lunes, 28 de noviembre de 2011

¡VIVAN LOS NOVIOS!





Según estadísticas recientes en nuestro país, en un mes hay más divorcios que casamientos.
Vale recordar los ingenios mentales de Fogwill al respecto, quien sostiene (sostiene y no sostuvo porque -para mí- no murió)que el divorcio esconde algo siniestro, ya que habilita a las personas a contraer nuevas nupcias, algo para lo que -claramente- no están habilitados.
Tuve este mes, sin embargo, dos casamientos el mismo día. Por un lado el de mi primo -psicoanalista y kirchnerista él- y por otro el de mi amigo marplatense -ingeniero y antikirchnerista él- radicado desde hace unos años -por cuestiones laborales- en nuestra ciudad de la furia.
Uno diurno, el otro nocturno. La inteligencia emocional y la inteligencia racional. Después de meditarlo (por encontrarse los dos en un pie de igualdad afectiva), decido asistir al casamiento en la ciudad feliz, por haber recibido formalmente su invitación con anterioridad al mismo evento con sede en San Telmo.
En la mesa confirmo algo brutal: el tiempo pasó. El promedio de edad en nuestro grupo de amigos ronda los treinta años. Tal vez, el hecho de vernos sólo en los veranos hace que mi incredulidad sea mayor ante la evidencia de que ya no somos adolescentes. El hecho mismo que nos convoca -un casamiento- es, en sí mismo, síntoma más que suficiente de la pérdida de la inocencia. No sólo eso: títulos universitarios, abandono del hogar familiar para emprender próximas convivencias, apuestas a nuevos trabajos para intentar consolidar una economía propia, y -lo más fuerte- experiencias propias de maternidad o paternidad.
Resulta interesante -entonces- ver cada caso particular. Pensar en los que -en principio- parecen haber llegado a las tres décadas de vida de una forma totalmente rupturista con la institución familiar que los cobijó hasta entonces (tanto desde lo material como desde lo simbólico y en este punto vale la pena aclarar algo evidente: si la ruptura no es también material, entonces no lo es completamente en términos simbólicos), así como también en aquellos en los que la ruptura es parcial (entre los que me incluyo).
Y si hablamos de rupturas, se me ocurre -en este preciso momento se me ocurre- que mas allá de la veracidad de lo expreso más arriba sobre la igualdad afectiva que me despiertan y el deseo de acompañar -de la forma que pueda- la felicidad de los novios, alguna lógica de ese orden -del orden de las rupturas- en el hecho de haber decidido finalmente asistir al casamiento de mi amigo y no al casamiento de mi primo en el que iba a estar presente mi familia (o la parte de la familia que todavía cree que corresponde inscribirse en esa catergoría).
En una salida anterior al casamiento, después del cine y durante la cena, mi primo -en referencia al lugar que cada uno va a ocupar en su fiesta- me dice: "es verdad, yo voy a estar sostenido en otro lado".
El sostén, entonces, lo encontré a 400 kilómetros, sentado en la mesa entre mis amigos de toda la vida, palpando lo que ya murió en ellos y lo que aún sigue vivo: aquello que fueron (que fuimos); esto que somos.
Y si hablamos de lo que somos, una perlita a nivel personal: antes del almuerzo, circuló entre los invitados una libreta en la que podíamos escribir nuestros deseos para con los novios; una vez escritas mis líneas, al momento de la firma de rigor, pude comprobar algo que venía dando vueltas por mi cabeza: la naturaleza indeterminada de mi firma. Nunca pude establecer una firma. Nunca pude firmar bien. Nunca supe cómo hacerlo. Y pienso en algo atroz; en la identidad de una persona que no sabe o no puede (lo cual es básicamente lo mismo) firmar aquello que escribe. En la intimidad de una persona cuya firma no fluye, que no es líquida, sino que choca y se incrusta como pieda sobre el papel. "Es algo que hay que practicar" me decía mi mamá desde su lógica ejecutiva del puro "hacer".
Pero sabemos que no es tan fácil. El "hacer", tal vez, duerma bajo otro techo. Sabemos, en realidad, que esa tarde -y las que vendrán- todo va a girar en torno a una palabra y su poderío demoledor: casamiento.

EL ILUSIONISTA...







ENTREVISTA A RENÉ LAVAND...

La rapidez de las manos es una de las cualidades de los magos según la tradición, pero usted en este sentido ha roto cánones con su sistema: la lentidigitación. ¿Es tan importante la velocidad?

Considero que la palabra prestidigitación ha perdido sentido, si es que alguna vez lo tuvo, porque no nos valemos ninguno de la velocidad de la mano para distraer al cerebro, sino que nos valemos de técnicas manuales y psicológicas. La palabra prestidigitación no tiene sentido para los artistas del ilusionismo.

¿Qué le motivó a usted a hacerse ilusionista?

Quizás una reacción a la adversidad que supuso perder mi mano derecha en un accidente.

¿Hay algún truco que se le resista?

De los que elijo para realizar, no. Los otros no me interesan. Además, truco me parece una palabra bastarda para emplearla en el arte que tanto respeto y quiero. Truco es el que te hace un burlador que te vende el buzón. Yo hago juegos y trato de presentarlos ante el público como composiciones que logren cambios emocionales con el asombro, el humor, la poesía, el dramatismo…


¿Qué es lo más fácil y complicado para sorprender al público?


Llegar a lo simple.

Usted ha dicho en alguna ocasión que quizá mejor retirarse ahora con un 7,5 de nota que esperar a que el público le pare de su profesión con un 5. ¿Hay René Lavand para rato?

Pregúnteselo a Dios si cree en él. Yo confío en que me dure un poco más esta hermosa vida, pero soy consciente de que el éxito es una adicción difícil de dejar. Confío en que Nora me ayudará, mis amigos también y quizás hasta el joker de la baraja dándome un aviso oportuno, y así, plantarme con siete y medio.

¿Es necesario para usted manipular, pensar y crear?

Espero que mi artrosis trapeciometacarpiana me deje seguir manipulando, que mi cerebro siga pensando y que la inspiración me siga visitando para que la creatividad no muera antes que yo.

¿Cómo ve usted su país en la actualidad?

Como lo vi siempre. Esperanzado del porvenir que merece por sus condiciones de gran país.

sábado, 26 de noviembre de 2011

LA IZQUIERDA HOY...(¿RESTOS DIURNOS?)





Sobre la Asamblea
por Eduardo Grüner para IPS


Los diversos balances sobre las elecciones que se han hecho en estos mismos blogs, así como en la V Asamblea de Intelectuales en apoyo al FIT, sin duda suponen una serie de intercambios y debates de gran interés para este momento político. Sería imposible –al menos para mí– sintetizar y hacer a su vez el balance de esas intervenciones. Me permito, sencillamente, formular algunas impresiones y/o hipótesis sobre la continuidad de la Asamblea. Por supuesto, no se trata de nada cerrado ni definitivo –ni siquiera como opinión “subjetiva”– sino de, en lo posible, abrir aún más el espacio de la discusión.

