lunes, 27 de junio de 2016

EL MINISTERIO DE LA FELICIDAD...

 

"LICUADO DE CULTURA" Por Rafael Spregelburd para Perfil

La cultura tiene una forma muy especial de agonizar. Sus estertores tienen algo vergonzoso, porque en la situación en la que estamos la cultura es tenida como un lujo, un excedente. Siempre habrá algo más urgente, o así nos lo pintan.
Pero una revisión de mis contratos pendientes de pago me lleva a solicitar atención sobre el asunto. ¿Seguimos teniendo un Ministerio de Cultura o ésta ya ha quedado directamente en las manos no remuneradas de sus hacedores? Es simplemente para saber cómo proceder.
Los jurados de los Premios Nacionales no cobramos. Nos habían prometido veinte días y ya pasaron siete meses. Borraron también a nuestros interlocutores. Los trabajos en el CCK no se pagan. Marilú Marini arengó en medio de su fugaz función de Copi para que recuerden pagar a los artistas de esa sala. Está parado el Programa Sur para la traducción de autores nacionales y su publicación en otras lenguas, tal vez el programa más sistemático y rendidor de exportación de cultura. Las editoriales extranjeras esperan los subsidios prometidos con la tinta aún fresca en estos libros. ¿Quién dará la cara por ello en la Feria de Frankfurt? Los pasajes de Cancillería para que los artistas argentinos asistan a encuentros internacionales se han reducido de 1.250 a sólo 250 al año, y además este año están directamente cancelados. El Instituto Nacional de Antropología ya no recibió más dinero. Está parado. Acabo de estrenar una obra en el Tacec de La Plata y no se sabe con qué demora cobraremos.
La excusa es torva: están revisando presuntas irregularidades. Pero la revisión ya lleva siete meses y elijo no creerles. Sospecho que están licuando en la inflación el dinero que deben a los trabajadores de la cultura, que son trabajadores como los demás, pese a su mala fama en los gobiernos neoliberales. Nadie nos pagará este dinero facturado (ya tributado a la AFIP) al valor real del peso en su momento. La irregularidad es un negocio formidable. Y la cultura, no tanto

sábado, 18 de junio de 2016

NUESTRA VIDA...



"LOS CUATRO ELEMENTOS" Por Daniel Link para Perfil

Lo primero fue la tierra. Después, en ese orden, el aire, el fuego y el agua. No expongo ningún mito, sino el cambio de signo político de los elementos. La tierra cambió con la quita de retenciones y con el levantamiento del cepo. Dicen que, de pronto, el campo se volvió de nuevo productivo y la renta agraria derramaba su poder curativo sobre los pueblos agrícolas (¡Oda a los ganados y las mieses!).
Después se descubrió que, en el aire, los vuelos aerolíneos que más plata perdían eran los que iban a Nueva York. La razón es sencilla. El personal de a bordo (así me lo explicó la comisario en mi último viaje) se reserva 8 de las mejores butacas de la clase turista para su “descanso”, amparado en regulaciones aeronáuticas que así lo disponen para vuelos superiores a 12 horas (pero el de Nueva York tarda menos que doce horas, argumenté sin éxito). 8.000 dólares por vuelo, multiplicado por la cantidad de vuelos anuales: no hace falta más. El aire se volvió transparente a nuestro alrededor y los vientos de la historia comenzaron a soplar su canto justiciero.
Justo antes de que el invierno comenzara su cruda cacería de pobres, ancianos y desprotegidos, el aumento del gas nos volvió prudentes. No a todos: mi amigo Beto recibió la cuenta de Vulcano y casi se desmaya: 5.000 pesos (su casa es grande). La riqueza que los pueblos agrícolas comenzaron a contar antes de tiempo se disolvió en la llama fría de la calefacción hogareña.
Finalmente, le tocó el turno al agua, que desde siempre, desde mucho antes de la Década Ganadora, fue lo más barato porque era lo que más abunda, lo que nos inunda, lo que nos arrastra en corrientes de inconsciencia edilicia y urbanística. De pronto los pequeños propietarios empezamos a recibir cuentas de 1.000 pesos, que no dependen del consumo sino de los metros cuadrados que uno habita. No sé qué hará mi amigo Beto, cuya casa aparece, además, catalogada en “barrio caro”.
Dicen que hay tarifas sociales, pero a nosotros no nos tocan. “Dicen que...”, pero es un mito urbano. Habría que ser más pobres todavía para aspirar al beneficio de calentar el agua o de regar las plantas.
Una vez completado, el ciclo recomienza porque tratándose de elementos naturales el ritornello es su lógica. Se descubrió que algunas personas pretendían enterrar fortunas o, como se dijo: sembrar la tierra con billetes verdes que germinarían más adelante, multiplicados. Los ángeles vaticanos volaron por el aire argentino con cheques rechazados como armas, el fuego se volvió eléctrico porque, después de todo, mens sana in corpore sano y los clubes deportivos reclamaron un subsidio que se les otorgó, graciosamente. En cuanto al agua, se descubrió que las cocheras donde duermen los autos pagarían fortunas sin usar el líquido elemento.
Proliferaron los amparos contra una espiral tarifaria descontrolada y un poco irresponsable. Los responsables de emitir las órdenes de cobro reconocieron haberse equivocado. Se emparchó lo que se pudo sin que se supiera bien qué era.
Alguien llegó a pensar que las boletas se emitían deliberadamente infladas para crear un clima destituyente, para aumentar el caos que aterra, la hoz de la guerra. Esa misma persona (el ciclo comenzaba de nuevo) subrayó que si se expropiaban las propiedades mal habidas (estancias, hoteles, terrenos) se podría incluso comenzar con un proceso de reparto de tierras para los que nada tienen: ¿la revolución agraria?

