver a CR7 en una definición por penales contra Argentina. Que él tenga la responsabilidad de patear el penal decisivo. Y que lo tire por arriba del travesaño!
Me pregunto si ahí también se golpeará el pecho para decir "acá estoy yo"



FORMAS DE VIDA...




ENTREVISTA A MAXIMILIANO CRESPI PARA PÁGINA 12.

–La conspiración de las formas está evidentemente atravesado por “ademán”, una palabra que aparece muchas veces en estos ensayos y que remite a Viñas. Sin embargo, hay una sutil tensión en esta filiación, porque la revista elegida como artefacto que disloca la lógica de lectura oficial es Letra y Línea, en vez de Contorno, ¿no?

–Ya lo dice Benjamin: nadie es lo suficientemente transparente ni lo suficientemente opaco para los demás. Es cierto: hay ahí dos rastros. Que se pueden seguir como a los de dos animales distintos. Uno es el de una problemática vinculada con una emergencia formal y específica: la de restos o esquirlas que, por negatividad, exhiben los límites de una lógica de lectura naturalizada por convención. El otro es el de un movimiento dado al interior de un espacio cultural, una zona de relaciones, tensiones y luchas políticas e ideológicas. En este último terreno, la figura de Viñas condensa un dispositivo de acción retórica que se materializa particularmente sobre una serie de metáforas del cuerpo y los sentidos. “Codazo”, “ademán”, “toqueteo”, “guiño”, “cuchicheo”, “acurrucamiento” son palabras marcadas, sobrecargadas de sentido. Tanto que traducen una afectación un tanto vergonzante cuando aparecen repetidas en trabajos que no están a la altura; más aún cuando se las emplea deliberadamente, en un intento por usufructuar su virulencia en busca de una consistencia ideológica. Hay que ser cuidadoso con eso. Escribí mucho sobre Viñas y la imantación con su lenguaje es algo que siempre traté de evitar. La persistencia de esos “ademanes” es una contingencia, no una referencia voluntaria. Por otra parte, leer Letra y Línea como artefacto es un intento por evitar la previsibilidad de la imagen sobreconstruida aun por los contornistas. Contorno es una máquina contestataria, ideológicamente provocativa, pero sólidamente ligada al orden de legibilidad de su época. Esgrime contra Letra y línea la descalificación a través de un solo adjetivo, justo pero insuficiente: “esnob”. Esa chicana impuso una retirada del pensamiento. La idea era ver si, además de esnobismo, no había también un desacuerdo vital entre ese artefacto extraño y la demanda que le era contemporánea, plantear si en esa negación lo que habla no es la lógica de lectura impuesta desde cierto arco del peronismo, que no vacilaba en tildar de degenerados a fauvistas, cubistas abstractos y surrealistas.

–El imaginario político-social del peronismo es inclusivo, pero el imaginario cultural es más complejo. “Si la única verdad es la realidad”, ¿se inscribe desde el comienzo una “alianza” implícita con el realismo y con “la opción política del escritor”, que obstaculiza o confronta directamente con la insolencia de la vanguardia literaria?


–Es cierto lo que decís. Puede que en la primera etapa del peronismo hasta ya estuviera funcionando, o comenzando a funcionar, en el plano político e ideológico, la lógica implacable del significante vacío. Pero en el plano cultural no parece, al menos en esta etapa, más complejo sino, al contrario, más rudimentario. Se lo ve aún muy complicado en la tarea de asimilación de la diferencia. No trabaja sobre el deseo sino sobre la necesidad. No sabe qué hacer ante la insolencia más que negarle entidad. Creo que esa incapacidad –esa impotencia– está íntimamente determinada por su dispositivo político y su pedagogía ideológica. Es casi una instancia transitivista, ligada a un lazo solidario primitivo, en que la táctica pedagógica se impone a través de una lógica de transposición imaginaria, donde el realismo draga el horizonte de lo real, cristalizando en realidad lo que es su propia verdad.

–¿Qué revistas serían herederas de Sitio, en tanto intentos de pensar a través de la literatura la “potencia de lo inútil”?


–Creo que Conjetural es una evidente continuación de Sitio, pero no una secuela. En ella lo literario entra lateralmente; el centro de la escena lo componen el psicoanálisis y la política. Si ese valor paradójico de la literatura ha sobrevivido es por la insistencia en una manera de leer que la crítica rosarina, de Nicolás Rosa a Alberto Giordano, no abandonó nunca. Lástima que, junto a ella, no se haya tenido la voluntad de sostener más función intelectual que la del intelectual “específico”.

–¿Por qué no hubo voluntad de sostener una función intelectual más “abarcadora”?