1.Sea cual fuere la evaluación del desempeño del FIT en las elecciones del 23/10 (como tantas veces se dijo, esta era una instancia importante pero en absoluto definitiva), lo cierto es que el discurso de la izquierda anticapitalista está, como se dice feamente, “instalado”. Es decir –lo dijimos ya después de las PASO– se ha comenzado a resquebrajar el prejuicio de que esa izquierda es apenas una supervivencia folklórica de altri tempi, que ya no tenía mucho que decir en/para el presente. Esto puede parecer poca cosa, lo absolutamente mínimo a que se podía aspirar. Pero –y aún siendo vigilantes con la tentación de sobredimensionar nuestro “optimismo de la voluntad” – no es tan poco si consideramos de dónde venimos y dónde estamos: venimos de décadas enteras de retroceso mundial y local de esas posiciones, en las cuales el thatcheriano There is no alternative se había transformado en el lema mismo del sistema, tanto para la reacción como para el “progresismo”; y estamos en un momento argentino en el que el discurso “K” había logrado persuadir tanto a buena parte de las masas como de los intelectuales de que ellos, los “K”, eran la máxima “izquierda” que la sociedad argentina se podía permitir. Y bien, no: más de medio millón de argentinos se ha permitido al menos poner en cuestión que el único debate posible sea sobre qué clase de capitalismo queremos (¿más neoliberal o más “estatista”? ¿más agro-exportador o más industrial-mercadointernista? ¿más “republicano” o más “populista”?, y así), y ya se está dando el lujito de preguntar(se): ¿y si más allá de esas variantes –cuyas diferencias, desde ya, conviene no menospreciar– el problema fuera el capitalismo como tal? Pregunta que no tiene nada de novedoso, claro (el mundo se la viene haciendo hace casi un par de siglos), pero que después de décadas de renegación pareciera estar “retornando de lo reprimido”, como diría algún psicoanalista. Ayuda mucho la crisis mundial, por supuesto, que día tras día hace patente que las “soluciones” del capitalismo sólo sirven para crear más problemas y estrechar las “salidas”, o más bien volverlas potencialmente catastróficas para el “99%” del que hablan los “Ocupa” yanquis.
2.Todo esto no debiera hacernos descuidar el “pesimismo de la inteligencia”. Mucho menos incurrir en exaltamientos exitistas desmesurados. La revolución –como quiera que se defina hoy eso– no es inminente, ni siquiera como “situación prerrevolucionaria”. Walter Benjamin solía decir que siempre, en cualquier momento, la revolución (el “Apocalipsis mesiánico”, en su particular lengua teológico-política) está a la vuelta de la esquina. Pero debemos tomarlo como una alegoría. Significa, entre otras cosas, que hay que estar preparados para eso como si pudiera ocurrir en cualquier momento. Es decir: tenerla permanentemente, en la praxis teórico-política, a la vista, en el horizonte. Es la única manera de evitar tacticismos u oportunismos servidores de la inmediatez. Es lo que no pueden hacer los militantes o simpatizantes “K” aún más honestamente convencidos de su “progresismo”, y eso nos da –ya se ha demostrado en muchos debates– una enorme ventaja polémica. Pero tenemos que saber que “eso” no está a la vuelta de la esquina. Pese a los renovados y crecientemente entusiastas abrazos con Obama, y al cada vez más evidente “giro a la derecha” (con contradicciones y bandazos, pero con una orientación inequívoca) de la presi y su gobierno, todavía una gran parte de la clase obrera y los sectores populares apuestan a la “profundización” de “lo que falta” en el “modelo”, apuesta reforzada por el 54%. También apuesta a eso, en un sentido contrario –porque el “modelo” parece incluir ambas posibilidades–, la inmensa mayor parte de las clases dominantes (los llamados “medios hegemónicos”, contra lo que se dice, no son ninguna “nueva clase dominante”: apenas son una vanguardia ideológica maltrecha ya casi pedaleando en el completo vacío), que quizá por primera vez en mucho tiempo tiene la oportunidad de apoyarse en una “legitimidad” inédita del gobierno que las representa bonapartísticamente: de allí, como venimos insistiendo, que la oposición de (más) derecha sea innecesaria. Todavía hay, pues, un hiato, una brecha, una suerte de desfasaje, entre la objetividad de la situación y la “subjetividad” (para hablar rápido) de las masas. Es en ese espacio por ahora informe y contradictorio, en el cual se va a producir la auténtica “batalla cultural”. Si continúan, con todos los disimulos del caso, los “ajustes” –y la profundización de la crisis así lo indica, aunque por ahora exista aquí un cierto “colchón” mayor que en Europa–, aumentará la conflictividad social. Las masas darán de facto sus luchas, por un tiempo sin romper de iure con el gobierno (salvo, quizá, que la progresiva desesperación del “moyanismo” lo precipite a esa ruptura, y las masas se encolumnen transicionalmente con él: veremos). De esto no hay nada que extrañarse, es la historia misma del peronismo. El gobierno y las clases dominantes lo saben perfectamente: por eso amonestan cada vez más agresivamente contra la acción directa, o permiten la represión “indirecta” y localizada, que todavía no se atreven a asumir frontalmente desde el Estado central (no se trata de si Cristina “quiere” o no hacerlo: esa discusión es ociosa, no estamos hablando de la psicología de los personajes): abren los paraguas por si la brecha empieza a cerrarse. Otra vez: es en esa brecha, que podría volverse progresivamente angosta, que está el campo de la “batalla cultural” que se viene. No, claro, porque ella vaya a ser puramente ideológico-discursiva. “Cultural” alude aquí, más o menos “gramscianamente”, a la construcción de una contra-hegemonía global preparatoria para el momento en que las uvas estén maduras para ir más a fondo.
3.La Asamblea, como es obvio, debería jugar un rol sustantivo en la “batalla”. No va a ser fácil, la relación de fuerzas es aún muy desfavorable. No me refiero solamente al encomiable pero cuantitativamente mínimo 2,3% de votos del Frente, sino al hecho de que “K” sigue detentando la “hegemonía cultural” (claro que no en el sentido sarliano). Sin embargo, las fisuras, que ya venían goteando, se siguen abriendo. A los intelectuales simpatizantes se les pone cada vez más cuesta arriba alambicar razonamientos defensivos (véase Carta Abierta/10). Las reuniones cartaabiertistas sabatinas se limitan a invitar funcionarios que intenten explicar… Aerolíneas Argentinas: si ya estamos en el punto de justificar el retiro de la personería gremial de un sindicato y su “militarización” de hecho, es que la espalda se va acercando a la pared (no me pronuncio sobre las características de ese sindicato, sólo lo menciono como precedente bien peligroso). El resultado –entre otras cosas más importantes, desde ya: hablo de lo que nos concierne inmediatamente a los “intelectuales”– es que el debate político-cultural, que aparentemente había experimentado un “renacimiento” en el 2008, ha vuelto a sumirse en una caída libre hacia la mediocridad y la irrelevancia. El “pensamiento crítico” va camino a ser exclusivamente crítica a todo pensamiento que no sea el más alineadamente oficialista. La pobreza conceptual –para no hablar de la “estética”– del 678ismo es entre patética y risible. Se está llegando a un techo. El proceso, como decíamos, va a ser todavía largo. Pero no es el tiempo de esperar la maduración espontánea, sino de comenzar a pasar a la ofensiva. La Asamblea –también en esto venimos insistiendo muchos– necesita mayor visibilidad y presencia pública. En las últimas reuniones se viene notando una merma de la asistencia presencial (no pude ir a la última, pero entiendo que hubo alrededor de 100 personas). Es comprensible: estamos a fin de año, los que no están más directamente comprometidos privilegian otras ocupaciones, ya pasó el entusiasmo de las dos campañas electorales, etc. Pero es asimismo un signo de que esa instancia asambleística podría estar entrando en un estado de cierto agotamiento. Si fuera así, la cosa tiene sus riesgos: algún grado de “burocratización”, que sean siempre los mismos los que lleven la voz cantante, y demás. No es culpa de nadie, es una posibilidad objetiva cuando tiende a “ralentarse” la dinámica. Pero creo que un modo de prevenirla es, para decirlo gruesamente, sacar a la Asamblea más a la calle.
4.No obstante lo dicho, en la última reunión se hicieron algunas bien interesantes propuestas, previos intercambios en los blogs y en la lista de correos: comisiones de trabajo sobre distintos temas, gestiones en pos de un canal de TV (entiendo que en estas dos cosas ya se está trabajando), una revista pública, etc. Son proyectos de la máxima importancia para abordar y profundizar en la etapa inmediatamente próxima. Todos ellos, me parece, deberían apuntar a sostener con rigor y firmeza los grandes principios generales de las posiciones de izquierda anti-capitalista y la crítica a todos los aspectos criticables del “modelo K” (el económico-social, el político tanto nacional como internacional, el ideológico-cultural, y así). Pero también me parece que todo eso debería hacerse con un máximo de anti-esquematismo y anti-sectarismo, así como de complejidad y profundidad teórico-política. Obviamente, no es lo mismo un programa de TV que una revista gráfica, donde nos podemos dar el lujo de alguna mayor sofisticación discursiva. Pero –con la debida atención a la especificidad de los respectivos lenguajes– el espíritu global debería ser de pluralismo y seriedad. Se trata de construir, para los tiempos venideros de elaboración “contrahegemónica”, una referencia insoslayable para la cultura argentina, y no de recocernos en nuestra propia salsa. Es para esto que veo necesario “abrir” más la Asamblea al mundo exterior. El canal y la revista, si logramos hacerlos, van a ser un enorme paso hacia ese objetivo. Mientras tanto, se pueden pensar otras formas, más inmediatas, de aparición pública. La reciente publicación de la Carta Abierta 10 es una primera oportunidad (ya algunos estamos trabajando sobre ella, y en unos días tendremos una respuesta) para una “presentación en sociedad” mediante un debate que es de la mayor importancia, pero ojalá que sea solo un primer paso.
5.Me permito terminar con dos citas más o menos célebres: “Se empieza por ceder en las palabras, y se termina cediendo en todo” (S. Freud); “Si no se piensa el lenguaje, no se piensa, ni se sabe que no se piensa” (H. Meschonnic). En efecto: hay palabras-principios a las que no podemos renunciar. Palabras como “socialismo” –o incluso “comunismo”–, “revolución”, “lucha de clases”, “anttimperialismo”, etcétera. No son, pace Laclau, “significantes vacíos”: están cargadas por una historia a veces épica, a veces trágica, densa, compleja y llena de sentido. Y no son simplemente consignas o palabras “deseantes”: son conceptos y categorías para entender el mundo en que vivimos y para orientar su transformación. Renunciar a ellas sería des-entendernos tanto de la interpretación como de la transformación –para recordar al paso la Tesis XI–. Esto nos diferencia de muchos intelectuales “K” que están todo el tiempo a la búsqueda de “nuevos lenguajes” para orientarse en el laberinto en que se les ha transformado su abandono de las palabras “viejas” (la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser, para ponernos tangueros). Pero al mismo tiempo, estamos obligados a pensar constantemente sobre nuestras palabras. No podemos conformarnos con la premisa de que ellas ya lo han resuelto todo de una vez y para siempre. Esa sería una actitud anti-histórica y anti-dialéctica. Por otra parte, hoy no son palabras que figuren “naturalmente” en el léxico de las lenguas públicas y populares. Volver a hacer que entren en ellas es una gran tarea cultural. Es una tarea enorme y ciclópea, pero muy bella como tarea. Ya hemos empezado a llevarla a cabo. La Asamblea, en su modesta medida y dentro de sus límites –cuyo ensanchamiento es una parte irreductible de esa tarea–, podría y debería contribuir a resguardar nuestras palabras, así como a volver a pensarlas día tras día.

lunes, 21 de noviembre de 2011

HORROR Y LITERATURA, DIEZ AÑOS DESPUÉS...




Diez años no es nada
por Daniel Link para MarDulce


En mayo de 2002, María Pía (López) y yo fuimos, convocados por unos estudiantes de la Universidad de Córdoba, a hablar de la crisis, nuestra ecología de entonces. Casi diez años después, volvemos a juntarnos, ahora con la presencia de Pablo (Katchadjian) y Luis (Chitarroni) para hablar de lo mismo, o mejor: de la transformación de la crisis de entonces en otra cosa, en todo caso, de procesos. Releo mis anotaciones de aquella época (lo que leí en Córdoba y lo que anoté, en forma de diario, en relación con aquella intervención) y me detengo en esta frases un poco... demasiado elegante, que ahora repito para ustedes. Recuerden: se trataba de la crisis de 2001, los lecops, los lecor, los patacones, el corralito, las asambleas, el estado de sitio, las ejecuciones en las plazas, un período emocionante como pocos que, sin embargo, yo pensaba que debíamos analizar con toda la apatía de la que fuéramos capaces, como condición de la comprensión histórica. Y fíjense lo que escribí:

Una vez que terminé mi lectura, después de que María Pía López había dicho lo suyo, debatimos. María Pía criticó (con toda la razón del mundo) el proceso de acumulación política propugnado por Moreno (implícito en varios párrafos de mi argumentación). Más allá del Río de la Plata, recordó, Artigas, impugnando las soluciones morenistas, generaba al mismo tiempo las condiciones para la creación de un Estado más democrático.

