domingo, 25 de enero de 2015

DETECTIVES...


 

"ELEMENTAL, WATSON" Por Martìn Kohan para Perfil.

La idea de que en la Argentina hay cuarenta millones de directores técnicos se confirma durante cada mundial de fútbol, ante cada partido de relevancia, ante cada incidencia de juego más o menos polémica. Entonces resulta que todo el mundo sabe. El país rebosa de expertos que, eximidos de la mera opinión, que por definición les queda chica, expiden sentencias concluyentes y dan el asunto por terminado.
A esa evidencia, por lo visto, es preciso agregar esta otra: que ante cada muerte resonante, muerte dudosa o crimen flagrante, resulta que en la Argentina hay unos cuarenta millones de detectives. Cada quien un Dupin, un Sherlock Holmes, un Philippe Marlowe, un Monsieur Poirot; cada cual un Isidro Parodi malgré lui. También entonces resulta que todo el mundo sabe, y el país rebosa de expertos en enigmas de cuarto cerrado, pruebas parafínicas, suicidios inducidos o no inducidos, calibres de bala, pericias psicológicas a distancia, cerrajería general.
Es conocido que hay dos clases de investigadores policiales: los empiristas, que acuden al lugar de los hechos y allí se nutren de las huellas materiales, y los razonadores puros, que no se mueven de su sitio y resuelven cada caso por medio de puras deducciones mentales. Eso es a gusto de cada lector de novelas o de cada espectador de cine; no tengo nada que aportar al respecto después de La muerte y la brújula de Borges ni de ese compendio de la imaginación del género que es Blanco nocturno de Ricardo Piglia.
Claro que, metida la política tan en el medio, como es notorio en el caso Nisman, a esas dos variantes técnicas es preciso adosarles una tercera, que es la de aquellos que no precisan probar nada ni razonar nada; ya tienen la solución desde un principio, el caso resuelto de movida, ya sea porque se trata de ultrakirchneristas (y entonces no van sino a establecer que el fiscal acusaba sin pruebas y por eso se suicidó) o ya sea porque se trata de ultraantikirchneristas (y entonces no van sino a establecer que el fiscal acusaba con pruebas y por eso Cristina Kirchner lo asesinó).

Cuando se escriba la historia policial del peronismo, en todo caso, así como ya se escribió su historia social o económica, su historia política o sindical o cultural, ya hay un capítulo más para insertar, completando los de Alfredo Yabrán, Carlitos Jr., Cristina Lemercier, o bien, allá en el período clásico, Juancito Duarte, uno de los hermanos de Eva.

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