–En El revés y la trama traté de pensar el juego político que hay tras la ruptura con lo que se entendió por praxis intelectual. Quería enfocar, a través del trabajo de Viñas, una figura y una función que, desde la institución, ya se declaraba “naturalmente” difunta. La circunstancia última de esa defunción remitía a una cifra que condensa un fin de siglo que era impuesto como fin de la historia: 1989. Correlato del reemplazo de la política por la economía como significante amo, se retiraba al intelectual para imponer al especialista. La historia particular habilita, por cierto, matices: un degradé que va de la celebrada “pasividad activa” a diversos grados de complicidad pública o secreta con el establishment. El comienzo de De Sarmiento a Dios –libro de Viñas ninguneado y, así, ratificado por sus propios pares– señalaba justamente eso: especularidad sumisa, acomodos oportunistas, supeditación obediente.

–“Nunca la época es por completo homogénea respecto de la imagen que de sí misma se ha dado (...), la época sólo es capaz de decir su anomalía”, se plantea al comienzo de La conspiración de las formas. ¿Qué es lo que dice esta época de su anomalía y qué es lo que balbucea en sus textos?

  –Durante la última década, una creciente estatalización de la esfera pública y una lamentable fetichización de una serie de resarcimientos y reivindicaciones históricas, sociales y políticas, justas y necesarias, han contribuido a cristalizar un imaginario humanista, burgués y bienpensante cuyos límites y miserias empiezan a evidenciarse. Ese imaginario “progre” –las cruzadas reaccionarias que lo resisten son tan responsables de su vigencia como de su necesidad– ha consolidado a su vez una demanda y un mercado que acorralan a la crítica en un círculo de baba, bajo el chantaje de imputaciones de hedonismo o descompromiso, y la instan a aferrarse a un contenido político predecible y políticamente correcto, que coincide con la oferta en que se sostiene el imaginario hegemónico. Los prisioneros de la torre, de Elsa Drucaroff, es un ejemplo claro: un libro necesario, escrito con buena fe, pero también ilustrativo de la obediencia a esa demanda, no tanto por la particularidad de sus enunciados –con los que se puede o no estar de acuerdo–, sino por lo que tras ellos hay implícito: la imposición y naturalización –casi extorsiva– de una supeditación de la literatura al semblante de una moral. Se lo ve en el recorte del objeto, en los límites del corpus, en las maneras de atribuir valor; pero también en la pedagogía de lectura contenidista y en la retórica “protestativa” y pueril con que busca sublimar sus limitaciones teóricas y metodológicas. Hay que evitar eso: salvar la integridad y la auténtica función política de la crítica poniendo en entredicho los sentidos naturalizados, sus valores y formas de legitimación. Para eso es preciso saltar la oferta inocente u oportunista –nadie está exento de la canallada– de los “contenidos políticos”, resistir la lógica continente-contenido para pensar la relación entre literatura y política, enfocar las operaciones políticas que los textos producen, incluso a veces contra lo que aparentan sus contenidos explícitos: probar si ahí no se abre una problemática que ahora está por completo fuera de la escena de la reflexión político-literaria. No estaría mal empezar pensando la lúcida anomalía que configura la obra de Carlos Godoy respecto de la etnografía y el costumbrismo que determinan la literatura argentina actual.

–¿Por qué es una “lúcida anomalía” la de Godoy?

   –No es sencillo de explicar en dos palabras; es algo en lo que todavía estoy pensando. Godoy es el escritor más complejo y más interesante de mi generación. Trabaja con los residuos, con lo que queda pegado a la olla de los lenguajes. Con eso –el material es siempre una opción formal– apunta a una zona específica del imaginario político nacional, una zona de interferencia entre lo erótico y lo doméstico, donde lo político se liga a una fuerza que excede la razón del cálculo y el interés. Ahí el peronismo está detrás y delante del espejo, bastardo y activo, lejos de la fábula pero impreso en la ficción, encabalgado al deseo: es menos un dispositivo, una retórica o una moral que una función vital. La Escolástica peronista ilustrada pone al lector ante esta certeza: somos todos peronistas, porque el peronismo es esa pulsión que lo arrastra y lo fagocita todo. Pero también obliga a reconocer una verdad que el texto escribe entre líneas: “pienso donde no soy peronista; soy peronista donde no pienso”. Creo que la obra de Godoy, que felizmente crece a través de la infelicidad, balbucea una alternativa al callejón sin salida en que nos había dejado No habrá más penas ni olvido.

–¿Qué escritores piensan “en y a través de la escritura” hoy? ¿Quiénes defienden una ética de la escritura a partir de la moral de las formas?


