jueves, 24 de julio de 2014

EL PAÍS DE LA LIBERTAD...







"El cepo del pluralismo" por Beatriz Sarlo para Perfil


La incongruencia entre las palabras de Ricardo Forster y la intolerancia del gobierno al que pertenece fueron el fantasma que se interpuso entre esta cronista y el discurso escuchado durante el acto del miércoles 16 en el ministerio que encabeza Teresa Parodi, una cantora a la que Dios privó del don de la palabra y, por eso, sólo enumeró las nuevas secretarías de Cultura y dijo “Gracias por venir”. Si quieren sencillez, búsquenla a Parodi.
Por suerte, para hablar bien, estaba Forster sobre el estrado frente al que se ubicaron los notables de Carta Abierta; el rector Eduardo Rinesi, de la Universidad de General Sarmiento; Noé Jitrik, decano de los escritores presentes; funcionarios del área cultural como Tristán Bauer (jefe de Radio y Televisión Argentina); ex funcionarios devenidos diputados como Liliana Mazure; jóvenes turcos y leales a más no poder como Larroque; antiguos conversos como el secretario de Relaciones Parlamentarias (invicto en eficacia) Oscar González; conversos de mediana edad como el subsecretario general de la Presidencia Gustavo López y el diputado Carlos Raimundi, del partido SI (que no quiere decir “sí, señora presidenta”, como suponen los mal informados); Taty Almeida, de las Madres, que últimamente no dio parte de ausente en los montajes oficiales; publicistas ultraK divertidos, como Braga Menéndez; y, finalmente, el secretario de Inteligencia Héctor Icazuriaga (se ignora si su presencia se debió al significado primero de la palabra inteligencia: capacidad y talento; o al de sus funciones de supervisar y “hacer inteligencia”). Mandaron sus saludos los ministros Tomada, Sileoni y Rossi. No estuvo Amado Boudou, seguramente porque en ese momento desempeñaba sus funciones como jefe del Ejecutivo a cargo y tenía otras actividades más importantes en agenda.
Las listas son cansadoras, pero a veces vale la pena hacerlas. A Forster lo acompañó masivamente Carta Abierta, de donde él dio el salto a la fama. Y, de manera desvaída, un puñado de funcionarios, algunos de ellos llegados al planeta K desde otros parajes del sistema político. Larroque, por una parte, e Icazuriaga, por la otra, son los únicos que, de un modo u otro, están más cerca del poder real.
La exposición de Ricardo Forster, pausada y casi académica en su tono, tuvo una preocupación central: dar fe de la convicción pluralista y democrática que guiará los programas de la nueva secretaría. Trazó un amplio arco intelectual y político, signado por la diversidad y también por la defensa de las convicciones. Estableció una relación entre ambos términos: la diversidad no excluye las convicciones y, en ello, nos avala a todos los argentinos los treinta años democráticos de “recorrido como nación”. El debate que la diversidad planteará a las distintas convicciones incluirá todas las regiones del país, América Latina y Europa, porque como pueblo “miramos hacia el mundo y el mundo nos mira”. Los protagonistas de este debate serán también los movimientos sociales y de derechos humanos. Forster repitió con insistencia algunos principios: amplitud, pluralismo e idea democrática. Con esto quiso responder a las críticas que se hicieron cuando la Secretaría de Planificación Estratégica fue creada. Por su nombre, se la “homologó con experiencias nefastas” y Forster estaba allí para desarmar esas críticas. La secretaría “va a acompañar y no se propone inventar lo que ya está en marcha”.
Forster presentó un elenco de iniciativas interesantes para las cuales los quince meses de gobierno de Cristina Kirchner quizá sean un tiempo egoísta, por la campaña electoral que viene; y reducido, por la complejidad organizativa. Sin embargo ¿quién no querría que se realizara una exposición sobre “los Frondizi” (Arturo, Risieri y Silvio)? ¿Quién se opondría con malicia a una biblioteca digital cuyo nombre es Trapalanda (homenaje a ese gran intelectual no peronista que fue Martínez Estrada). ¿Quién se opondría a una muestra sobre escenas de la vida política argentina, salvo que los curadores sean menos plurales que el discurso de Forster y se dediquen a voltear muñecos con la suficiencia con que la Presidenta saca y pone estatuas y monumentos? ¿Quién no quiere asistir a un Congreso Argentino y Latinoamericano por la Nueva Independencia, que evoque el de Tucumán en 1816? Sin duda, habrá que ver cómo se designan los curadores plurales de esas exhibiciones. Mencionando a algún intelectual opositor, Forster quiso dar nueva prueba de inclusión en la diversidad (y no hay pistas de que sea un fingimiento).
