Fin de semana fundamentalista en La Plata.
En la esquina del hotel funciona el club de ajedrez al que iba a jugar Rodolfo Walsh; a unas pocas cuadras, la casa de "El hombre de al lado" , construida por Le Corbusier. Y, casualmente , el libro que llevé en esta ocasión fue "Introducción general a mí mismo ", una suerte de biografía dialogada de Ricardo Piglia ( en conversación con Horacio Tarcus), quien pasó años de su vida como estudiante de historia en estos pagos.
Películas y libros ( y las historias detrás de ellos) hermanados bajo un mismo cielo, en la ciudad de las diagonales .
Y el recital. La música para soñar. Es verdad, no tocaron varios de mis temas sensibles; pienso en " Preso en mí ciudad", " Vencedores vencidos", " Todo un palo" o la monumental "Salando las heridas"; pero sí dejaron lugar para " Nuestro amo juega al esclavo" y el "Blues de la artillería".
Casi un cuarto de siglo después, vuelvo a ver a los redondos. Que no son ya los redondos. Estos no son aquellos, ya no está el Indio, ya no son aquellos músicos, como yo tampoco soy aquel que estaba aún en el secundario, en vísperas del crack del 2001. Si los redondos ya no son los redondos, y si yo ya no soy ese que vio a los redondos, la tercera cuestión a dilucidar es si el país sigue siendo el del 2000, es decir, ese que buscaba despertar del sueño menemista.
"Si tu moneda hablara...
Si esa moneda hablara...
Más de la cuenta..."
("BLUES DE LA ARTILLERÍA")
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