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martes, 1 de marzo de 2016

YA NO SOMOS DOS...



HOSPITAL BRITÀNICO

En la madrugada del domingo siete Febrero, es decir hace tres semanas, mamà falleciò en el quiròfano del hospital. El viernes por la tarde habìa llegado de San Marìn de los Andes, y nunca me llegò a contar còmo la habìa pasado en lo que fueron las ùltimas vacaciones con sus amigas.
Despuès de varios años en los que dedicò su tiempo libre a recorrer el paìs, mamà hizo su ùltima escala allì, en San Martìn de los Andes, y al regresar a la ciudad de la furia, el corazòn -el de ella, no el mìo- le dio permiso para descansar de su cuerpo.
Ese contrato leonino que firmò en secreto con su corazòn, se me presenta, actualmente, bajo la forma de un dolor muy vivo.
Tampoco llegò a desarmar la valija; lo hicimos con mi hermano, algunos dìas despuès de su muerte, cuando volvimos a la casa , tal vez demasiado pronto, sin tener en cuenta que, en esos primeros momentos, el aire en la casa de mamà se habìa vuelto de vidrio para nosotros.

El año pasado habìa cumplido 50 años de egresada, y la alegrìa que le dio el homenaje que les hicieron en el colegio, que -obviamente- no recuerdo cuàl es, pero sì que queda en Barracas- parecìa haberla rejuvenecido.
Impresiona pensar a la propia madre como una mujer joven, que se burla del tiempo, que le discute su lògica.

Infarto por disecciòn de arteria aorta”, me explicaba el cirujano, que fue un caso muy complicado, que pasa mucho màs en hombres que en mujeres, que abriò a mi mamà hasta la pelvis, buscando algùn lugar dentro de su cuerpo en el que, esa vida que todavìa latìa, -la vida de mi mamà- se pudiera refugiar de la muerte.

Pero mamà no se refugiò; sangrò. Su sangre se desbocò por dentro, en furioso silencio, como si hubiera estado guiada por el espìritu de las pinturas de Pollock, hasta hacerla cerrar los ojos. Y, al cerrarlos, la sangre se detuvo y el cuadro terminò: mamà acaba de morir, dejando inmòvil su bondad, en el quiròfano del hospital britànico.

Con la boca hecha un desierto, comencè a caminar por los pasillos, tratando de no hacer ruido con mis làgrimas, en busca de alguna màquina de gasesosas. Encontrè una que aceptaba billetes; lo puse y seleccionè un juguito en cartòn, pero la màquina se trabò, quedando una mitad de la cara de belgrano del lado de adentro y la otra mitad del lado de afuera. Mientras trataba de sacar el billete, apareciò una mujer de limpieza, que me preguntò si tenìa algùn problema.
Pensè en decirle que sì, que tenìa un gran problema; que el problema de mi vida era que tenìa mucha sed, que querìa tomar un juguito y que la màquina no me permitìa hacerlo, pero me dì vuelta y le dije que no y me fui, dejando la màquina asì, con mi billete de diez pesos atorado en la garganta.

Lo que me pregunto todos los dìas, desde hace tres semanas, es una pregunta sin respuesta y es la siguiente: “¿cuàndo es que, realmente, mamà empezò a sangrar? ¿En què momento de su vida?
Siempre resulta dificìl decidir sobre el pasado.
Cada tanto, ella pensaba en la muerte. Cuando arrancaba con sus “porque cuando yo no estè”, me nublaba y ya no podìa registrar ninguna otra palabra que me dijera.


Yo volvì a pensar en la muerte el año pasado, una noche, . Y, casualmente, por esos dìas me encontrè con un pasaje de un libro de Caparròs en el que el narrador expresa de algùn modo lo que me habìa dado vueltas por la cabeza mientras miraba el techo esa noche, y es lo siguiente:

la vida de una persona dura hasta ese momento impensado, fatal, en que entiende -no escucha, no dice, no supone; entiende, con una fuerza que hace que la acción de entender sea mas poderosa que cualquier otra acción- que se va a morir. No que corra algún peligro inmediato, no que esté enferma o perseguida o frágil, no que si algo no funciona o funciona demasiado puede que se muera; que alguna vez, quizá dentro de días, años o décadas, se muere. Que no es una posibilidad: que no hay ninguna otra posibilidad." 


