miércoles, 21 de junio de 2023

CONTRA LA SEGURIDAD...

 



"Aceptémoslo: el mundo tiene una actitud extremadamente reacia al riesgo en estos días, y los pánicos casi siempre son completamente desproporcionados con respecto a la realidad. Hace años, durante la crisis de las vacas locas, me resultaba evidente que más personas iban a morir a raíz de cruzar la calle para ir a la carnicería que de comer carne contaminada. En la actualidad, los niños de seis años tiene cinco cascos diferentes: uno para patinar, uno para el béisbol, uno para andar en bicicleta, uno para caminar por el jardín, uno para quién sabe qué. Ahora los padres hasta mandan a los hijos al arenero con un casco. Todo el tema es repulsivo. Jamás confiaría en un hombre que a los cinco años ya ha usado múltiples cascos. La protección permanente es devastadora porque se condiciona a los chicos a no ser intrépidos; no jugarán a ser científicos que saltan fronteras hacia lo desconocido. Y cada vez que paso al lado de un desinfectante de manos -esas botellas que hoy en día están sujetas a las paredes de todos los Estados Unidos - me entra el deseo de tirarlo abajo. Son una aberración. Nunca recurro a antibióticos y tal vez he tomado diez aspirinas a lo largo de mi vida. Ese tipo de cosas serán nuestra muerte. Una civilización que a cada paso consume analgésicos está condenada; no podemos saber qué significa ser verdaderamente humanos si no experimentamos algún grado de malestar y desafío físico. Cuando leemos en un libro de viajes que el autor llevó un botiquín para las mordeduras de serpientes a la selva, sabemos que el título que sostenemos en las manos sólo servirá para mantener encendida la fogata. La vida no sabe de seguridades. La única certeza que existe es que todos moriremos, a pesar de los cascos y las pólizas de seguro de vida. Ahora la gente se corta el dedo o se raspa la rodilla y lo considera una experiencia de vida."


"UNA GUÌA PARA PERPLEJOS" (WERNER HERZOG)

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