
Aterrado por tener que volver al trabajo a lidiar con papeles sin nombre y personas con nombre (y hasta con psicopatías moderadas), aprovecho el último fin de semana libre para salir a cenar en la noche del sábado con madre/hermano/cuñada.
Pido ñoquis con una salsa "suave" y no debería (estuve con problemas estomacales durante todo el sábado). No estoy particularmente interesado en conversar, hasta que, como siempre, mi cuñada moviliza mi habla (ese animal que no puedo domesticar).
Sucede que, una vez más, se queja de la batería de test a la que, casi sin excepción, es sometida a la hora de conseguir un trabajo acorde a sus expectativas.
Cuenta, entonces, que, en su última experiencia, no sólo tuvo que hacer dibujos (la casa, el hombre bajo la lluvia) sino que, además, tuvo que responder al test de rorschach. Cuando creía que ya estaba terminado, que se podía ir a su casa a esperar un eventual llamado de la empresa, le acercaron...otro cuestionario!
Parece que la empresa estaba interesada no sólo en su experiencia como vendedora (lo cual queda más que acreditado con la sola defensa de su CV), sino también sobre sus temores, sus anhelos, el carácter de sus relaciones intrafamiliares, sus frustraciones, sus puntos ciegos, su niñez, etc.
Mi indignación crece a medida que progresa su relato. Hay algo que comienza a tener sabor a inocente: no es mi comida, claro; es el comentario de mamá: "bueno, regi, quizá son demasiado exhaustivos, pasa que las empresas no quieren perder tiempo contratando gente que no tenga el perfil adecuado, y por eso te preguntan de todo. Hay que tener un poco de paciencia nada más".
"Paciencia" pienso. Si fuera un salsa, le pondría a mis ñoquis.
Entonces hablo. Y digo que me parece una vergüenza (aunque es más probable que haya dicho "una mierda") todo lo que acabo de escuchar.
Si las empresas hacen los test exhaustivos que hacen no se debe a un "exceso de cuidado" a la hora de seleccionar el personal, sino, fundamentalmente, a un fuerte condicionamiento psicológico de las personas a contratar.
No se trata sólo de valorar si la persona es capaz o no de hacer la tarea que se le va a encomendar (para eso bastaría con chequear sus estudios y experiencias laborales previas en la materia), sino de hacerle saber (hacerle interiorizar) que, en caso de entrar a la empresa, la persona va a encontrarse observada desde todos los ángulos que hacen a su ser.
En realidad poco le importa a la empresa ( y a los psicólogos sin pacientes ni vocación que contratan para su trabajo sucio) las respuestas sobre la vida privada del aspirante que se sienta frente a sus interminables formularios y frente a serios interlocutores en las entrevistas orales; lo que importa, claramente, es crear en el futuro trabajador, la idea de que la empresa sabe mucho, mucho sobre él, y que esa información, en caso de que no se esté a "la altura de las circunstancias", pueda ser usada en su contra.
Se sabe: la información es poder y el poder no se puede ejercer si no se generan relaciones de dominación en las que haya un otro sobre quién ejercerlo. Cuanta más información el trabajador se ve obligado a brindar a "la empresa" (ese gran hermano demencial), más se desnuda, más expuesto y vulnerable queda a la hora de iniciar el vínculo. Me causa gracia la situación que se me ocurre: en este tipo de situaciones, una vez que se le alcanzan los formularios a los aspirantes, habría que pedir sentarse frente al gerente de la empresa y preguntarle directamente sobre sus peores defectos y virtudes, sobre su relación con su padre o madre, sobre cuánto lo afectó la pérdida de alguno de ellos en caso que no los tenga. Y quizá le demos una mano al escucharlo al pobre hombre, no? Quien sabe...
Termino de hablar y termino de comer. Estoy enojado. No quiero postre.