Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
domingo, 31 de octubre de 2010
EL SONIDO DE UNA LÀGRIMA...
"Gracias, Nestor. Fuerza, Cristina."
Por el Lic. Ricardo Seijas para "La Conquista de lo Inútil"
Algunas palabras, una pequeña crónica. Tal vez para salir un poco de la conmoción. Venimos de la capilla ardiente de Nestor.
El miércoles a la mañana primero fue la sorpresa, la incredulidad. Slato me llama y me dice la noticia. Me estás jodiendo, le digo. No entender, no querer entender, empezar a dar vueltas, encender la televisión, quedarse mirando absorto, un poco idiotizado.
Comienzan los mensajitos, los llamados entre compañeros. Fito, el Negro, Paula. Y ahora? El abismo? Me imagino los caranchos revoloteando.
Luego, el llanto intermitente, irrefrenable, descubriendo asombrado el valor de ese hombre para mí, descubrir en el dolor lacerante la pérdida todavía inconmensurable.
Recuerdo la primera vez que vi a mi papá llorando: en silencio ante el televisor en blanco y negro. Yo tenía nueve años. Las clases se habían suspendido, porque se había muerto el presidente Perón, ese señor que mi papá amaba y yo no entendía bien por qué.
También puedo reconocer la diferencia enorme entre su llanto y el mío. Creo que el perdía un padre absolutamente idealizado. Yo, apenas (apenas!!) un maestro torpe, un conductor necesario, un compañero que no temía embarrarse.
Decidimos con Edith ir a despedirlo. Me encuentro con Slato y Paula, Vivi, algunos amigos suyos, en Rivadavia y Perú, faltan dieciséis cuadras, son las 12 y 30. Un día soleado, primaveral. Extraño al GAM, es inevitable recordar otras marchas, otros momentos, el grupo juvenil, la Unidad Básica, la JUP. Mas acá, con otros, la asamblea.
Vamos comentando nuestras primeras sensaciones, las entrevistas que escuchamos, los artículos de Página, 678 del miércoles, la reacción de La Nación. Repasamos a los famosos y su manera increíble de salir del cuidado, la neutralidad o la frivolidad a la que nos tenían acostumbrados. Agradecimiento también a ellos, a Florencia, a Andrea, a Echarri, a Luppi.
Voy mirando las caras. Preocupación, seriedad, bronca, angustia, alguna sonrisa triste cada tanto. A veces la mirada se pierde, el pensamiento se reconcentra.
Una señora me alcanza La Nación, me aclara: también hay que leer al enemigo, y me señala un artículo de Lanata. El medio es el mensaje, Lanata, no lo sabías? ¿Cómo te atreves a escribir en La Nación un día como hoy?
Lo veo pasar a Luis Bruschtein de Página, lo saludo, lo felicitamos por la columna, esa que reenvió el Negro al GAM. Está un poco azorado, distraído. Hay que votar al bizco, me había dicho en el 2003. Yo -en pleno asambleísmo horizontalista- me resistí: es un pichón de Duhalde, entra por izquierda como Menem, después... Pero no, respondía tranquilo, el es distinto. No lo creía, ni cuando jugó con el bastón de mando y su mujer se reía de su payasez, ni aún cuando escuché esa frase maravillosa del primer discurso de presidente: no voy a dejar las convicciones en la puerta de la casa rosada. Luego comenzaron las sorpresas. Rep es un genio: se acuerdan de los huevitos Kirchner…con sorpresa. Pasábamos de una a otra, de actos y frases que quedarán para siempre en nuestras vidas. De retirar el cuadro del hijo de puta, hasta decirle a Bush que no nos iban a patotear…Del abrazo a Cristina en la pelea contra el campo, a las bromas que se hacían en público… qué modo increíble de mostrar su dimensión subjetiva, de transmitirnos el amor y el acuerdo que había entre ellos.
Es que sigo persiguiendo el ideal? No, no. Reconozco el valor del lazo, el valor de la polis y la necesidad de una práctica y de aquellos que la llevan adelante, para poder convivir, para poder sostener un espacio donde el sujeto sea posible.
Comienzan entre nosotros los relatos horribles. Sabía del odio feroz de Barrio Norte y de los comentaristas de La Nación, de las heridas que nos provoca su crueldad. No me asombró saber de esos festejos familiares, de los bocinazos y del intento de cacerolazo. Ya nos habían avisado de la vuelta de “viva el cáncer”.
Pero lo que no sabía era del amor de la gente. Alguien lo sabía? ¿Sabíamos que había un chico de diez años que iba a llorar desconsolado, diciendo fué mi amigo, pidiendo un aplauso por todo lo que Nestor hizo? ¿Sabíamos de los miles de pibes con la voz temblorosa agradecidos por haberles abierto la puerta de lo político? Sabíamos de las abuelas desesperadas por haber perdido su protector? Del censista que cagó a piñas a la familia que lo recibió festejando la noticia? De la nenita que quiso regalarle su muñeca a Nestor?
Que van a decir ahora? Que eramos extras, que estábamos comprados, que nos habían traído, latiguillos que repiten cuando los negros nos juntamos. Sí! Increíblemente pueden decirlo. El jefe de un amigo se lo dice con total desparpajo y recibe una contestación furiosa, implacable, sin cálculo alguno. Morales Solá dice que es una plaza del odio, se atreve decir que Kirchner no lo merece. Quién le contestará igualmente furioso? Tal vez algún compañero de 678, es increíble el lugar que tienen, cómo alivia.
Pasa Mariotto, lo aplaudimos, le gritamos. Pasa Sabatella, lo mismo.
Borombonbon, borombombon, para Cristina, la reelección!