En estado natural, los elementos alcanzan su punto de equilibrio muchas veces incomprensible para el ser humano (que ve catástrofes allí donde hay solo transformación de la materia en energía). En estado político, en cambio, son un laberinto donde todos nos perdemos porque dejamos de entender la lógica de una gobernabilidad que avanza a tientas para transferir la renta de la explotación de un elemento a otro, como si fuera un circuito cerrado que a nosotros nos expulsa: la renta de la tierra a la creación de rutas aéreas, la renta del gas al tendido de redes para la distribución de agua potable y la renta del agua para la transformación de los caminos en autopistas. ¿Y nuestra vida, qué?

sábado, 11 de junio de 2016

EL SUEÑO DEL FELINO...


 
"INCOMODIDAD" Por Noe Jitrik para Pàgina 12

Observo, atraído por sus enigmáticas actitudes, los suaves movimientos de la gata, reina y señora de esta casa. En su mano derecha hace descansar su cabeza, vuelca el cuerpo apoyando las dos patitas en paralelo en la alfombra en la que se ha acostado y cierra los ojos, no sé si se duerme de inmediato o se propone dormirse; una vez en esa postura su cola se mueve lentamente y ronronea un poco. Ha encontrado, conjeturo, una posición cómoda pero que muy pronto va a ser cambiada por otra, en la que va a permanecer un rato, en la misma disposición aunque variando algunas posiciones, la mano izquierda, por ejemplo, apoyándose en el vientre peludo, las patitas encogidas y los ojos de piedra centellante abiertos, como si esta nueva postura no estuviera destinada al sueño aunque sí, tenazmente, a la comodidad. Yo no me demoro demasiado en esa observación: me canso de mirarla porque practica esas variantes posturales a cada rato. Es raro porque si lo que busca es la comodidad uno podría preguntarse por qué no se satisface con la que ha encontrado y en la que parece haberse instalado en cada una como si hubiera encontrado, por fin, el lugar anhelado..
Ocupa todo el día, salvo cuando come, en buscar esa comodidad. Lo mismo debe ocurrir con los otros gatos que hay en el mundo y también con los otros animales, no sólo los que descansan acostados sino aun los que se cuelgan para descansar de lo cual colijo que la comodidad no es la misma para toda la fauna, cada animal la persigue pidiéndole al cuerpo la mejor disposición posible de acuerdo con lo que les permiten sus miembros. Lo que en cambio se puede afirmar es que entre buscar comida y comer y tratar de estar cómodos los animales ven transcurrir su vida, salvo los que también experimentan el deseo de cazar o de matar o, los más domesticados, de seguir con curiosidad y simpatía o sentido de la vigilancia la marcha de las cosas que están en sus entornos, ya sean sus amos, ya todo lo que irrumpe en la natural armonía del sistema que conocen y consideran propio.
Los humanos también buscan la comodidad y de maneras parecidas; a mí, en particular, me cuesta determinar dónde pongo mis brazos, como la gata, cuando me dispongo a dormir y advierto que pago un precio cuando no lo hago adecuadamente. Me imagino que todo el mundo pasa por ese instante de perplejidad, qué hacer con el cuerpo para dormir con comodidad y, más aún, qué se necesita y de qué se dispone para lograrla. De lo cual surge una primera verificación: en realidad vivimos la mayor parte del tiempo en la incomodidad y, de ahí, varios temas concurrentes y conexos, de orden económico ante todo, porque hay que poder lograr la comodidad y eso cuesta y, también, en segunda y principal instancia, político, porque no siendo la sociedad pródiga en distribuir los medios para disfrutar de ella es en el orden político que se produce una lucha de discursos, de compromisos y de realizaciones en la que ora triunfan los que buscan la comodidad para todos (es más raro), ora ganan quienes admiten la falta de comodidad de los otros como si la carencia, como un resto de ascetismo, fuera un deber (para los otros desde luego).
