Esta entrega bien podría ser la última de la saga; X pinchó mi globo cumpleañero con su belleza punzante.
Desesperado como nunca, busqué en su boca mi cena. La respuesta fue un leve alejamiento, separando nuestros cuerpos por pocos centímetros y por pocos océanos.
La noche terminó de día. Traté de tomar todo lo que pude. Traté, como siempre, de salir de mi conciencia, de expandirme, de perderme.
El sol de la mañana me devolvió al sueño; a la caída libre de mi ilusión pura
Pienso en X, en su cuerpo fundiéndose lentamente con el mío. La recuerdo: sus ojos bien abiertos me miran mientras estalla en un estruendo de risa. Me imagino, entonces, otra noche; la que no fue pero que pudo haber sido. Hubiera sido capaz de conservarle esa sonrisa? Me hubiera interesado hacer ese esfuerzo?
Tal vez no. Tal vez sólo quería apropiarme de su cuerpo, de su deseo, y, simplemente, desaparecer entre las sábanas una y otra vez, una y otra vez...
Pero trabajé mal sobre X. Mis premisas básicas a la hora de la conquista, no solo sexual, sino, y fundamentalmente, social (hacer pensar/hacer reír),no fueron suficientes.
Ya no importa. Me reconforta pensar que mi matrimonio con X hubiera sido caótico; hubiera, tan solo, disfrutado de lo amable de su cuerpo dulce y de lo amable de su personalidad dulce.
Su problema, ahora que me dejó sin cena lo sé, es no saber volar.
Mi problema, en cambio, es cómo hacerlo: cómo generar nuevas emociones sin perder las viejas, cómo desarrollar mi intelecto sin deteriorar mi inteligencia. Y la inteligencia está, hoy como ayer, en la agudización cotidiana del humor como factor clave para la existencia. El intelecto, a su vez, debe intervenir sobre el humor para reconocer el color de su telón de fondo.
Cuál es el color de fondo del telón del escenario sobre el que represento mi drama tan ensayado?
No puedo ver el color. Sólo puedo ver una textura, un contorno. Sólo puedo ver la mano que pinta. Y es la mano, hermosa, de X.
No hay comentarios:
Publicar un comentario