O sea: puestos a hablar de procesos, María Pía López y yo nos embarrábamos en los pantanos originarios de la patria. Como además yo, que venía de experiencias personales un poco desasosegantes, había asociado la crisis de 2001 con una “derrota moral”, un militante de la filial de HIJOS en Córdoba me preguntó de qué moral estaba hablando y no supe (creo ahora, escribí entonces) darle una buena respuesta.
Aunque el joven no me había preguntado “¡De qué moral estás hablando!” sino “¿De qué moral estás hablando?” yo entendí lo primero y me puse moralista. Espero, por el bien de todos, pero sobre todo el mío, no repetir ambos gestos: el historicismo, el moralismo.
En todo caso, sigo pensando que la crisis de 2001 fue tan aguda y de tan profundas consecuencias, que todavía nos toca con la punta de sus dedos fríos: leo en los diarios la discusión monetaria y a la noche sueño con muertos-vivos que me persiguen y que me alcanzan y que me contagian su apetito asesino. Espero que se me entienda: de día soy capaz de comprender cuan lejos estamos de aquella crisis y aquella locura, pero en las ensoñaciones nocturnas, la lubricidad monetaria se me presenta monstruosa. Economistas de la oposición han puesto sobre el tapete de la discusión monetaria la noción de deseo y hace unos días leí que el Poder Ejecutivo quiere combatir la adicción de la sociedad por el dólar. Todo el asunto se me antoja un poco disparatado y, al mismo tiempo, de una gravedad que, aún impostada, no deja de provocar efectos colaterales (mis pesadillas, entre tantos otros).
Pero acá estamos, después de diez años y creo que antes que subrayar las pesadillas conviene celebrar nuestra propia persistencia: acá estamos, sin que entonces pudiéramos siquiera imaginar que estaríamos, y no estamos estancados en el terror de entonces, lo que significa, por lo menos, que hemos conseguido sobreponernos a aquella derrota moral (a aquel sentimiento de derrota moral) que yo traduje entonces como “yo soy el excedente de la fiesta menemista”.
Debería referirme, así estaba estipulado en la convocatoria, a las transformaciones específicas ocurridas en estos diez años en el ámbito de la lectura, la lectura, la edición y la publicación. ¿Escribimos igual? ¿Cambió la figura pública del escritor? ¿Cambió el mercado?
Cambió todo, quiero decir: la cultura dio una vuelta de campana. Hoy hay una cultura política de la que es difícil tener memoria en Argentina, con un campo muy fuertemente articulado alrededor del apoyo o el rechazo a la gestión de gobierno: editores, escritores y lectores han elegido posiciones en ese campo de batalla cultural que involucra a todas las instituciones de opinión pública, incluidos los medios, las editoriales, los sindicatos, las audiencias y las asociaciones espontáneas.
Habría que considerar aparte al mercado que, por sus misma exterioridad respecto de la cultura, no ha cambiado o, mejor dicho, pretende sustraerse a toda posibilidad de cambio. Uno diría que en estos diez años que han pasado (que además coinciden con los diez primeros años del milenio) las tensiones entre la transformación y la permanencia se han vuelto para el mercado más aguda, y por eso ha abrazado las hipótesis más paranoicas (más trash) para su autopercepción.
Porque, más allá de las causas estrictamente ligadas con la política electoral, hay también micropolíticas intelectuales que dividen las aguas, por ejemplo: los ideales de los Partidos Piratas del mundo, en relación con el uso irrestricto y gratuito de contenidos en Internet. Leer, escribir, publicar (pero también mirar películas y distribuirlas): en estos diez años hemos desarrollado un intenso debate en relación con los archivos digitales y la publicación en línea, los modos de intervención (política y cultural) en el ciberespacio, la relación de las nuevas tecnologías con los procesos de escritura y lectura. Es muy probable que sea prematuro evaluar el alcance de las transformaciones en esos procesos, pero lo cierto es que hoy no leemos lo mismo: con esto quiero decir, al mismo tiempo, que no leemos lo mismo que hace diez años, y que tampoco leemos (miramos) lo mismo en un corte sincrónico. Podrá objetarse que siempre fue más o menos así, y yo estoy de acuerdo, pero el pluripespectivismo de nuestro corte temporal es tan radical que los conjuntos de lo que leemos (o miramos) hoy no se intersecten nunca, en una crisis de los universales que afecta tanto al discurso jurídico como al propiamente estético.
Hace cinco años, en la mitad del camino de esta vida que venimos a interrogar colectivamente, en otra mesa también convocada por Damián Tabarovsky (que persiste en el error de invitarme) ya me había referido a esta incapacidad mía de diagnóstico ante lo nuevo: no es que diga que “no hay nada nuevo”, digo que todo es nuevo, pero que no sé cómo traducirlo, porque soy incapaz de pensar lo nuevo más allá de la experiencia que de lo nuevo se haga.
Para mí (que tengo con la literatura una relación penosamente existencial), sólo se trata de poder seguir escribiendo (sé que hay otros y otras para quienes la literatura también se parece más a una experiencia que a un bien de cambio, y por eso no me siento solo. Me gustaría hablar, pues, de experiencias literarias y no de resultados observables o cuantificables: la experiencia del presente, la experiencia de las nuevas tecnologías (y los agenciamientos que las involucran), la experiencia del murmullo y el silencio, la experiencia del nombre propio y la experiencia de la disolución de las identidades, la experiencia del Estado o de su ausencia, la experiencia de lo trash de mercado (los premios literarios, las efemérides, las ferias y los festivales). En suma, para decirlo lo más modernamente posible, la experiencia del capitalismo.
Son cosas que podría asignar a ciertos nombres propios (La intemperie, de Gabriela Massuh, sigue siendo la mejor novela sobre la crisis), pero no sé si vale la pena hacerlo más allá de los nombres que inevitablemente y a mi pesar ya he suministrado en otras ocasiones: la experiencia-Walsh, la experiencia-Puig, la experiencia-Copi y la experiencia-Aira agotan mi capacidad de relación con las experiencias “estratégicas” de lo literario en Argentina (o, si se prefiere: en relación con ellas es que pienso y escribo). Lo demás es mi presente y, sobre eso, sólo tengo pesadillas de las que nadie más que yo soy, al mismo tiempo, víctima y responsable.

domingo, 20 de noviembre de 2011

ESTADO DE AMOR Y CONFIANZA...





















Después de haber visto a Pearl Jam el domingo, toda esta semana experimenté algo parecido a la llamada depresión "post-parto" que -se dice- suelen sufrir las mujeres una vez consumada la maternidad.
Mi "gestación" del show fue, practicamente, del tiempo de un embarazo, con la salvedad de que, a diferencia de un embarazo, mi proceso fue puramente emocional -no físico- y, en consecuencia, sin forma definida alguna.
Todo el estado emotivo que puede comprender ese cuerpo se encuentra concentrado en ese acto precioso, sublime. Después viene el vacío emocional; la entropía.
Mi hijo será, entonces, mi recuerdo: una ausencia presente, aquella experiencia sensible. Me pregunto si no es necesario ese tipo de experiencias mas a menudo. Si las experiencias no-ordinarias me reclaman (¿nos reclaman?)una mayor participación en el entramado de mis días. Probablemente así sea. Probablemente la discontinuidad -en este orden de cosas- sea un atentado contra pequeños estados de felicidad plena que,por su propio carácter (de felices y plenos pero también de discontiuos), nos aterran cuando aterrizan sobre nuestro mundo.
Durante Black (¿se puede hacer una canción mas conmovedora?), Eddie Vedder (carisma y voz eterna de la banda) nos interpela a los gritos: "we belong...we belong together".
ASÍ ES: NOS PERTENECEMOS...NOS PERTENECEMOS MUTUAMENTE.
Estado de amor y confianza (State of love and trust). Otro clásico del grupo que explotó en el estadio como un estallido de vida.
Como una vida y sus posibilidades. Estado de amor y confianza. Lo que debemos esperar en una relación filial.
Lo que siento -sentimos- en la gestación de nuestro sueño con sabor a grunge.
Después, es todo un recuerdo. Después, todo pasará...

sábado, 19 de noviembre de 2011

DEL NIHILISMO, LO MEJOR...

















DEL LIBRO "CONVERSACIONES CON EMILE CIORAN"


"La mayor parte del tiempo no hago nada. Soy el hombre mas ocioso de París. Creo que sólo una puta sin cliente está menos activa que yo."

"La humanidad ha seguido un mal camino. ¿Acaso no es insoportable ese hormiguear de hombres que ocupan el sitio de todas las demás especies? El hombre ensucia y degrada todo lo que lo rodea y en los próximos cincuenta años se verá afectado él mismo muy duramente."

"Mi vida ha estado dominada por la experiencia del tedio. He conocido ese sentimiento desde mi infancia. No se trata de ese aburrimiento que puede combatirse por medio de diversiones, con la conversación o con los placeres, sino de un hastío, por decirlo así, fundamental y que consiste en esto: más o menos súbitamente, en casa o de visita o ante el paisaje más bello, todo se vacía de contenido y de sentido. El vacío está en uno y fuera de uno. Todo el universo queda aquejado de nulidad. Ya nada resulta interesante. El hastío es un vértigo, pero un vértigo tranquilo, monótono; es la revelación de la insignificancia universal, es la certidumbre llevada hasta el estupor o hasta la suprema clarividencia de que no se puede, de que no se debe hacer nada en este mundo ni en el otro, que no existe ningún mundo que pueda convenirnos y satisfacernos. A causa de esta experiencia, no he podido hacer nada serio en la vida. A decir verdad, he vivido intensamente, pero sin poder integrarme en la existencia. Mi marginalidad no es accidental, sino esencial."

"Exhibirse resulta en cierto modo indecente, pero en el momento en que escribes no te exhibes. Estás solo contigo mismo. Y no piensas que se publicará algún día. En el momento en que escribes, estás tú solo contigo mismo o con Dios, aunque no seas creyente. A mi juicio, eso es, en verdad, el acto de escribir, un acto de inmensa soledad. El escritor sólo tiene sentido en esas condiciones. Lo que hagas posteriormente es prostitución. Pero, a partir del momento en que has aceptado existir, debes aceptar la prostitución. Para mí, todo tipo que no se suicida, esté prostituido, en cierto sentido. Hay grados de prostitución, desde ya, pero es evidente que todo acto presenta características similares a los de quien hace la carrera."

"Nuestros contemporáneos han perdido la facultad de contemplar las cosas. Han olvidado el arte de perder el tiempo inteligentemente. Si tuviera que hacer mi propio balance, debería decir que soy el resultado de mis horas perdidas. No he ejercido profesión alguna y he desperdiciado muchísimo tiempo. Pero esta pérdida de tiempo ha sido realmente una ganancia. Sólo el hombre que se mantiene al margen, que no actúa como los demás, conserva la facultad de comprender algo de verdad."

