domingo, 19 de enero de 2014

HOMBRES Y SERPIENTES...











Eugenia Rico (España, 1972)




"Aunque seamos malditas" (fragmento)



Mi padre era alto y rubio. Era cojo como yo, pero eso no le impedía ser un gigante. Decía que descendía de los vikingos que solían asolar las costas asturianas. Me contaba historias de sus antepasados escandinavos. Me hablaba de Odín y su esposa Freya, Thor, Loki y los demás dioses del Panteón del Norte. Odín había permanecido nueve días colgado boca abajo del árbol Yggdrasil, en la soledad más grande del mundo, desnudo e indefenso, sin ni siquiera su propia sombra para cubrirlo. Aquello no podía traer nada bueno. Al noveno día un cuervo le arrancó un ojo, pero su sacrificio no fue en vano. Ya no pudo «ver» con normalidad pero adquirió otra clase de visión. A cambio de su sacrificio Odín conquistó los augurios: las primeras letras de un alfabeto sagrado. Le permitieron ver lo interior: el pasado y el futuro. Los augurios trajeron al mundo la lengua, la poesía, las historias de amor y el valor de los hombres. Odín también trajo al mundo la profecía pues cada letra tenía un significado mágico. Para conseguir el poder de la sabiduría y el don de la visión interior Odín sacrificó la forma en que siempre había visto el mundo. Ese mundo de Odín sólo está de acuerdo en una cosa con el cristianismo, el judaísmo y el islam, las tres religiones semíticas y patriarcales: la mujer no es nada. La misoginia de las religiones patriarcales hace tiempo que expulsó a la mujer del Paraíso. No fue la serpiente. Fueron los hombres.  

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