Ahora mamà està otra vez en su casa. La tenemos en la còmoda, en una caja de madera, en el estante de arriba. Allì tambièn estàn sus padres; mis abuelos.
¿Mi vieja entra acà?” Si mamà ahora cae de mis manos...¿ensucia el piso?

Como ella tenìa un local de ropa, muchas veces yo no sabìa què regalarle para su cumpleaños o para el dìa de la madre. Quiero que las mujeres sepan por este medio lo que sufre un hombre promedio cuando tiene que hacerles algun regalo.
El menù mental del hombre en esos momentos es muy acotado; hasta en mc donals uno encuentra mayor diversidad, con la diferencia de que mis regalos tan poco originales estaban hechos con una carga afectiva un poco màs intensa que la que ponen los empleados de mac donals a la hora de hacer las papas fritas.

Debo confesarlo: en mas de una ocasiòn, le regalè algun libro teniendo en cuenta mis gustos personales, con la certeza de que, tarde o temprano, ese libro terminarìa formando parte de mi biblioteca.
Si ya sè, un espanto lo que acabo de contar; pero, como dijo alguien en una canciòn: Im not the only one.
Cuando, con culpa, lè comentè a un primo lo aberrante de mi actitud, èl me mirò muy tranquilo y me dijo: yo hago lo mismo con mi vieja. Ahì tiene la universidad de masachuccets un nuevo estudio estùpido para hacer: informar acerca del gen de la miserabilidad, que, tal vez, nos transmiten nuestros padres hacia nuestras madres, durante el proceso de eyaculaciòn, y por el que, hoy, pido disculpas.
En los almuerzos de los domingos solìa contarme sus proyectos: cerrar el negocio y dedicarse al trabajo social, carrera que estudiò de joven y que nunca ejerciò por dedicarse al comercio, ver crecer a sus nietos, juntarse a comer con las amigas. Viajar, recorrer cada punto del paìs que tuviera pendiente de conocer.

Ahora entiendo que la muerte nos interpela todo el tiempo, toda la vida. Como trabaja en forma discreta, uno se olvida – o hace que se olvida- de que existe, pero està ahì, olfateando silenciosamente nuestro oìdo.

Tambièn es cierto que, por el momento, la vida sigue para nosotros, y los que quedamos de este lado, hacinados por la revoluciòn de la alegrìa, debemos estar preparados para repeler todo tipo horrores; los sociales, claro, pero tambièn aquellos màs ìntimos y profundos, los màs domèsticos: levantarnos una mañana, por ejemplo, y darnos cuenta que nos volvimos una cucaracha, como en la metamorfosis de Kafka, o peor aùn, despertarnos una mañana y, ver, en el espejo, la cara de marcelo bonelli, o ponernos de novios con alguien que muestra nuestros misma inclinaciòn ideològica, sin sospechar que chica en cuestiòn pueda ser, al mismo tiempo, una fervorosa militante de los baby-showers.

Una de las ùltimas imàgenes que tengo de mi vieja fue de los dìas que pasamos en mar del plata, en el alfar, por navidad.
Le saquè una foto con el celular mientras posaba sonriente con el lechòn que comimos en nochebuena con mi tìo y mis primos.
La otra imagen, captada sòlo por la retina de mis ojos, es la de su figura saliendo del mar. Allì volverà. Ahi, en el mar, es donde debe estar.
Creo que ella asì lo hubiera querido. Cuando llegue ese dìa, no tengo dudas, van a ser muchas las manos que la acompañen a nadar; a zambullirse con ella por ùltima vez. Porque somos muchos, en este mundo, los que vamos a estarle siempre muy agradecidos. Porque no hay donde esconder tantas manos.