–Hay autores cuya insistencia no ha menguado aún en las transformaciones de su proyecto literario. Luis Gusmán es, pienso, un ejemplo de lucidez e integridad poética y política. Actualmente, hay dos autores con proyectos absolutamente diversos que acaparan mi interés. Uno es Hernán Ronsino, quien poco a poco, por prepotencia de trabajo, está ganándose un lugar cardinal en nuestra literatura. Otro es el enigmático J. P. Zooey, cuya irrupción estamos aún tratando de procesar. Ronsino labra una escritura densa y reconcentrada, que parece desear una consistencia casi material; Zooey, en el absoluto despojamiento, compone y descompone textos en un collage de voces, registros y géneros, estimulando la dispersión. Son dos proyectos en contraste: uno se alimenta de la locura de los saberes bajos; el otro, de los delirios de la ciencia. Uno cava, silenciosa y obstinadamente, una lengua propia al interior de la lengua común, un Golem ganado al barro de esa patria que es la lengua; el otro ensambla un Frankenstein con restos de los lenguajes flotantes que pautan nuestro presente. Hacer literatura es eso: inventar formas de vida contra natura.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

PARADOJAS UNIVERSITARIAS...




Termino el cuatrimestre en la facultad. Después de varios años perdidos en la Universidad de Lomas (en donde la "intención" de formar docentes de nivel medio termina haciéndose tan evidente y grosera, que vacía las expectativas de cualquier estudiante al que no le interesa que se preocupen por su "futuro laboral" y sí le interesa encontrar otras cosas),  volver a la UBA fue una decisión tan acertada como tardía.
Intenté volver con dos materias y fue mucho; así que terminé cursando únicamente Literatura Norteamericana. En marzo seguramente rinda el final.
Pero no es sobre literatura negra o india en el país del norte que quiero hablar, sino sobre las relaciones sociales entre las personas que se sientan a leer ese tipo de pavadas. Y digo pavadas desde el imaginario de aquellos para los que, están convencidos, los límites de su mundo tienen que ver mucho con los límites de su billetera y poco -poquísimo- con los límites de su lenguaje. Allá ellos. (Y ellos son muchos, muchos de verdad).
Si a esto le sumamos que la palabra, desde hace tiempo ya, no sólo pierde por goleada frente al billete sino también frente a la tiranía de lo audiovisual, nos damos cuenta que estudiar pavadas es una de las pocas formas posibles de articular una resistencia al presente que nos rodea.
Pequeña paradoja si hablamos de lo que "nos rodea". Una de las razones por las que volví a  estudiar letras en la uba es, claro, conocer chicas. No solo para ser el David Viñas del barrio.
La ley de Dolina es más constitucional que la Ley de Medios. No hace falta que se expida la corte al respecto: todo lo que hace un hombre en esta vida es para conquistar a una mujer (tomen nota los psicoanalistas lagartianos que leen este blog).
Decía de mi paradoja y es la siguiente: las chicas que estudian letras son fuleras. Ya lo había advertido el sensei Fogwill: "me puse a estudiar letras y cuando vi que estaba lleno de bagayos, salí despavorido".
La paradoja, evidente, es que mientras que en los años en la facultad de derecho mis ojos funcionaban como la bolita de un flipper y mi cabeza no toleraba mas de cinco minutos la interacción con mis compañeras; ahora, en letras, mi cabeza escucha más atentamente, pero los ojos se me han vuelto dos huevos duros.
Hay una autonomía en la atracción  de dos (o más)cuerpos que se encuentran y que no tiene nada que ver con las palabras, la gracia, la cultura, los valores o la inteligencia de una persona. Todo eso puede ayudar, desde ya -y generalmente así pasa- pero se encuentra siempre acompañando a una ley innata sobre la que no se puede intervenir, que no se puede sublimar.
Las que parecen tener sublimada su sexualidad (porque su energía está puesta en los textos y no en los glúteos) son mis compañeras de clase. A veces siento que se borran las diferencias de género y que no hay hombres y mujeres; sino pseudo-intelectuales y punto.
Otra analogía: tuve compañeras en la facultad de derecho a las que siempre deseaba encontrarme en la playa; a mis compañeras actuales, si me las cruzo en la playa, mejor que sea en un fogón a la noche)
 Lo cierto es que me encuentro rodeado de mujeres. Todas más chicas (entre 20 y 25). Es lógico: letras es una carrera que permite hablar y a las mujeres les encanta. A mi me gusta más escuchar que hablar (por eso leo más de lo que hablo o escribo), y hace rato que estoy esperando encontrar mujeres a las que realmente me interese escuchar. Escuchar con un interés real, no simulado, no haciendo cálculos por debajo de la mesa para ver cuánto tiempo va a pasar hasta que me de lo mejor de sí.
Una sola de  la clase llamó mi atención. Está cursando sus primeras materias. La divisé rápido en el malón y me acerqué. Se parecía increíblemente a una compañera que tuve en mis primeros años en la facultad de derecho. También de Belgrano, también 21 años (como teníamos aquella compañera y yo). Pero esta chica es una versión más dejada de la otra.  Y, mientras que la otra mostró un interés evidente en mí desde un principio; ésta, a lo largo del cuatrimestre, sólo mostró "buena onda"
El lunes pasado, cuando nos íbamos de la facultad después de cursar la última materia, me preguntó en qué me iba a anotar en próximo cuatrimestre. Le dije que no sabía, pero que seguramente haría dos materias; alguna literatura y alguna de las materias "densas" (lingüística, por ejemplo). Me dijo "bueno, arreglamos" y enseguida agregó "arreglamos con las chicas".
¿Por qué? ¿Por qué meter más gente en el medio si así estamos bien?
Pero se ve que mi compañera pescó que mi buena onda incluye algo más que pasarnos resúmenes y conversar de bueyes perdidos en los pasillos de la facultad, así que -rápida de reflejos- me invitó a seguir siendo "compañeros" junto con más gente.
Gracias, pero paso. A los 20 hubiera comprado, con la esperanza de un giro futuro de las cosas. Ya no.
Con mis libros y mis papeles a otro lado.
Y, en el peor de los casos, volveré al hospital a donar sangre.