"Dejé de escribir hace dos años. No sé exactamente cómo ocurrió. Pero es un proceso. Estaba harto, porque en Francia todo el mundo me preguntaba por mi próximo libro. ¡Se acabó! respondí un día. Todo el mundo escribe libros y acabó por asquearme. Dejé de escribir porque estaba harto de hablar mal de Dios y del universo."

"La vida es soportable sólo gracias a la discontinuidad. En el fondo, ¿para qué dormimos? No tanto para descansar cuanto para olvidar. El tipo que se levanta por la mañana tiene la ilusión de comenzar algo. Pero, si velas toda la noche, no empiezas nada. A las ocho de la mañana estás en el mismo estado que a las ocho de la noche y toda la perspectiva sobre las cosas cambia necesariamente. Me parece que, si nunca he creído en el progreso, si nunca me he dejado engañar por esa estafa, ha sido también por eso: el insomnio."

"Soy un gran aficionado al tango. Es una auténtica debilidad. Mi única, mi última pasión es el tango argentino."

"Sin Bach, Dios quedaría disminuido. Sin Bach, Dios sería un tipo de tercer orden. Bach es la única cosa que te da la impresión de que el universo no es un fracaso. Todo en él es profundo, real, sin teatro. No se puede tener ese sentimiento con una obra literaria. Hay textos, pero no son formidables. Bach compromete la idea de la nada en el otro mundo. Cuando escuchamos su llamada, no todo es ilusión, pero es el único que lo hace. Sin Bach, yo sería un nihilista absoluto."

sábado, 12 de noviembre de 2011

JUVENTUD MILITANTE: TEORÍA Y PRAXIS






















El debut de Santiago Mitre –guionista experimentado y codirector de El amor (primera parte)-fue, sin duda, uno de los puntos fuertes de la Competencia Internacional del BAFICI.
El estudiante es una película atípica en el panorama del cine independiente argentino: a partir de una narración sólida, se sumerge de lleno en el mundo de la militancia universitaria para hablar de política de frente, pero sin obviedades. En esta entrevista, el joven director nos cuenta sobre el nacimiento, desarrollo y futuro de este ambicioso proyecto.


El Ángel Exterminador: ¿Cómo surgió el proyecto?

Santiago Mitre: Yo tenía una primera idea en torno a la vocación; quería trabajar con eso, preguntándome qué es la vocación, y con la idea de un personaje perdido en la Universidad de Buenos Aires. Esas dos cosas fueron el vector original del relato: filmar la UBA y llevar a cabo una indagación en torno a la vocación, con un personaje que va saltando de una carrera a la otra; de algún modo, era una película más existencial, más episódica. Empecé a escribir sobre eso y surgió un episodio donde empecé a trabajar con que el protagonista comenzaba a militar, y me di cuenta de que había algo un poco más interesante en ese relato de la militancia en la universidad, y que a la vez se tocaba con ciertos intereses personales que vienen de mi familia, en la que todos se han dedicado a la política. Y encontré que en esas dos cosas se unía algo que me tocaba un poco más de cerca y que merecía ser narrado. Entonces empecé a trabajar en eso, en la vocación política en sí, y a intentar contar la política en la Universidad de Buenos Aires para poder reflexionar y narrar algo en torno a la política argentina; como si contando la política en la UBA se pudiese retratar la política en la Argentina en esta época.
La política me toca desde un lugar familiar: en mi familia todos se han dedicado a la política. Mi bisabuelo fue Ministro de Agricultura de Yrigoyen; mi abuelo fue funcionario durante el gobierno de Perón, mi viejo militó y trabajó para el Frente Grande. No estudié en la UBA pero siento que hay algo ahí, en torno a la política más que a la militancia universitaria, que me es cercano.


EAE: Uno de los puntos fuertes de la película es el guión. ¿Cómo fue el trabajo en esa etapa?

SM: Empecé a trabajar en torno a esa idea. Tuve reuniones semanales durante un año, aproximadamente, con Mariano Llinás; él leía el material y trabajábamos juntos en la construcción del relato. Hasta que llegué a una primera versión, y ahí empecé a trabajar con un amigo que tiene experiencia real en la militancia y conoce bien cómo funciona la política en la universidad. Y después investigué mucho; al tener formación como guionista estoy acostumbrado a trabajar así, a hacer un trabajo de campo fuerte. El guión me tomó más dos años de escritura; mientras escribía iba a la UBA a filmar asambleas, a hacer entrevistas a gente que militaba, a aprender un poco del universo iba a retratar. Y como el acercamiento del protagonista es un poco virgen con respecto a la política, en un punto el guión retrata un poco ese aprendizaje que fui haciendo mientras escribía.
Era muy importante el guión para mí, un poco porque yo soy guionista, y la verdad es que me daba seguridad antes de salir a filmar mi primera película en solitario saber que estaba pisando sobre terreno sólido; entonces me tomé todo el tiempo que hizo falta para sentir que estaba bien. Es una película hecha con tan pocos recursos y con tantas ambiciones narrativas que el guión era como mi refugio. Cada vez que estaba perdido volvía al guión, a leer, y a confiar en que esa primera sensación que tuve cuando llegué a la versión final era lo que tenía que seguir buscando.


EAE: ¿Cómo fue la experiencia de rodar en la universidad?

SM: Se empezó a filmar en agosto y se terminó de filmar en febrero. Durante cinco meses, filmamos a veces dos o tres jornadas por semana, a veces menos, incluso. Fueron sesenta jornadas de rodaje. Teníamos apoyo total de la Universidad, de la Facultad de Ciencias Sociales, que nos habilitó una autorización para entrar y filmar a las clases, filmar incluso de modo documental, y nos dio las aulas cuando necesitábamos montar una escena de ficción. Fuimos haciéndola con la colaboración de los actores y el equipo técnico, que entendieron que esa era la única manera de hacer una película así. Es una película muy independiente pero a la vez muy grande en su narración. Esa era la única posibilidad de hacer la película; ellos colaboraron y me ayudaron muchísimo, y gracias a ellos se pudo terminar.


EAE: ¿Cómo afectó el proceso de rodaje al resultado final? ¿Cómo se fue inmiscuyendo el avance de la política “real”, tan presente en ese contexto de la universidad, en el proyecto?

SM: Yo tenía por un lado las cosas específicas que tenía que relatar de la política específica de la UBA: las asambleas, las elecciones. Eso ya lo teníamos en el calendario, ya lo sabíamos, teníamos la colaboración de los chicos del centro de estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales y nos iban avisando cuándo había actividades, marchas, etc., como para que pudiéramos ir a filmar. Sabíamos que las elecciones eran en octubre y que las teníamos que filmar, y estábamos atentos a eso.
En un punto, la militancia universitaria me servía para plantear el contexto. Entonces al principio era importante ser rigurosos y ser “reales” en las especificidades de la política estudiantil, pero después la película se vuelve un poco más general. Me esforcé mucho durante el guión para que no refiriera a ninguna situación política coyuntural. Se entiende que la historia transcurre durante el kirchnerismo pero no se habla del kirchnerismo, y se entiende que es durante el rectorado de Hallú, pero no se habla de Hallú, nunca, y quería que fuese así, que apuntase como a una cierta unidad política, sin entrar en detalles.
El rodaje fue tan largo que paso algo interesante, que me gusta mucho, y que disfruto mucho de ver en la película, que es cómo se fueron metiendo los sucesos políticos, a pesar de que no los estábamos siguiendo. Porque la universidad es como un reflejo total de lo que pasa en la política del país y del mundo, incluso. Empezamos a filmar en paralelo al conflicto que hubo en los secundarios, y aprovechamos eso y fuimos a filmar las marchas. Después de que terminó el conflicto de los secundarios hubo una toma de 31 días, y dijimos: “Vamos y filmemos las asambleas ahora que hay discusión política en serio”. Después vino el asesinato de Mariano Ferreyra. Entonces se va viendo que en las paredes está; no se habla de Mariano Ferreyra, no se habla del problema sindical en la argentina, pero están los afiches, está de fondo, y al encuadrar al protagonista caminando aparecé la cara de Mariano Ferreyra. Y después murió Kirchner, y otra vez: se dio todo esa especie de resurgimiento del peronismo en la facultad de Sociales; antes de eso no se hablaba, y de golpe las agrupaciones kirchneristas empezaron a ganar una popularidad que no tenían. Entonces, a pesar de que no había un esfuerzo por retratar la época, la situación concreta del kirchnerismo, hay algo que se filtró. Era complejo, porque en un punto mientras filmábamos tuvimos la tentación de ir a filmar el funeral de Kirchner, porque podía servir para ae película. Pero como la narración era tan compleja la narración, preferí no hacerlo, no salir a perseguir los sucesos políticos que, por cierto, son tan variables que nunca hubiera podido terminar la película si me ponía a seguirlos. La discusión política se va corriendo de eje todo el tiempo, y yo preferí centrarme en la praxis política como tema y no tanto en una situación coyuntural.


EAE: Volviendo al trabajo de guión, ¿cómo definirías la función del narrador en la estructura de la película? ¿A qué obedece la decisión de incluirlo en el relato?


SM: En un momento, cuando encontré esto de la política como tema, me pareció que había que trabajarlo casi como una unidad independiente, y el narrador me daba la posibilidad de eso: de incluir información directa que refiriese a la historia argentina, a veces, o a determinada situación de los personajes, porque por un lado se relata la historia de la iniciación política de un personaje, y por el otro se cuentan cosas de la historia argentina. Yo tenia ganas de que una película contase eso del traslado de la capital a Viedma, tenía ganas de contar lo de Lisandro de la Torre... A veces se hace en las escenas, en los diálogos; por ejemplo, el discurso de Perón echando a los Montoneros. Quería que la película pudiera trabajar en esas dos líneas: que estuviera, por un lado, el relato central, y que por el otro lado refiriera a situaciones históricas argentinas que son centrales para la política y para la película, que fuese una película de tema. Y el narrador era eso: por un lado está el relato de esta personaje, y por el otro el análisis de la historia política argentina.


EAE: ¿Cómo sigue el recorrido de la película después del BAFICI?