Como funcionario de este gobierno, Forster sostuvo que “en este momento hay un proyecto político revalidado y desde él defenderemos las políticas desarrolladas en los últimos diez años”. Sería injusto pedirle a un funcionario kirchnerista que no destacara lo que cree que fue un rasgo del gobierno al que apoyó desde Carta Abierta y ahora integra como secretario. Sería demasiado pedirle que no dijera que “en los últimos diez años se han construido mecanismos para la vida democrática”.
Ahora bien, en las líneas que se combinaron en la presentación de Forster, brilla el maléfico y delator principio de incongruencia. Los últimos diez años estuvieron marcados por los discursos presidenciales, que emitieron el único mensaje oficial del gobierno del cual Forster ha pasado a formar parte. Cristina Kirchner no ha sido precisamente una constructora de escenarios pluralistas ni de mecanismos de vida democrática (se podrá responder que los subsidios a los necesitados son también palancas democráticas, pero no se habló de ellos). El encono presidencial respecto de las disidencias no es algo que necesite demostración sino simple memoria del presente.
El pluralismo que Forster invoca con sinceridad (porque seguramente él lo tiene como regla en su vida intelectual) no ha sido un rasgo de los agresivos discursos cristinistas donde la Verdad del Régimen es un bien no negociable con las verdades de otras voces, posiciones y actores. Tampoco es el pluralismo lo que distingue a las políticas públicas en el campo de la cultura y los medios que el Ejecutivo controla (con la honrosa y sostenida excepción de la Biblioteca Nacional). Funcionario de un gobierno obsesionado con los medios, Forster optó por la salida más fácil: no referirse a ellos, como si al hablar de cultura en el siglo XXI fuera posible dejarlos afuera. Y, sobre todo, como si esto fuera posible en un gobierno cuyos dos ojos y una masa ingente de recursos van a la propaganda política en los medios y sus agencias de producción de contenidos (Tristán Bauer estaba allí y podría dar un informe al respeto). Pero el tema se pasó naturalmente por alto y ese silencio sintomático indica los límites de un pluralismo acotado.
De allí la incómoda sensación de desacople entre el discurso de Forster, cuya preocupación era convencer a la audiencia de que su proyecto era pluralista, y el raro nombre que la Presidenta eligió para denominar esa Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional (literalmente, en www.cultura.gob.ar). Si Forster dejó bien en claro que, para él, “pensamiento nacional” no era sólo el cuerpo de doctrinas nacionalistas, populistas y revisionistas, no explicó la función de la palabra “estratégica” en el nombre de la secretaría (palabra que él no repitió en su discurso). Estrategia significa coordinar todos los elementos, pertrechos, sujetos e iniciativas hacia un solo fin. La estrategia, salvo que sea disparatada, siempre es única. Las ideas expuestas por Forster prescinden de la idea estratégica y les basta la palabra “coordinación”. Pero los discursos presidenciales que han marcado el tono de estos años son precisamente estratégicos en el sentido de dirección única, conducción única y mando unipersonal centralizado. Este desacople es un problema de los intelectuales kirchneristas.
A Forster es preciso reconocerle el esfuerzo discursivo. Pero el desacople tuvo una consecuencia perceptible. Durante toda su exposición, no mencionó por su nombre a los dos dirigentes, fundadores preclaros del kirchnerismo. Cuando creyó haber terminado, presentó a Matías Bruera, director de Pensamiento Nacional y Latinoamericano, y a Francisco “Tete” Romero, director de Asuntos Académicos y Políticas Regionales. Un segundo después, le pasó la palabra a Bruera, que no había alcanzado a pronunciar dos frases cuando Forster lo interrumpió como si hubiera olvidado algo fundamental. Y, en verdad, lo era.
Dijo: “Quiero traer el recuerdo personal de alguien que vino a conmover a una Argentina que estaba demudada: Néstor Kirchner. Y mencionar también el coraje y la inteligencia de Cristina”. Por un momento, Forster había sido apresado en su propio discurso plural y se había referido solamente a los “diez años” o al Gobierno, sin dar nombres propios. Cuando su colaborador ya estaba hablando, se dio cuenta de que él mismo se había jugado una mala pasada, que había cometido el error de no reconocer explícitamente a sus Jefes Estratégicos. Las interpretaciones de este singular olvido y su atropellada corrección corren a cargo de los lectores.

sábado, 19 de julio de 2014

ROCK Y PODER...