sábado, 16 de noviembre de 2013

EL PESO DEL PAPEL




Siguen los diarios del agente judicial. Mientras que papá me hace llegar un segundo "comunicado", en el que desarma (¡en tan sólo una semana!) su teoría de la naturalidad irrompible del vínculo padre-hijo para intimarme a abandonar mi tesitura en un plazo perentorio de 5 días y bajo apercibimiento de cambiarme la cerradura de la casa, yo -por mi parte- sigo mi trabajo en la trinchera que estoy armando en la oficina.
"Acá la jefa soy yo, no vos. La que da las órdenes soy yo." Me dice, con un ligero estado de desesperación, la secretaria. Continúa: "todo lo que hacés es para llevarme la contra". Sólo le respondo que esa es su forma de apreciar las cosas. Claro, al decirle esto le sigo llevando la contra. Trato de reforzar mis palabras con algunos ejemplos prácticos de cómo encaro mis actividades cotidianas. Trato de ejemplificar en mi favor, pero la mujer no parece convencida. Después de un rato, se termina calmando un poco y la escena termina con una frase que sonó más como una súplica que como una orden: "reconoceme como autoridad"(¿No fue ese, acaso, el pedido implícito de papá en su último comunicado, con la diferencia que él no apeló a la súplica, sino a la coerción más burda?)
Las palabras se empiezan a fusionar en mi cabeza, como una suerte de puzle mental: papá-secretaria-autoridad-subordinación-justica-LEY-identidad.
Empiezo a darme cuenta porqué siempre odié a la gente que -sin ser ellos hijos de puta- trabajan para verdaderas basuras humanas, sin la urgencia desesperada por romper ese vínculo a como dé lugar. Tal vez por que no todo el mundo tiene internalizada la figura de la subordinación con la figura del padre, por eso pueden distinguir entre un padre y un jefe hijo de puta.
Advertir esto no me hace querer reconciliarme con la estructura judicial ( es falaz reconciliarse con un amor que nunca existió), pero sí intentar no exigir por demás a las personas cuyas ordenes debo acatar.
No se trata de abandonar la batalla, sino de cambiar los objetivos y las expectativas. Durante años, la fusión que comenté entre esas dos figuras, me llevó a confundir en el ámbito laboral la exigencia de respeto -indispensable en todo vínculo humano sostenido en el tiempo- con la exigencia de cariño.
La batalla por el cariño es -justamente- la que resulta imprescindible escindir en los vínculos laborales. No me puedo enojar porque la secretaria cree que me tomé el día de estudio para cualquier otra cosa que no sea ir a rendir y me persiga por todo el tribunal para que le entregue el certificado. Durante mucho tiempo me afectó. Me angustiaba la idea de que no confiaran en mí.
En la oficina la batalla sigue, pero exclusivamente por aquello por lo que hay que pelear: el respeto. Desde mi casa -que no es mi casa- la batalla también sigue: ahora que provoqué el sinceramiento, lo que queda es hacerse cargo de la propia libertad. Sin patalear.
Pienso en la casa...y la casa es todo. La casa es el lugar físico que nos vincula con el mundo. De allí partimos y allí volvemos. Nada puede estar bien del todo bien si la relación con nuestra casa no funciona con la fluidez con la que funciona el ritmo circulatorio de la sangre (tomen nota de esto los agentes financieros que (no) nos otorgan los préstamos hipotecarios que les requerimos)
Y si hablamos de libertad, ya sabemos que es tramposa. Nos lo dijo la media verónica: "la vida es una cárcel con las puertas abiertas".
Y si hablamos de sangre, mi última figuración de la libertad me encontró -imaginariamente- pidiendo en el trabajo la semana de vacaciones que me deben para ir al festival de cine en mar del plata, a ver todas las películas que pueda y a tener sexo en la playa (y seguir haciendo de mi sangre un derivado del petróleo nacional y popular que me aleje de la sangre pura de mamis y papis, no cogiendo, sino haciendo el amor sobre la cama educada burguesa).
Pero esa figuración de playa y cine se vio detenida frente a los barrotes de la realidad: faltan dos compañeras en la oficina, y pedirme una semana en estas condiciones sería cargar sobre la espalda de mis compañeros con todo el peso de la burocracia de fin de año. Y el papel pesa. Hay edificios judiciales que fueron declarados en emergencia edilicia por que, según los expertos, comienzan a hundirse por el peso del papel.
"El peso del papel". Me gusta para el grupo de palabras. La puedo agregar a mi puzle.




