Mientras preparo el café, el presidente aparece en la pantalla. Lo veo hablando, con motivo del 25 de mayo, en un colegio. Y me doy cuenta de algo: habla con las mismas palabras y el mismo tono sin importar que sus interlocutores sean chicos de primaria o su electorado (real o potencial, pero siempre compuesto por adultos).
O el presidente tiene una estimación muy alta de los chicos o una valoración muy pobre de los adultos.
La otra opción es que crea que un adulto es un chico estirado a través del tiempo.
Lo debería consultar con su padre.
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