Como en todo, Fogwill tenìa razòn: estar vivos es algo temporario. Como estar de vacaciones, que tambièn es algo temporario.
Me gusta pensar que mamà viviò trabajando y muriò descansando. A lo mejor le habìa tomado demasiado el gusto al descanso, que decidiò tomarse vacaciones no ya del trabajo, sino de la vida entera. Si fue asì, bien merecido lo tenìa: mamà fue una de las pocas personas que conocì que tenìa bien claras estas diferencias: la que hay entre lo que conviene y lo que corresponde y la que hay entre la gente y los preservativos. Imposible una sin la otra.
Sobre la base de esas dos discriminaciones, ella edificò su mundo.

Hace poco se me apareciò en un sueño: yo estaba preocupado por dos razones: la primera es que me casaba y la segunda es que me casaba con una chica a la que -en la vida real- no veo hace diez años, lo que no dejaba de ser un contrasentido: se supone que uno no se casa con alguien que no conocer. O sì?
Lo cierto es que, en mi sueño, mamà estaba en la cocina, muy tranquila, tomando mate con mi prima, ajena a mis preocupaciones nupciales.

Despertè por la mañana sintiendo algo de la calma que ella mostraba en el sueño; sintiendo que ella habìa despertado allì, en mi sueño, en mi hora màs oscura de la noche, para mostarme su nombre; Clara.
Para tatuarme su mensaje, para aclarármelo todo.
Con mamà entendì la diferencia entre erudicciòn y sabidurìa. Ella no fue una gran lectora, pero siempre tuvo la virtud que tienen las personas sabias; la de darse cuenta, a tiempo, què es lo que hay que defender.

martes, 29 de octubre de 2013

CAMINANDO POR EL LADO SALVAJE...


Lo escuché poco al viejo Lou. Lo conocí cuando, en Trainspotting, una canción suya me dejó impresionado: "Perfect Day".
Me entero de su muerte y vuelvo a escuchar ese tema y pienso en el unplugged de nirvana. Un mismo espíritu los une.
Son esas muertes que le hacen sentir a uno que a, veces, la vida se vuelve sabrosa cuando cobra relieve el deber de embarcarse en una continúa cancelación de los cheques sin fondo que andamos emitiendo por ahí.
Lo que no sabemos, desde ya, es a quién le hicimos entrega del giro con la mayor cantidad de ceros que nuestra cuenta bancaria pueda tolerar.
Ese día, tal vez, sea el día perfecto.

 

"Un día perfecto"


Un día perfecto
bebemos sangría en el parque
y después, cuando anochece
vamos a casa.

Un día perfecto
damos de comer a los animales en el zoo
después vamos al cine
y volvemos a casa.

Oh, es un día tan perfecto
Estoy contento por haberlo pasado contigo
Oh, es un día tan perfecto
haces que me sienta a gusto.

Un día perfecto
nos olvidamos de los problemas
Domingueros de nosotros mismos
es tan divertido.

Un día perfecto
Haces que me olvide de mí mismo
Creí que era alguien diferente
Alguien bueno.

Oh, es un día tan perfecto
Estoy contento por haberlo pasado contigo
Oh, es un día tan perfecto
haces que me sienta a gusto.

Cosecharás lo que has sembrado...

Cosecharás lo que has sembrado...
Cosecharás lo que has sembrado...
Cosecharás lo que has sembrado...

sábado, 24 de septiembre de 2011

EVERYBODY HURTS...




Michael Stipe, líder de la banda de rock estadounidense REM, cuya disolución se anunció este miércoles de forma oficial, dijo que la decisión "no fue fácil" ya que él y sus dos compañeros construyeron con su música "algo extraordinario".

"Un hombre sabio dijo: 'lo bueno a la hora de asistir a una fiesta es saber el momento en el que marcharse'. Hemos construido algo extraordinario juntos. Nosotros hicimos esto. Y ahora lo vamos a dejar", afirmó el cantante de la banda.

"Espero que nuestros fans se den cuenta de que ésta no ha sido una decisión fácil, pero todas las cosas deben terminar y nosotros queríamos hacerlo bien, a nuestra manera", manifestó Stipe.

La banda, formada hace más de 30 años en Athens (Georgia), dio a conocer hoy su disolución a través de su página web oficial.

