Declaraciones presidenciales (de nuestro Fernández acerca de la pandemia como "ejército invisible" y de Trump definiendo a la enfermedad como "un virus chino") me remiten al libro de Susan Sontag "La enfermedad y sus metáforas. El sida y sus metáforas" que ayuda a pensar, con la debida distancia y las semejanzas y diferencias con nuestro presente, la forma en que ciertas enfermedades son "presentadas" al gran público.
"Las metáforas militares cobraron auge a principios del siglo XX, durante las campañas educativas contra la sífilis organizadas durante la Primera Guerra Mundial y, después de la guerra, contra la tuberculosis.
Hacer la guerra es una de las pocas empresas ante las que no se pide a la gente que sea "realista"; es decir, que tenga presentes el costo y los resultados prácticos. En una guerra abierta el gasto, no exige prudencia; la guerra es , por definición, una emergencia para la que ningún sacrificio es excesivo."
Hacer la guerra es una de las pocas empresas ante las que no se pide a la gente que sea "realista"; es decir, que tenga presentes el costo y los resultados prácticos. En una guerra abierta el gasto, no exige prudencia; la guerra es , por definición, una emergencia para la que ningún sacrificio es excesivo."
"Las metáforas militares contribuyen a estigmatizar ciertas enfermedades y, por ende, a quienes están enfermos.
Yo misma tuve cáncer, hace doce años, y lo que más me enfurecía - y me distraía de mi propio terror y desesperación ante el sombrío pronóstico de mis médicos - era ver hasta qué punto la propia reputación de la enfermedad aumentaba el sufrimiento de quienes la padecían. Muchos de mis compañeros de enfermedad, con quienes tuve ocasión de hablar durante mis primeras hospitalizaciones, y otros que conocí como paciente externa durante los dos años y medio siguientes de quimioterapia en varios hospitales de Estados Unidos y Francia, mesuraban su disgusto por la enfermedad, sentían una suerte de vergüenza. Parecían estar dominados por ciertas fantasías sobre su enfermedad, que para mí nada tenían de seductoras."
Yo misma tuve cáncer, hace doce años, y lo que más me enfurecía - y me distraía de mi propio terror y desesperación ante el sombrío pronóstico de mis médicos - era ver hasta qué punto la propia reputación de la enfermedad aumentaba el sufrimiento de quienes la padecían. Muchos de mis compañeros de enfermedad, con quienes tuve ocasión de hablar durante mis primeras hospitalizaciones, y otros que conocí como paciente externa durante los dos años y medio siguientes de quimioterapia en varios hospitales de Estados Unidos y Francia, mesuraban su disgusto por la enfermedad, sentían una suerte de vergüenza. Parecían estar dominados por ciertas fantasías sobre su enfermedad, que para mí nada tenían de seductoras."
"El efecto de la imaginería militar en la manera de pensar las enfermedades y la salud está lejos de ser inocuo. Moviliza y describe mucho más de la cuenta, y contribuye activamente a excomulgar y estigmatizar a los enfermos"
"Había comprobado, una y otra vez, que las trampas metafóricas que deforman la experiencia de padecer cáncer tienen consecuencias muy concretas: inhiben a las personas impidiéndoles salir a buscar tratamiento a tiempo, o hacer el esfuerzo necesario para conseguir un tratamiento competente. Me convencí de que las metáforas y los mitos matan. "La enfermedad y sus metáforas" no es una simple polémica, es una exhortación.
"Da la impresión de que las sociedades tuvieran la necesidad de alguna enfermedad para identificar con el mal, que culpe a "sus víctimas", pero es difícil obsesionarse con más de una.
"Las enfermedades más aterradoras son las que parecen ser no solo letales sino deshumanizadoras, en un sentido literal. La misma idea de persona, de dignidad, depende de la distinción entre cara y cuerpo. Y por letales que sean las enfermedades como el infarto o la gripe, como no dañan ni deforman la cara, nunca inspiran espanto."
"Existe un vínculo entre la manera de imaginar una enfermedad y la de imaginar lo extranjero. Quizá ello resida en el concepto mismo de lo malo que, de un modo arcaizante, aparece como idéntico a lo que no es nosotros, a lo extraño. Lo contrario también es cierto: una persona a quien se considera equivocada es vista, al menos potencialmente, como fuente de infección. Las pestes ya no son "enviadas", como en la antigüedad bíblica y griega, porque la cuestión de quién es el agente ha disipado. Los pueblos, en cambio, reciben "la visita" de las pestes."
"Si el criterio principal fura el número de muertes, la gripe, que se declaraba y manera de manera fulminante , como la peste, parecería mucho más afín a esta que cualquier otra epidemia del siglo XX, y sin embargo nunca se la representó metafóricamente como peste. En el siglo XX se ha vuelto casi imposible moralizar sobre las epidemias; salvo las de transmisión sexual:"
"Esa es la extraordinaria potencia y la eficacia de la metáfora de la peste: permite ver una enfermedad a la vez como algo en lo que incurren los vulnerables "otros" y como (potencialmente) la enfermedad de todos."
"Quizá no sea sorprendente que el elemento más novedoso y trastocador del mundo moderno, el ordenador, pida sus metáforas prestadas a nuestra más reciente enfermedad trastocadora. Tampoco debe sorprender que las descripciones del curso de la infección viral se hagan eco del lenguaje de la era de los ordenadores, como cuando se dice que el virus producirá "nuevas copias de sí mismo"
"Al igual que los efectos de la contaminación industrial y el nuevo sistema de mercados financieros globales, la crisis del sida pone en evidencia un mundo en el que nada importante puede ser regional, local, limitado; en el que todo lo que puede circular, circula y en donde todo problema es, o está destinado a ser, mundial."
"El sida es uno de los precursores distópicos de la aldea global, ese futuro que ya está aquí y siempre ante nuestros ojos, que nadie sabe cómo rehusar."
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