Pero la incomodidad humana no reside únicamente en el difícil momento de querer dormir, hay múltiples situaciones que van en el mismo sentido; la ropa que no corresponde, porque es grande o chica o porque es vieja o porque no es la apropiada genera ese mismo sentimiento lo mismo que estar con gente que uno no aprecia o que no comprende o a la que no se puede poner en el lugar que correspondería, o que el trabajo no sea gratificante o que uno se enfrente con la pobreza de medios que implica la pobreza misma, o la invasión de discursos mediocres o arrogantes o dominadores.
En fin, hay muchas razones para la incomodidad humana, de orden personal y fácilmente verificables; son las que, cuando uno se libera de un zapato que aprieta o de una persona que desprecia, siente una descarga que deriva en un anhelado alivio, equivalente a la felina comodidad. Sea como fuere, la mayor parte de nuestra vida transcurre en la incomodidad, la padecemos, la comentamos, no es fácil hacerla desaparecer y convertirla en lo contrario. Claro que no es igual la incomodidad a causa de un zapato que aprieta a la que da lugar la falta de uno o de los dos zapatos.
Todo eso se comprende en el terreno individual pero también se puede decir que es registrable en determinados momentos en la más amplia instancia de lo social, cosa que quizás ocurra también en la sociedad animal, cuando hay maltrato, persecución y sequía, por enumerar lo más general. Sólo que respecto de la animal podemos ser generosos y proteger a las especies que nos son más estimadas y preciadas o, contrariamente, indiferentes a cómo se pueden sentir, mientras que la que afecta a los humanos tiene sin duda otro carácter, más complejo.
Lo cual hace más complicado razonar sobre ello porque la incomodidad, socialmente considerada, es una sensación que puede provenir de un desajuste respecto de las normas sociales o bien de una embestida de factores diversos que tiñen una época y tienen efectos sobre gran parte de una sociedad. Pero no es sólo eso.
Pongamos, como un primer ejemplo, la situación de pobreza: ¿quién puede estar cómodo y satisfecho consigo mismo si carece de los medios más elementales para, justamente, estar consigo mismo como ser humano pleno? En este punto mi amigo Ignacio Uranga me señala que a muchos les cuesta renunciar a la incomodidad, la sienten como algo seguro y lo que podría suceder si desaparece como un peligro: supongo que el razonamiento es psicoanalítico, “la angustia por perder la angustia”, frase luminosa, un compendio interpretativo, de lo neurótico a lo psicótico pasando a lo social y político.
De ahí una figura diría que geográfica: entre la incomodidad y la comodidad se tiende un espacio y recorrerlo ha sido, en ocasiones, la revolución, justamente eso que angustia a los que no quieren renunciar a la incomodidad. Las “revoluciones”, las que conocemos, tuvieron como meta lograr la comodidad; probablemente inauguraron otras incomodidades, hay mucha literatura sobre este tránsito. La reacción, por su parte, no hay más que verlo a nuestro alrededor, no deja de declarar que ella es la que derrotará la incomodidad: por el momento la ha siempre incrementado, es su especialidad por más revestimientos demagógicos que invente, la copa medio llena por ejemplo.
¿Será por ese temor a desprenderse de la incomodidad conocida que gente como Macri o Trump o Cunha, por nombrar a quienes son del día, obtienen votos en las villas miseria donde la incomodidad parece que está instalada para siempre?