"A todos nuestros fans y amigos: como REM, y como cómplices y amigos de toda la vida, hemos decidido poner punto y final a la banda", asegura el comunicado firmado por Stipe, el bajista Mike Mills y el guitarrista Peter Buck.

"Nos marchamos con una enorme sensación de gratitud, de irrevocabilidad, y de asombro por todo lo conseguido. A todo aquel que se emocionó con nuestra música, nuestro más sincero agradecimiento por escucharnos", concluye la nota.

La discografía de REM incluye álbumes tan conocidos como "Out of Time" (1991), "Automatic for the People" (1992) o "Monster" (1994), en los cuales se recogían temas célebres como "Losing my Religion", "Everybody Hurts" o "What's the Frequency, Kenneth?".

Tras el anuncio de este miércoles, "Losing my Religion" se convirtió en una de las "tendencias" a escala mundial en la red social Twitter.

El último álbum de la formación, el décimo quinto de su carrera, fue "Collapse into Now", compuesto por doce canciones que intercalaban rock, tiempos lentos y ritmos pop, y que Mills consideró el mejor disco de la formación desde "Out of Time".

"Siempre hemos sido una banda en el sentido más verdadero de la palabra", apuntó Mills en el comunicado.

Somos "hermanos que realmente se quieren y se respetan los unos a los otros. Nos sentimos un poco pioneros en este sentido: no hay falta de armonía aquí, ni peleas, ni acusaciones entre abogados. Hemos tomado esta decisión juntos, de forma amistosa y con los intereses de cada uno en el corazón. El momento simplemente nos parece adecuado", subrayó.

Los discos de estudio lanzados por REM son "Murmur" (1983), "Reckoning" (1984), "Fables of the Reconstruction" (1985), "Lifes Rich Pageant" (1986), "Document" (1987), "Green" (1988), "Out of Time" (1991), "Automatic for the People" (1992), "Monster" (1994), "New Adventures in Hi-Fi" (1996), "Up" (1998), "Reveal" (2001), "Around the Sun" (2004), "Accelerate" (2008) y "Collapse into Now" (2011).

"Una de las grandes cosas de estar en REM era el hecho de que los discos y las canciones que escribimos significan mucho, tanto para los fans como para nosotros (...). Ser parte de vuestras vidas ha sido un regalo inolvidable. Gracias", concluyó Buck.

REM se formó en 1980 como un cuarteto en el que estaba el batería Bill Berry, quien abandonó la banda en 1997. La banda entró en el Salón de la Fama del Rock and Roll en 2006.

sábado, 20 de agosto de 2011

UN AÑO SIN QUIQUE...





Por Daniel Link para Perfil

La muerte de los demás, que siempre nos deja un poco huérfanos o viudos, arrastra nuestro humor a formas de la melancolía, y a nuestro pensamiento a formas de la conjetura. Como el mundo sigue más allá del muerto, nos preguntamos qué habría dicho aquél ante tal o cual pormenor de la historia o acontecimiento de discurso.

No hay semana durante la que no me pregunte qué habría dicho el Sr. Enrique Pezzoni de algún libro, de cierta película, de esto o aquello que pasa.

Supongo que lo mismo le sucederá a muchos con el Sr. Kirchner, y yo mismo me entrego a la fácil tarea de imaginar su regocijo ante la ignorancia y la incapacidad de los adversarios políticos de la Sra. Fernández, que tan evidente fue para todos en las elecciones primarias del domingo pasado.

Mañana, 21 de agosto, se cumple un año de la muerte del Sr. Fogwill (Quilmes, 15 de julio de 1941), cuyas amedrentadoras intervenciones extraño tanto como las del Sr. Pezzoni: ¿qué habría dicho Quique de mi ejercicios adivinatorios en relación con los hipotéticos pareceres de Enrique? ¿Habría conseguido Fogwill sostener su anunciada decisión de suspender toda intervención u opinión referida a la arena política? Lo dudo profundamente, y tal vez fuera el único que me habría reconocido la capacidad visionaria que me arrebata (¡Casandra!), al mismo tiempo que se habría burlado del “milagro para la izquierda”, como se burlaba de toda ilusión política, porque sabía evaluar con precisión las ilusiones con la justa vara de un romántico desencantado, de un poeta.