miércoles, 13 de noviembre de 2013

LA TORMENTA DE ARENA...




FRAGMENTO DE "KAFKA EN LA ORILLA" DE H. MURAKAMI

"A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tu cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves  a cambiar de rumbo. Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer. Y la razón es que la tormenta  no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva, eres tú. Es algo que se encuentra en tu interior. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llene de arena e ir atravesándola paso a paso. Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo. Allí sólo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en loa alto del cielo.
Y en verdad la atravesarás, claro está. La violenta tormenta de arena. La tormenta de arena. La tormenta de arena metafísica y simbólica. Pero por más metafísica y simbólica que sea, te rasgará cruelmente la carne como si de mil cuchillas se tratase. Muchas personas han derramado allí su sangre y tú, asimismo, derramarás allí la tuya. Sangre caliente y roja. Y esa sangre se verterá en tus manos. Tu sangre y, también, la sangre de los demás.
Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tu no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa sí quedará clara.  Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena."

domingo, 10 de noviembre de 2013

CUESTIÓN DE (PURA) SANGRE...




En el día del "donante de sangre" voy al Hospital Británico para hacer honor a la fecha en cuestión. Es para un vecino que tiene que pasar por el quirófano para un trasplante de médula. Llego y lo primero que me preguntan es si desayuné. Le digo que no. La secretaria me dice que tengo que comer algo antes (¿cómo fue que se pasó de una exigencia rigurosa de 12 horas de ayuno o un desayuno previo obligatorio?). La mujer me dice "sacate un café y algo para comer de la máquina". Reviso la billetera y no tengo un sólo billete; sólo la tarjeta de débito. Se lo comento y le pregunto si tengo tiempo de ir al Mc Donalds. Me dice que no, que en menos de diez minutos me iban a llamar, y me da su llave de la máquina.
Desayuno entonces y, mientras termino al última galletita, sale una enfermera al pasillo y me llama por el apellido.
Revisa la planilla que había completado mientras esperaba. Me dice que me va a hacer una serie de preguntas de carácter confidencial a las que me pide que conteste con honestidad.
Pasan las preguntas, la mayoría repeticiones de las que ya había contestado por escrito. Me pregunta si me vacuné en forma reciente. Le digo que sí, que hace una semana me vacuné contra la Hepatitis B, pero que me dijeron que igual no era impedimento para donar sangre. La chica, muy joven. me dice que tiene que consultarlo. Se va y vuelve al minuto. Me dice que no es impedimento pero que hay que dejar constancia de ello en mi ficha, de manera que quede claro que el virus está en mi sangre por haberme dado la vacuna.
Hasta ahí todo perfecto. Pero después me pregunta si tengo pareja estable. Le digo que no. Entonces me pregunta si, en el último año, tuve encuentros sexuales con más de una persona. Le digo que sí. A lo que ella me contesta: "tengo que informarte que por ley, no se pueden aceptar donantes de sangre que contesten afirmativamente a esa pregunta".
Abrí los ojos con sorpresa. No esperaba eso. Esperaba que me preguntara si había usado preservativo en esos encuentros. Pero parece que da igual. No importa.
Me dice "gracias igual por venir". Me levanto, todavía inmerso en mi sorpresa, y me voy.
Camino confundido por el pasillo rumbo a la puerta. Estoy convencido de haber atravesado una situación totalmente vacía de sentido.
Mientras manejo de regreso a casa, el tránsito liviano del sábado por la mañana me permite ir armando ese vacío de sentido.
Me pregunto qué pregunta hubiera seguido si yo le decía que tengo una relación estable. ¿Me hubiera preguntado si además tengo relaciones con otras personas? ¿O eso lo evitan para no generar una situación incómoda? Y el caso que efectivamente esa fuera la pregunta y mi respuesta que soy 100 % fiel... ¿Cómo sé yo, y cómo saben ellos que son los que están preocupados por la "pureza" de la sangre a recibir, si mi pareja también lo es?
Pero le dije que no tengo una relación estable (lo cual, para la salud pública hospitalaria equivale, como para la iglesia católica, grandes chances de sangre sana y fiel), así que dejé la puerta abierta al mundo oscuro, al mundo de los sillones pegajosos de la promiscuidad.
No me preguntó si esos encuentros fueron con prostitutas (está claro que ahí hay un riesgo mayor), pero -lo que me parece más increíble- tampoco me preguntó si se usó preservativo.
La misma enfermera, al ver mi cara de asombro, se encargó de avisarme que era indistinto si había usado o no preservativo. Mi sangre es promiscua lo mismo.
Todo esto no hace sino poner de manifiesto contradicciones bastante importantes en lo que hace a la salud pública de una población.
¿O acaso no se machacó con la importancia del uso del preservativo como medio idóneo no sólo para prevenir embarazos no deseados, sino también el contagio de enfermedades de transmisión sexual?
Esta contradicción me parece mucho más grave que la del ayuno o no a la hora de donar. Mientras que le segunda es anecdótica y al común de los mortales seguramente nos importa muy poco el viraje que se produjo en ese sentido, la primera -en cambio- nos afecta a todos en tanto ciudadanos que -donantes de sangre o no- ejercemos nuestra sexualidad tanto como podemos.
Si el preservativo es menos confiable de lo que nos dijeron, entonces que el Ministerio de Salud salga a decirlo y a proponer otro método. Y sino que nos dejen donar sangre y ya. O que avisen que la donación de sangre sólo se permite en curas. Y no en todos. No en caso del padre Grassi por lo menos.
"Todos mienten cuando van a donar" me dice mi amigo médico cuando le consulto la situación. Si todos los donantes dijeran la verdad en cada una de las preguntas que les formulan en el hospital, los bancos de sangre tendrían una crisis que, a diferencia de la que sufrieron los grandes bancos que digitan el mundo, sería terminal: no habría Estado capaz de salvarlos. Mi amigo, finalizando la conversación vía mensaje de texto, me hace estallar en una carcajada: "además la mina una boluda, con los ojitos que tenés es obvio que la ponés seguido!"
Y si hablamos de frecuencia, resulta incómodo pensar que las políticas de salud pública que se instrumentan en una población van frecuentemente a contramano de la salud sexual de las personas individuales que la componen.
Pequeñas incongruencias de la vida cotidiana.



