Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
miércoles, 29 de febrero de 2012
EL HIJO DEL PADRE...
-¿Freud y sus errores?
-Lo que Freud llamaba el inconsciente: un saber expresado en palabras. Pero ese saber no es solamente expresado en palabras de las cuales el sujeto que las pronuncia no tiene ninguna idea; es Freud quien reencuentra esas palabras en sus análisis.
-¿La elección de mis pacientes y su articulación con mi teoría?
-Se trata de hacerlos entrar por la puerta, que el análisis sea un umbral, que haya para ellos una verdadera demanda. Esta demanda: ¿de qué quieren desembarazarse? De un síntoma. Un síntoma, es curable.
La religión es un síntoma. Todo el mundo es religioso, incluso los ateos. Creen suficientemente en Dios para creer que Dios no está ahí cuando están enfermos.
El ateísmo, es la enfermedad de la creencia en Dios, creencia de que Dios no interviene en el mundo. Dios interviene todo el tiempo, por ejemplo bajo la forma de una mujer.
Los curas saben que una mujer y Dios es el mismo género de veneno. Ellos se deslizan sin cesar.
El análisis puede ser capaz de hacer un ateo viable, es decir alguien que no se contradice.
Trato que esta demanda obligue a los analistas a hacer un esfuerzo.
Yo no les prometo ser desembarazados de un síntoma. Porque, incluso para un síntoma obsesivo, por más severo que sea, no es seguro que ellos hagan un esfuerzo para salir de él. En esta filtración hay una apuesta, una parte de suerte.
Yo pongo el acento en la demanda. Es necesario que algo empuje. Y esta demanda no puede ser conocerse mejor; cuando alguien me demanda esto, lo despido.
-¿Qué es un error?
-Yo lo llamo “vagar en el error”. Los no incautos yerran . Los no incautos pueden atascarse y el síntoma se da cuando, al no ser incauto, se atasca.
Antes de una cierta época el síntoma no estaba en el pensamiento corriente.
Sinthome: la palabra existe en los incunables; encontré esta vieja ortografía en el Bloch el von Wartburg. Esta ortografía no es etimológica, esta siempre en vías de restauración. Yo ignoraba que Rabelais, en el siguiente, escribía: symptomate.
Voy a tratar de cubrir mi ignorancia con algunas citaciones.
-¿La importancia de la literatura en mis escritos?
-Yo diría más bien de la letra. La literatura, no sé todavía muy bien lo que es; a fin de cuentas, es lo que está en los manuales, de literatura entre otros. He tratado de acercarme un poco; es una producción pero dudosa y de la cual Freud estaba ávido porque le ha servido para abrir el camino de las vías del inconsciente. Cuando él imputó a Jensen de haber seguido no sé que hilo de la función totalmente caprichosa que Freud imputaba a la mujer, Jensen le respondió que él no había visto tal cosa jamás y que él sólo había “arrojado eso de su pluma”.
Hay una inflexión de la literatura; ella no quiere decir en nuestros días lo mismo que en tiempos de Jensen. Todo es literatura. Yo mismo la hago porque vende: mis Escritos, son literatura a la cual he tratado de dar un pequeño estatuto, que no es el que Freud imaginaba. Freud estaba convencido que hacía ciencia; el distingue soma / germen, toma prestados términos de la ciencia. Pero lo que ha hecho es una construcción genial, una práctica que funciona.
No me imagino hacer ciencia cuando hago literatura. Sin embargo, es literatura porque está escrito y eso vende; y es literatura porque tiene efectos, efectos sobre la literatura.
Es difícil de tomar. ¿Por qué no me tomaría a mí mismo como un efecto?
Cuando un río corre, hay pequeñas corrientes particulares.
La corriente central parece aspirar a las otras, pero es simplemente porque las otras confluyen.
¿Cuáles son los teóricos del psicoanálisis con los cuales yo simpatizo?
-Los médicos toman los síntomas como signos. El síntoma en el sentido psicoanalítico es de otra naturaleza que el orgánico; los analistas no son idiotas en esto.
Marx fue el primero que tuvo la idea de síntoma. El capitalismo se manifiesta por un cierto número de efectos que son síntomas; es un síntoma en la medida en que Marx imputa a la humanidad de tener una norma, y él elige la norma proletaria (el hombre limpio, todo desnudo, es Adán).
Si hay una ley cardinal del psicoanálisis, es la de no hablar a tontas y a locas, incluso en nombre de las categorías analíticas. Nada de análisis salvaje; nada de términos que sólo tengan sentido para el analista.
Es de mis analizandos que yo aprendo todo, que aprendo lo que es el psicoanálisis. Yo les tomo prestadas mis intervenciones, y no a mi enseñanza, salvo si yo sé que saben perfectamente lo que quiere decir.
La palabra “palabra”, yo la he sustituido por “significante”; y esto significa que se presta a equívoco, es decir a varias significaciones posibles.
Y, en la medida en que ustedes elijan bien vuestros términos, los que van a zamarrear al analizando, encontrarán el significante elegido.
En ningún caso una intervención psicoanalítica debe ser teórica, sugestiva, es decir imperativa; debe ser equívoca. La interpretación analítica no está hecha para ser comprendida; esta hecha para producir oleaje.
A menudo es mejor callarse, sólo hay que elegirlo.
Es necesario haber sido formado como analista. Sólo cuando está formado, es que de tiempo en tiempo, esto le escapa. Formado, es decir, haber visto como el symptôme se completa.
En el análisis sólo hay escena cuando hay pasaje al acto. Sólo hay pasaje al acto como una zambullida en el agujero del soplador, siendo el soplador, por supuesto, el inconsciente del sujeto.
Es a propósito del pasaje al acto que hablé de lo escénico.
-¿Los modelos de los cuales me sirvo son simbólicos?
-Yo me esfuerzo y me mato por esto. Me consume porque el inconsciente no se presta para esto. Estos nudos borromeicos no son fáciles ni de mostrar ni de demostrar porque uno no se los puede representar.
Para estas historias de nudos, todavía debemos inventar pues nada hay menos intuitivo que un nudo. Traten de representarse el más pequeño, luego el siguiente y el siguiente, traten de ver la relación que hay entre ellos: uno se rompe la cabeza. Todo está por construirse.
Yo no los utilizo por su carácter no verbal. Trato, al contrario, de verbalizarlos.
-¿La verdad?
-Ella tiene una estructura de ficción porque pasa por el lenguaje y el lenguaje tiene una estructura de ficción. Sólo puede decirse a medias. Jure decir la verdad, nada más que la verdad, toda la verdad: es justamente lo que no será dicho. Si el sujeto tiene una pequeña idea, es justamente lo que él no dirá.
Hay verdades que son del orden de lo real. Si yo distingo real, simbólico e imaginario, es que hay verdades de lo real, de lo simbólico y de lo imaginario. Si hay verdades de lo real, es que hay verdades que no se confiesan.
-¿La consistencia de la lengua inglesa?
-Jones ha dicho que los ingleses, gracias a la característica bífida de su lengua (de raíz germánica y latina), podían, pasando de un registro al otro, tapar las cosas: esto sirve para que no vaya demasiado lejos. Es el equívoco, la pluralidad de sentidos que favorece el pasaje de lo inconsciente en el discurso.
-¿El auto-análisis?
-El auto-análisis de Freud era una cura por la escritura, y yo creo que por eso ha fallado.
Escribir es diferente de hablar. Leer es diferente de entender. Yo no creo en la cura por la escritura.
-Falo y literatura
-El falo es una falta de nada, un estorbo. Nadie sabe que hacer con eso. El texto literario, a pesar de sus apariencias no tiene ningún efecto. Sólo lo tiene sobre los universitarios.
Cuando yo me intereso por Joyce, es porque trata de ir más allá; ha dicho que los universitarios hablarán de él durante trescientos años.
La literatura ha tratado de devenir algo más razonable, algo que revele su razón. Entre las razones, tiene algunas muy malas: la de Joyce de devenir un hombre importante, por ejemplo. En efecto él se ha vuelto un hombre muy importante.
¿Cómo se deja uno enligar en su oficio de escritor? Explicar el arte por lo inconsciente me parece de lo más sospechoso, sin embargo es lo que hacen los analistas. Explicar el arte por el symptôme me parece más serio.
-Verfwerfung - Verleugnung
-Verfwerfung, el juicio que elige y rechaza.
Verleugnung se relaciona con desmentida. En alguna parte, yo lo había traducido por “denegado”; eso parece una imprudencia. Lo desmentido tiene, yo creo, relación con lo real. Hay toda suerte de desmentidas que vienen de lo real.
-¿Las implicaciones políticas de sus investigaciones psicoanalíticas?
-En todo caso, que no hay progreso.
Lo que se gana de un lado, se lo pierde del otro.
Como no se sabe lo que se ha perdido, se cree que se ha ganado.
LOS TIPOS QUE HUELEN A TIGRE...