Pero mucho más que en relación con esas intrigas personales, vuelco mi intriga en relación con qué pensaría él de la recuperación de su obra invisible, ahora que su hija Vera ha anunciado la catalogación de su correspondencia (aproximadamente cuatrocientas cartas) y otros papeles que constituirán su “archivo” (tarea encargada a Verónica Rossi), y la publicación de La gran ventana de los sueños (recopilación de sueños de una vida entera) y las novelas La introducción y Nuestro modo de vida (1980).

¿Son ésas sus únicas novelas inéditas? ¿O aparecerán más, y más relatos y poemas, y piezas de correspondencia e intervenciones críticas?

A todo lo anunciado, podría sumarse una recopilación de sus columnas de opinión.

Y luego vendrán los “curadores de su obra” (recuérdese que curar es vigilar atentamente aquello que vive todavía). La semana pasada, una profesora de la Universidad de La Plata me ofreció derivarme una becaria, cuyo interés primordial sería el análisis del corpus de Fogwill según las más exigentes normas de la genética textual, comparando distintas ediciones, e incluso libros publicados con los manuscritos que existieran, para dar (¡precisamente!) cuenta de esa delicada articulación entre una cierta masa de discurso y ciertos acontecimientos singulares que se relacionan con una vida. Esa articulación, que coagula en la figura del autor, no se congela con la desaparición física de quien en ella se comprometió, sino todo lo contrario. Ahora salta a otra dimensión, y se complica con la intervención de equipos de trabajo (archivistas, historiadores, críticos) que vendrán a imponer a ese nombre propio que Quique gestionó como una marca, unas ciertas propiedades que aunque siempre estuvieron ahí tal vez no alcanzamos a escuchar por la vocinglería de la cotidianidad y el día a día.

Cuando muere un escritor surge la duda sobre cuál será el comportamiento de los herederos sobre su legado. Muchos han sido los casos de quienes han bloqueado el acceso a los archivos del muerto, a sus papeles más o menos privados y a sus manuscritos. Las palabras de la Srta. Vera Fogwill, anticipando el trabajo por venir, resultan generosas y tranquilizadoras.

El autor no es nunca esa carne y esa conciencia que nos abandonaron sino ése que vive en sus escritos: podemos extrañar al escritor, pero el autor tomó la precaución de mantenerse vivo en un pliegue (o cicatriz) hecho de palabras y de vida.

Cada vez que extrañemos a alguien ausente, cada vez que queramos recordar a Fogwill, podremos abrir alguno de sus libros (hechos o por hacer) y reencontrarlo al mismo tiempo como una presencia y una ausencia, presente precisamente en el lugar mismo en que su desaparición tuvo lugar, en esas palabras en las que se jugó la vida.

Si hubiera que aceptar “la muerte del autor”, pero no es seguro que así sea, éste volvería a nosotros como il morto che parla (48, en la clave de los sueños). A nosotros nos corresponde descifrar sus palabras, aprender a escucharlo, en ese cuerpo que descansa, la obra.

jueves, 24 de marzo de 2011

DAR LA CARA...





