sábado, 31 de diciembre de 2016

EL REALISMO Y LO MÀGICO...


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ANDRES RIVERA: "EN ESTA TIERRA" (FRAGMENTO)

" El hombre de setenta años mira a los chicos -cuatro o cinco o seis- que se agolpan frente a la puerta de su casa, que tiritan en la tarde de invierno, y que levantan sus pequeñas caras oscuras y frágiles hacia él, el hombre se setenta años, silencioso y en calma, por primera vez en calma en no sabe cuánto tiempo. Y los chicos, cuyas carnes magras, y cuyos huesos tiritan bajo los pulóveres mugrientos, miran, inmóviles y silenciosos, al hombre de setenta años, después que uno de ellos murmuró, como avergonzado, me da algo, y esperan que el hombre de setenta años vele la luz helada de sus ojos y sea por un largo, largo instante, generoso, y entre a la casa, y se demore otro largo, largo instante, y regrese con seis o siete manzanas rojas y brillantes, las manzanas rojas y brillantes en dos prolijas hileras, de a tres, en una bandeja de cartón, y permita que ellos, que tiritan en la tarde de invierno, contemplen las redondeces de la fruta, el brillo de su piel, la probable consistencia de su carne. Luego, cuando una saliva espesa se les cuele entre los dientes, el hombre de setenta años repartirá su barata caridad, y ellos se dispersarán calle abajo, voraces y silenciosos, la luz del invierno sobre la sombra de sus cuerpos, como los vientos del olvido. "

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Alberto Laiseca

El gusano máximo de la vida misma (fragmento)

" El gusano máximo de la vida misma hizo de tripas corazón y se dispuso a la batalla. Chuparle las tetas sí que podía y, en efecto, lo hizo. Pasa que todo tiene su precio en este mundo. Los dos pseudopodios que tuvo que emitir para abarcar los diez kilastros tetíferos eran (obviamente) más grandes que las propias tetas y le quitaban cuerpo (más grande era el pseudopodio, con menos cuerpo central se quedaba el gusano). Por la misma parte: el órgano genital que propagó alrededor de esa tremenda panza contribuyó a enflaquecerlo aún más. Lo peor fue que Dorys era muy exigente. Quería uno para cada uno de sus agujeritos. Qué conchaza tenía la vieja. Fifar como poder pudo, pero a costa de que el gusanil cuerpo quedase reducido al tamaño de un fideo y no de los gordos. Todo lo demás estaba propagado. ¡Exiguo! La verdad, había momentos en que el gusano máximo de la vida misma tenía ganas de meterse directamente adentro de la conchaza (todo él), encender una vela y leer un libro. En busca del tiempo perdido, quizás. Allí, junto al piano envuelto en celofán y al enanito. El enanito, cuento para el que no sabe, era uno vestido con jubón verde. Vivía adentro de la conchaza y tocaba teclas. El romance terminó cuando a la vieja de Qué conchaza Tenía La Vieja se le ocurrió meter adentro de dicha conchaza a un elefantito africano adulto. Por empezar al piano lo hizo mierda del primer pisotón. No necesito decir, supongo, que el enanito huyó despavorido. Pero esto es otra historia y ni sé por qué la cuento. Seguramente por desesperación.
[...]
No nos hemos atrevido a contarlo hasta ahora, pero es nuestra obligación de historiadores marginales no dejar cosa alguna en el tintero por amarga que sea. Los últimos momentos de Dorys no fueron como hubiésemos querido. Ya demenciada por el colapso masivo dijo con ojos turbios: «Fuera, esbirros de Victoria». Terrible, pues a esto lo pronunció ante quienes deseaban ayudarla a bien morir. Cabe la posibilidad, no obstante, de que no lo haya dicho para sus fieles raqueadores sino para los chichis, obvios para un agonizante pero invisibles para el común de los mortales.
Cuando el gusano máximo de la vida misma les dijo a los hombres de raca que se iba, esperó una algarabía de disuasiones y protestas. Cómo se ve que el gusano, pese a ser underground, no conocía el respeto por la libertad de estos hombres. Uno se adelantó y le dijo: «Fuimos muy felices de tenerlo todo este tiempo con nosotros, cumpa. Si alguna vez quiere volver, ya sabe que ésta es su casa».
Se acordaba muy bien de dónde quedaba el ojo de tormenta por el cual había entrado a las cloacas, ya hacía mucho tiempo. Pero no salió por allí sino por otro sitio, por razones simbólicas. Tuvo bastante buena suerte, pues justo cuando salía pasó al lado de la tapa un coche a toda velocidad. "

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