miércoles, 6 de noviembre de 2013

CARTA AL PADRE...


 
 
Leo tu carta, breve, brevísima; casi un comunicado mal escrito. La leo y te leo. Hablás de defectos y virtudes y decís que los tenés vos y los tengo yo. Claro. Seguro que sí. También los tienen mis amigos (y aun así sostenemos el vínculo en el tiempo). También el difunto asesino Videla. También Federer, Kasparov y Piazzolla. Y, sospecho, también los miles de millones de personas que habitan este mundo. No se trata, entonces, de defectos y virtudes.  Se trata de no esconder la propia subjetividad, el propio deseo, en la maraña de defectos y virtudes que todos tenemos. De no esconderse en la multitud. Y vos te escondés.
Cuando decís que el vínculo entre padres e hijos no se puede romper porque es algo natural en los seres humanos, te estás escondiendo. Cuando decís que, si se rompe ese vínculo, eso conlleva “trastornos emocionales y psicológicos que pueden derivar en enfermedades”, inmediatamente aclarás que “es un análisis que hago”. No decís “es lo que creo nos va a pasar a vos y a mí”.

Te escondés en las generalidades, te escondés en la multitud. Le sacás al cuerpo a las palabras. Y no me extraña que lo hagas ahora porque es lo que hiciste toda la vida. Toda la vida estuviste en otro lado.
Que quede claro: no es por tus “defectos” que decidí dejar de verte; es por tu falta de deseo, por tu eterna indiferencia. No se puede pelear contra esa falta; lo mejor me parece sincerarla. A un sinceramiento siempre es posible que le siga -trabajo mediante- un estado de libertad mayor. 
Es esa falta de deseo –en mí pero también en las personas en general- lo que no te deja ver la realidad de las cosas.
“Vos rompiste el vínculo no viniendo más; está en vos recomponerlo”. Yo considero que el vínculo estuvo roto desde siempre, sólo que me llevó muchos años aceptarlo y darle un corte material. Ahora me queda lo más bravo, que es reconocer las marcas que quedaron de tantos años de frustración (seguir viviendo en tu casa, por ejemplo) y ver qué me pasa a mí con la paternidad.

Uno puede empezar muchos proyectos en la vida sin sentir un deseo intenso por eso que va a venir: carreras universitarias, emprendimientos laborales, convivencias, etc. Y, en todos esos casos, el deseo se puede fortalecer  sobre la marcha o se puede ir perdiendo en el camino hasta extraviarse por completo. En este último caso el proyecto simplemente se deja de lado y se pasa a otra cosa. Pero hay una cosa en la vida, una sola cosa tal vez, en la que uno no puede tirarse a la pileta sin saber si hay agua. Los costos pueden resultar muy altos. Y vos lo hiciste. Te tiraste. 
Ahora, después de un año sin vernos, me escribís para recomponer el vínculo. El vínculo que te interesa recomponer es el vínculo en el que vos te sentís cómodo: el vínculo de subordinación. No hay otra forma de vínculo posible desde tu perspectiva. 