SM: Incierto. Hicimos la película para presentarla en el BAFICI; teníamos muchas ganas de presentarla en el Festival porque es el espacio donde se esperan las novedades del cine argentino, y donde se discute sobre cine argentino, sobre producción y sobre estética, así que nos parecía que era el mejor lugar para presentar una película así. Por otro lado, siento que es muy para un público argentino. Entonces, con respecto a nuestras expectativas, a partir de ahora lo que venga será bien recibido, pero lo importante era que se proyectara acá y que recibiera atención acá: en este festival en particular, en Buenos Aires, y en la Argentina. Y después vamos a intentar estrenarla; cuanto antes, mejor.
Yo tenía una primera idea en torno a la vocación; quería trabajar con eso, preguntándome qué es la vocación, y con la idea de un personaje perdido en la Universidad de Buenos Aires. Esas dos cosas fueron el vector original del relato: filmar la UBA y llevar a cabo una indagación en torno a la vocación, con un personaje que va saltando de una carrera a la otra; de algún modo, era una película más existencial, más episódica. Empecé a escribir sobre eso y surgió un episodio donde empecé a trabajar con que el protagonista comenzaba a militar, y me di cuenta de que había algo un poco más interesante en ese relato de la militancia en la universidad, y que a la vez se tocaba con ciertos intereses personales que vienen de mi familia, en la que todos se han dedicado a la política. Y encontré que en esas dos cosas se unía algo que me tocaba un poco más de cerca y que merecía ser narrado. Entonces empecé a trabajar en eso, en la vocación política en sí, y a intentar contar la política en la Universidad de Buenos Aires para poder reflexionar y narrar algo en torno a la política argentina; como si contando la política en la UBA se pudiese retratar la política en la Argentina en esta época.
La política me toca desde un lugar familiar: en mi familia todos se han dedicado a la política. Mi bisabuelo fue Ministro de Agricultura de Yrigoyen; mi abuelo fue funcionario durante el gobierno de Perón, mi viejo militó y trabajó para el Frente Grande. No estudié en la UBA pero siento que hay algo ahí, en torno a la política más que a la militancia universitaria

EL CORAZÓN EN OTRO LADO...









Gore Vidal
Soñando la guerra (fragmento)

" Aunque todos los países conocen la manera -si tienen los medios y la voluntad de hacerlo- de protegerse de los matones que nos ha deparado el 11 de septiembre, la guerra no es una alternativa. Las guerras se hacen contra países, no contra grupos desarraigados. Se pone un precio a sus cabezas y se les captura. En época reciente, Italia lo ha hecho contra la mafia siciliana, y nadie ha propuesto todavía que se bombardee Palermo. Pero la Junta Cheney-Bush quiere una guerra para dominar Afganistán, construir un oleoducto y obtener el control del petróleo de los Stan de Eurasia para sus socios empresariales, así como para causar a Irak y a Irán el mayor daño posible debido a que estos países malvados algún día pueden tapizar de ántrax o algo parecido nuestros campos ámbar de cereales. Pero los tamtam siguen repicando venganza, y el hecho de que la mayoría del mundo se oponga a nuestra guerra sólo sirve para pintar un febril color rosa en las mejillas de Bush padre, miembro del Carlyle Group; Bush hijo, de Harken; Cheney, de Halliburton, Condoleezza Rice, de Chevron-Texaco; Rumsfeld, de Occidental, y Gale Norton, de BP Amoco. Si alguna vez hubo un gobierno que debiera recusarse a sí mismo en cuestiones relativas a energía, es la junta actual. Pero no se parece a ningún otro gobierno de nuestra historia. Es evidente que tienen el corazón en otro sitio, ganando dinero, lejos de nuestros templos de estilo romano, y que, ay, sólo nos dejan sus respectivas cabezas, soñando la guerra, de preferencia contra débiles estados periféricos. Cuando el avión de Mohammed Atta se estrelló contra el World Trade Center, Bush y la niña de la escuela primaria de Florida estaban hablando del cabritillo de la alumna. Por casualidad, nuestra palabra (tragedia) viene del griego: tragos (macho cabrío) y oide (canción). “Canción del macho cabrío”. Fue de lo más apropiado que este lamento, que se cantaba en las antiguas obras de sátiros, se oyera de nuevo en el momento exacto en que nos alcanzó el fuego del cielo y empezó para nosotros una tragedia cuyo final no se ve en el horizonte. "

EL ÁNGEL GRIS...




























ALEJANDRO DOLINA:"Soy existencialista porque tuve una camisa a cuadros, y eso es ser existencialista, o al menos, así me dijeron".

- Dolina, ¿está en el acto creador la posibilidad de alterar el determinismo del destino?

- Habría que hacer una salvedad. Yo creo que en el amor hay una porción de libre albedrío. Octavio Paz dice que, ciertamente, el amor sucede, el amor es algo que nadie puede prever, que uno no puede evitar, incluso. Pero en algún punto se puede decidir, después que te sucedió podés decidir. Podés renunciar, por ejemplo, si el objeto amado no responde; mejor dicho, podés renunciar a las acciones emergentes de tu amor. Hay un campo en el que se puede decidir, en el que se puede elegir la dignidad a la satisfacción. En el resto de los sucesos de la vida también parece haber una grieta, diría Borges, en el fatalismo, en el determinismo. Es posible que la regla general sea el determinismo, pero es posible que haya detalles en los cuales uno pueda decidir. Las grandes rutas, parece ser, están decididas, pero uno puede decidir por su propia voluntad en algunos detalles y es posible que el arte sea justamente el foro donde los detalles tienen más importancia. Yo creo verdaderamente, junto con los griegos en este caso, que el artista es, en cierto modo, un instrumento de la musa. Lo que se puede discutir es quién es finalmente la musa. La musa puede ser, según Graves, la Mujer Amada. También puede ser la memoria, como que la memoria era la madre de las musas. Las musa puede ser, si uno es un poco más prosaico, estas serie de contingencias que hacen a lo social y a lo político, es decir, las circunstancias de la época en que el artista vive. La musa puede ser la Muerte, como he tenido el tupé de sostener en una charla no hace mucho. Es decir, si usted suma todas estas cosas queda muy poco para que el artista diga, si el artista es hijo de su época, es hijo de las circunstancias socioeconómicas en las que le toca vivir, si es hijo finalmente de los escritores que ha leído, de los pintores que ha visto, de las vivencias... bueno, qué va a decidir el artista si ya todo está decidido de antemano, incluso cuando un poeta nace en un lugar está decidido el idioma en que habrá de escribir. Algunos van más allá, como esa historia que me gusta contar siempre acerca de quienes dicen que una agricultura de monocultivo genera un libro como el Martín Fierro, genera la poesía gauchesca, a lo que Borges decía que por ejemplo en Oregón y en Montana que tenían las mismas economías que en la pampa, se habían abstenido entusiásticamente de redactar el libro del gaucho Martín Fierro. Pero bueno, ciertamente hay un montón de fuerzas que parecen escribir todo y al artista le queda poco pero a mí me parece que ese poco que le queda es lo que hace valiosa la obra artística, es lo que la hace singular y lo que pone el detalle personal. ¿Qué diferencia a un gran novelista de uno mediocre?, probablemente ése detalle personal. Aquel artista que alcance a escribir algo más, digo escribir porque estamos hablando de escritores, aunque no se si estamos hablando de escritores después de todo, digo, aquel artista que agregue algo más a lo que ya está determinado por todas esas musas que acabamos de citar, será un artista singular y el que se limite a seguir los dictados de la Diosa pues, será uno del montón.

- ¿Las leyes del mercado, condicionan al artista?

-Yo creo que el verdadero artista no debe pensar en la industria al momento de escribir, no es que uno se oponga de un modo cerril a la industria ni por el gusto de oponerse. Se ha escrito mucho al respecto, Adorno y todos esos tipos han escrito mucho acerca de la industria. Pero algunos han visto alguna virtud en la industria. Por empezar, ha acercado la industria al gran público obras que hasta nuestro siglo permanecieron solamente en los salones de la gente muy pudiente. Ha hecho masiva algunas obras que antes estaban reservadas, insisto, a un parnaso exquisito; esa puede ser una virtud. La otra es que ha promovido una especie de destreza profesional que si bien se mira no está mal como para empezar. En general puede decirse que la industria acepta el talento, incluso lo promueve, lo prohíja. Lo que rechaza la industra más bien es el genio y la heterodoxia. Eso rechaza la idustria. Podríamos decir que en estos tiempos que nos toca vivir en nuestro país, este rechazo de la industria por la heterodoxia es, podríamos decir, hasta grosero porque la industria se limita a seguir una recetas repetidas hasta el hartazgo como una fórmula de éxito. De manera que, creo yo, el verdadero artista sigue o más bien se desliza por unos caminos que también le son fatales, en tanto que artista. Él no puede desoír ciertas voces interiores, si es que es un artista verdadero, aún cuando estas voces le indicaren caminos que le van a garantizar el fracaso económico o en lo que se llama el mundo del espectáculo, de modo que creo que conviene no seguir las recetas del éxito y mucho menos aquellos lugares comunes que a veces son aplaudidos por sectores supuestamente entendidos. Hay no solamente un éxito comercial o una tentación de orden económico que hace que los artistas sigan unas anchas avenidas, sino también cierta ortodoxia que la industria se encarga de producir por sí misma. Los medios de comunicación hoy en día, no es que siguen una ortodoxia preexistente, sino que la producen. Naturalmente esa ortodoxia consiste por lo general en evitar cualquier complejidad. Cada una de las dificultades que uno propone al consumidor contribuye a restar el número de ellos, cuanto más alta es la competencia que se le pide al que consume arte, menos serán los consumidores.

- Teniendo en cuenta que para hacer arte es conveniente el conocimiento de la técnica, la transgresión de la norma establecida ¿es necesariamente una forma de arte?

- No es necesariamente arte. En algunos casos la transgresión es comprendida después de un tiempo. El artista heterodoxo atraviesa unos alambrados, empieza a recorrer unos terrenitos por los cuales no había andado nadie y naturalmente los amigos de lo que está establecido, quiero decir, el espíritu filisteo que necesita que las cosas estén en su estante, que necesita unos escalafones ya consagrados, generalmente rechaza la heterodoxia. Después de un tiempo suele ocurrir que, si realmente hay verdaderos valores, el transgresor es comprendido y aceptado por todos y su obra, que en un tiempo era heterodoxa, pasa a formar parte de la ortodoxia. Lo que no hay que decir nunca es que toda transgresión es gran arte. Algunos transgresores, efectivamente cruzan el alambrado pero van para el lado de los tomates. Hay un punto, sin embargo, en que la discusión y el reconocimiento de lo que es arte y lo que no lo es se hace complejo. En el medioevo se había creado una máquina, en realidad no era una máquina, sino un método combinatorio entre algunas palabras, y se decía que utilizándola las discusiones filosóficas iban a ser como las discusiones entre dos contadores, es decir, podríamos estar en desacuerdo pero bastaba con sacar la cuenta para saber quién estaba en lo cierto. En verdad en la filosofía no sucede eso y en el arte tampoco, no es tan sencillo establecer quién está en lo cierto y quién equivocado. Lo que no quiere decir, de ningún modo, que sea imposible, que es lo que dicen algunos, "sobre gustos no hay nada escrito", por ejemplo, me parece un gigantesco error. Pero hay cuestiones arduas. Alguien se aparta de las reglas y hay que apartarse uno también de las reglas, empezar a transitar terrenos inexplorados para saber si estamos ante la presencia de un gran artista o ante la presencia de un loco o de un farsante.