"A la cama con Strauss-Kahn"
Por Martín Kohan para Perfil
Tal vez un día no quede ya ningún delito sexual por el que Strauss-Kahn no haya tenido que responder. Le van saliendo al paso uno tras otro y él los va enfrentando sucesivamente, como suelen hacer los héroes (o los antihéroes) del entretenimiento de masas. Ya sorteó tres o cuatro, aunque no sin sudar la camisa: violación, intento de violación, abuso, acoso. Se diría que no quedará ningún casillero sin marcar en la cuadrícula que tipifica el cruce entre la calentura y la ley. Ahora lo han acusado, y esa acusación lo tuvo entre rejas, de ser cómplice de una red de prostitución de alto nivel. Es probable que resulte igualmente eximido también de esta nueva imputación. Pero en todo caso agrega un capítulo más a su versión de esta historia de sexo y poder.
Con el mismo gusto por lo contradictorio con que combina el internacionalismo socialista con el usurerismo internacional, Strauss-Kahn combina en sí la figura del hombre fuerte con la figura del hombre débil. Fue el hombre fuerte del FMI y es un hombre débil con las faldas. Pero su poder de funcionario encumbrado parece emplearlo para emprender sus asaltos a las damas; a la vez que eso mismo, según se murmura, es decir ese poder, le vale conspiraciones adversas, celadas en cuartos de hotel, trampitas en baby doll que él pisa sin demora, como lo haría un oso goloso o un tigre cebado.
El cargo que ahora enfrenta es bien distinto de esos otros que lo llevaron a lidiar judicialmente (pero también a arreglar extrajudicialmente) con mucamas atacadas a traición o con periodistas sobre las que se abalanzó jadeante. Todo aquello, aunque abyecto, pertenece todavía a la esfera del impulso. Strauss-Kahn el incontinente fue salvando esos escollos. El asunto por el que ahora comparece se encuadra en cambio en los delitos de organización y manejos de dinero. Por lo tanto toca más de cerca, y de modo más pertinente, a quien fuera director del Fondo Monetario Internacional.
Uno cree que la pasaría bien en alguna de las orgías superpobladas de Strauss-Kahn o de Berlusconi. Pero lo cree si pasa por alto que allí se encuentran también, desnudos y babeantes, el propio Strauss Kahn o el propio Berlusconi. ¿De cuántos bellos efebos, de cuántas hermosas muchachas será preciso valerse para neutralizar y revertir el efecto ferozmente disuasivo de estos dos libidinosos correteando en medias y calzoncillos? ¿Una orgía de cuántos habría que hacer para perderlos en el tumulto y ponerse a prudente distancia de tamaña repugnancia erótica? Yo, personalmente, desisto sin vacilar.
La abogada de Strauss-Kahn ya esgrimió su argumento exculpatorio ante el tribunal correspondiente de la ciudad de Lille. Que su defendido participó en tales fiestas lo ha admitido sin tardanza. En parte, porque estará probado y en parte, porque el machito orgulloso preferirá no descolgarse esa tan meritoria medalla. Lo que adujo es otra cosa, más arriesgada y por lo tanto más interesante, más increíble y por lo tanto más genial: que Strauss-Kahn estaba ahí pero no sabía que las chicas en cuestión eran todas prostitutas. ¿Qué supuso? ¿Que eran unas amigas francas, minitas macanudas, pibas ligeras? ¿O que caían, en todo caso, sinceramente rendidas por sus encantos personales?
“Estábamos todos desnudos”, especificó o sobreabundó Strauss-Kahn, “no podía saber que se trataba de prostitutas”. El razonamiento tiene el mérito de invertir los prejuicios habituales en la moral religiosa, según los cuales cuanto más cerca de la desnudez se esté, más cerca de la perdición se estará. Strauss-Kahn resulta en esto más atinado y mejor semiólogo: es la ropa, y no la desnudez, lo que significa la prostitución. ¿Cómo distinguir, al fin de cuentas, a la puta cabal de la chica bien dispuesta? Es el tema de Emma Zunz, de Borges; es un tema que aparece en Cortázar.
El argumento de Strauss-Kahn, o su coartada, implica pasar por alto la variable del pago y del cobro. Es decir, ni más ni menos que el dinero. Las chicas que se dejaron babear por Strauss-Kahn, manosear por Strauss-Kahn, penetrar por Strauss-Kahn, lo hicieron a cambio de plata. El alega que vio personas, pero que no vio dinero. De la misma manera, y por las mismas razones, con la misma ceguera o con igual cinismo, otras veces ve dinero, pero no consigue ver personas. Y así es como el FMI obliga a adoptar sus “recetas” en el mundo. Bastaría con admitir la mediación del dinero, la brutal dominación que ejerce, para verse y reconocerse en su verdadera condición: la de una máquina financiera de forzar y mutilar deseos.
VÍCTIMAS DEL VACIAMIENTO...
"El vaciamiento de YPF, una política de Estado”
Por María Eugenia Estenssoro
Hasta hace muy poco eran mejores amigos, casi de la familia, los Kirchner y los Eskenazi. Eran tan amigos que gracias a Néstor y Cristina, "Enrique, Sebastián y Matías" (como los llamaba cariñosamente la Presidenta en actos públicos) se convirtieron en dueños del 25% de YPF, la mayor empresa del país, sin tener experiencia alguna en la industria petrolera y sin poner un peso. Un gran ejemplo de "la nueva burguesía nacional que necesita el país, aunque algunos nos critiquen", decía la Presidenta, radiante. Y ellos la miraban emocionados.
Pero ahora la furia de Cristina Kirchner y del Gobierno les ha caído encima, a ellos y a los españoles de Repsol, por la dramática pérdida del autoabastecimiento energético del país. Es verdad, en los últimos años se desplomaron las reservas y la producción de gas y petróleo de YPF, pero lo mismo ocurrió con toda la industria. Durante 108 meses seguidos, en los casi nueve años que lleva este gobierno en el poder, las reservas de gas cayeron 55% y las de petróleo, 15%, cuando en el mundo y la región hubo una gran expansión.
La enmarañada política energética kirchnerista es un modelo similar al que se aplica en trenes y aeronavegación: precios fijados oficialmente por debajo de los costos de producción, subsidios cruzados, negocios para los amigos y mucha corrupción. A esto hay que sumarle retenciones móviles de más del 100%, que generaron fabulosos ingresos fiscales y destruyeron las reservas del país.
Durante estos nueve años el Gobierno negó la crisis energética, pero ahora, con una cuenta creciente de más de US$ 12.000 millones al año para importar energía a precios siderales (que amenaza con comerse gran parte del superávit comercial), Cristina y sus funcionarios buscan culpables. a gritos.
La Presidenta podrá hacerse la sorprendida con YPF, pero el vaciamiento de la mayor empresa del país, y la consiguiente depredación de sus yacimientos, es el resultado directo del acuerdo de "argentinización" diseñado personalmente por Néstor Kirchner, que siempre estaba en todo, y refrendado por los funcionarios del actual gobierno, el secretario de Energía, Daniel Cameron, y Roberto Baratta, director estatal en YPF.
Contrato
El contrato societario firmado por Repsol y el Grupo Eskenazi el 21 de febrero de 2008 -publicado desde entonces en la página de la Comisión Nacional de Valores (CNV)- obliga a los accionistas a distribuir el 90% de las utilidades anuales, cuando lo usual es el 25 por ciento. Este mecanismo permitió que "el amigo argentino" comprara su parte en la empresa con los dividendos de la propia compañía.
Yo misma lo denuncié en el Congreso en junio de 2008: "Los estados financieros que presentó YPF a la CNV, en los primeros meses de este año, muestran que Repsol y Eskenazi como accionistas han retirado utilidades extraordinarias y anticipadas por US$ 1800 millones, cuando la empresa prevé solamente tener una utilidad de US$ 1200 millones para todo el año. Esto no se llama inversión. Esto se llama descapitalización. Y esto, en criollo, se llama vaciamiento".
La cláusula 7.3 del acuerdo societario es tan explícita como perversa: "Las partes acuerdan distribuir en forma de dividendo el noventa por ciento (90%) de las utilidades de la compañía; que serán satisfechos en dos (2) pagos cada año. Las partes votarán a favor de los acuerdos sociales necesarios para que la compañía acuerde la distribución de un dividendo extraordinario de ochocientos cincuenta millones de dólares estadounidenses (US$ 850.000.000) que será pagado: (i) un 50% durante 2008 (25% durante el primer semestre y 25% durante el segundo semestre); y (ii) el otro 50% durante 2009 (25% durante el primer semestre y 25% durante el segundo semestre)".
Pregunto: si se acordó retirar prácticamente el total de las ganancias cada año, ¿con qué dinero se esperaba financiar la reposición de reservas y la ampliación de la producción?
Repsol aceptó el acuerdo sin protestar, porque así emprendía la retirada con los bolsillos llenos y silbando bajito. Además, esta práctica depredadora la utilizó en la Argentina desde el inicio. Entre 2003 y 2007 repatrió el 97% de las utilidades de la empresa. Toda esta información está en los balances públicos.
