"Yo sé lo que envenena" decía Iorio en una de las entrevistas con Casella. Y tenía razón: lo sabía.
Hay cosas que no se olvidan. Imposible olvidar, para mí, la sensación al terminar de leer "Los Pichiciegos" de Quique Fogwill. O la escena, viendo Tumberos, en la que descubrí a Alejandro Urdapilleta: "El Seco" (su personaje) estaba sentado, rodeado de otros presos, cuando levanta la cabeza y, mirando a sus compañeros de celda, les pregunta: "por qué será que ustedes no pueden tener pensamientos mejores, que suban, que se eleven, para que se abra algo?"
Imposible olvidar, estando en el secundario, el día en que escuché por primera vez la canción "Presa Fácil", de Almafuerte. "Y buscar el olvido en la conversación" dice la letra. Muy seguido pienso en ella. Muy seguido pienso en esa voz única, cavernosa, oscurísima. "El Goyeneche del rock", así lo despidió León Gieco.
"Soy un pobre infeliz. Un tipo lleno de sufrimientos. Un hombre desviado del camino correcto". Así se definía. Muchas de sus declaraciones y posiciones asumidas generaron un rechazo más que fundado. Sin embargo, ese no fue Siempre Iorio. Hay un Iorio anterior, el que -entre otras cosas- apoyaba a las madres y a las abuelas de plaza de mayo. Frente a la actual cultura de la cancelación, conviene recordar toda la película, aunque -es verdad- la gente suele quedarse con el final.
"Yo ya me estoy yendo" le dijo a Casella, hace unos diez años. Esas entrevistas combinaron dosis parejas de diversión, brutalidad, ternura y -de a ratos- destellos de sabiduría. Se fue yendo en todo este tiempo, cada vez mas desdibujado en sus intervenciones públicas, aunque -según parece- todavía aferrado a su música.
Se terminó de ir hoy, confiando -ojalá- en que su próxima vida será mucho mejor.
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