Más allá de lo que me incomoda individualmente, podría, debería, preguntarme qué me incomoda en mi relación con el medio en el que me desenvuelvo en estos tiempos; si bien en otros también la padecí no me hice las preguntas que me hago ahora. Podría desentenderme y seguir tranquilo por mi ruta, con mis rutinas y mis satisfacciones, comiendo bien y tranquila mi conciencia sin hacer caso de lo que ocurre a mi alrededor, pero no lo hago: me siento incómodo con lo que observo, me incomoda que haya cundido y nos esté asfixiando un lenguaje oficial y mediático mediocre, lleno de ripios y lugares comunes; me pone incómodo tener que soportar mentiras, a lo Goebbels (“miente, miente, que algo quedará”) como si fueran verdaderos juicios de valor y verificar que muchos las creen verdades comprobadas. ¡Y vaya que no faltan! Me mata la danza de millones, mal o bien habidos, que nos envuelve como una red maléfica y nos quiere hacer creer que eso es la verdadera vida. Me da vergüenza que aparezcan en la escena íncubos idiotas, subproductos de Legrand y de Venegas, que balbucean incoherencias como si eso fuera estilo. Me pone incómodo la impavidez con la que niegan el infortunio de los demás y la torpe repetición de las acusaciones a un pasado reciente que fue en realidad una cuasi edad de oro, con libertades nunca vistas, y un esplendor cultural del cual no habría ninguna otra respuesta sensata que el orgullo.
Claro que decir “incómodo” parece algo pobre. Habría que decir “indignado”, como los españoles, que al parecer ya no lo están tanto, o preocupado, porque la incómoda confusión que nos ha invadido, que enriquecidos de antes hayan tomado por asalto los recursos del Estado y sean abierta y cínicamente agentes de toda posibilidad de vida cómoda para la masa de incómodos, no cesa y oscurece el panorama y promete que la incomodidad será la forma estable de la vida en este castigado país. Ni siquiera las gatas encontrarán la posición cómoda para soñar con mundos lejanos y perfectos

miércoles, 1 de junio de 2016

EL ACUERDO...



Por amplia mayorìa (sòlo dos departamentales rechazaron el ofrecimiento), se aceptò la propuesta del ejecutivo (32,5 anual a pagar en varios tramos), por lo que, a partìr de mañana, llos empleados del poder judicial de la provincia de Buenos Arires volvemos a trabajar con "normalidad".
Las razones expuestas para votar en contra son màs que atendibles: "la canasta bàsica està en $ 17.000, por lo que no podemos aceptar que haya compañeros que ganen por debajo de eso". Con el aumento ofrecido por el gobierno, las categorìas màs bajas no llegarìan a los $ 12.000. Desde el plano ideal, inobjetable este reclamo. El problema de lo ideal es que le toca mala suerte de tener que enfrentarse a lo real. Y lo real es que, despuès de varios meses de conflicto, se consiguiò un aumento significativo en la propuesta salarial; el primer ofrecimiento fue de un 16, 5 % para el primer semestre y despuès "sentarse a hablar " para el aumento de la segunda parte del año. Irrisorio. De ese insulto a esta realidad de hoy (un 29 % para el primer semestre màs un piso de 3.5 % como punto de partida para discutir el aumento del segundo semestre) hay un brecha salarial indiscutible, que se ganò con la pelea cotidiana. No es suficiente, claro. No se llegò a cubrir la canasta bàsica de las categorìas mas bajas. De acuerdo en eso. Lo cierto es -salvo excepciones- las categorìas màs bajas no son consideradas en el propio interior del poder judicial. No se ve solidaridad sino posiciones jeràrquicas. A la hora de plantear un aumento porcentual, es muy difìcil escuchar que alguien diga que està dispuesto a resignar puntos para que esa plata vaya a las categorìas màs bajas. El gremio se ve presionado a pedir un aumento "por igual". El problema del aumento "por igual" termina siendo paradòjico: lo que le llega de aumento a las categorìas màs altas es màs que todo el sueldo que va a terminar percibiendo el de la categorìa màs baja. Y eso es un problema en la medida en que las categorìas màs bajas no pueden cubrir la canasta bàsica, como bien dijeron los compañeros que rechazaron la propuesta.
Lo "ideal" falla tambièn al no ver -no querer ver- que la lucha de poderes y la desiguadad no es algo que se pueda resolver en una asamblea;excede al poder judicial, y en todo caso se trata de dar una pelea a larguìsimo plazo, en el que hay que saber medir las fuerzas y saber reconocer los pequeños logros (y el gran sacrìficio que implica ese logro). No existe una medida o una acciòn màgica que redistribuya las cosas en el mundo. Hay gente que se fastidia por eso, porque parece ser que el otro no entiende que "esto se tiene que terminar y punto". Decretar la aboliciòn del capitalismo en una asamblea. Y ya.