Repsol, además, aprovechó la euforia generada por la "argentinización", para separar los activos del holding español de los de la petrolera estrictamente argentina. En el proceso, se quedó con todos los yacimientos que YPF había comprado en los 90 en Brasil, Perú, Ecuador, Estados Unidos, Indonesia y Rusia, cuando era una multinacional argentina controlada por el Estado nacional. Esos yacimientos hoy valen una fortuna, porque los compró a US$ 20 el barril de crudo, que hoy está a US$ 100.
La "argentinización" fue una puesta en escena para ocultar una gran estafa. Los accionistas de YPF distribuyeron casi US$ 5000 millones en ganancias, endeudaron a la empresa en US$ 2300 millones, mientras las reservas y la producción cayeron sin parar. En estos cuatro años los Eskenazi recibieron cerca de US$ 1000 millones. Con eso ya repagaron gran parte de los US$ 2235 millones que Repsol y un consorcio de bancos europeos les prestaron para financiar el 25% de la petrolera. Si era gratis, ¿por qué no la compró el Estado?
Sugestivamente, este consorcio estuvo liderado por el Credit Suisse, el banco donde Néstor Kirchner depositó los más de US$ 600 millones que se fugaron de Santa Cruz cuando él era gobernador. La provincia recibió ese dinero en 1999, cuando Kirchner decidió venderle a Repsol -todo queda entre amigos- el 5% de las acciones que la provincia tenía de YPF. Enrique Eskenazi fue el banquero que gestionó la fuga de los dineros públicos a través del privatizado Banco de Santa Cruz, de su propiedad. Y Daniel Cameron, actual secretario de Energía, fue el director de YPF durante la década del 90. Como vemos, un grupo de amigos que desde hace mucho saben muy bien cómo hacer negocios privados con el patrimonio público.
La Presidenta se podrá hacer la indignada pero, con todo respeto, no es creíble. Toda la operatoria fue avalada por documentos públicos que fueron refrendados por los funcionarios y organismos responsables. El Gobierno no ha sido la víctima, sino el victimario.
La autora es senadora nacional por la Coalición Cívica
lunes, 27 de febrero de 2012
LA LITERATURA Y LA SOLEDAD ESENCIAL DEL MUNDO...
ENTREVISTA A DAVID FOSTER WALLACE (ESTADOS UNIDOS, 1962-2008)
¿Cómo surgió La broma infinita?
Uno de los impulsos que me motivaron fue el deseo de hacer frente al malestar de la cultura norteamericana desde la perspectiva de las generaciones más jóvenes. Pese a sus muchos momentos de comicidad, es una obra impregnada de tristeza. Muchos jóvenes de clase media-alta sentíamos en nuestras vidas una enorme tristeza y vaciedad, y ello a pesar de los bienes materiales que teníamos a nuestra disposición. Uno de mis objetivos era centrarme en las preocupaciones de quienes eran más jóvenes que yo, porque me daba la sensación de que podían constituir la última generación de mi país.
¿Cómo se le ocurrió mezclar el tenis con la cibernética, la filosofía, el cine de vanguardia, las drogas, la industria del entretenimiento como forma de adicción, y por si fuera poco, el terrorismo?
Aparte de que siempre he pensado que el autor de un libro es la persona menos indicada para hablar de él, no se me ocurre cómo resumir una novela de mil doscientas páginas sin que suene absurdo. Una vez, al rellenar la solicitud de una beca con cuya dotación pensaba vivir para llevar a término la redacción de La broma infinita, me topé con un apartado que decía: "Indique el tema de la novela", y escribí: "La libertad". Lo hice pensando en que uno de los grandes ejes del desarrollo narrativo es el tema de la adicción. Muchos de los personajes padecen las más diversas formas de adicción que hacen del individuo contemporáneo un esclavo de una manera u otra.
La broma infinita tiene lugar en un futuro imprecisamente cercano, que cabe cifrar en torno al año 2025. Orwell hizo algo semejante con 1984, y también Arthur C. Clarke con 2001: Una odisea del espacio. ¿Qué cree que ocurrirá cuando su visión futurista se entrecruce con la histórica?
Creo que además de especular acerca de lo que pudiera aguardar a la gente de mi generación, me interesaba lo que podría suceder con ciertas características de la sociedad norteamericana una vez entrados en el tercer milenio, pero sobre todo lo hacía con intención paródica, exagerando ciertos rasgos, como por ejemplo la idea de que el Gobierno sustituyera los años del calendario por el de los nombres de ciertas corporaciones, a cambio de que éstas pagaran un precio. En cuanto al componente de terrorismo, no tiene absolutamente nada que ver con lo que está pasando ahora en el mundo. La idea de que Canadá pudiera llegar a ser un enemigo serio de Estados Unidos es ridícula, y lo hago a propósito, a fin de explotar las posibilidades paródicas. Sin embargo, la situación política actual, en la que la posibilidad de que el Gobierno norteamericano lleve a cabo una matanza de iraquíes con la excusa de que así vamos a estar más seguros en casa, es algo muy real, no tiene nada de ridículo.
En La broma infinita hay tres líneas argumentales diferentes, ninguna de las cuales se resuelve claramente, y cien páginas de notas.
No es exacto decir que la novela no llega a una resolución clara. Si se examina el principio, se ven indicios que apuntan hacia lo que va a pasar. En parte, el libro trata de la diferencia entre lo que se entiende como entretenimiento y el arte. En mi opinión, lo que caracteriza a la cultura del entretenimiento es que se propone consolar, dar soluciones cómodas y fáciles, no exigir mucho por parte del consumidor de cultura. Creo que en parte ésa es la razón por la que le hurto al lector un final convencional. En cuanto a las notas, es una forma de crear una segunda voz. Uno de los rasgos del diseño narrativo de La broma infinita es que los distintos leitmotiv no se hilvanan de manera lineal, entre otras cosas porque así es como procede el pensamiento.
¿Qué piensa de la atención que se le ha prestado a la novela?
Escribir algo tan extenso es una experiencia muy extraña. En teoría de la información es tan importante eliminar datos como antes lo fue adquirirlos. Cuando llegó a manos de los lectores, decidí borrar el disco duro de mi cerebro, por decirlo de alguna manera. Supuse que tal vez despertaría un interés moderado en un público lector de corte serio. No estaba preparado para la recepción que tuvo por parte de un público tan amplio. Supongo que cuenta algo el hecho de que le presto atención a una serie de elementos que normalmente no encuentran cabida en las formas de ficción convencionales. En parte yo quería propiciar un flujo libre lleno de fuerza, más que proporcionar dosis discretas de información eficaz. Técnicamente, se hacía imperativo emplear una multiplicidad de perspectivas. Yo creo que hay muchas partes del libro en que la escritura refleja más la textura del pensamiento que la del lenguaje discursivo. Digo esto con cautela, porque seguramente si yo oyera a un autor decir algo así de su libro, se me quitarían las ganas de leerlo. Por otra parte, la novela salió en un momento en que se publicaba casi exclusivamente literatura tradicional de corte realista o metaficción posmoderna... y mi libro se planteaba como una alternativa al imperio de esas dos tendencias. Con La broma infinita me proponía encontrar una tercera vía, combinando los logros técnicos del posmodernismo con la emoción asociada al realismo, sin la que no puede haber buena literatura.
¿Cuál es su posición respecto a la distancia que separa el arte de la literatura, que sólo están atentos a los aspectos comerciales de las formas más elevadas de producción artística, cuyo fin, para usar sus propias palabras, no es ni el beneficio económico ni el placer, sino una exploración dolorosa de las zonas más oscuras de la condición humana?
No creo que haya nada intrínsecamente malo en la voluntad de hacer dinero. Lo que sí creo es que la experiencia del capitalismo norteamericano y la industria del entretenimiento, sea en cine, televisión o literatura, al tener como objetivo prioritario generar beneficios económicos, se ve obligado a satisfacer a grandes sectores del público, que es de donde procede el dinero. Y si se quiere satisfacer necesidades compartidas por un número muy elevado de gente, es obvio que el producto a ofertar será algo bajo e infantil. Los intereses que comparte una gran mayoría de la gente no son particularmente nobles, refinados y complejos, sino que se trata más bien, hablando claro, de instintos animales. Al "arte bajo" se le da muy bien gratificar esas necesidades de orden inferior. Desde luego, hay gente que prefiere internalizar el arte auténtico efectuando un esfuerzo, un gasto de energía que requiere que los seres humanos hagan frente a ciertos elementos problemáticos de su vida en lugar de ignorarlos o dejarse distraer brevemente. Pero eso no genera beneficios, porque no hay millones de personas que se presten a ello. El problema en Estados Unidos es que la presión para que el arte de calidad se someta al rasero impuesto por el éxito de ventas es casi insoportable. Pero el artista de verdad ha de intentar hacer algo que es sencillamente diferente, porque en eso consiste la magia de la literatura.
¿En qué?
