Salgo del cine con la distinción bien presente: una cosa son los hechos, otra cosa la película en tanto hecho artístico y otra el eventual valor pedagógico que ella pueda tener (especialmente para las generaciones más jóvenes). Y es que la condena a los militares no absuelve a "1985" en tanto hecho artístico. A diferencia de las opiniones mayoritarias que leí por estas latitudes, creo que el film no está a la altura de lo que pretende contar; hace ruido por todos lados.
Empecemos por Darín. Siempre me pareció un actor correcto que, incluso, en sus mejores interpretaciones, me hace olvidar de su popularidad. Cuando vi "Elefante Blanco", por ejemplo, no vi a Darín haciendo de un cura; vi a un cura con la cara de Darín. Eso es logro del actor, sí, pero también logro del director Pablo Trapero y del contexto que el director logra crear, la atmósfera en la cual uno se puede olvidar, por un rato, de quién es ese actor. Lo mismo pasa con "Carancho", también de Trapero. Tal cosa no pasa, o por lo menos a mí no me pasa, con 1985. No veo a un fiscal; veo a Darín haciendo de un fiscal, ni más ni menos que el fiscal que llevó adelante el juicio más importante de la historia argentina, como bien le señala el personaje de Norman Briski en uno de los pasajes.
Había escuchado que la película tenía toques de humor y eso me generaba, a priori, cierto recelo. Y, durante la proyección, en efecto, los chistes me parecieron casi todos desafortunados.
Párrafo aparte merece la música para subrayar los momentos más emotivos (la lectura del alegato en el final, por ejemplo, como si ese momento histórico necesitara de algún subrayado!), o el rol del hijo del fiscal, ayudando a su padre a redactar correctamente el escrito.
El final de la película, salvando las distancias, me hizo acordar al final de "Perfume de Mujer".
Uno todos los elementos señalados: Darín, la música, el humor, el personaje del nene que parece sacado de la serie "Stranger Things" y si a eso le sumo que la producción estuvo a cargo de Axel Kutchevasky, los números me cierran por todos lados; como también, oh casualidad, le están cerrando por estos días a Darín, al director, A Kutchevasky, y al resto del equipo.
Santiago Mitre, hace unos diez años, debutó en el cine con "El estudiante", película hecha con un presupuesto que hoy no permitiría pagar ni un mes de alquiler de un dos ambientes en un barrio modesto, pero con un capital simbólico inmenso. Allí, en la riqueza de sus diálogos, en lo sutil de la trama, está la clave para pensar la política.
Metido en esas aguas, nadando de ese lado del río, es que lo esperamos nuevamente.
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