 El fastidio, en todo caso, hay que saber direccionarlo: hacia los compañeros que son indiferentes a todo. Y hablo de fastidio que debe convertirse en arenga; nunca en insulto.
Desde ya que tambièn està el "partidismo" de por medio. Reclamar cosas a la actual conducción que, ya lo saben los que cuestionan, son imposibles de conseguir ahora. Y tambièn està la ingenuidad. Las dos cosas.
Mientras me retiraba de la asamblea y empezaba a mentalizarme en la lucha que sigue ahora (la que se va a dar en nuestras propias oficinas), pensaba en la pelìcula "El estudiante", en un diàlogo, en una frase concreta: "creo que la cosa no pasa por una posiciòn extrema, porque esa posiciòn implica una falta de compromiso real con una voluntad de cambio"
"Compromiso real con una voluntad de cambio"
Mucho tiempo estuve pensando en eso. Hace años que voto a la izquierda, por eso lo pienso.
Todo este tiempo de asambleas y movilizaciones hacen que quiera seguir pensando en eso, ahora que me preparo para afrontar la paz.

sábado, 14 de mayo de 2016

LO INCOMPRENSIBLE...


 
 "MARIO VARGAS LLORA", Por Fabiàn Casas para Perfil

En su reciente paso por nuestro país el extraordinario escritor peruano estuvo en la Feria del Libro, cenó con el presidente Macri y dejó ciertas definiciones políticas graciosas: dijo que el peronismo era lo peor que le había pasado a la Argentina, que Macri era la única posibilidad que teníamos de redimirnos, que ahora estábamos entrando en el mundo de una buena vez y dos o tres chistes más que siempre son bienvenidos acá, en La Gran Llanura de los Chistes. La verdad, escuchando a “Varguitas” me cuesta entender por qué Horacio González en su momento intentó que el escritor peruano no diera un discurso en una ya pretérita Feria del Libro: a Vargas Llora siempre es mejor dejarlo hablar. Lo curioso es cómo pudo captar en sólo dos o tres días de presencia en la capital del país al Zeitgeist de la historia argentina. Me acuerdo que me impresionaba mucho, de chico, ver el brazo izquierdo de Vilas más desarrollado que el derecho, ya que éste no lo usaba para pegarle con todo a la pelotita. Una pregunta: de haber jugado al tenis ¿con cuál le hubiera pegado Perón? ¿Cuál hubiera sido el brazo más desarrollado? Acertaron: el derecho. Porque por más vueltas que le demos, el peronismo es un fenómeno político de derecha. El peronismo, salvo excepciones, no produce sindicalistas heroicos como Agustín Tosco, produce fachos, burócratas. Pero acusar al peronismo de ser la gran tragedia argentina es una muestra de estupidez profunda. Es dejar de lado, por ejemplo, a la última dictadura militar, con sus crímenes horrendos a la que, hay que decirlo, le dieron lucha muchos obreros de la resistencia peronista. El mejor peronismo siempre está en la resistencia. La pregunta que me hago cuando pienso en Mario Vargas Llora es por qué entre una derecha que tiene ciertos ribetes heroicos y que le dio al pueblo argentino derechos que nunca antes tuvo, elige la derecha de Cambiemos, tan parecida a nuestra madre naturaleza, que premia la meritocracia, que piensa que los que no sirven para nada en valor de mercado deben ser expulsados del sistema, así como el león se tiene que comer al antílope defectuoso para mejorar la especie. Es decir, por qué un escritor tan grande como él no sabe leer la potencia de una épica compleja e inestable como las grandes novelas de Tolstoi y prefiere un best-seller creado in vitro en las consultoras.

sábado, 7 de mayo de 2016

LOS LIBROS ARDEN MAL...