Una obra de ficción es una conversación que permite enfrentarse a la soledad esencial que se da en el mundo. Entre los seres humanos se da una situación de incomunicabilidad de emociones. La comunicación entre el creador y el lector es algo extraordinariamente misterioso. La buena literatura provoca una experiencia que permite trascender el aislamiento de orden subjetivo. Yo no sé si funcionará en español, porque es un término sumamente idiomático e idiosincrático, en realidad, la expresión de un sonido. Lo encontré una vez leyendo a Auden o Yeats, no recuerdo exactamente. Es como una epifanía, en el sentido que le daba Joyce al término, una revelación, la sensación de armonía y perfección que se siente en presencia de la obra bien hecha, de la obra de arte que logra su cometido. Es como un clic, el sonido que hace una caja que está perfectamente elaborada al cerrarse. El efecto inefable que provoca el contacto con la obra de arte. La comunicación entre distintas conciencias pensantes que se deriva de la contemplación de la belleza poética. En el acto de la lectura se da un componente que es el intento de establecer comunicación con otra conciencia, una interpenetración. Lo que llamo el clic es la capacidad de reconocer pensamientos y sentimientos que el lector siente como suyos, pero que no es capaz de verbalizar. Yo, como lector, en el momento de la lectura siento que el autor ha dado con las palabras que necesito para dar expresión a mis sentimientos. No les he dado forma yo, pero no por eso son menos mías: gracias al poeta, al escritor, han sido transfiguradas, y expresadas en una frase de gran belleza. En ese momento, el mundo cobra plenitud, solidez, rectitud.
¿Con qué escritores ha sentido algo así?
A lo largo de mi vida, muchas veces. La primera vez, siendo muy niño, con C. S. Lewis. Los ejemplos son incontables: la oración fúnebre de Sócrates, la poesía de John Donne, Gerard Manley Hopkins y los poemas cortos de John Keats... Kafka, Camus, Moby Dick, el Joyce del Retrato del artista adolescente, Flannery O'Connor, Cormac McCarthy, algunos de los cuentos de Thomas Mann, ciertos momentos de la prosa de John Barth, Thomas Pynchon y Don DeLillo. Entre los poetas más cercanos a nosotros en el tiempo, Philip Larkin. La filosofía también puede provocar ese efecto: Schopenhauer, William James y seguramente más que nadie Wittgenstein.
¿Por qué más que nadie?
Encuentro que las ideas de Wittgenstein sobre el lenguaje encierran un sentimiento trágico. En su frialdad y abstracción, el Tractatus es la obra de filosofía más solitaria que cabe leer. Luego evolucionó. Una de las cosas que hacen de él un artista, en mi opinión, es que su horror ante la idea del solipsismo lo llevó a desdeñar la perfección que había alcanzado, decidiéndolo a sumergirse en las profundidades de las Investigaciones filosóficas, que constituyen el argumento más hermoso que se haya hecho jamás en contra del solipsismo. Creo que estamos muy lejos de agotar la riqueza de un pensamiento como el de Wittgenstein.
sábado, 25 de febrero de 2012
LA LEY DE LA FEROCIDAD...
Las tragedias suelen generar distintas fases en mi relación con el lenguaje, esa casa rodante poblada de palabras que habitamos todos los días. Me pasó hace muchos años con aquél vuelo de Lapa, me pasó hace menos años con Cromañón, y ahora -una vez más- me pasa ante la imagen de la gente atrapada en el tren de Once.
Menciono las primeras desgracias que vienen a mi mente en este momento, pero desde ya que hay más -muchas más- y algunas de índole cotidiano: el hambre de muchos ante la opulencia de pocos sin ir más lejos. Pero ese tipo de desgracias, naturalizadas, parecen no tener la fuerza para condensar lo que sí condensa una tragedia colectiva. A la luz de los hechos, parece ser que lo que define una tragedia no es tanto la afectación de muchas vidas por descuido, cálculo o indiferencia de quienes deberían cuidar de la integridad de esas almas, sino que esas vidas sean afectadas -brutalmente afectadas llegando incluso, en muchos casos, al punto máximo de su desaparición- al mismo tiempo y en el mismo lugar.
Decía entonces que mis posibilidades expresivas atraviesan diferentes fases ante la tragedia (ante las tragedias entendidas social y mediáticamente como tales) y lo ocurrido con el tren en la estación de Once claramente encuadra en tal categorización.
Lo primero que me ocurre es una obturación total ante un posible intercambio con el otro, ya sea un amigo, un familiar, un compañero de trabajo o mi novia. No puedo decir nada.
Durante algún tiempo, que no es del todo mensurable (pueden ser horas o días), sólo puedo absorver información sin llegar a poder procesarla con claridad: la mezcla de terror y desamparo no es el marco adecuado para tal actividad. Simplemente no estoy en condiciones de compartir lo que me pasa. No por el hecho de decir aquello que cae en los lugares comunes; no me espanta el lugar común cuando el lugar común es el único lugar posible en el que cabe la palabra sensatez. Tiene que ver, me parece, con un estado inicial de parálisis mental en el que todo lo siento en crisis, no sólo las condiciones del transporte público. Y si hay algo que contribuye a mi crisis, no son sólo las imágenes del horror, sino la indiferencia de muchas personas ante algo que -creo- debería afectar la relación con su cotidianeidad.
¿Cómo es que pasa lo que pasa y alguien puede seguir perfectamente con su día, trabajando, leyendo una revista en un bar, cocinando con aceite de oliva, chateando con su amante, o haciendo tantas otras cosas, y que las muertes ahí nomás (las muertes y el olor de los cuerpos manchados por la sangre corrupta de la inoperancia) son sólo una sombra, una nube que ya pronto quedará disuelta en el cielo...?
Al salir de la afasia, mi primer interlocutor me asesta un ladrillazo de sentido común en la cabeza: "es absurdo lo que decís. Tu preocupación no tiene lógica: todo el mundo tiene una vida que llevar adelante, y no lo van a dejar de hacer salvo que la tragedia los afecte directamente. Y además, no aporta nada a la solución de los problemas de la sociedad que las personas, simplemente, se vean afectadas a situaciones terribles, sino que activen respuestas concretas para remediar esos males."
Que las cosas nos afecten directamente. Activar respuestas concretas. Respuestas concretas...pedir la cabeza del maquinista, de los empresarios, del secreatario de transporte, de la presidenta?
Lo aplastante del sentido común, su contundencia, su capacidad de mandarnos a dormir la siesta cual viejo que se pone molesto a la hora del postre.
Vale la pena activar respuestas concretas. Pero no es sobre esas respuestas que pone la lupa esta entrada, sino sobre una sensación inicial (mi afasia) y sus siguientes derivaciones.
Si este tipo de tragedias son eso, lo son porque muestran -con toda nitidez- no sólo la visión de gente atrapada entre fierros y médicos corriendo para todos lados, y familiares desesperados en los hospitales, sino que lo hacen es condensar la imágen de nosotros mismos acercándonos a nuestro propio abismo, a nuestras propias imposibilidades, no ya como sociedad, sino como especie. Una especie que enfrenta a un monstruo que no es reconocido como tal por muchos otros. Que resulta indiferente a muchos otros, y -lo que es peor- no sólo a aquellos que lo conforman. O sí.
Vuelvo al lenguaje como el mudo que, después de años en silencio, recupera al habla de la noche a la mañana. La necesidad de expresión tiene más del orden de lo fisiológico que del orden de lo intelectual: no se puede pensar en un tiempo indefinido para ir al baño. Las horas pasan y el cuerpo ordena. Mi cuerpo ordena, entonces, volver a las palabras, escribir esta entrada, pensar en lo que pasó en once y escribir sobre ello de manera fisiológica, al compás del ritmo de la circulación de mi sangre, tratando de llegar al origen de la tristeza, a las condiciones de posibilidad de la sanción de la ley de la ferocidad.
CUANDO LO PEOR HAYA PASADO...
"La agenda en cuestión"
Por Mario Wainfeld
La tragedia de Once es leída por muchos como un corolario clavado de deficiencias del servicio. Así las cosas, no hubo estrictamente un accidente (un imponderable), sino un corolario previsible de una serie de carencias. El punto de vista es sostenido por un colectivo muy vasto: usuarios, sindicatos, especialistas en la materia, organismos de control, asociaciones de defensa de consumidores. Los teléfonos de las radios se recalentaron desde el miércoles con mensajes de oyentes (muchos de ellos autoasumidos como afines al oficialismo) despotricando con argumentos contra la concesionaria.
La tragedia incita al debate y lo pone en el centro de la agenda. Lo que está en controversia es, aunque parezca desafiante decirlo en días de duelo, algo mucho más vasto.
El cronista piensa y lo viene escribiendo desde hace bastante que es tiempo de discutir integralmente el sistema de transporte, que ha quedado desfasado de las necesidades de los ciudadanos-usuarios. Es sabido, y fue denunciado desde el vamos por este diario, que la génesis del problema es la nefasta política privatizadora del menemismo. Pero ese pecado original no dispensa a los gobiernos ulteriores, en especial a los de signo contrario, de tratar de revertir el desastre.