La marcha peronista…hay mucho peronismo acá. Fue la CGT la primera en decir, Peron Evita y ahora Kirchner.
Argentina! Argentina!, Oleoleole, Nestor, Nestor!
Los mas cantados, con mas bronca:
Andate Cobos la puta que te parió! O: andate Cobos y llevate a la Carrió!
Che gorila, che gorila
no te lo repito mas
si la tocan a Cristina
qué kilombo se va a armar!
La hija de Vivi, que fue censista, nos cuenta que aún cuando las previsiones eran que en Nuñez nadie le iba a abrir la puerta, finalmente todos la recibieron muy bien y muy amables. También nos cuenta que su jefe se había tomado el trabajo –que no le correspondía- de ir edificio por edificio avisando el nombre del censista. El flaco militó el censo, me dice. Otro fracaso de los medios y van…
Gustavo y Paula tienen que irse, nos abrazamos, lo lamentamos.
Luego de algunas horas, ya son las 18, llegamos a Perú y Av. de Mayo. Ahí la cola comienza a transcurrir entre vallas, se hace compacta, se hace muy, muy lenta. Las piernas comienzan a endurecerse, el cielo a oscurecerse. Comienza a soplar un viento frío, vamos bien amuchados y estamos mas tiempo parados, quietos, que caminando. Entramos en la Plaza, nos desalentamos, nos damos ánimo, gritamos, cantamos.
Vemos las banderas de la Tupac cerca de la cola, de golpe intentan meterse delante nuestro. Los jujeños quieren hacernos una avivada porteña. Empiezan los gritos, hacé la cola, la putaqueteparió!. Luego de un momento de vacilación, la Tupac se retira, los aplaudimos. Reconocer el error, no persistir en el kilombo entre compañeros es una gran virtud.
¿La vieron a Mercedes llorando? Comparando este momento con el momento en que se fue de su casa paterna, y vagaba por las calles, hambrienta, viendo las vidrieras apetitosas de las pollerías, la ñata contra el vidrio, la angustia. ¿Escucharon la voz del negro D´Elía? Irreconocible, absolutamente transformada, ese gordo bravo llorando como un niñito.
Podíamos anticipar esta larga ceremonia pagana de duelo?
Hace mucho que en nuestra sociedad los velorios son un rito breve, silencioso, ordenado, contenido. No está bien mostrar los sentimientos de un modo excesivo.
Pero este duelo del pueblo no se puede educar. El cuerpo y la voz se hacen públicos, se dejan apasionar por el dolor pero también por el futuro.
Los gritos destemplados frente al cajón, la lluvia repentina y rabiosa de aplausos, la explosión irreverente de de los cantos, el tenor que entró cantando el Ave María, la mujer que se arrodilló con los brazos abiertos, el que hizo una payada, el que sacó un papelito y leyó una diatriba, miles golpeándose con el puño el corazón, o con los dedos en v, o simplemente el silencio, la mirada intensa, acuosa, el rostro atravesado por la angustia, enrojecido, pálido, rígido, descompuesto.
Cristina, inmóvil, cada tanto hace un gesto con la mano, o asiente con la cabeza. De pronto abandona su sitio y se abraza con alguno…toca y se deja tocar por esa multitud plena de amor.
Todos estábamos sorprendidos de nuestras propias lágrimas, de nuestra emoción, de descubrir que este amor que ya estaba y no lo habíamos reconocido.
Habían logrado asustarnos, silenciarnos, ser oficialista era ser candidatos a la mierda, al insulto, al odio. Hablo con el muchacho de seguridad de mi trabajo, me dice serio: perdimos al jefe, ya no en voz baja como hasta ahora. El remisero me confiesa su militancia en los 70, me cuenta que su hija de quince años lo llamó y le preguntó, papá y ahora qué hacemos? Luchar, hija, como siempre, le contesta. También me dice que le dieron ganas de militar nuevamente.
No tienen la sensación de salir del placard? No tienen la sensación de que ahora podemos estar orgullosos, que ya no va ser tan fácil maltratarnos?
Nos van avisando con los mensajitos: llegó Chavez, llegó Lula, se fueron. Justo cuando estamos por entrar, nos avisan que Cristina se fue. Finalmente entramos en la Casa Rosada, son las 22.30, vemos los carteles y las flores en las rejas, la cantidad inmensa de coronas a los costados junto a las fuentes, en el hall la del Diego, la de las distintas provincias, la de Scioli y Karina, nos vamos callando, nos ponemos en fila de dos, nos damos la mano con fuerza con Edith. Se vislumbran las luces del salón, los aplausos comienzan allí y se derraman como una ola débil. Pasamos, muy rápido. Ahí está Nestor, el semicírculo de los cercanos, se me estruja el estómago, algo en mi visión se pierde, no puedo enfocar en nada, un pequeño mareo, inédito. Me animo y grito: Gracias Nestor, fuerza Cristina! Estaba en el aire, luego supe que fueron las palabras mas dichas. Nos vamos aplaudiendo con otros, gritando contra Cobos. Salimos, la noche está fría, vamos alejandonos, nos abrazamos, Edith recién recibida –y con honores!-de cumpa, absurdamente sentimos una pequeña alegría por haberlo logrado, por haber persistido, por haber cumplido con la promesa no dicha a Nestor.
Tal vez también porque salimos con esperanza, porque somos mas de los que creíamos, porque es asombrosa la cantidad de jóvenes, porque todos queremos dar un paso mas para apoyar a Cristina.
Vamos a casa, a seguir llorando, a tratar de entender. A escribir esto.
Escucho en la tele a una señora morocha, sabia, bien de pueblo, decir: “sus ojos se cerraron, pero abrieron los de millones”. Vuelvo a llorar.
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