- El artista, como el filósofo, muere y renace diariamente porque no tiene verdades absolutas. La filosofía y el arte ¿recorren el mismo camino?

- No, no todos los artistas son problemáticos. Yo digo que hay personas que son problemáticas. Algunos artistas lo son, los más grandes generalmente. Los filósofos sí, podría decir que son todos problemáticos porque su misión es hallar problemas.

- ¿Es correcto hacer una analogía entre los "Hombres Sensibles" y los artistas, en oposición a los "Refutadores de Leyendas"?

- No hay "Refutadores de Leyendas" químicamente puros, todos somos una mezcla de lo que en este torpe libro (N de A: se refiere a su libro "Crónicas del Angel Gris". Ed. Colihue.) se llaman "Hombres Sensibles" que serían los de temperamento dionisíaco, romántico, lunar y los que se llaman "Refutadores de Leyendas" que serían más bien los cientistas, aquellas personas que como el personaje de Flaubert, que era un farmacéutico que vivía refutando leyendas. A mi me parece que no siempre el artista es un "Hombre Sensible", hay artistas que son perfectamente clásicos, que siguen patrones ya establecidos y no necesariamente son malos artistas, a veces son artistas considerables. Lo que pasa es que uno prefiere los artistas románticos, esos que, más que en la razón, creen en lo que Pascal llamaba "las razones del corazón", pero el arte también es una mezcla, una sabia mezcla de Hombre Sensible y Refutador de Leyenda. Hay ciertamente mucho de dionisíaco que es deseable pero en algún punto la razón tiene que acudir aunque sea para saber cuán locos estamos.


-De acuerdo con su obra, la mujer es quien conjuga en un único ser lo infernal con lo celestial, ¿Cómo es posible que lo mismo que condena sea simultáneamente el portal de la salvación?


- Siempre fue así desde el punto de vista poético. Los Pelasgos, que vivieron antes que los griegos en el sur de Europa, tenían una sociedad matriarcal. Ellos adoraban a una diosa. Esta diosa, La Luna, tenía tres aspectos: uno el de doncella, el de virgen; el otro, el de madre y el otro el de hechicera. Una misma diosa era las tres cosas, la que prometía, la que te engendraba y la que, por ahí, te hechizaba. Y esto, de distintas formas, con distintas alegorías, ha aparecido muchísimo y sigue apareciendo en la poesía, esta polivalencia de la figura femenina como guía en Dante, como guía que ayuda a uno a atravesar los infiernos y también como causante del propio infierno, como Francesca en Dante. Paolo y Francesca encuentran el amor que los conduce al infierno. De manera que yo no hago más que seguir en este caso una ortodoxia, pero una ortodoxia poética que no tiene estantes y que, por ser metafórica, también permite ciertos desvíos de la ruta. No es una ancha avenida por cierto.

- Dolina, ¿Existe una relación entre la moral burguesa y la decadencia del relato mitológico o poético?

- No sé si la hay, porque no estoy seguro de que las relaciones entre los sucesos socioeconómicos y las expresiones artísticas, que ciertamente las hay, sean tan claras. A veces incluso se dan relaciones en beligerancia. Una época materialista y filistea puede estar acompañada por artistas que, en resistencia, practican un arte romántico justamente contrario a lo antedicho. Así que no sé si realmente hay una relación entre la moral burguesa y la decadencia de la épica. Pero la decadencia de la épica tiene ya varios siglos y sin embargo, en la historia de las letras, es probablemente la que más tiempo prevaleció. Yo diría que hasta el siglo XII o XIII, que es cuando aparece la poesía provenzal, cuando nace esta idea del amor que profesamos hoy, cuando nace la idea de la dama como objeto de homenaje, etc. Pero hasta ese momento nunca dejó de haber épica. Siempre el género principal de toda la literatura fue la épica, al menos lo en occidente, después ya no. Después de esa última expresión, de ese corte, comienza sí la decadencia de la épica y parece tener razón usted porque justamente coincide con el crecimiento de la clase burguesa, su dominio de la sociedad, no solamente en lo económico sino también, como decíamos antes, en la producción de ortodoxia, en lo que Gramsci podría llamar "la creación de una visión del mundo que es la dominante". Y al predominar la visión burguesa del mundo, ciertamente la épica decae. Pero puede ser que sea de casualidad, ¡yo que sé!, ¡¿cómo quiere que se lo diga?!

- Marshall McLuhan afirma que los medios de comunicación son iguales a los poetas porque ambos explican la realidad desde sus propios supuestos ¿Ud. qué cree al respecto?

- En ese sentido son verdaderamente iguales. Si Ud. empieza a compara a partir de estructuras, hallará algunas similitudes. Similitudes que han de desaparecer en cuanto Ud. sitúe el problema viéndolo desde otras colinas. La principal diferencia entre el artista y el publicitario me parece que debe buscarse en lo que se propone cada uno de ellos. Hay en el artista una cierta fatalidad. Yo no creo que el artista escriba para complacer a sus sobrinos o para ganar algún dinero, aunque hay artistas que lo hacen, naturalmente. Sino que yo creo que el artista hace lo que hace porque no puede evitarlo. No puede evitarlo, le juro que no puede evitarlo, ¡no puede evitarlo!. El escritor de ningún modo halla placer escribiendo. Es posible que un músico que toque o que componga encuentre algún placer en su actividad. Un escritor le garantizo que no y muchos artistas tampoco. Un escultor, imagíneselo Ud. a Miguel Angel pintando la Sixtina, Ud. me dirá "pero Miguel Angel no tuvo más remedio que hacerlo porque lo habían contratado..." No podía evitarlo, no podía evitarlo. Naturalmente, el publicitario no tiene ninguna de esas fatalidades en su espíritu. El artista está describiendo su alma porque no puede menos que describirla. No importa aquello que escribiere o pintare. Dice Sabato "cuando vemos estos girasoles amarillos que pintaba Van Gogh, no estamos obteniendo mucha noticia sobre la agricultura en el centro de Francia, pero si estamos obteniendo noticia del alma de Van Gogh". El artista esta vinculado con su obra, ella se le parece, especialmente si se trata de un artista romántico. El publicitario es un trabajador que trabaja con opiniones ajenas. Muchas veces el publicitario no opina exactamente como diseña o como escribe. Es muy fácil imaginar a un publicitario que no use los productos que promociona. Pero eso no importa porque sería una pobre descripción. Lo que sucede es que hay un propósito enteramente técnico. Se trata de comunicar del modo más rápido y masivo la calidad de ciertos productos y servicios. Eso es la publicidad. Si Ud. enfoca desde el punto de vista de la estructura, hallara formas en que ambos parezcan sostenerse en los mismos andamios. Pero basta que Ud. se corra dos grados para que empiecen a aparecer las diferencias.

- Si el artista es víctima de sí mismo porque su necesidad expresiva lo rebasa, ¿Cuál es su recompensa?

- No la hay. Salvo que la recompensa esté en su satisfacción, aunque me parece esta una pobre palabra, una palabra filistea. La recompensa esta en haber hecho la obra. Pero no sé, eso a menudo no es una recompensa. La mayoría de los artistas después de haber hecho algo más que una sensación de dicha sienten arrepentimiento o insatisfacción. La sensación de que hubieran podido hacer algo mejor o, peor todavía, la sensación de que no hubieran podido hacer algo mejor. De manera que yo creo que no hay recompensa. Y no creo que uno sea artista buscando una recompensa, una especie de estado de felicidad que viene por añadidura, mas allá de aquellas que revisten formas mundanas como el premio "no sé cuanto"...


- El conocimiento, ¿también es un fin en sí mismo que no necesita de recompensas?


- Claro. El conocimiento, me parece, es una de las pocas buenas noticias del universo. Aprender es lindo siempre. Mientras que la obra artística es dolorosa, el aprendizaje es gozoso. Y es que uno adiestra el cuerpo y el alma para disfrutar de ese goce. Eso que dicen algunos acerca de que conviene evitar el conocimiento, yo creo que no es verdad. Es posible que las primeras nociones duelan un poco, pero finalmente es un placer aprender. Y en este caso sí, ¿cuál es la recompensa por comer algo rico?, estar comiéndose algo rico, ¿cuál es la recompensa por oír una sonata?, pues eso es, oír. Pero en el caso de ciertos sufrimientos o ciertos actos de grandeza la cosa es distinta porque el tipo por ahí elige un camino que sabe que no lo va a conducir a la felicidad. Sin embargo lo elige igual. Y no porque esa grandeza le vaya a producir algún goce o porque se la vayan a gatillar en alguna otra vida, no. Hay algo de fatal en los espíritus grandes: sienten que tienen algo que hacer y lo hacen. ¡Eligen la grandeza!. Algunos utilizan la siguiente chicana leguleya para refutar esto: "el mártir fulano, o el Cristo o el General San Martín (gente que ha elegido un camino que de antemano sabían los iba a conducir a la desdicha, al dolor, al sufrimiento) eligen ese camino porque, después de todo, ellos encuentran ahí la felicidad, son distintos a todos y en vez de encontrar la felicidad en tener una casa con parque y una lancha, la encuentran en dar la vida por el genero humano". Eso es una chicana, no es verdad. Eso equivale a decir que los héroes son simples locos que tienen cambiada la idea de felicidad, "mientras a mi me gusta ir a milonguear a La Enrramada, a ellos les gusta libertar el Perú". Eso es una falacia, no es que les guste, no les gusta, lo hacen sufriendo, y aunque no les guste, ¡lo hacen igual!. Eso se llama valor. Eso se llama heroísmo, y no es nada que se parezca a tener cambiadas las cosas que lo hacen feliz a uno. Los burgueses dicen "ah bueno, ¡que vivo que era Jesucristo!, si a mi me gustara ser crucificado también lo hubiera hecho". Pero él lo eligió, ¡no es que le gustaba!. No se trata de comprender estas actitudes, se trata de admirarlas en lo que tienen de absurdo y finalmente de extraordinario.