La política del kirchnerismo, acertadamente, se esmeró en los primeros tiempos por mejorar el acceso de “la gente” al servicio. El crecimiento, la recuperación de puestos de trabajo, la reactivación aumentaron el número de pasajeros. Lo primero era que pudieran subirse al tren, gastando lo menos posible. La vasta trama de subsidios y el consiguiente esfuerzo fiscal se justifican porque forman parte del esquema de recuperación de la actividad y dinamización del mercado interno. Un mecanismo de salario indirecto que mejoró, de paso, el ingreso de bolsillo de todos los trabajadores que volvieron a tener conchabo.
Lo que debe ponerse en tela de juicio es la funcionalidad del actual esquema para cubrir las necesidades y demandas crecientes de los pasajeros. Cuando el laburo se estabiliza, cuando la dignidad se recupera, cuando el tiempo disponible recobra valor, aumentan las lícitas exigencias respecto de la calidad del servicio.
En la multiplicidad de voces escuchadas en estos días terribles, merced a una vastedad de medios que es válido saludar, casi no se hizo sentir ninguna que elogiara o al menos juzgara tolerable el servicio de la concesionaria en cuestión.
Un tema de “segunda generación” es el estado general del transporte (dicho sea al pasar, no sólo el ferroviario) en la Argentina. No ya medido desde la accesibilidad del boleto sino desde una integralidad que abarque cuanto menos: la puntualidad, el decoro debido a los pasajeros, una tasa mínima y decreciente de accidentes en las vías. Toda la política de transporte, como la de Salud y de Vivienda, están muy por debajo de las necesidades, que son derechos, de muchos argentinos en este estadio de su historia.
Redondeando, circunscribir el problema a qué causó el accidente es reducirlo a un episodio. El cronista supone, aunque por cierto no sabe, que la tragedia tiene que ver con las carencias que se sobrevolaron. Pero aun si así no fuera, el concesionario tiene pésimas credenciales para seguir siéndolo (entre las que se cuenta, cómo no hacerlo en una democracia vivaz, la crítica dura de los usuarios). Y lo que debe ponerse en el tapete no es, exclusivamente, ese accidente y a TBA sino todo un sistema que cumplió varias funcionalidades desde 2003 pero que ahora deja muchos flancos vacantes.
El ministro Julio De Vido anunció que el Gobierno cooperará con la investigación judicial, que se presentará como parte querellante para dinamizar el proceso. Y, aun sin usar estrictamente esas palabras, que supeditará cualquier decisión administrativa respecto de la empresa TBA al resultado de las pericias o decisiones de los Tribunales. Dejó en claro que eso no implica ningún “esquema de protección”.
Este cronista discrepa con el criterio elegido. Los tiempos de la política son unos, muy otros los del Poder Judicial. En el Foro, máxime en materia penal, rige la presunción de inocencia. En materia política las responsabilidades se determinan con otros parámetros, más severos.
En los estrados, la Justicia a veces llega y a menudo no, pero casi siempre tarda. En política las decisiones son más acuciantes.
En algún sentido, el Gobierno parece haber elegido un rumbo contrario al de su ADN y de sus mejores iniciativas: judicializó la política.
De nuevo: lo que está en el centro del debate no es sólo la tragedia sino el funcionamiento cotidiano de la concesión. Supongamos (no lo presumimos posible) que se comprobara en un plazo breve, de modo irrefutable, que la causa de la colisión del tren contra el parachoques no fue imputable a la empresa. En esa hipótesis, la ideal para TBA, habría que ver si las deficiencias de los vagones, la superpoblación de pasajeros no agravaron el terrible saldo de muertos y heridos. Y, además, quedarían incólumes las críticas a la obsolescencia del material rodante, a la falta de mantenimiento de las vías y barreras, a la escasez de inversión, a las condiciones de hacinamiento en que viajan los pasajeros, a las puertas abiertas durante los trayectos. Y tantos etcéteras.
El cronista, como abogado que es, agregaría que un expediente penal con muchos querellantes es de por sí trabado y farragoso. Que la querella estatal, que tiene un valor simbólico destacable, por lo general no ayuda a acelerar el trámite y se superpone con el rol de los fiscales, que también representan el interés público. Y que el juez Claudio Bonadío, un sobreviviente de la servilleta, no es gran garantía. Que una pericia de oficio suele ser contradicha por otras de parte. Y que lo que dirime una causa no es la pericia, sino la sentencia. Y no la de primera instancia sino la definitiva.
Pero éste no es, insisto, el eje del asunto. El eje es que la tragedia (en mala y acaso tardía hora) acelera una agenda mucho más vasta que sus causas específicas. Y ésa es la agenda que interpela al Ejecutivo. Una misión propia que, por esencia, no se sustancia en un expediente judicial.
martes, 21 de febrero de 2012
LA OBEDIENCIA DEBIDA...
Henry David Thoreau (Estados Unidos 1817-1862)
Desobediencia civil (fragmento)
"De todo corazón acepto el lema de que "el mejor gobierno es el que gobierna menos", y me gustaría que fuera honrado con más diligencia y sistema. En la práctica significa asimismo, lo cual también creo: "que el mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto"; y cuando los hombres estén preparados para él, ese y no otro será el que tendrán. El Gobierno es, a lo más, una conveniencia; aunque la mayoría de ellos suelen ser inútiles, y alguna vez, todos sin excepción, inconvenientes. Las objeciones puestas al hecho de contar con un ejército regular, que son muchas y de peso, y merecen prevalecer, pueden ser referidas en última instancia a la presencia de un Gobierno igual de establecido. El ejército regular no es sino el brazo armado del Gobierno permanente. Este, a su vez, aunque no representa sino el modo elegido por el pueblo de ejecutar su voluntad, es igualmente susceptible de abuso y perversión antes de que aquél pueda siquiera actuar por su mediación. Reparad en la presente guerra mejicana, la obra de un número relativamente escaso de individuos que se valen del gobierno establecido como instrumento; pues, para empezar, el pueblo no habría consentido esta medida. Este gobierno americano ¿qué es sino una tradición, aunque reciente, que trata de transmitirse inalterada a la posteridad, pese a ir perdiendo a cada instante retazos de su decencia? Carece de la vitalidad y la fuerza de un solo hombre vivo, pues éste puede doblegarlo a voluntad. Es como una especie de arma de madera para el pueblo mismo; y si alguna vez al usasen verdaderamente como real unos contra otros, de seguro que se les desharía en astillas. Sin embargo, no por ello deja de serles necesario; pues los individuos han de tener alguna complicada maquinaria que otra y oír su estrépito para satisfacer su idea de gobernar.
(...)
La gran masa de los hombres sirve al Estado, pues así; no sólo como hombres principalmente, sino como máquinas; con su cuerpo. Son ejército permanente y milicia establecida, carceleros, guardias, posee comitatus etc. En la mayoría de casos no existe ejercicio alguno libre, sea del propio juicio o del sentido moral, sino relegamiento al nivel del leño, de la tierra o de las piedras; y quizás puedan construirse algún día hombres que cumplan con igual perfección este cometido. Tales no merecen más respeto que un fantoche o que basura. Su valor raya con el de los caballos y los perros. Sin embargo, incluso se les reputa buenos ciudadanos. Otros, como es el caos de la mayoría de legisladores, políticos, juristas, clérigos y funcionarios, ven al Estado principalmente con la cabeza; y como quiera que raramente establecen distinciones morales, son tan susceptibles de servir al mal sin intención, como a Dios. Unos pocos, muy pocos, muy pocos, héroes, mártires, reformadores - que no reformistas -, y hombres sirven al Estado también con su conciencia, y así, se le resisten las más de las veces; y éste los trata como enemigos. El hombre prudente sólo se revelará útil y no se avendrá a ser "barro" ni a "obturar un agujero para detener al viento", sino que, por lo menos dejará esa tarea a su polvo.
(...)
Si alguien fuere a decirme que el presente es un mal gobierno porque gravó ciertos artículos extranjeros arribados a sus puertos, lo más probable es que me quedara impertérrito puesto que puedo pasarme perfectamente sin ellos: todas las máquinas poseen roces. Y posiblemente ello resulte en bien suficiente para contrarrestar el mal. En cualquier caso, es mal mayor el soliviantarse por ello. Pero, cuando los roces buscan máquina en que alojarse, y la opresión y el robo se organizan, yo digo: desprendámonos de esta máquina inmediatamente. En otras palabras, cuando la sexta parte de la población de un país que se ha arrogado el título de país de la libertad la componen los esclavos, y toda una nación es injustamente arrollada y conquistada por un ejército extranjero y sometida a la ley marcial, creo que no es demasiado temprano para que los hombres honrados se rebelen y hagan la revolución. Y lo que hace este deber tanto más urgente es el hecho de que el país así arrollado no es el nuestro, y sí lo es, en cambio, el ejército invasor.
(...)