ENTREVISTA A ENRIQUE SYMNS (PARA LA TECLA, REVISTA DIGITAL)


- ¿Existe alguna vinculación entre poder y rock, entendiendo a éste último como una expresión, además de musical, socio-cultural?

- Aunque parezca una obviedad, en el caso del Rock and Roll ligado a la palabra Poder, debe establecerse una diferenciación epistemológica, porque poder tiene dos acepciones: Como verbo y como sustantivo. Podemos, entonces, hablar de impotencia o de no poder.

- ¿Cómo describiría esa diferenciación epistemológica?
- El poder como verbo tiene mucho que ver con el Rock and Roll. El Rock es un resucitamiento de la violencia, que viene de los negros y que penetra en nosotros, en Occidente, a través de, por ejemplo, Elvis Presley; se mueve, entonces, todo el culo del mundo, todo Occidente se contornea con ese bamboleo. Hay que recordar la "moral lease" que regía en Estados Unidos de Norteamérica, la cual dicta la ley moral de todo el mundo, y que esos bamboleos era violencia y era poder, le quitaba la impotencia a la gente. Luego vinieron los Beatles y desaletargaron a la gente de otra manera: pusieron el poder en verbo. Así la palabra poder se transforma en poder en sí, en poder que luchaba contra el Poder como sustantivo
Ahora, existe un dato muy curioso: durante la segunda guerra mundial, los aliados por un decreto instaurado, tenían la obligación de confesar las bajas, mientras que los alemanes no debían hacerlo, no tenían decreto alguno que los obligase a ello. Entonces los grandes sesudos estos, se dedicaron a leer todos los diarios del país, prestando atención a todos los muertos de determinada edad, lo cual arrojaba una muestra de los muertos de la guerra. En base a esto se elaboró un sistema que analizaba la manera, o el método, de cómo detenerlos o modificarlos. En relación con esto y para volver al tema del rock, cuando se mezcló el verbo poder con Poder, es decir, cuando comenzó a mirarlo y lo captó, y se equivocó, y dijo no al rock, volvió a mirar y dijo no a lo otro, y no a lo otro también, empezó a repetir una capacidad de congelamiento. Para decirlo de alguna manera, la cultura sobre el arte. El arte está en movimiento mientras, pareciese, la cultura convierte en historia cada vez más rápidamente las cosas
Es decir, la cultura corre el riesgo de convertirse en un museo en el cual se exhiben meras cosas, ya despojadas de movimiento...

- Pregunto: cómo se llega a un Museo del Rock treinta años después del fenómeno; cómo poner un museo, será que el universo se ha vuelto más veloz. ¡ Ya existe un museo del rock!. En la velocidad de los fenómenos, un pibe de catorce años, ya no sabe qué es el poder de la acción, no sabe si su cuerpo mueve o no. El ya va al disco, va al hecho concreto, y esto es lo terrible del poder. No sé por qué, yo lo comparo - y trato de imaginarlo - con el nacimiento de un sacerdote, o mejor dicho, lo comparo con cómo nace la hipnosis sacerdotal, que logra atrapar un movimiento y decir algo sobre él. La responsabilidad mayor de este acontecimiento la tienen la mayoría de los intelectuales de todas las épocas, los filósofos, los teólogos y los científicos, que trataron rápidamente, de captar un fenómeno en movimiento y congelarlo. Los científicos, por ejemplo, tienen el atrevimiento de decir que las cosas caen por la Ley de Newton, tratan de explicar algo que el lenguaje no sabe de qué se trata.


- ¿ Podría, entonces, hablarse de una sacralización del rock. ?