- En la elección del camino difícil por parte del héroe y del artista, ¿hay implícita una búsqueda de superación de la mediocridad?

- Mire, si ese fuere el desafío, yo igual lo hubiese perdido. Superar a la mediocridad es para mi tan difícil como superar a la muerte. Creo que no es para vencer a la muerte que los artistas eligen el camino difícil, al menos no siempre. Hay algo de compadrada en eso. El manierismo y el barroco solían crear dificultades para luego vencerlas, eso les parecía noble. Y en verdad hay cierta nobleza en elegir un camino difícil. Pero también hay cierto alarde. Aunque en otro orden de cosas, elegir un camino difícil no es solo escribir una página sin usar la letra A o dibujar en espiral como hacían los manieristas... Elegir un camino difícil a veces es simplemente renunciar a las tentaciones de la industria, de lo que es fácil, de la misma pereza. No contentarse uno con triunfos pequeños es también una forma de elegir el camino difícil. Y eso ya más que un alarde o una compadrada, es un mérito de orden ético y no sólo estético. Sabiendo que ciertas avenidas en declive le garantizan cierta facilidad de creación y además cierto éxito, el tipo desdeña esas avenidas en bajada y agarra por una camino lateral muy estrecho y lleno de abrojos. Ahí ni si quiera cabe el alarde porque a veces sucede que las dificultades de ese camino no son ni registradas por el resto de las personas. Y hay también una actitud de heroísmo y ciertamente un mérito ético.

- La elección de ese camino noble, ¿implica convivir con la conciencia del destino trágico de la vida del hombre?

- Sí, pero convivir con eso no quiere decir estar pensando todo el tiempo en eso. Ni quiere decir que los que tiene el sentimiento trágico de la vida sean personas que estén todo el tiempo moqueando o lamentando una mina que se le fue en 1939. Eso no me parece aceptable. Se puede tener verdaderamente un espíritu unamunesco, se puede tener un apetito de eternidad, se puede tener la certeza de que este apetito no será saciado y al mismo tiempo salir de joda con los amigos y disfrutar de los placeres más prosaicos de la vida. No le estoy hablando del deleite que nos producen los poemas de Sor Juana, sino el deleite que puede producirnos las cosas más banales como un chiste contado por un amigo o una gorda que nos levantamos en la paternal... para no hablar de los grandes amores porque esos si forman parte de placeres exquisitos. Nos están corriendo porque acabamos de rajar sin pagar de la pizzeria "Ottonelli"; mientras nos reímos y pegamos saltos para evitar que nos alcancen los mozos, es decir, en el momento menos metafísico, pensamos: "si, está muy bien, pero somos mortales".

-Teniendo en cuenta que quien elige el sendero más difícil generalmente no es reconocido, ¿hay una exigencia mayor del común de la gente para ese tipo de artista?. Esto lo relacionamos con su programa y la gran exigencia de sus oyentes para con Ud. al cuestionarle que ha pronunciado una palabra mal sabiendo que el cuidado del lenguaje en su programa es fundamental.

- Primero, no me coloque a mí entre quienes han elegido el camino difícil porque yo no estoy seguro de nada. Yo trato de hacer lo que modestamente hago de la mejor manera. Pero yo no estoy tan cierto de ser un buen ejemplo para su pregunta. Pero sacando eso, si Ud. me pregunta qué me parece a mí, si después de hacer los esfuerzos que uno hace encuentra que otros cuestionan asuntos menores... es duro. Pero no me consta que sea siempre así y finalmente no me importa que sea así porque yo creo que el camino que uno elige no debe estar relacionado con lo mucho o lo poco que lo aplaudieren. Uno elige un camino artístico, y si tiene la mala suerte de no ser reconocido por nadie, ¡sonaste!. Quizá tenemos suerte y nos aplauden algunos y entonces nos vamos a festejar al boliche de la esquina, pero a veces sucede que no y entonces, ¿Qué es lo que hacemos? ¿Cambiamos nosotros? ¿Vendemos nuestras más intimas convicciones al precio de un aplauso?, pues no. O no hacemos mas nada, o seguimos haciendo lo mismo tratando de hacerlo mejor aún, muchas veces con la dramática certeza de que hay aplausos que no vendrán nunca. Cuando aplaude la gente, hay que tener mucho cuidado. Como cuando el general victorioso que entra en Roma y todo el mundo lo ovaciona, el esclavo le susurra: "Acuérdate que eres mortal". Y eso es mucho decir. A veces un aplauso es peligroso. El aplauso no es una certificación de nada. Hay gente que es muy aplaudida y muy poco talentosa; hay gente muy aplaudida y muy talentosa; hay gente poco aplaudida y muy talentosa y finalmente hay gente poco aplaudida y poco talentosa. Frente al aplauso hay que ser cauteloso porque puede ser un aplauso inmerecido como hay tantos. Como el caso de estos premios que han dado ahora, los "Martín Fierro"...Bueno, yo he tenido la suerte de sacármelo y utilizo intencionalmente la expresión "sacármelo" como quien dice "me saque un perro en una kermesse". Yo veo después la lista de premiados y me pregunto ¿será este un aplauso merecido como en el caso de algunos o inmerecido como en el caso de tantos otros?, no lo sé. Entonces, ¿qué conclusión saco yo de haber obtenido el Martín Fierro?, absolutamente ninguna. ¿Qué conclusión saco yo de que me aplauda un tipo, o dos, o quince?, ninguna. Ojalá sea merecido el aplauso, ojalá sea merecido el premio. Pero eso tendremos que indagarlo en otros foros.

FIN DE UN MUNDO ENFERMO...






ENTREVISTA AL GRAN FERNANDO VALLEJO...

Este es un libro muy complejo. Usted desmenuza más de mil quinientos años de historia. En esta historia, la iglesia católica aparece en su dimensión más siniestra. La cantidad de información, además del cuidado de la prosa, es aplastante. Quería preguntarle cuánto de su tiempo embargó y cuál es el objetivo del libro.

Bueno, el tiempo no me preocupa mucho. Estamos condenados a la nada, así que más vale invertirlo en algo que sirva para sacudir cabezas.

Pero...

No se preocupe, entiendo a dónde va su pregunta. Y debo decir que si no existieran Internet y Amazon (la librería virtual), éste hubiera sido el trabajo de una vida entera. Incluso así, nunca hubiera llegado a conocer lo que conozco. Pero existiendo Internet, las cosas se simplificaron bastante. Por ignorancia, pereza, o lo que sea, la misma Iglesia ha puesto a disposición del curioso, del investigador, una cantidad de documentos, bulas y encíclicas que bien leídas desenmascaran a la institución y facilitan mucho la investigación. Sin Internet, no tenga dudas, la escritura me hubiera llevado años.

Internet terminó con las enciclopedias.

Fernando Vallejo: Yo diría que terminó con la erudición. Usando una tecla se pueden encontrar cosas increíbles. Buscas datos sobre Manuel Paleolobus (o Manuel II, el Paleólogo, que mantuvo, circa 1391, un debate con un erudito persa sobre Mahoma, a quien el entonces emperador de Bizancio acusó de una incontrolable pulsión expansionista) y los encuentras apretando un par de teclas. Y entiendes por qué ese hombre fue citado por el Papa Ratzinger en la conferencia de Ratisbona (el 12 de septiembre del 2006), lo que produjo un gigantesco escándalo con los musulmanes. Evidentemente, la Web también está llena de basura, pero hay mucha basura útil.


¿Por ejemplo?


Bueno, esto que le estoy contando y otros datos muy relevantes. Es increíble que la Iglesia haya cometido el error de meter a todos sus padres juntos: los griegos, los latinos, todos. Es increíble pero cierto que no hay peor enemigo de la Iglesia que ella misma. Cuando se den cuenta, retirarán esos documentos, pero será tarde. Así como trataron de controlar la imprenta a un siglo de que la inventara Gutenberg, cuando la Contrarreforma, y crearon el índice de libros prohibidos, intentarán ahora controlar Internet, pero la situación de hoy es mucho más complicada. Es cierto que tienen sus aliados (los evangelistas, el mismo Islam; la tercera parte del planeta tributa en alguno de los monoteísmos...), pero la decadencia del catolicismo es irreversible. El recambio no lo es, claro. Es menos sólido doctrinariamente, pero igual de opresor y peligroso.

Usted ha formulado críticas feroces a Wojtyla cuando estaba vivo. Siempre se dijo que Ratzinger era el ideólogo, el cerebro detrás del Papa polaco.

No sé si se puede hablar de cerebro de una institución descerebrada. La Iglesia es una institución obcecada, obtusa, retrógrada, oscurantista, que sólo dice estupideces, infamias y mentiras contra la humanidad y contra los animales. Como no pueden quemar gente, porque han perdido el poder que tuvieron durante la Edad Media y el Renacimiento, siguen haciendo el mal, oponiéndose al control de la natalidad, por ejemplo, agitando la hoguera de la bomba demográfica. Seguramente están atrás de la industria de los pollos de cautiverio, de la producción de vacas artificiales, de la deforestación, la desaparición de determinadas especie... Esas vacas contaminan y recalientan el aire tanto como la deforestación. En la raíz del calentamiento global están las políticas contra los animales, y la inmensa cantidad de especies extinguidas o en vías de extinción.

Personalmente parece menos escéptico de lo que en verdad es...

Será porque quedan algunos animales que me alegran la vida. No espero nada de los humanos, y tampoco de la literatura. La vida no tiene otro destino que la muerte. Sin embargo, no me deja de asombrar cómo seres con un cerebro tan sofisticado son capaces de sabotear el futuro, cualquiera sea. El tema del amontonamiento de gente es espantoso. Nadie puede vivir así. Sin espacios de intimidad, aturdidos por el ruido. En la ciudad siempre hay ruido. La contaminación y el ruido están destruyendo lo poco que queda de civilización.

Le cambio el tema: ¿qué opina de las medidas que el presidente colombiano, Alvaro Uribe, ha propuesto para los guerrilleros de las FARC?