Como sos una persona que no puede tener una conexión profunda con nadie (por eso nunca te conocí un solo amigo), la única forma de vincularte con los demás (parejas, hijos) es en los términos de “jefe-empleado”.
Yo fui empleado tuyo. Pablo también. Regina también. Mamá también. Estela también. Personas que fuimos, a la vez, hijos o parejas o parejas de hijos, pero también empleados. Ser jefe es, déjame decirte, también una forma de esconderse.

¿Sabés cuál es la función de un padre? No es “no tener defectos”; es criar un hijo, transmitirle valores, acompañarlo a  estar en la cultura en la que se vive y sostenerlo hasta que el hijo tenga la madurez para sostenerse solo. Recién ahí el padre se ubica en otra posición.

Jamás lo sentí así.  Yo no fui acompañado a estar en el mundo; fui depositado. Aún hoy me pasa, y no sólo en situaciones de formalidad, sino que, por ejemplo, me molesta mucho ir a una fiesta y que no haya nadie que me presente.  No me siento cómodo. Siento que no tengo nada que hacer ahí.
Durante mis peores años percibí al mundo entero como una gran fiesta en la que yo debía participar obligadamente aun sin tener mi tarjeta de invitación. Ajeno en todos lados. Extraño frente a todos.

Lo que enferma, tal vez, no sea romper los vínculos, sino –justamente- no poder salir de esos vínculos que nos resultan tóxicos.

Es verdad que, mientras que uno puede hacer nuevos amigos, el vínculo padre/hijo no se reemplaza. Quizá no se trate de reemplazarlo, sino de que sea un vínculo sano.

Y el nuestro no lo era. No por lo menos para mí.

Nunca, nunca, internalizaste una sola de mis demandas. Eso me da un poco la pauta de la levedad del deseo puesto en mí.

Si tengo que pensar, creo que lo único que te pedí toda la vida –infinidad de veces y de todas las maneras posibles- fue que usaras el pantalón de manera tal que no me hicieras pasar vergüenza delante de mis amigos. Pero vos te reías de mi pedido. Me decías, siempre con una sonrisa, “no me doy cuenta que se me baja”. Y yo estallaba por dentro.

Sos un tipo que me mostró el culo toda la vida. A mí y a todo el mundo. ¡Y me venís a hablar de “los trastornos psicológicos que pueden derivar de la ruptura del vínculo”!

Los trastornos psicológicos los tuve “por” el vínculo. Curioso: cuando te enteraste que estaba haciendo terapia nunca me preguntaste qué me estaba pasando.

Lo que me enfermó todos estos años fue  querer aferrarme al vínculo como sea. Y que, por obra y gracia del señor, aparezca algo que no es. Que apareciera algo del padre ideal en el lugar del padre real. Y que ese padre ideal me diera mi postergada tarjeta de invitación para que dejara -de una vez y para siempre- de sentirme ajeno al mundo.  Que apareciera algo que nunca había visto. Pero lo que pasaba era que yo veía lo mismo de siempre, nada más que –después- trataba de negarlo o trataba de deformarlo para barrer el dolor bajo la alfombra. Pero el dolor, como la mugre, se acumulan con el paso del tiempo, y llega un momento en que cualquier alfombra resulta inútil para taparlo. 

Por eso la “ruptura del vínculo” no representa para mí la posibilidad de una enfermedad, sino el inicio de una cura.

Ponés como ejemplo a las madres que visitan a sus hijos en la cárcel, sin importar lo que ellos hicieron. Debe haber. También existen casos de  madres que abandonan a sus bebés en bolsas de basura. ¿Cómo explicás eso desde tu teoría de la “naturalidad irrompible del vínculo”?

Los vínculos no se explican desde ninguna naturalidad predeterminada, sino desde  la intensidad o  no del deseo con el que nacen y se desarrollan. La “naturalidad predeterminada” es la mejor forma que tenés para esconderte.

La única “naturalidad predeteminada” por la biología es aquella que indica que para que haya “hijos” en el mundo necesariamente tuvo que haber “padres”. Y ahí termina “la naturalidad”. Es resto es deseo, y el deseo es subjetivo, como las relaciones humanas que se articulan alrededor de él.