- Salvo raras excepciones, al observar un evento de rock, uno puede descubrir allí el nacimiento de la Iglesia Católica del Rock and Roll. Para llamarlo de alguna manera, nunca he visto nada tan parecido a un rito bestial, tan similar al rito de una secta muy antigua, en el hecho de ver a un tipo, allá arriba de un escenario, cantando lo que una multitud le pide que cante, repitiendo canciones, ofreciendo su producto vil de consumo. Todo muy bien producido.
Se supuso que el rock era lo más parecido al poder que habían perdido los poetas y los actores, y que misteriosamente, habían recuperado los músicos, los cantantes. El primero que sospechó esto fue Eric Clapton, que dijo una frase que siempre recuerdo: "La culpa de toda esta porquería la tienen John Lennon y Bob Dylan, porque le hicieron creer a la gente que nosotros somos alguien que podemos hablar de algo".
He seguido las giras de Fito Páez. He estado en el recital de los Rolling´s Stones, y siempre he visto y oído lo mismo: "¡ahhh!", "¡ahhh! ", "¡ahhh!". Aliento. Pero sin modificación sustancial alguna de la energía. Quiero decir: en una época, ir a un recital de rock era en realidad, como en las películas; la música era un elemento, pero en el recital ocurrían - se daban, pasaban - modificaciones. Uno estaba dentro del recital y a uno le ocurrían cosas; el cambio se ejercía en uno. Hoy, ahora, en los eventos de rock, todos tienen que decir lo mismo, oír lo mismo, y el peor de los cantos que se escucha es ése terrible que dice "es un sentimiento, no puedo parar". Detengámoslo epistemológicamente y es: es un sentimiento, que significa miento, es decir, un sentir fingido. Sigamos : no lo puedo parar, porque es paralítico. Este canto se puede aplicar, para poner un ejemplo, en un mitin de Menem, o en un recital de Ludovica Squirru. ¿Por qué no?. Esa uniformización es nazi.


- ¿Cómo se manifiesta esa uniformización nazi?


- Creo yo que cada persona es como huellas digitales diferentes. Somos tan distintos, tan completamente diferentes, que para poder asimilarnos tendríamos que hacer, no sé, una revolución. Nadie se suicida por lo mismo, nadie escribe, ni hace o canta, por lo mismo. Parecía que en el rock esto se notaba, digo parecía. Trasladémonos al underground. A mí siempre me gustó lo chico, los recitales pequeños. Pero hoy, ya en lo chico o pequeño se nota, por la disposición de los músicos en el escenario, que apuntan hacia allá arriba, apuntan rápidamente al poder, que congela un evento y lo trasforma en objeto de consumo. Cambiemos, ahora, la palabra. En lugar de underground hablemos de upground, que expresa el sentido o la idea de " levántate". Subsiste siempre un error en el hecho de discutir si el margen o el centro. Pero, ¿el margen o centro de qué?. En un árbol, por ejemplo, el centro permanece más inmutable. Los cambios que se van a producir, se dan a través de las membranas externas. Bueno, yo llamo el underground a lo más estándar en un cuerpo vivo, suponiendo que exista un cuerpo vivo. Es aquello que, curiosamente, antes se componía de los locos, los poetas, los guerreros que surgían de esa zona. Toda la porquería surgía de esa zona, desde lo mejor a lo peor surgía de ahí. Por otra parte, todo lo que surgía del centro era siempre lo mismo. No importa quién es Napoleón, o quién Stálin, siempre surgían del centro mismo del poder. Nacían siempre de una continuidad sacerdotal. En última instancia, cómo tendríamos que definir una Universidad sino como la cuna del poder y la tumba del saber. ¡Nadie sabe nada en las Universidades!. ¡Nadie!. Y, sin embargo, todo sale de esos claustros. Los que nos van a juzgar, los médicos que nos van a matar, ¡todos!. Yo digo: a la Universidad hay que destruirla, así como habría que destruir el matrimonio, que es la base del sistema capitalista, porque genera una economía de consumo, que es la base del mismo.


- Volviendo al tema de la articulación entre poder y rock, ¿ queda algo de contestatario, de rebeldía, en el rock?


