domingo, 23 de marzo de 2025

Y LARGAMENTE BEBIMOS...

 


Decía el Indio que, bajo condiciones de ambigüedad ,se encienden otras zonas en el cerebro; las zonas que hace falta explorar.  Siguiendo esa premisa podemos pensar que, en nuestro día a día, orientamos nuestro comportamiento teniendo como máxima la dicotomía "debo/no debo", una división que se nos instala en base a las pautas culturales recibidas del entorno, familia e instituciones principalmente. El arte, entonces, cuando funciona como tal, se convierte en la chispa que enciende esas zonas no automatizadas (María Moreno, en alguno de sus textos, señala la relación íntima y profunda  entre el arte y el psicoanálisis; los efectos artísticos del análisis y los efectos analíticos del arte) . Al finalizar el proceso de exploración ( o avanzar en ese terreno aunque sea, porque el proceso es interminable), algo nuevo se puede generar, algo que interfiera con la zona vecina (la automatizada) y nos haga rever las cosas y orientar nuevamente nuestros comportamientos. 

¿Qué necesita el arte para encender la chispa? En principio, tener presente  la teoría de los formalistas rusos: hay que generar extrañamiento, y nadie se extraña cuando reconoce perfectamente lo que está viendo.

Se estrenó la obra de teatro "Druk", basada en la película homónima. Algunas consideraciones, luego de ir a verla. En primer lugar,  que casualmente se presenta en el mismo teatro en el que, actualmente Pompeyo Audivert hace "Habitación Mc Beth". Respecto a este último,   sostiene que no le interesa el teatro "de living". La definición no podría ser más exacta en su aspecto literal y metafórico. El teatro de living suele ser, justamente, el que tiene como decorado esa parte de la casa. La parte de la casa en la que uno busca la comodidad. Y Para Pompeyo el arte -es decir, el teatro- debe funcionar no como un espejo (un living), sino como un piedrazo en el espejo.

La potencia del piedrazo, entiendo, tiene que ver con la potencia de la ambigüedad. Qué tan bien se la construye, qué tan bien se la sostiene. 

Para el caso que nos ocupa: tengo  claro que "Druk" no es una apología del abuso del alcohol, así como "El ciudadano ilustre" no era una reversión del clásico sarmientino "civilización o barbarie"; en la primera, entiendo, el gran tema es el ida y vuelta entre la negación y el reconocimiento de nuestra vulnerabilidad; en la segunda, el ida y vuelta entre verdad y ficción. 

Tomar alcohol es el reconocimiento de la vulnerabilidad o su negación? La respuesta, cuando funciona el arte, nunca es definitiva, pero siempre es personal.  Pienso en el diálogo entre Joyce y Jung. Joyce le dijo a Jung que su hija escribía lo mismo que él, y Jung le contestó: "pero allí donde usted nada, ella se ahoga".

"Druk" (la película) cumple ampliamente  con la máxima de Audivert; genera, a la vez, tanto ganas de encontrarnos a beber con amigos como ganas de quedarnos en casa y hacernos un te con limón mientras miramos de reojo el vino que dejamos abierto en la heladera; "Druk" (la obra de teatro), se queda en el camino.

Sin embargo la recomiendo. Basta con que esté Carlos Portaluppi en su elenco para hacerlo. Portaluppi en escena es como Divididos en escena: el tiro siempre en el blanco. Apunta siempre al corazón, y no falla. "Amo este trabajo" dijo alguna vez. Y, como espectador, ahí sí que no percibimos ninguna ambigüedad en ese amor. 

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