sábado, 5 de junio de 2021

ESA MUJER...




 En su ensayo "Lenguas sueltas", el escritor británico Hanif Kureishi, repasando el patrón disciplinador de regímenes e instituciones dominantes, dice que "en parte, la historia del siglo XX es la historia del silencio". Minorías sociales, étnicas, raciales, sexuales, y a veces hasta mayorías -como en los dieciocho años de proscripción del peronismo, durante el cual se pretendió vivir en democracia - han sido silenciadas para dejar en pie sólo un punto de vista, el oficial. Kureishi complejiza el tema porque entrecruza el mandato de silencio político con el vínculo personal, íntimo, que cada quien tiene con la palabra. "En el centro de todo hay algo más: la persona que no quiere oír sus propias palabras. Es la persona dueña de ellas, la que las ha fabricado en el interior de sus cuerpo, pero que tiene y no tiene acceso a ellas, que es su prisionero, cárcel y ley. Si queríamos crean un sistema autoritario bien completo, en el que no hubiera lenguas sueltas, habría de ser aquel en el que los sueños estuvieran controlados.

En tiempos antidemocráticos, dice Kureishi, siempre hay buenas razones para no hablar. Razones políticas, razones familiares, razones subjetivas. Hay que sobreponerse al temor e incluso al reparo ancestral hacia la propia voz en alto para hablar. El habla democrática y multicultural genera disputas, incorreciones, desacuerdos. Los que hablan pueden ofender, herir, molestar. Cuando hablan todos siempre habrá un habla sin sentido o un habla irrelevante, pero sólo en la lluvia de voces es donde podemos sentirnos con derecho a decir lo nuestro, y con la chance de hallar nuevas razones, imágenes o argumentos que expresen lo que sentimos. El hecho de que hablen todos puede generar un ruido inmenso y con consecuencias, porque hablar es un acto individual y colectivo a un mismo tiempo. Hablar le abre la puerta a lo impredecible. El problema del silencio, en cambio, es que sabemos con exactitud cómo va a ser."
"NUEVAS CRÓNICAS DEL NAUFRAGIO" (SANDRA RUSSO)

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