Ese polemista incansable
por Beatriz Sarlo para La Nación


Es difícil borrar los recuerdos personales de esta despedida a David Viñas. Cuando regresó del exilio en 1983, aterrizó en Ezeiza sin un peso. Vivió unas semanas en la oficina de la revista Punto de Vista . A pulso, por escalera, subió ocho pisos la cama que alguien le había prestado, mientras gritaba: "¡Hermanita, allá vamos, como Cristo!". Tenía entonces más de cincuenta años (había nacido en 1927) y llegaba como un joven, sin nada, todo por delante.
Aunque, en realidad, detrás de sí había muchos libros, y uno fundamental para pensar la cultura en este país: Literatura argentina y realidad política , de 1964. Ese libro comienza en la revista Contorno , que fundó con su hermano Ismael en noviembre de 1953. La edición facsimilar, publicada por la Biblioteca Nacional en 2007, permite ver que esa revista fue un banco de pruebas del pensamiento político, de la crítica literaria y de la historia cultural de la generación de Viñas: en la primera página del primer número hay un artículo de Juan José Sebreli; escribieron en Contorno Noé Jitrik, León Rozitchner, Tulio Halperin Donghi, Ramón Alcalde, Carlos Correas y siempre, con su nombre o con diversos seudónimos, los dos hermanos Viñas. Contorno quiso ser una respuesta a Sur y lo fue para los que vinimos después, no porque atacara a Sur, sino porque leía otra literatura argentina, de otro modo.
El número 4 de Contorno , de diciembre de 1954, está dedicado a Martínez Estrada. David Viñas lo llama un "heterodoxo argentino". Definiendo a Martínez Estrada, Viñas se definía a sí mismo anticipadamente. Siempre fue un escritor nacional; siempre fue un heterodoxo. Hoy ya es posible decir que Viñas y Martínez Estrada son los dos grandes ensayistas ideólogos del siglo XX.
Literatura argentina y realidad política fue el libro de quienes comenzábamos a leer en los años 60. Inauguró temas: nadie que lo haya leído olvidará "La mirada a Europa: del viaje colonial al viaje estético" ni el ensayo sobre intelectuales y escritores profesionales en 1900. "Los dos ojos del romanticismo" sigue siendo uno de los grandes textos de la crítica y mucho más: una hipótesis sobre literatura e historia, ese par conceptual que nunca dejó de obsesionar a Viñas; una hipótesis sobre la mirada intelectual y la mirada estética, esas perspectivas que también lo obsesionaron siempre. Literatura argentina y realidad política fue una revelación. Durante décadas, esa revelación se repitió en las clases de Viñas, en Rosario, en Buenos Aires, en Dinamarca, en Estados Unidos. Un estudiante de medicina que lo había escuchado en Los Angeles me contó el efecto convulsionante de una conferencia suya: se entraba de un modo y se salía cambiado: abandonó la medicina para dedicarse a la literatura. No tengo dudas de ese poder iniciático y transformador porque muchos comprobamos su potencia. Traerlo a Viñas a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA en los años 60 fue un programa de máxima que no se alcanzó nunca. Llegó a esa facultad con la democracia, en 1984.
Pero antes se podía escuchar a Viñas en los bares o en las reuniones de grupos políticos. Fugazmente, militamos en el mismo partido, para el que Viñas dirigió una revista cuyo título, por cierto, había sido idea suya: La Comuna . Viñas discutía como si invariablemente el desenlace fuera definitivo y en él se jugara todo. Tenía una visión totalizante de lo que una discusión ponía en juego. Violento y arrollador, era, al mismo tiempo, democrático: discutía con quien tenía adelante, escuchaba a quien se sentara a su mesa, no establecía jerarquías de interlocutores. Flamígero y horizontal, valga el oxímoron.
Fue durante toda su vida un hombre de izquierda. Su origen familiar era radical (léase esa sólida novela Los dueños de la tierra , donde hay pistas familiares) y ese origen le trasmitió saberes nacionales, lo hizo baquiano de las tradiciones, las herencias y los linajes desde el siglo XIX. Odiaba como si los personajes del pasado continuaran su vida en el presente. Nunca dejó de criticar a Lugones, como si fuera un contemporáneo. Su gran libro Indios, ejércitos y fronteras
(1982) fue al mismo tiempo una quebrada alegoría de los crímenes estatales del siglo XX y una denuncia de los del siglo XIX. Era partidario, siempre. Pero Tulio Halperin Donghi lo citaba con respeto. Hizo del partidismo el impulso vital de sus investigaciones: no fue el obstáculo que temen los débiles, sino la fuerza que permite ver más a los inteligentes.