Uribe es un hombre vil, especialmente vil. Es el presidente de estúpidos que compraron el discurso de la mano dura y que eligieron a ese sinvergüenza esperando que pusiera orden. La idea de orden ya es detestable. ¿Querían orden? Hay tienen a 30 mil paramilitares sueltos. Pero lo peor de todo es que fue reelecto. Hace treinta años que vivo en México. Jamás volveré a Colombia. Uribe es un hombre despreciable. Pero no es cierto que sea un títere de los norteamericanos. La realidad es más compleja. Estados Unidos tiene cosas buenas y cosas detestables. Pero solemos olvidarnos que la idea de libertad nació en los Estados Unidos, cien años antes de que ocurriera la Revolución Francesa.

Tampoco tiene mucha simpatía por Hugo Chávez, ¿no?

Es un granuja, un delincuente. Un payaso que vive del petróleo que le compran los norteamericanos, que además lo financian también con los sistemas de extracción. A Chávez le gusta aparecer en las revistas. Es como Juan Pablo II. Un mal actor. En América Latina es difícil destacar a alguien. Son todos cómplices. El mundo de hoy es un lugar invisible.

Volvamos a la literatura. No puedo dejar de preguntar sobre los fastos que rodean los ochenta años de Gabriel García Márquez, y sobre su obra.

Era hora. Esperaba esa pregunta. Doy un rodeo: no me interesa la literatura en tercera persona. El narrador omnisciente que controla todos sus personajes. Para eso está el cine. Sólo me interesa la primera persona. Tampoco me interesa el periodismo aséptico, "objetivo". Sobre García Márquez hay que agregar que su pieza cumbre, "Cien años de soledad", no es más que un anecdotario mal escrito, separado por cadenas temporales y cierto exotismo entonces de moda. Es un narrador poco original y un peor prosista. Ya que estoy en la Argentina, ahora le pregunto yo: ¿se puede comparar la prosa de García Márquez con la de Mujica Láinez, o con la de Borges?

¿Se puede?

No resiste la menor comparación.

¿Algún contemporáneo que le interese?

Ya casi no leo literatura. Reynaldo Arenas tiene excelentes tramas pero muy mal escritas. No conocía el oficio, y para escribir, además de ideas, hay que saber manejar las palabras. Y leo a Michel Houellebecq, en francés, por supuesto. Mis lecturas están más destinadas hoy a la ciencia y la divulgación científica.

TODO ES POLÍTICA...
















¿Qué es el realismo? Un dispositivo óptico (mucho más que un método de representación). ¿En qué se reconoce el realismo? En una determinada actitud (una gestualidad) respecto de la realidad. En la presentación (no se trata de la representación) de determinadas unidades de discurso y determinadas relaciones entre esas unidades. Finalmente, el realismo es un plan de consistencia: vuelve consistente mediante un complejo artificio singularidades irreductibles, acausales y atemporales. O sea: no tanto una forma de pensamiento cuanto una instancia de inteligibilidad. El realismo es (será) siempre descriptivo. Sólo que subordina la descripción a una determinada distribución de las masas semánticas.
La mayoría de las veces, el realismo audiovisual termina siendo aburrido, precisamente por la necesidad de mantener como constantes las articulaciones principales de sus postulados de intelegibilidad. Una vez comprendido el sistema, el automatismo lleva al hastío. Salvo que...salvo que la descripción sea tan intensa que permita olvidar esas articulaciones y focalizar la atención en el detalle: Lukács pensaba que eso es la ruina del realismo, que eso es el naturalismo (cuyo ejemplo más famoso será siempre Flaubert).
Finalmente, la decisión de catálogo importa poco y aún la realidad más convencional puede presentarse bajo un dispositivo óptico más bien alucinatorio


Esta introducción, a cargo de Link, bien vale como marco teórico para dar cuenta de mi última experiencia cinematográfica: la película argentina "El estudiante". Y es que -en el film- la realidad queda condensada por la articulación de la política (aquello insoslayable para el "vivir social") y la sexualidad/afectividad (aquello insoslayable para el "vivir personal").
Lo real, entonces, es política y es deseo. Y es -obviamente- deseo de política.
Lo real es -también- deseo de conocimiento, porque el conocimiento (y el juicio de valor que todo conocimiento debería despertar en un espíritu crítico) es, en última instancia, el que habilita cualquier tipo de intervención política.
La ópera prima de Santiago Mitre pone de manifiesto la presencia de aquellos elementos "propios de la política" (alianzas, traiciones, negociaciones, triunfos y derrotas a medias, desilusiones diarias, convicciones que se sostienen y convicciones que se diluyen en las conciencias para no perderlo todo), dentro del marco de la renovación de cargos en la Universidad de Buenos Aires.
En ese contexto - es decir, en este contexto- la pregunta por los posicionamientos que uno debería adoptar en relación al "factor política" resultaría harto difícil de dilucidar. Y es que el contexto antes enunciado puede llegar a funcionar -y de hecho siempre lo hizo sobre mi cuerpo y el de mis amigos- como una eficaz máquina aplanadora de voluntades no del todo cristalizadas.
Sin embargo, hoy como ayer, resulta necesario (imprescindible?)no dejarse caer en la tentación del abandono absoluto de aquello que -en definitiva- viene a interrogar al presente sobre la única pregunta que merece ser contestada:cómo vivir juntos?

miércoles, 9 de noviembre de 2011

FANTASMAS, IMAGINACIÓN Y SOCIEDAD...






ENTREVISTA A DANIEL LINK

- En una entrevista señalás que se pueden reconocer dos tendencias dentro de la literatura argentina. Una literatura de mercado, que se piensa autónoma, y un conjunto de escrituras experimentales, "postautónomas" (como las llama Josefina Ludmer), que formulan preguntas radicales al presente, a la relación de uno mismo (del sí mismo) con el presente (o con la muerte, o con el cuerpo, en fin: esas grandes obsesiones de todos los tiempos).

¿Podés explicar esta división?

- En el sistema de la literatura actual existen estas dos grandes líneas. Coincido con Ludmer en que la crisis y reformulación de lo político afecta las relaciones con la literatura. En ese sentido, el concepto de post-autonomía remite al arte como experiencia, en oposición al arte como mercancía. De un modo o de otro, la literatura no puede pensarse separadamente de las grandes tensiones de su tiempo, ya porque subordine su lógica a la lógica del mercado (el sistema de grandes premios, el bestsellerismo, etc), ya porque se proponga como una ética completa (una transformación radical de sí).

- ¿Es posible hablar de literatura nacional y establecer un canon literario argentino?

En esta etapa de mundialización ya no tiene sentido el concepto "literatura nacional", ya que no hay más afuera ni adentro. En cuanto al canon, es histórico. Si me preguntás qué debiera leerse en las escuelas diría nombres como Aira, Fogwill, Carrera, Gelman, Molloy, Cozarinsky, Piglia, María Moreno, Luis Gusmán. No puedo dejar de incluir en esta lista caprichosa (e infinita) a Saer, Puig, Walsh, Pizarnik y, sobre todo, a Copi. Los cánones nacionales son, precisamente, esos dispositivos que se utilizan para "reconstruir el pasado" de acuerdo con la idea de representatividad (y no de gusto, o de "calidad", nociones completamente de época). Es por eso que son objetos de debate ideológico. En el presente la formulación se complica. No podría faltar el Nunca Más o El desierto y su semilla de Barón Biza. Mucho más interesante que definir el canon es definirse una tradición en la que los nombres propios interesan por el sistema que forman entre sí.

- ¿Se puede hablar de crisis de la literatura? ¿Cómo ves la relación de la literatura con las nuevas tecnologías?

- No creo que exista una crisis de la literatura. El arte siempre se movió con felicidad alrededor de las ideas más apocalípticas de la imaginación de la crisis. Internet equivale a la escritura (y por lo tanto a la cultura letrada). Supone el mismo salto cualitativo. No quiero decir, sin embargo, que se trate de "más de lo mismo", sino que las ciberculturas tienen una relación mucho más armónica con la cultura letrada que con la cultura industrial.

- Te definís como docente y en tus ensayos Clases, literatura y disidencia y Cómo se lee, planteas la cuestión de la enseñanza de la literatura.¿Qué es enseñar para vos?

- La docencia es una intervención. Enseñar la literatura, en cualquier curso, supone un debate sobre el sentido. En relación con eso debo ser consciente de que (más allá de los protocolos pedagógicos) intervengo en una batalla sobre significaciones. Y, naturalmente, sería ilusorio, en este punto de desarrollo de los estudios culturales y de la pedagogía, presuponer que esa intervención sólo afecta a la literatura. Propongo afirmaciones, discuto premisas: siempre se trata de sostener un discurso sobre la vida y sobre las cosas de este mundo.

- ¿Cuál es el camino del arte en la era de la mundialización?
- El arte debe ser profundamente político. Un ejemplo es Dominó Caníbal, la muestra organizada en Murcia por el curador mexicano Cuahutémoc Medina. Medina se plantea que viviendo en una guerra civil, esa lógica debe articular las obras. Pone el arte bajo las metáforas de la antropofagia y el dominó. Nunca nadie podrá ver a los siete expositores ya que la sucesión supone la desaparición de la obra previa. Ya no se reivindica la autonomía sino la heteronomía del arte.

- ¿Y en el caso de la literatura?

- Un ejemplo provocativo es congreso de literatura mexicana organizado por Mario Bellatin en París, donde, en lugar de los escritores, participaron sus dobles. El doble aparece como una máscara mortuoria del escritor denunciando la artificiosidad y la crisis de representación. Un modo de contestar a la famosa pregunta "qué es un autor".

- ¿Qué significa el arte en estos comienzos de milenio?
- El arte es una necesidad que tiene que ver con la experiencia, con el riesgo. Es cosa del pueblo, entendido más como voz que como público. Me parece que el arte propone experiencias radicales que deben entenderse como propuestas de formas de vida en un contexto de mundialización de la cultura.

- En tu último libro, Fantasmas. Imaginación y sociedad, reivindicás el papel de la imaginación. ¿Por qué?

- Porque las imágenes nos salvan de la angustia y la desesperanza, de la pura lógica del cálculo mercantil. Y eso por su misma especificidad, su carácter delirante. Las imágenes llaman a la profanación (en el sentido propuesto por Giorgio Agamben). Cuando hablamos de imaginación no nos estamos refiriendo sólo a cuestiones estéticas sino éticas y cognitivas.