Quienes no conocen fuentes de verdad más puras, que no han seguido el curso de ésta hasta cotas más elevadas, se atienen prudentemente a la Biblia y a la Constitución y beben de ellas con reverencia y humildad; pero quienes reparan por dónde brotan aquellas gota a gota para alimentar ese lago o aquella laguna, se fajan fuertemente la cintura y siguen su peregrinación en busca del manantial primero. No ha habido hombre alguno de genio legislador en América. Son raros en la historia del mundo. Abundan los oradores, los políticos, los hombres especialmente elocuentes, se cuentan por miles; pero no ha abierto aún la boca aquel orador capaz de resolver los numerosos y muy vilipendiados problemas que nos acucian hoy. Nos gusta la elocuencia por sí misma y no por la verdad de que pueda ser portadora o por el heroísmo que pueda inspirar.
(...)
Nunca podrá haber un Estado realmente libre e iluminado hasta que no reconozca al individuo como poder superior independiente del que derivan el que a él le cabe y su autoridad, y, en consecuencia, le dé el tratamiento correspondiente. Me complazco imaginándome un Estado, al fin, que puede permitirse el ser justo con todos los hombres y acordar a cada individuo el respeto debido a un vecino; que incluso no consideraría improcedente a su propio reposo el que unos cuantos decidieran vivir marginados, sin interferir con él ni acogerse a él, pero cumpliendo sus deberes de vecino y prójimo. Un Estado que produjere esta clase de fruto y acertare a desprenderse de él tan pronto como hubiere madurado prepararía el camino hacia otro más perfecto y glorioso, que también he soñado, pero del que no se ha visto aún traza alguna."
domingo, 19 de febrero de 2012
LOS ORADORES INFIELES...
Somos oradores infieles, ideólogos sin discípulos, predicadores en el desierto. No hay nada detrás de nosotros, nada debajo de nosotros, que nos sostenga. Revolucionarios sin revolución: eso somos
La revolución es un sueño eterno (A. Rivera, 1987)
Alguna vez Julio Cortázar dijo que Antonio Di Benedetto pertenecía a esa clase de escritores que no buscan la reconstrucción ideológica del pasado, sino que está en ese pasado. No se trata de una evocación, sino de una voz que viene desde las entrañas profundas de la historia argentina. Andrés Rivera pertenece a esa clase de escritores. Acaso el triunfo de libros como “El Farmer” y “La revolución es un sueño eterno” sea el de construir el alma y el cuerpo de Rosas y Castelli. No se trata de utilizarlos para hacerlos decir aquello que el escritor quiere decir, si no de construir a Rosas y Castelli desde su mismo espíritu. Por este motivo la escritura del Farmer debe haber sido para Rivera una lucha contra su propio ego de escritor. Rivera comprendió el paso necesario de todo gran artista. Ir en contra de su propia habilidad. Sólo así pudo escribir desde la primera persona de su personaje histórico más odiado. Probablemente esta sea su enseñanza literaria mas grande.
El primer oficio de Andrés Rivera fue de tejedor, en una fábrica en Villa Lynch, en el conurbano bonaerense. A la par con su trabajo como obrero textil, al caminar por esas calles donde los telares retumbaban las veinticuatro horas del día, Rivera se transformaba en escritor. “Aprendí que lo que se puede escribir en dos líneas no hay que escribirlo en diez, porque el resto es gordura. Eso fue parte de mi aprendizaje en el oficio de narrar. ¿Qué le quité a los escritos? Retórica. Ese fue un aprendizaje largo y lento”.–Era un momento de fuerte despliegue industrial y con muy fuertes connotaciones políticas. La mayoría de los tejedores, de las devanadoras, eran peronistas. Yo no lo soy, no lo fui nunca. Me eligieron secretario de la Comisión Interna y ejercí ese cargo, que por cierto disfruté. Cuando me tocaba el turno noche, desde las 21 hasta las 5 de la mañana siguiente, no estaba el capataz. Entonces me podía cruzar, hablar con los otros compañeros, podía leer. Y por supuesto esas noches yo escribía. Los rollos de seda tenían en sus bordes largas tiras de papel para mantener la tensión del hilado y allí anotaba. Fue una experiencia muy placentera, muy intensa y eso me sirvió para advertir en qué mundo estaba viviendo. Ese mundo siguió vivo para mí y me hizo comprender con mucha intensidad el país en el que vivía y en el que intentaba escribir. Eso traté de trasladarlo, no exactamente “la pintura realista” de ese ambiente, pero traté de trasladar una cantidad de vivencias y de lecturas a lo que yo escribía y ahí empezaron a nacer los libros. El primero de ellos fue “El precio” y allí está más o menos con mayor o menor intensidad registrado ese universo.
–¿Hay algún escritor contemporáneo que le guste leer?
–Creo que fue Borges quien dijo, “Yo ya no leo, releo“. Tengo una buena biblioteca de los policiales negros norteamericanos, que son muy buenos, los norteamericanos y la serie negra, Chandler, Hammet, Thompson. Y luego la otra literatura que me influenció por larguísimo tiempo fue la norteamericana, particularmente Faulkner y Hemingway, de éste último particularmente sus cuentos. “Por quién doblan las campanas” me pareció siempre, de la primera línea a la última, el ejercicio trabajoso, esforzado de un liberal norteamericano. Si quiere desde el punto de vista formal, un verdadero escritor es alguien que sabe cuándo hay que cortar, cuándo hay que limpiar, cuándo hay que borrar. Le doy un nombre: Borges, que no ha escrito ninguna novela, ha escrito cuentos, ensayos. Luego lo otro, que viene apareado, es la postura política del escritor. Pero quiero advertir esto: Balzac fue un reaccionario y así lo leyó Marx, pero Marx consideraba que era el mejor escritor de Francia, porque Balzac no traicionó su oficio.
–Usted afirmó que un verdadero escritor no puede ser peronista…
–Y efectivamente no. Usted me va a nombrar a Marechal. Empecemos por algo, Marechal vivió una contradicción muy profunda. Él ya era escritor cuando adivinó el peronismo y adhirió al peronismo y al mismo tiempo se manifestó solidario con la Cuba revolucionaria.
–En el “Amigo de Baudelaire” usted escribió: “Cuando el frenesí del Sr. Sarmiento no despierte siquiera pena. Cuando yo ya no esté.” ¿Qué cree que va a pasar cuando usted ya no esté?
–Durante mucho tiempo esa pregunta que me formula me atormentó. Realmente me atormentó. Porque uno tiene ego, voy a usar una palabra que ahora se usa con asiduidad, tiene ánimo de trascendencia. A esta altura no me interesa. Sé que he escrito algunos libros que merecen leerse y que confío que se leerán. Eso es todo. “La revolución es un sueño eterno” es uno de los libros que puedo defender de la primera a la última línea. He vuelto a reescribir “El precio” y hay una nueva versión en donde limpié toda la retórica, todo lo que era grasa que sobraba.
–¿Cómo ve hoy América latina y la situación regional que hoy vive?
–No conozco en América latina, un partido que, no importa cuántos votos pueda recoger en una elección, se proponga cambiar el sistema. Es decir, los países que en América latina, pueden encolumnarse en lo que se llama progresistas no han eliminado la propiedad privada y no hay más nada que decir luego. Porque eliminar la propiedad privada es cambiar radicalmente el universo de un país, tanto la conciencia, los impulsos de sus habitantes, como en el terreno ideológico, político y económico. Y eso no ocurre.
–Andrés Rivera, acerca de la juventud.
–Yo no doy consejos. Se equivocan solos, todos nos equivocamos sin necesidad de que nos vengan a aconsejar. Los jóvenes forman parte de un proceso. Una pregunta que hay que formularse es “¿Por qué los jóvenes desdeñan la política?“. Porque lo aprendieron, hubo transmisiones orales de generación en generación, que “todos los políticos son ladrones, la política es sucia, no te metás en política“, porque meterse en política implica riesgos. Además, ¿dónde van a ingresar los jóvenes para llevar adelante su ejercicio político, sus dibujos ideológicos? ¿A la Unión Cívica Radical? ¿Al PO? Para hablar del otro extremo, ¿a las pequeñas organizaciones que se reivindican socialistas? Por cierto que aquellos que pisan el umbral de esas pequeñas organizaciones que se reivindican socialistas tienen una conciencia política uno o dos o tres escalones más avanzados que el resto de los jóvenes, porque los otros están en el no te metás. Esta es la situación.
domingo, 12 de febrero de 2012
UN POLACO (EN EXCESO) SUELTO EN BS. AS...
Witold Gombrowicz (Polonia, 1904-1969)
Diario argentino (fragmento)
"Me puse a escribir este diario, no quiero que la soledad yerre en mí sin sentido, necesito a los hombres, un lector... No para comunicarme con él. Sólo para emitir señales de vida. Ya hoy consiento en las mentiras, los convencionalismos, las estilizaciones en este diario con tal de pasar de contrabando, aunque sea como un eco lejano, un tenue sabor de mi yo aprisionado.