- Una anécdota: le estaba haciendo un reportaje a Baglieto durante la dictadura de Viola. Le pregunto sobre el régimen y un chiquito de anteojos, viene corriendo desde lejos y dice: permiso, puedo decir algo. Yo no sabía quién era y le dije que sí. Entonces empezó a putear a los militares. Aquel muchacho era Fito Páez. El nunca cambió. Es el único tipo que siempre puteó contra los militares, y contra Menem y toda la casta política. Yo digo que hoy, esta actitud se ha vuelto un ejercicio más fácil de realizar. El rock es cobarde. Los músicos de rock son seres tan insensatos y tan miserablemente egocéntricos. La música aquí está tan dispersa que una de las discusiones que tuvo lugar dentro del underground fue, si alguna vez no había que comprar siete mil guitarras y repartirlas entre la gente. Wagner discutió esto con Bakunin. Wagner dijo: "Yo estoy destruyendo la música", y cuando se planteó esto argumentó que las construcciones que él estaba elaborando, las realizaba para que la gente no tocase más música. Entonces esto es lo más grave porque las cosas deben ser devueltas; la música debe ser devuelta a la gente. Cualquier lenguaje en poder de pocos, es temiblemente peligroso. Esto es lo que quiso decir Wagner cuando maldijo la música.


- ¿Cómo se manifiesta el poder dentro del rock?


- El rock es Hitler. Una situación cualquiera: Estoy ahí, recital de los Rolling´s Stones, un millón de personas. Si yo digo "matensé", ¡se matan!. Ese es el poder que ellos saben que existe. Otra anécdota útil para el análisis: Hay músicos recontra revulsivos. Existen actualmente unas 500 o 600 bandas de abajo, del pueblo, que las conozco, que tocan mal. Agarran los instrumentos, como cuando un ignorante toma un libro, y nada importa, cantan. ¿Y qué cantan?. Bueno, una muestra: " hijo de puta, me mataste la vida", "policía hija de puta, mataste a Miguel Brú". No importa si es bueno o malo. Yo estoy cansado de creer que existe el arte. ¿ Qué es el arte?. Que es lo que llaman arte sino ese circuito exclusivo y frívolo donde nos juntamos; algún taller de escritura en el que nos reunimos a escribir poesía, cuando a la vuelta están matando a tu abuela. Para qué sirve la poesía, los libros escritos. ¿Para qué sirven?. No sirven. Por eso Artaud escribe esa maravillosa frase, desde el sufrimiento que lo desgarra, que lo sacude: " el deber del escritor, del poeta, no es ir a encerrarse cobardemente en un texto... sino al contrario, salir afuera, para sacudir, para atacar a la conciencia pública...
Finalmente, volviendo a la diferencia entre rock y poder, creo yo, que el rock nunca intentó ser revolucionario. Lo creímos en un momento. Había muchas revoluciones para hacer. Yo creo que sigue habiendo una revolución a desarrollar en la pareja, en la vida cotidiana. Si uno no es capaz de alterar su casa, no puede alterar su cuadra. Si uno es un punk y después va al banco a trabajar, la palabra va adelante pero no es acompañada por la acción. Si el verbo no va ligado al hecho, me parece entonces, que todo es una gran decepción, una gran mentira brutal. Y como las palabras se han alejado tanto de la acción, ya el mundo es una cosa que ha quedado acartonada y entonces ahí se unifica todo. Así el rock va en camino de extinguirse, si no se ha extinguido ya. Ojalá nos llevemos una sorpresa. Tal vez la única sorpresa que nos puede ofrecer es que, los chicos de las villas en lugar de tomar una ametralladora, agarren una guitarra. Quizás sea mejor que en lugar de salir a robar, hayan usurpado las guitarras. Los ignorantes saben hablar pero no leer. El lenguaje de la música, al igual que todos los lenguajes criptográficos - llamémoslos sacramentales, que están en poder de pocos - son tremendamente peligrosos y por ello sería bueno que existiese algo así como la imprenta de la música, entonces, de esta manera, se acabaría el poder actual que detentan los grandes monopolios del negocio musical.


- ¿Cómo transformar en acción, en hecho, la metáfora "imprenta de la música" para poder crear un nuevo lenguaje musical?