 

"QUEMA DE LIBROS" Por Martìn Kohan para Perfil

El 29 de abril de 1976, en el III Cuerpo de Ejército con asiento en Córdoba y por orden de Luciano Benjamín Menéndez, se procedió a una quema de libros tan cuantiosa como estricta. El propósito, según lo expresó Menéndez en su oportunidad, era impedir “que se siga engañando a nuestros hijos” y “destruir por el fuego” una “documentación perniciosa que afecta al intelecto y nuestra manera de ser cristiana”. Entre los muchos libros reducidos a cenizas, los había de Marcel Proust, de Julio Cortázar, de Pablo Neruda, de Gabriel García Márquez.
No sabemos qué clase de censor fue Luciano Benjamín Menéndez: si leyó esa “documentación” sobre la cual se pronunciaba o si fue bruto hasta para la brutalidad. Lo cierto es que toda quema de libros implica dos factores en apariencia contradictorios: por una parte, un profundo desprecio por los libros, por la lectura, por el pensamiento, por la reflexión crítica; y a la vez, por otra parte, una confianza impensada y plena en el poder que los libros pueden llegar a tener.
Acaban de cumplirse cuarenta años exactos de aquellos hechos tan deprimentes. Un momento bastante oportuno, si es que así puede decirse, para tal conmemoración, toda vez que últimamente se verifica entre nosotros un macabro reflotamiento de la llamada teoría de los dos demonios, es decir de la pretensión de reducir lo ocurrido en aquella época a un puro intercambio de violencias armadas, en el supuesto inaudito de que la vastedad y la ignominia del terrorismo de Estado podría admitir alguna simetría, alguna equivalencia, alguna proporción, un otro análogo.
En abril de 1981, es decir cinco años después de aquel aniquilamiento de libros decidido por Luciano B. Menéndez, se publicó, en el sello Nemont de Buenos Aires, el siguiente libro: Así piensa… Luciano B. Menéndez. ¿Vana compensación, aprovechamiento estéril de tanto espacio vaciado, o la misma confianza de antes en el poder de los libros, pero ahora de uno que no “afecta al intelecto”? Yo tengo ese libro, lo leí. De la primera parte, que consta de una entrevista, extraigo el tramo en el que a la pregunta “¿Cree Ud. que se está ganando la batalla contra la inflación?”, el militar y represor responde: “Yo creo que no. Porque no se redujo en la medida conveniente nuestro frondoso y costoso aparato estatal”. En la tercera parte, subrayo la idea de que se debería recurrir a un “holocausto atómico” en el caso de producirse una “expansión comunista”. En el apéndice se ofrece un poema escrito por el abuelo de este militar, que fue también militar, y allí estos versos: “Sería colmada mi suerte/ si en el campo de batalla/ entre el humo y la metralla/ me sorprendiera la muerte”.
No cupo tal suerte al nieto. Hoy cumple prisión efectiva, con condena a cadena perpetua, por crímenes de lesa humanidad.

miércoles, 4 de mayo de 2016

SI NADA NOS CONMUEVE...







"Nos imaginamos el porvenir como un reflejo del presente proyectado en un espacio vacìo, mientras que es el resultado a menudo muy pròximo de causas que en su mayor parte se nos escapan."

"Ninguna dificultad se compara a la de explicar pacientemente a una persona mediocre la raìz de nuestro desencasillamiento. De nuestro disconformismo. De nuestra inmoralidad."

"Buenos Aires es como un costurero de una modista que trabaja en su profesiòn de hace unos treinta años. Cada vez que desea hallar el hilo dorado se lastima irremediablemente con infinidad de alfileres de cuya existencia no se percatò."

"¿Què es lo que importa de una acciòn, su fondo o su forma?"

