Se tenía que decir y Mariana Enríquez lo dijo: la saga de "Pesadilla", conceptualmente hablando, es una genialidad.
"La verdadera materia del sueño (el deseo inconsciente) se articula en el trabajo onírico, en la elaboración de su "contenido latente" dice Slavoj Zizek".
Esta saga, entonces, viene a ser una puesta en escena de una larga serie de sueños en los que se pone en juego el trauma de los protagonistas: el de tener que asumir las consecuencias de ser los hijos de un grupo de padres que decidió hacer justicia por mano propia y quemar vivo al villano del pueblo.
Y, entre trauma y trauma (¿o será que todos los traumas son uno solo?), otra idea excelente que nos regala Freddy: en el tercer episodio de la saga, una de las chicas tiene un poder sobrenatural: en sus sueños puede meter a otra persona. Es así que, mientras lucha con Freddy, hace que su amiga entre al sueño para que la ayude a detenerlo. Las dos logran zafar y, cuando se encuentran al día siguiente, ya en estado de vigilia, una le dice a la otra : "vos anoche me metiste en tu sueño"
En lo personal, ver en mi infancia la primer película de la saga me generó una doble instancia onírica: por un lado la propuesta por la trama propiamente, y por otro el enamoramiento inmediato ( e inaugural en mi vida) hacia la protagonista. Todo lo que significaba estar vivo (y significa) estaba frente a mis ojos; el sueño del terror (es decir, la pesadilla), pero también su reverso: el del amor.
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