Y si hablamos de “esconderse”, nunca me olvidé ese verano en el que, una noche en la que jugada Boca y la pizzería era un caos de gente, estaba –entre los clientes- tu “grupo de amigos” que, violentos por la demoras en la cocina y las desprolijidades en la atención, cada vez que pasaba al lado de ellos decían: “de acá no nos vamos sin pudrirla”. Estaban todos muy tomados y yo me asusté. Lo dijeron varias veces y con tono amenazante. Cuando llegó el momento de llevarles la cuenta, te pedí por favor que salieras a hacerlo vos. Yo estaba sólo en el salón, tenía 18 años y estaba aterrado.  En la mesa había conocidos tuyos. ¿Y qué hiciste? Te quedaste metido en la cocina y tuve que salir a cobrarles yo. Creo que la única forma que encontré de asegurarme la vida fue pasarles un importe mucho menor al que correspondía, para que los tipos –aun en su borrachera- se dieran cuenta y lo consideraran una cortesía “de la casa” por la pésima atención. La táctica salió bien y al final no pasó nada. Pero la angustia me acompañó el resto de la noche. Al otro día me encaraste desde tu  rol de patrón: “yo sé que tu trabajo a veces puede ser jodido según los clientes que toquen, pero es tu trabajo y los problemas que se generen los tenés que resolver vos.”

Esa situación es un ejemplo de cómo funcionó nuestro vínculo. Donde yo esperaba un padre, me encontraba con un jefe. Los jefes son tipos que no tienen que darle explicaciones a nadie de nada. Ellos asignan tareas y punto. Eso fue para vos la relación padre-hijo. De esa forma te sentías cómodo porque no tenías que hacerte cargo de ninguna demanda. Y en el tiempo en que la subordinación no fue “literal”, es decir en el tiempo en que no trabajé para vos, fueron muchas las veces  que me subestimaste. Más de una vez me dijiste, en distintas circunstancias, “a vos no te da la cabeza para eso”. Otra forma de vincularse a partir de la subordinación del otro.

Y si hablamos de “subordinar al otro”, la última gran espina no me quedó clavada no fue por un desprecio hacia mí, sino hacia mi primo. ¿Te acordás? Fue el año pasado,  en la casa de la tía un domingo después del almuerzo. Por política, obvio. Le dijiste “se ve que tenés bien aprendido el discurso”. Y mientras él trataba de argumentar su posición, vos dabas vueltas alrededor de la mesa mientras hacías gestos con la cabeza de condescendencia que, en otras circunstancias y con otras personas, hubieran ameritado con seguridad una buena trompada.

El otro día a mi mamá se le ocurrió revisar un álbum de fotos de nuestros primeros años de vida, para ver el parecido entre Pablo y Javier. ¿Sabés qué se me ocurrió comparar a mí en esas fotos? La expresión en la cara de mamá y la expresión en tu cara al tenernos en brazos. Impresiona la diferencia. La cara de mamá era felicidad pura, una felicidad tan grande que no podría ser tomada en su profundidad ni aunque fuera fotografiada por todas las cámaras del mundo ; la tuya, en cambio, es la cara de un tipo que tiene entre las manos impuestos pesados para pagar. La cara de un tipo que tiene que hacerse cargo de una obligación. O de dos.

Impresiona también entrar a su casa y ver fotos de episodios importantes en la vida de sus hijos, como el casamiento de Pablo, o la entrega de mi título en la facultad de derecho. A propósito de esto último evento: me acabo de acordar que, si bien viniste a la ceremonia, en el momento en que me hacían entrega del diploma te habías ido. No recuerdo bien qué explicación diste en su momento, pero fue algo así como que tenías que hacer una “operación bancaria urgente”.

¿Qué fotos nuestras tenés en la sedería?: Ninguna.

Mi mamá no se fue ese día cuando me dieron el título. Estuvo ahí conmigo. Como también estuvo  las noches que pasé internado en el hospital francés por la operación de hidrocele. Con ella me puedo pelear mucho pero ahí –entre los dos- hay algo que no se va a romper. Ella me dio muchísimo, mucho más de lo que yo le di a ella. Con vos, en cambio, todos estos años fue tratar de armar un castillo en el aire.

Hace poco escribí un cuento en el que un padre vive bajo tierra. Está encerrado, pero creer que no está tan aislado, porque  le llega el delivery del supermercado y las facturas de los servicios. El hijo lo va a visitar y cuenta cómo el padre intenta convencerlo de que el aire en la superficie está contaminado, que no puede vivir ahí arriba porque los vínculos se vuelven  -inevitablemente- tóxicos.

 La cultura occidental consideraba a los indios salvajes. La escuela, entonces, era la institución indicada para vaciar de contenido a esos salvajes y llenarlos de una cultura diferente. Se trataba de  “matar al indio y salvar al hombre”.

Yo traté, todos estos años, de “matar al hombre para salvar al padre”.
Sé que vos casi no tuviste padre, pero eso no me arregla a mí. No arregla nuestro vínculo.

Final del juego. Porque, como dijo mi héroe vivo, “si no hay amor, que no haya nada entonces.”  

Lo siento, no voy a volver bajo tierra.