Ya soy. Witold Gombrowicz, estas dos palabras que llevaba sobre mí, ya realizadas. Soy. Soy en exceso. Y aunque podría acometer todavía algo que me resultara imprevisible a mí mismo, ya no tengo deseos... Nada puedo querer por el hecho de ser en exceso. En medio de esta indefinición, versatilidad, fluidez, bajo un cielo inasible soy, ya hecho, terminado, definido... soy y soy tanto que ese ser me expulsa del marco de la naturaleza."
NO QUEDA MAS QUE VIENTO...
Como muchos de mi generación, siempre tuve una relación marginal con la música de Spinetta. A diferencia de la música de Charly, su música no era la que escuchaba durante el secundario. Conocía algunos clásicos, y -en esos años- vi su unplugged, que me gustó (como me gustan la mayoría de los especiales acústicos grabados para la MTV), pero no me voló la cabeza como sí lo hizo el unplugged de Nirvana que -al día de hoy- sigue siendo el único que me pone la piel de gallina.
Pero Kurt Cobain está muerto desde hace varios años y, ahora, nos enteramos que el flaco también lo está, y que -entonces- sólo quedan Charly el Indio Solari como máximos exponentes de la escena local, sobrevivientes artísticos de una generación que atravesó todas las revueltas (sociales, culturales y políticas) que sucedieron en este país en los últimos 40 años.
Como muchos de mi generación, recién ahora, con la noticia de su muerte y lo significativa que resultó su obra para tanta gente, me dan ganas de empezar a interiorizarme más en esa ausencia.
Sabiendo que corro un riesgo aterrador: que me guste, que me guste mucho y que ya no pueda verlo en vivo. Que pude haberlo hecho: hace un par de años vino a tocar a un teatro de zona sur, pensé en sacar una entrada y finalmente no lo hice.
El arrepentimiento: por definición, por su propia naturaleza, un sentimiento tardío.
sábado, 11 de febrero de 2012
EL FIN DE LOS TIEMPOS...
2012. Febrero. 70 grados de temperatura separan a Varsovia de Buenos Aires. Lo climático y lo económico (sus desastres) son todo lo que podemos observar: ríos congelados, protestas sociales ante el ajuste -fundamentalmente en Grecia y España- desfilan ante nuestros ojos en un concurso de desgracias que parece no tener fin. Lás imágenes de la gente alocada corriendo en el estadio en Egipto, o del horror en las calles de Siria también resuenan una y otra vez.
La escena local tampoco ayuda. Inglaterra, a 30 años del bochorno de Malvinas, llega a las islas con un príncipe (me pregunto si, en pleno siglo XXI, pueda llegar a existir una palabra que genere más asco, más repulsión) para visitar la flora y fauna y no lo hace provisto de un carpa y equipo de mate, sino de armas nucleares, lo que motivó la denuncia por militarización presentada por el canciller argentino ante la ONU.
En Enero, durante mi estancia en el Alfar en Mar del Plata, tuve un relación casi nula con internet, las revistas, la radio y la televisión. En un bar que iba ocasionalmente tenía acceso al diario, y en esos accesos ocasionales, empecé a percibir que el año, aún en pañales, presentaba una atmósfera más que densa.
Nunca fui lector de crónicas policiales; sus páginas son las que suelo pasar en el diario apenas prestando atención a los títulos. No fue la excepción este verano, sin embargo, algunos de estos titulares -entre los que recuerdo puedo mencionar el del menor abusado en una comisaría- me parecieron de una brutalidad abrumadora.
La brutalidad entonces -la social pero también la climática- no es otra cosa que el decantamiento de formas sociales de vida (el llamado capitalismo salvaje) que, con el paso del tiempo, y ante el desborde de los límites de tolerancia pautados en la interacción civil por los tipos que detentan el grueso del poder, fueron consolidando -entre los ciudadanos- condiciones darwinianas de existencia.
A veces me resulta esperanzador la idea de una refundación vital, de un gran big bang moderno. Claro, no estaríamos allí para ver lo que podría llegar a emerger de semejante coalpso energético, de semejante emanación de vida. Y, entonces, no estaríamos allí para ver que -tal vez- haya una relación proporcional entre la evolución de las sociedades y la evolución de las formas destructivas de habitarlas. La famosa pulsión de muerte freudiana que obtura la pulsión de vida en su afán de abrirse paso...
Sobre los límites -humanos, climáticos- solo podemos esbozar teorías, vagas proyecciones.
Sobre el fin de los tiempos podemos decir -con absoluta certeza- que, de venir, será televisado y que, si tenemos suerte, nuestras lágrimas -nuestro dolor de ya no ser- serán las gotas de lluvia del mundo del mañana.
miércoles, 8 de febrero de 2012
(DES) ORDEN MUNDIAL...
Tzvetan Todorov (Sofía, 1939) ha dejado en Occidente su impronta como hermeneuta, historiador y filósofo. Autor de una treintena de obras de referencia como "Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje" (reeditado en estos días por Siglo XXI), "Introducción a la literatura fantástica" o "Deberes y delicias" (una autobiografía intelectual que acaba de distribuir el Fondo de Cultura Económica), Todorov ha abordado una enorme diversidad de temas. .
"Le nouveau désordre mondial" parte de un estudio sobre la índole de la administración Bush. A diferencia de otros analistas que hablan de un gobierno neoconservador, usted prefiere utilizar el término de "neofundamentalista"...
Todorov:- Recuso el término "neoconservador" porque esta política no tiene nada de conservadora. Por regla general, los conservadores aceptan la imperfección del mundo, se adaptan al statu quo, tratan de acondicionarlo pero, sobre todo, no tienen el proyecto de proveer la felicidad para todos. Por el contrario, la administración actual aspira a promover una suerte de revolución mundial que conduciría a todos los pueblos del mundo hacia lo que parece si no el paraíso terrenal, al menos el mejor régimen posible, a saber la democracia liberal. Lo inédito de esta combinación es precisamente el hecho de que el contenido del ideal sea la democracia liberal mientras que el medio para imponerla es el de los fundamentalistas, que jamás dudan de la verdad y la rectitud de sus ideales y sus propuestas, y que están dispuestos a imponerlos por la fuerza.
Al estudiar el discurso utilizado para justificar la nueva doctrina de seguridad norteamericana, usted destaca las similitudes que hay entre esta retórica y la de la vieja izquierda revolucionaria antiestalinista. ¿Cómo llega a esta conclusión?
T:- Ocurre que varios de los ideólogos del gobierno norteamericano vienen directamente de movimientos más bien de izquierda, pero de la izquierda antiestalinista, es decir de la tradición trotskista -incluso maoísta-, que criticaba el imperialismo y la burocracia soviética, pero que defendía la idea de una revolución permanente que permitiese, a través de la violencia, imponer el mejor régimen posible sobre la faz de la tierra. Es a estos hechos materiales e históricos que me refiero.
¿Quiénes son estos intelectuales?
T:- William Kristol, Ricard Pipes, Robert Kagan, toda esa nebulosa de neofundamentalistas que estaba ligada a revistas cuya inspiración, dentro de la tradición norteamericana, reflejaban la crítica de izquierda del estalinismo que, poco a poco, dejó de ser de izquierda. Revistas como "Partisan Revue", "Commentary" o "The New Republic" son representativas de esta evolución donde se parte del antiestalinismo para llegar a lo se llama -a mi entender de forma equivocada- el neoconservadurismo. El padre de William Kristol (uno de los principales animadores de este grupo) fue uno de los grandes trotskistas convertidos al antiestalinismo durante la generación anterior. Lo mismo ocurrió con el padre de Pipes. De modo que hay una suerte de pase de testigo que se produce y que permite ver lo que podíamos deducir de un modo completamente abstracto.
A la hora de justificar la intervención armada norteamericana, usted identifica en el discurso probélico lo que George Orwell describe en la novela 1984 como el "newspeak"...
T:- Los elementos del "newspeak" son formaciones de palabras construidas a partir de términos contradictorios. Recuerde cómo en Orwell hay expresiones del estilo "la guerra es la paz", "la libertad es la esclavitud", o lo contrario. Esta vez se nos habla de "guerra misericordiosa" o de "bombas humanitarias". Esta última me parece una de las expresiones más graciosas pero también una de las más escandalosas que se hayan escuchado. Otra es el "nacionalismo universalista" de Estados Unidos que, se supone, encarna ese país.
S.- Usted compara la concepción norteamericana del llamado "derecho de injerencia" al colonialismo inglés o francés del siglo XIX, y se opone a que una democracia trate de imponer a una dictadura su concepción de la libertad. ¿Por qué, como apunta en su ensayo, habría que "renunciar a imponer el bien por la fuerza"?
