El noticiero matutino, la resaca, el miedo a la muerte, la vida sana, la necesidad imperiosa por encajar, la desesperación por acumular, el hambre de gloria: siguen las firmas en el listado de los obturadores de pensamiento.
"Hay que levantarse pronto de la mesa si uno quiere dejar obra porque la tele impide pensar; digan lo que digan es un mantra excepcional y alienante que clava en posiciones fijas el culo y la mente. Pensar, citemos a Fogwill, es que no te hagan la lista del supermercado, y a un pobre argentino que desayuna frente a algo tan terrible como TN mudo, le tacklean la soberanía intelectual en cinco minutos.
La resaca, por dios, impide pensar. La lengua áspera de gato, la cabeza pesada como un volquete, esos días que rogás que el cielo esté gris y que el aire esté pantanoso para que el cerebro blando se integre al ambiente desparramándose como puré de manzana, no se puede pensar. Y parecido a la resaca, esa tristeza que no sabés de dónde viene, que no podés ni pensar por qué estás triste y pasás todo un día a pérdida y te metés en la cama con la cabeza apagada. Todo un puto pozo negro que debe tener que ver con la muerte, con el sexo y con la infancia. Algo que viste o que pensaste te sacó de andarivel, no lo pudiste controlar y quedaste hecho bolsa con las persianas bajas. ¿Y estar vivo es así de choto?
Esto se ha dicho muchas veces y ni siquiera sé si es cierto, pero ahí va: lo que impide pensar a fondo es la necesidad imperiosa por encajar. Uno quiere ser libre y artista, y hombre y mujer y ciudadano y conchudadana, y decir lo que piensa y siente, y por otro lado quiere tener fuerza, necesita ser mirado uno, confirmado, estimado, valorado, aceptado, quiere ser vago uno, además, quiere estar tranqui uno, tener guita, tener plasma, tener cosas cómodas y cosas de valor, tener licuadoras actualizadas, esas grises que venden en Geo, que son como industriales o bélicas. Quién no va a entender la desesperación que te agarra por tener cosas. Todos nos hemos criado con cuentos de pobreza, hasta los que son ricos tienen historias así para contar, hay pocos ricos de cinco generaciones de ricos, más bien acá hay ricos recientes, aun los que ya llevan cincuenta años de socios de Tenis Club Argentino y le dieron su apellido a algunos pueblos de la La Pampa, tienen un abuelo que apenas comía pan con aceite y te lo cuentan, los hijos de puta. Querés tener cosas, entonces, querés ir a fiestas buenas, querés tener mesas ratonas lindas, que entres al living y vos misma, mamá, te digas: "mirá que mesa ratona tengo". Eso hay que armarlo. Entre tener una aspiración y alcanzarla, la zancada no es olímpica pero no es gratis, requiere sus sacrificios y en muchos casos sus simulaciones. Ahí es donde parás de pensar todo lo que podés pensar sobre la vida de los hombres, sus deseos y sus censuras, para pensar en función de la comodidad más prosaica.
Es que el hambre de gloria te impide pensar, aunque sea la gloria módica de acá, para tener cosas o para asomar la cabeza y no pasar por pobre, así como así. Y para infiltrarte en la gloria hay que ser un zorro en el desierto y pensás tácticas todo el tiempo. Y arriba, cuando ya estás en el cerro de la Gloria sacándote la foto con Nicolino, dicen que te volvés tarado, como una consecuencia natural de que ya está, descansemos, y empezás a guardarte las reflexiones más podridas que tenés. Vejez y boludez no van siempre juntos pero cierto formato de la vejez puede impedirte pensar, el reblandecimiento, el circo de las trayectorias, podés llegar a decirle Gabo a Garcia Marquez, o recibir una medalla al mérito, si te va mal, en la escuela donde hiciste el secundario, y están quienes entre los sesenta y los ochenta años, se dedican a relatar una y otra vez lo que hicieron entre los veinte y los cuarenta. La mitad de la agenda ocupada en la salud, en las tareas preventivas, la otra mitad dedicada a la memoria de sábados circulares.
Y el sexo, dios, cuánto tiempo de cabeza insumen esas cosas, ese motorcito porno fabricando pensamiento improductivo. Remember Oyarbide en Tribunales, mirando papeles aburrido una mañana, folios! y de pronto se acuerda de Tomás, ponele que Tomás, el pibe vestido de gladiador romano que usaba casco y todo, y que lo agarra -en el video que pasó Grondona- de la manito a Norberto como si lo fuera a subir a la calesita, y el juez once y media de un lunes hervía porque no se le iba el poster de Tomás de la cabeza, y Tommy de 24 años, cien kilos de sangre y músculo, addominales duros como un edificio y a las doce pensó el juez, basta, pero dijo el juez: "me voy a un allanamiento, Alicia. El tipo no pudo pensar, no pudo ver la foto grande. Los celos impiden pensar y en celo no se puede pensar. Perdés soberanía como loco.
Y después está lo que no se puede pensar. Todos pensamos al menos una vez que Cristina es un personaje monstruoso. ¿y qué hacés con eso? Porque no es que se te ocurrió o que repetís como un loro lo que escuchaste en la radio, lo pensaste en serio, con la soberanía de tu lista del supermercado. Viste al personaje, lo escuchaste y pensaste algo así como qué terrible, sentiste lástima por ella, viste algo muy muy fallado ahí, y pasaste a negarlo, obvio (negar lo obvio), porque nadie quiere arruinar la paz pública de tal manera. Y no vas a poder evitar nada, además. Querés que lo que tenga que pasar, pase pronto, como se dice en los hospitales en voz baja y con culpa. Y sin darnos cuenta. Lo que queremos todos, morir durmiendo.
"UN BREVE INVENTARIO" POR ESTEBAN SCHMIDT"
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