"Ese joven "
por Daniel Link para Perfil
Ese joven candoroso que, oficiando de fiscal de
mesa, rechazó enfáticamente darle la mano al Sr. Macri demuestra el fracaso de
un modelo de mistificación llevado hasta sus últimas consecuencias, sobre el
cual ya me he detenido.
Ese joven que se creyó a pie juntillas la construcción
discursiva de los antagonismos, tal y como Laclau se la ha dictado al gobierno,
no hace sino demostrar los límites que queriéndolo o no, el exceso de
mistificación provoca en el sistema democrático.
A nadie puede preocuparle que ese joven se muestre
intemperante, fanático o consecuente con sus ideas políticas, sino que crea que
los antagonismos construidos discursivamente (es decir: que tienen su
fundamento en un acto de discurso antes que en otra cosa) representan algo así
como “la realidad” y que, por lo tanto, las ideas políticas del Sr. Macri son
muy diferentes de las de la Sra. Fernández, lo que hasta ahora no ha sido
probado (y allí está la renta financiera no gravada, como un caso testigo de
una gemelidad borrada a fuerza de actos de discurso, o la asociación entre YPF
y Chevron para proyectos de fracturación hidráulica, sobre los que el Sr. Macri
nunca expresó su disgusto).
Todo gobierno que se pretende heroico debe desarrollar
una épica, y para eso sirve la construcción discursiva de los antagonismos:
digamos “campo” (olor a bosta de vaca), digamos “Clarín” (olor a hegemonía
comunicacional), digamos “Macri” (olor a zona norte), y ya está. Poco importa
que el campo sea ya otra cosa que la explotación ganadera, que los medios
masivos sean ya residuales en un mundo atravesado por las nuevas tecnologías de
la información, o que Macri sea apenas el costado más liberal del panperonismo
en el que el oficialismo acuna sus peores pesadillas.
Mistificar, en determinados procesos históricos, es una
necesidad ineludible (El 18 Brumario de Luis Bonaparte), pero eso no
significa que haya una “mistificación buena” (la que ejercen “los buenos”) y
una mistificación mala (la de la derecha).
La construcción discursiva de los antagonismos, que es
una hipótesis (muy visitada, y muy fértil) de análisis, convertida en normativa
y orientadora de la acción política, requiere de una delicadeza de tratamiento
que, cuando está ausente, provoca el efecto contrario al deseado: el hastío del
votante y la transformación de los comportamientos políticos (como la mano que
ese joven le niega a un político antipático) en una nota al pie de un paper
académico.
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