Mi pálpito era una victoria ajustadísima de Massa, pero en mi interior se ordenaban las palabras propias del buen guerrero: "esperar lo mejor, pero prepararse para lo peor". Esa era mi consigna. Hoy, el día después, con el resultado puesto y la cabeza pesada como un volquete, creo que -en principio- una sola cosa termina quedando clara; no es nada nuevo, es la lección que la historia reciente nos ha dado, y que tratamos de no verla para (en cambio) enumerar una a una todas las barbaridades del "libertario-liberal". El problema: la manteca, o el pan, o la yerba a mil pesos le ganan a cualquier postura aberrante que alguien pueda tener respecto a: las mujeres, las minorías sexuales, los derechos humanos, la educación y la salud pública, o el cambio climático. Y el candidato que presentó el oficialismo fue el actual ministro de economía, es decir, el de la manteca, el pan y la yerba a mil pesos (poco más, poco menos). Con el diario del lunes queda más claro: muy difícil ganar así. Se podrá decir, y con razón, que muchos de los votantes de Milei no tiene problema en pagar ese monto por los productos. De acuerdo, pero sí tienen problemas para acceder al dólar. Es decir: el factor económico unió por arriba, por abajo y por el medio. Y resulta clave para entender el resultado final. Porque el odio que expresan en el resto de sus lógicas: el Estado parasitario, el político corrupto, etc., vienen después de las restricciones al bolsillo; no antes.
Que se puede argumentar sobre cómo se llegó a los precios actuales de la economía y la situación caótica del dólar. Sí. Que se puede argumentar que, en el plano económico, se pueden tomar medidas que hagan que nuestro salario valga todavía menos. También. Pero si hay un problema muy grave en estos tiempos, es justamente ese: el de la argumentación. El de los relatos, entendiendo al relato no como una "acumulación de mentiras" (que es en la forma en que intentan imponer ese concepto desde algunos medios de comunicación), sino la única forma posible en que una historia (personal o social) se hace inteligible.
Si para muestra alcanza un botón, basta pensar en el humor. Desapareció el contador de chistes en nuestra familia o grupo de amigos. Ya no hay relato; hay memes, es decir, inmediatez (la misma inmediatez con la que alguien puede calcular su salario en kilos de pan o paquetes de yerba).
El desafío entonces: que esa distancia entre el salario y lo que ese salario permite hacer, deje de traducirse en una acción inmediata y pase a ser elaborada al interior de un relato. Un desafío muy grande.
Y mientras tanto: estar atentos a que efectivamente se articule la resistencia en el interior de las instituciones (tanto en el ámbito propio de la política como así también en los sindicatos, las universidades, y las organizaciones sociales) respecto a las medidas regresivas que se quieran implementar. Y, en el día a día de nuestra vida cotidiana, estar prevenidos/alertas sobre las eventuales formas de violencia social (sobre minorías sexuales/étnicas o, simplemente, sobre los derechos conquistados por las mujeres en estos últimos tiempos) e institucional (gatillo fácil de la policía) que este nuevo gobierno -ya sea por acción u omisión- intente legitimar.
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