sábado, 17 de diciembre de 2016

LA HISTORIA Y LA OPINIÓN...



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Fragmento de una entrevista realizada al historiador Gabriel Di Meglio para "Iniciativa"

¿Cuáles son las resonancias de la Revolución de Mayo en el cumplimiento de estos 200 años de historia?
Como investigador me dedico al estudio del siglo XIX y, por lo tanto, me involucré mucho durante los preparativos y los festejos del Bicentenario. Lo interesante es que se discutió poco sobre la Revolución de Mayo. En general no se discute mucho porque es muy fuerte el imaginario, es como un mito de origen. En este contexto, durante los festejos del Bicentenario, la discusión política pasó por el eje de la comparación con el Centenario. Esto tuvo que ver con que algunos sectores de la oposición empezaron a utilizar una especie de celebración y rescate del Centenario para denigrar el presente. Se buscó contraponer una Argentina pasada que miraba al futuro con optimismo a una actual, catastrófica, como si estuviéramos en el 2001. En realidad se trató de chicanas políticas hacia el gobierno nacional, que respondió con un ataque a lo que fue el Centenario. En su mayoría estuve de acuerdo con esas críticas pero no completamente porque, como en todo momento histórico, pasaron muchas cosas y no puede ser solo un momento de condena. No era todo negativo. Cabe destacar la posición tanto de Cristina como de Néstor Kirchner de marcar que el Centenario fue un momento de exclusión social. Si bien el crecimiento económico era muy importante, también existía una gran desigualdad social en el marco de un sistema político cerrado y fraudulento.
¿Cuál debe ser la posición del historiador frente a un fenómeno tan complejo como el kirchnerismo, que desata tantas pasiones y discusiones?
Sinceramente no creo que haya que tener una posición. Hay ciertos historiadores que opinan que es muy difícil para un historiador analizar su propia época, que la historiografía trabaja sobre el pasado y que a veces es muy difícil pensar el pasado inmediato porque cuando pasa el tiempo los hechos se ven de una manera diferente a que cuando uno es parte de un acontecimiento. Más allá de que reconozco esa dificultad, considero que hay que hacerlo igual. Quizás no se pueda hacer con la misma rigurosidad que en relación a otras épocas pasadas, pero se puede intentar pensar la actualidad. En este sentido, creo que lo que hizo el kirchnerismo fue obligarnos a todos a repensar el país.
Algo que encuentro muy interesante del kirchnerismo es el hecho que nos haya obligado a todos a tomar posición. Esto no quiere decir que todos tengan que hacer algo al respecto. No creo en esa idea de que todos tenemos “deberes históricos”. Sí creo que es bueno para cualquier persona que trabaje sobre los seres humanos -en cualquiera de sus facetas- (como lo hacemos los historiadores), tener una mirada sobre el presente y tratar, en lo posible, de intervenir sobre el mismo. Me parece algo bueno, productivo y estimulante, pero no lo considero un “mandato divino”.
¿Cuáles considera que son los pensadores de la Revolución de Mayo más interesantes para pensar la actualidad?
En este sentido, con todos los reparos que tiene el tiempo, hay que aclarar que siempre que uno lee un texto lo hace desde su presente. En relación a los pensadores de la Revolución, podemos mencionar a figuras como Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Bernardo de Monteagudo (aunque después éste se vuelve más conservador). También llamados como “los jacobinos”, son personajes no solo muy interesantes, sino que además tienen muchas de sus ideas que hoy en día nos caen muy simpáticas. Por un lado, es el único grupo político de la historia argentina que tiene una mirada favorable a los indígenas. En la Argentina esto nunca se repitió en ningún grupo. Ni “unitarios” ni “federales” ni “liberales”, no solo no hicieron nada en favor de los indígenas sino todo lo contrario. En ese sentido, esa mirada de Mayo es interesante para pensar la actualidad, dado que los pueblos originarios han vuelto a tener una visibilidad histórica y un protagonismo muy importante.