"Esto es lo que me angustia. El olvido. El tiempo. Que cada esfuerzo actual sea un recuerdo futuro tratado arbitrariamente segùn la contextura anìmica que he de tener y que ahora desconozco."

"Aspiro a la lucidez. Temo no hallarla nunca."

"Me veo obligada ya a admitir que la ansiedad es mi estado genuino, ocasionalmente interrumpido por el trabajo, el placer, la melancolìa o la desesperaciòn."

"Pienso en mi neurosis. La odio porque no me permite pensar coherentemente.  Acepto las angustias, extravagancias, sensaciones y explosiones màs violentas, pero...quiero una ìnfima cantidad de raciocinio que me permita decir: ¡Alejandra, te estàs engañando!"

"Aù no rechazo ìntegramente el mundo. Aùn me aferro a los engaños gestadores de ilusiones fantàsticas. Aùn sopla en mì la optimista esperanza de hallar el puente transitable entre los lìmites y el infinito. Aùn no tengo conciencia de la total impotencia del hombre. (O, si la tengo, no me causa la suficiente angustia)."

"Aguante usted ser calificada de nerviosa. Pertenece usted a esa familia magnìfica y lamentable que es la sal de la tierra. Todo lo grande que conocemos nos viene de los nerviosos. Ellos y no otros son quienes han fundado las religiones y han compuesto las obras maestras. Jamàs sabrà el mundo todo lo que se les debe, y sobre todo lo que han sufrido ellos para dàrselo."

"Soy feliz porque no estoy muerta, porque soy joven, porque crearè belleza, porque debo a la vida mucho, porque siento que me llama algo muy grande"

"¿Porquè no me ubico en un lugarcito tranquilo y me caso y tengo hijos y voy al cine, a una confiterìa, al teatro? ¿Porquè no acepto esta realidad? ¿Porquè sufro y me martirizo con los espectros de mi fantasìa? ¿Porquè insisto en el llamado?"

"¿De què àngel o demonio està hecha nuestra personalidad?"

"Temo que mis deseos de escribir no sean màs que medios para conseguir el fin anhelado èxito, gloria, fe en mì. Tambièn pueden ser excusas, ya que no estudio "en serio", ya que no actùo "en serio", ya que no vivo "en serio".

"¿Tenemos ideales? ¿Tenemos algo que nos sostenga? ¿Què podemos hacer si estamos solos, sin Dios, sin fe, sin nada? Nos habla la tràgica situaciòn general, de las dos guerras mundiales, rezagos del existencialismo francès nos congregaron en los cafès para...¿para què? Ni siquiera somos existencialistas legìtimos. Ni ateos. Ni revolucionarios. Nada nos conmueve. Nada estalla en nuestro medio. ¿Dònde estàs los renovadores, los creadores, dònde està la juventud que juegue legìtimamente con las ùnicas palabras verdaderas?"

"Desalentada por mi poesìa. Abortos, nada màs. Ahora sè que cada poema debe ser causado por un absoluto escàndalo en la sangre. No se puede escribir con la imaginaciòn sola o con el intelecto solo; es menester que el sexo y la infancia y el corazòn y los grandes miedos y las ideas y la sed y de nuevo el miedo trabajen al unìsono mientras yo me inclino hacia la hoja, mientras yo me desempeño en el papel e intento nombrar y nombrarme."

"Un encuentro sexual no compromete a nada. Sòlo dos seres sedientos que se unen en el desierto para ir en busca de la calma. Pero esto es independiente del hecho fundamental: el encuentro sexual no compromete a nada."

"Curioso es vivir. Raro es vivir. Asombroso es vivir. ¿Y porquè vivir?

"Pero voy a confesar la verdad, la confesarè aunque me tenga que morir llorando, dirè la verdad, que es èsta:  yo no quiero vivir, yo quiero un interès obsesivo por dos cosas: los libros y mi poesìa."

"Ojalà enloquezca o muera pronto. Estoy segura de que pronto va a suceder algo. No es posible continuar asì, tan sola, viviendo y llorando. Y en resumen...¿què quiero?. Ah, no sè, no sè. Tal vez no quiera nada. Pero un gran vacìo, un bicho que es vacìo me muerde. Siento que me duele el corazòn. Y no hay soluciòn para mì."


A. PIZARNIK ("DIARIOS")