T:- Es el gran debate de fondo. Aquí podemos oponer dos sistemas de pensamiento. Uno, que considera que posee el bien y que piensa que por ese motivo tiene no sólo el derecho sino el deber de llevarle este bien a los demás. Y por esa razón está dispuesta a hacer la guerra. El otro punto de vista también considera que representa el bien, pero piensa que cada quien debe buscar y encontrar su propia vía hacia este bien. Esta segunda actitud ha sido la de la "tradición liberal", un término cuyo sentido ha sido completamente trastocado y significa hoy casi lo mismo que "capitalismo". Pero, en su origen, el pensamiento liberal es un pensamiento de tolerancia que nace durante las guerras de religión. En realidad, la aventura colonial de las potencias europeas en el siglo XIX era mucho más cínica y buscaba su propio interés. Esta ideología, que era una fachada, se convertía en un medio muy poderoso para promover los propios intereses. No quiero decir que hoy en día las guerras conducidas en nombre del "derecho de injerencia" sean únicamente hechas con un espíritu neocolonial. No creo que los Estados Unidos quieran convertir Irak en una colonia. Diría que buscan un cierto tipo de hegemonía, de control político global con la eliminación de estados hostiles que podrían financiar una mala jugada en su contra: eso les basta. Sin embargo, la idea del "derecho de injerencia" es tan peligrosa como el de las guerras en nombre de principios superiores, ya que nunca podemos estar seguros de que esta verdad que reivindicamos es la misma de aquellos a quienes tratamos de imponerla. Para mí los medios anulan los beneficios del fin.
- Pero cuando uno reivindica las ideas del iluminismo, cuando piensa que la democracia es una valor superior a otros tipos de sistema, ¿el oponerse al "derecho de injerencia" no implica caer en el relativismo?
T: No hace falta caer en el relativismo cuando se renuncia a hacer la guerra como medio para imponer o difundir la ideas de Las Luces o la democracia liberal. Existen muchas otras formas que no incluyen misiles y bombas. Hay que admitir el mundo en su complejidad, hay que tratar de no ver únicamente el bien de un lado y el mal del otro. Es indiscutible que para todos nosotros la caída de Saddam Hussein es un hecho feliz. De ahí a afirmar que es el método correcto que debemos emplear sistemáticamente para combatir todas las dictaduras del mundo, es decir vivir en una guerra permanente, es un paso que no creo que debamos dar. Sobre todo cuando no sabemos cuáles van a ser las consecuencias finales de la caída de Hussein. No creo que podamos decir que solucionamos el problema matando al tirano.
Frente al unilateralismo norteamericano, usted propone la creación en Europa de una "potencia tranquila". ¿En qué consistiría?
T:- Yo no soy un pacifista. No creo que el mundo de mañana se verá librado como por arte de magia de la violencia y que nunca más tendremos que defendernos. Por ahora Europa vive protegida por el escudo militar norteamericano, lo que llamamos la doctrina atlántica. Este sistema fue indispensable durante la Guerra Fría, ya que la amenaza soviética era tal que Europa sola no podía hacerle frente y neutralizarla. Hoy la situación ha cambiado. Primero, por el derrumbe del bloque soviético y segundo por la aceleración del ascenso de Europa. Desde 1945 el continente nunca estuvo tan unido. Así que para mí Europa tiene que encontrar la forma de defenderse por sí misma, convirtiéndose en una potencia militar. Europa debería ser capaz de conducir su propia política, disociarse de toda empresa que le parezca aventurada, peligrosa y desestabilizante para el resto del planeta. En otras palabras, ofrecerle a los EE.UU. y al resto del mundo el ejemplo de otra forma de utilizar la fuerza militar: un uso esencialmente defensivo, sin la ambición de manejar los asuntos del universo.
domingo, 5 de febrero de 2012
EL FUTURO...
"El Pasado" de Alan Pauls, es una novela extensa (550 páginas) que gira en torno a una ruptura afectiva después de casi trece años de relación, y cómo ella -Sofía- se convierte en una especie de espectro del amor, y sigue rondando en el presente de él -Rímini-, quien intenta, sin lograrlo, seguir adelante con su vida.
Suministrada en muchas páginas diarias, la lectura de la novela puede ser nociva para la salud del lector, no por su mala calidad; justamente por lo contrario: está tan bien escrita, todo tan perfectamente construido, que el narrador (y en consecuencia el lector que lo sigue) termina siendo, él mismo -su propia voz-, una prolongación del amor enfermo que retrata en el texto.
En la tarde del sábado, entonces, cambio esa dosis de veneno dulce (que pronto habré consumido en su totalidad), por una sustancia que no tiene contraindicaciones: ver jugar al Barcelona.
El partido no resultó lo brillante a lo que nos tiene acostumbrados el equipo dirigido por Guardiola, lo cual me permitió pequeñas fugas mentales; pequeñas elucubraciones.
Entre otras cosas, algo en relación al fútbol. Pensando en lo que estaba viendo (no ese partido puntual, sino -básicamente- ese grupo de jugadores con ese técnico en el banco), algo vino a mi mente con la velocidad de un rayo y, al mismo tiempo, con la artrosis de lo evidente: la discusión sobre si un jugador como Riquelme es fundamental para tener un gran equipo de fútbol deviene algo totalmente absurdo y fuera de sentido al aparecer un equipo como Barcelona. Lo que es absolutamente insoslayable es tener al menos un jugador con su gran visión de juego y su exquisita pegada. El Barcelona está plagado de jugadores con estas condiciones: Iniesta, Xavi, el propio Messi. Sin embargo, el mismo Riquelme pasó sin pena ni gloria por el equipo catalán hace ya varios años. En ese momento, muchos de sus defensores a capa y espada, al ver que Román debía volver a Boca luego de un paso agridulce por Europa, decían que el fútbol de Román no se "entendía" en el viejo continente, que allá sólo buscaban jugadores que corrieran como locos (que jugaban para correr y no corrían para jugar según la máxima menottista) y ninguno que hiciera la pausa y manejara los hilos del partido. Tema aparte es su falta de compromiso a la hora de recuperar la pelota.
Confieso que Riquelme dividió mis aguas mentales durante mucho tiempo. Hasta ayer. Ayer lo vi con claridad, vi que es (¿fue?) un jugador con algunas condiciones excepcionales, pero que -no tengo dudas- no son suficientes para hacer de un partido de fútbol una verdadera fiesta colectiva.
Las diferencias son abismales. Mientras que Riquelme recibe la pelota, la para, la pisa, va para el costado, vuelve y da un pase (que no es todo lo que hace pero lo hace mucho), en ese mismo tiempo,Iniesta, Xavi y Messi ya están festejando con los hinchas el gol que acaban de armar entre los tres.
¿Alguien se imagina que sucedería si en ese engranaje perfecto se cambiara una pieza para poner a Riquelme?
Y no sólo eso...el barcelona mantiene el mismo ritmo, la misma forma de juego, estando perdiendo, empatando o ganando 5 a 0. Riquelme, en cambio, claramente siempre "reguló" los partidos que ya estaban ganados, jugando más para el costado que de costumbre, haciendo del resto del tiempo para terminar el encuentro un aburrimiento atroz.
¿Qué se puede decir ahora? Ahora que sabemos -todos sabemos- dos cosas indiscutibles:
a) que el Barcelona juega, desde hace años, el mejor fútbol que hayamos visto en mucho tiempo.
b) que Riquelme -aún en su mejor versión, y no en la actualidad en la que llueve y se desgarra- no podría tener cabida en ese equipo.
Y ese equipo -este equipo del Barcelona- es el modelo de juego a seguir.
El fútbol progresa; Riquelme ya no.
PEQUEÑO TRATADO SOBRE LA POESÍA...
"Quien quiere ver solo lo que puede entender, no tendría que ir al teatro, tendría que ir al baño" BERTOLT BRECHT
LA POESÍA SEGÚN EL INDIO SOLARI
"En mi caso, me interesan las partes del cerebro que se ponen a trabajar bajo condiciones de ambigüedad. Por eso he elegido escribir en libertad con cambios deliberados e irreverentes de sintaxis. En definitiva, la poesía (¿como la ciencia?) es nada más que una interpretación del mundo."
Escribo canciones con una impronta poética con la creencia de que...
El efecto poético se produce por la capacidad de un texto de continuar generando lecturas diferentes sin ser consumido nunca por completo.
La poesía no debe invitar solo a escuchar, sino que debe invitar fundamentalmente a imaginar.
La poesía es subjetiva, se vuelve objetiva cuando sus destinatarios, después, se dejan envolver por ella.
La principal regla poética es conmover, todas las demás no se han inventado sino para conseguir eso.
La poesía no puede ser definida con precisión porque no nos es dado a conocer su esencia, sino sentirla, y -para ello- se requiere un alto grado de sugestión, una interpelación profunda que -de suceder- genera cierta intimidad entre quien escribe y quien lee. El texto (el poema) funciona entonces como puente, como lazo entre dos intimidades desconocidas.
La poesía crea realidades intelectuales que se presentan emocionalmente. No como pensamiento reflexivo ni filosófico, sino como un pensamiento rítmico.
Una buena canción (su lírica) debe parecer que no pudo ser escrita de otra manera. Debe tener poder de seducción y comportarse como un enigma del cual uno presenta, para su resolución, solo indicios...
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