También hay algo muy interesante que el domingo pasado la Presidenta reivindicó en su discurso. Se trata de la voluntad -diferenciado del “voluntarismo”-, que es una de las claves, en general, de cualquier grupo de revolucionarios. Los de Mayo tenían una confianza extrema en la voluntad. Es la idea de que a través de la política se puede transformar la realidad, algo que estaba muy claro en ese grupo. Esta forma de pensar de los revolucionarios sigue siendo muy estimulante en cualquier momento histórico. Algo que siempre reivindico es que se trata de una revolución: nuestro mito de origen parte de una revolución más allá de los límites que haya tenido. A muchos, como se identifica a esta Revolución con la escuela primaria y con cierta liturgia escolar y estatal, les cuesta entusiasmarse con ella. Sin embargo, es un momento histórico muy interesante, de transformación del orden existente. Por eso sigue siendo un momento que nos habla hoy en día, nos interpela, como cualquier revolución importante.
En aquella nota en respuesta a J.L. Romero, Ud. también expresó que “el gorilismo explica buena parte de las posiciones en la actual coyuntura”, ¿Cómo caracterizar esta idea del gorilismo?
Considero que, indudablemente, hay un elitismo que a veces aparece dentro del mismo peronismo; una mirada elitista sobre ciertas cosas o esa desconfianza hacia lo popular, esa idea de que generalmente siempre el “voto popular” es sospechoso porque está relacionado con el clientelismo, como decíamos anteriormente. En realidad, sigue existiendo esa idea general de que los que definen la historia son los “grandes hombres”, los dirigentes. Sabemos que eso no funciona así. Por supuesto que los dirigentes son fundamentales, las elites son importantes, tienen mucho peso; pero no son los únicos que hacen la historia. En este contexto, hay un elitismo explicito que a veces no depende solo del gorilismo. Le decimos gorila al que es antipopular, pero principalmente a toda persona que tiene esa animadversión contra toda la forma de cultura que está ligada al peronismo. No solo con lo popular, sino con el populismo, con la idea movimientista, con el hecho de que no se respeten ciertas formas democráticas en el “estilo modelístico” que se quiere ver. Siempre hay un modelo que es una tradición muy falsaria para pensar porque utiliza distintos modelos para pensar cada cosa. A modo de ilustración, para pensar la “democracia” se piensa en democracias europeas o en Uruguay, que es un país con una tradición democrática muy fuerte, pero después no se piensa en esos países para ilustrar otras cosas que se desean. Por ejemplo, para pensar una fuerza económica se piensa en Brasil pero nadie añora el modelo brasileño de política porque justamente es tan caótico (desde su punto de vista) como el argentino. Entonces, se busca un “caso ideal” para cada cosa que se quiere analizar, una abstracción. Con ese tipo de comparaciones, Argentina siempre pierde. Esa es una mirada muy asociada a la que se sostienen en algunos lugares que tienen una fuerte mirada sobre Argentina. Ejemplo de esto son los diarios El País o The New York Times: siempre leen en esta clave. Esos sectores que no se si siempre son antipopulares pero si son siempre antiperonistas, son exactamente lo que llamogorilismo. Se trata de quienes se oponen a cierta impronta cultural de las masas o de aquellos sectores que hacen de esa relación con las masas algo más importante que la vida institucionalista que estos grupos tienen. Digo esto teniendo en cuenta que gorilaes un término muy amplio, en el cual nadie se autodenomina,  sino que es más bien un insulto. En este contexto, creo que existe el gorilismo y es visible en ciertos sectores antikirchneristas. Se da en aquellos que tienen manifestaciones del tipo “la verdad es que yo en realidad no los banco, no me gusta el estilo”. Esa molestia es el gorilismo: ese estilo que no soportan es el estilo del peronismo, ese estilo de gobernar, esa forma más cesarista. Hay una especie de condena a priori en la cual siempre lo que se haga al “estilo argentino”, siempre está mal. Está mal porque hay un modelo abstracto que funciona de tal forma, como si hubiera países en donde fuera todo perfecto. La verdad es que cuando se estudia la política y la historia de aquellos países que se presentan como ideales, uno puede espantarse de muchas maneras, aunque después se pueda discutir el éxito que puedan llegar a tener. Pero es indudable que no tienen que ver necesariamente con estos modelos abstractos que idealizan. Entonces, lo que irrita de ese gorilismo tiene que ver con esa trampa, con esa premisa falsa por la que se parte.

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