Un amigo me invita a ver un partido de Independiente. La invitación no me pudo haber resultado más extraña; pasaron más de veinte años de la última vez que fui a una cancha de fútbol. Si había una cosa que daba por hecho en mi vida es que nunca más iba a a ver un partido en vivo. De hecho, casi nunca miro fútbol por televisión. Mi disfrute se reduce, simplemente, a jugar.
Estando en el colegio secundario, iba con un familiar a ver los partidos de Lanús. Lo pienso ahora y me resulta abrumador; en esa época todavía jugaba Francescoli!
Volver a la cancha hoy es ver a jugadores que podrían ser los hijos de los jugadores que yo vi jugar en su momento. Sin ir más lejos, ayer estaba en la cancha el hijo de Soñora, el ex jugador de Boca.
Antes yo era el hermano menor de los jugadores; ahora soy el hermano mayor.
Mi impresión al regresar: observé el partido no como si se tratara de un juego sino de un trabajo. Para los jugadores siempre fue un trabajo (que puede, o no, convivir con un sentimiento, como pasa en cualquier trabajo), pero ahora noté (como no había notado en mi adolescencia) una marcada preocupación en los jugadores por asegurar cada pase, un temor a arriesgar, equivocarse y quedar expuestos en el error.
Y recordé qué es lo que se pierde al ver el partido por televisión. No solo el canto de la hinchada (que por el momento no está muy deconstruida que digamos), sino también la mirada panorámica para advertir la táctica de los equipos en la distribución de los jugadores en el campo de juego. Y también, un deleite estético: ver la pelota girar en el aire cuando meten un pase largo y preciso. Un pase largo y preciso; literatura redonda.
Le digo a mi amigo que tengo el recuerdo de haber viso a Independiente, antes todavía de ir a ver a Lanús. De más chico. Lo recuerdo al ver una bandera que dice "Mondragón".
De muy chico fui de Independiente. Después fui de Boca. Ahora, si tuviera que completar en un formulario el campo "hincha de " creo que lo dejaría en blanco.
Independiente, ayer, ganó 1 a 0.
Grito el gol con mi amigo, en parte para sacarme el frío del cuerpo, en parte porque es lindo gritar un gol.
Quedamos en repetir la experiencia.
Algunas veces, la infancia se nos presenta como un asunto del futuro.
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