Nunca pudo leer a Borges. En 1981 nos dijo a Carlos Altamirano y a mí en un reportaje que fue el primero que se publicó en la Argentina posterior al golpe: "A mí, Borges no me interesaba". Un insulto al sentido común literario, que Viñas pronunció impertérrito. Borges no le interesaba y tampoco le interesaba una parte importante (fundamental) de la literatura argentina del siglo XX. En cambio, entendió a Roberto Arlt y a Sarmiento. Este es uno de los enigmas que Viñas deja abiertos. Habrá que responderlo, porque no es justo ni perspicaz decir superficialmente: allí estaban sus límites. Más bien habría que admitir que Viñas tenía una mirada penetrante y estrábica. No hay que coincidir con Viñas para reconocer que ese "Borges no me interesaba" encierra una cuestión que tiene pliegues más atractivos que la adhesión ciega a un parnaso literario. En las palabras de Viñas no hay simplemente ceguera sino una discusión estética profunda. No es necesario coincidir para entenderlas.
Su literatura era sencillamente no borgeana. La gran novela (cada uno marcará la que considera su gran novela) fue Cuerpo a cuerpo , publicada en México en 1979. Allí colocó a un general del ejército, una guerrillera, un periodista. Pero es mucho más que un relato sobre un militar y la violencia. Viñas escribió esa novela experimental casi a los cincuenta años, como si se tratara de un proyecto de juventud enloquecida. Basta hojearla para descubrir un texto extremo, fuera del mercado, fuera del horizonte de los lectores: pura literatura, cuando la literatura es pura precisamente por no serlo, por tragarse todo: ideología, política, sexualidad, perversión, violencia. Pura literatura que busca contaminarse con todo. Fue hombre de teatro, guionista de cine. Se ganó la vida con la escritura, aunque no hablaba de profesionalismo jamás.
Las novelas de Viñas tienen el sentido de lo material. Maestro del detalle, capta los ademanes y los tics, persigue los cuerpos en sus convulsiones y recovecos. No es un escritor típicamente realista porque siempre desborda, siempre escribe más de la medida. Careció, en verdad, de medida. Con los años, sus novelas se hicieron más desmesuradas; se sujetaron menos a cualquier regulación; amplificaron los parlamentos de sus personajes o redujeron los diálogos a tres o cuatro palabras. Viñas era un realista que abandonó las técnicas del realismo. En sus comienzos, había leído a Dos Passos, a Hemingway, a Sartre y a Faulkner. Después vino un desmadre, un exceso, algo que fue su marca de escritura; pero conservó siempre, inalterable, el deseo de verdad histórica, esa tensión que no es representativa ni meramente estética sino ideológica.
Su muerte abre el capítulo "Viñas de la cultura argentina". Ignoro cuántos años pasarán antes de que ese capítulo se escriba. Como con Martínez Estrada o con Murena, puede haber momentos de oscuridad y grandes relecturas. Quienes lo conocimos, sabemos que la síntesis, tratándose de David Viñas, nunca fue sencilla. Producía admiración e inquietud; a veces, miedo; era posible pelearse con él y pensar que esa había sido la última vez. En un mundo de encontronazos mezquinos, las peleas de David Viñas siempre fueron generosas: discutía sólo por ideas. Desaforado, sus reacciones tuvieron siempre la nobleza de quien no calcula las consecuencias. Peleaba sin beneficio de inventario. Nunca administró su fuerza. En eso se pareció a Sartre. Un Sartre arrastrado por flujos de gasto personal infinito. También los une la idea de intelectual comprometido, esa fórmula que ya no se usa, que él mismo había dejado de usar, pero que lo definía bien porque algunos hombres (pocos) siguen pareciéndose a lo que quisieron ser en su juventud.
La última vez ha llegado ahora. Hace poco más de un año, lo encontré en un bar de la calle Corrientes y Rodríguez Peña. Nos habíamos alejado, y ambos nos abrazamos pensando (yo, por lo menos, lo pensé) que posiblemente la mayoría de las cosas presentes seguían separándonos, pero que valía la pena abrazarse porque nunca se sabe. Hoy ya se sabe. Quizás esta misma nota lo habría enojado a Viñas: "Hermanita, ¿en el diario de los Mitre?". Así llamaba invariablemente a este diario. La pregunta forma parte de lo mucho que nos separaba. Sin embargo, soy su alumna, de la manera infiel en que se puede serlo, de la única manera en que David lo habría admitido.