- Todos tenemos que tocar y cantar. Las computadoras nos van a acercar al poder tocar o cantar. Existen aparatos por medio de los cuales uno puede programar y emitir la voz que quiera. No sé cómo hablaremos de aquí en más, pero la música es el rock, la canción popular, todas las formas de canción popular. Hablo en este caso del rock porque es la forma de la canción hegemónica en el mundo. No hay que olvidar que lo que hacen los sajones, que tienen sistemas de lenguaje poderosos, desde la lengua y la tecnología, ha aportado al enriquecimiento musical, como por ejemplo con el surgimiento de los Beatles, quienes han sido una genial bendición, pero detrás de lo cual viene la escupida salvaje. Es decir, atrás de ellos viene la invasión; ellos depredan. Vienen a depredar nuestro medio interno. No vienen a hacer nada más que llevarse grandes cantidades de dinero con esos brutales megashows. De todas maneras, el rock como poder-verbo, no tiene demostraciones actuales. Las últimas que quedaban, como las de Negú Gorriak y Mano Negra, ya extinguidas, produjeron la muerte de todo un movimiento latino, el cual se perfilaba como un poder y un lenguaje musical alternativo. Espero que interfiera un fenómeno que modifique esta situación. Cuando pierde poder el teatro y la poesía, la leyenda que provenía de ellos se transfiere a la música. Pero ésta posee una estructura que reproduce el esquema del andamiaje, que sostiene el poder. Existe el África corbs, compuesto por el bajista y el baterista, los cuales son productos, no participan; ellos son el África, son el fondo verdadero. Luego se encuentra adelante, avanzando, el Imperio. Viene la guitarra - que es una voz - y finalmente el cantante, que es, digamos, como el cura. No importa lo que diga ni lo que haga. Por otra parte, el público es dictador, quiere que sea todo como ayer. Es ahí cuando éste se convierte en un forrito.


- ¿Cuál es el escenario actual que dota de sentido al rock?


- Hoy en día, es el escenario de la Iglesia Católica, y el mejor escenario del poder mundial. Es la droga más anestesiante que existe en éste momento, porque toda expresión posible de violencia, se halla sedada, tranquilizada y uniformizada. De todas formas, en este momento el rock, no molesta ni a los porteros de Suiza. El arte en general va a tener que plantearse si va a sobrevivir el siglo que viene. El arte es en donde, en realidad, está escondida la palabra "magia transformadora". Si nos damos cuenta que los artistas tenemos el mismo poder que los políticos, bueno, tal vez le transmitimos algo a la gente, y tal vez la gente escuche y obre de alguna forma. La magia también se encuentra oculta en la música: Si los Beatles dijeran "abandonen a sus familias", yo saldría corriendo. Quiero decir que existe un poder oculto en esto de la palabra y la canción. Ahora, nadie lo sabe usar o no pueden usarlo. El poder es una concepción abstracta. Se supone que existió una famosa charla entre Trotsky y un anarquista, en la cual se dijo lo siguiente: Trotsky dijo: "tenemos que decidir qué vamos a hacer con los ferrocarriles", y el anarquista contestó: "pero cómo, si vamos a hacer la revolución, es para que no existan más los trenes". ¿Para qué queremos derrumbar al poder?. ¿Para no hacer nada más?. ¿O alguien va a tener que trabajar?.
Pero hay algo más fuerte: yo creo en la tormenta, creo en la tempestad y también creo en el SIDA. Todo este fenómeno que el hombre ha creado porque le han dado una certera y terrible paliza a la mentira. Me gusta mucho la leyenda de ese hombre que tuvo que hacerse tigre para poder vengarse. Convertirse en algo que mata, en un ser que te va a quitar la vida en nombre de sus hermanos, como la encantadora idea de Santucho. La Mentira mintió tanto que le va a ir mal, y es necesario que así sea. Sí, es necesario.

martes, 15 de julio de 2014

CINE Y VIDA...







Henri Langlois


Le Fantôme (fragmento)

" La modulación del arte requiere del ingenio. Los talentosos siempre resultan problemáticos, lo cual significa que siempre empiezan desde cero, demoliendo las normas tácitamente aceptadas y reconstruyendo un mundo nuevo. El problema de la cinefilia actual es la carencia de perturbadores. No hay mentes convulsas a la vista. Hubo una, pero más que un verdadero alborotador no era más que un bufón de la corte. Fustigó el status quo. Su nombre era Godard. Apenas hemos podido liberar a los "malos estudiantes" Encontraréis estudiantes disfrazados de malvados, pero os será imposible hallar el artículo real, porque un estudiante realmente malvado es sumamente anárquico y destructivo.
Ha de salvarse todo y todo está a la venta. Nunca presupongas que sabes lo que realmente es valioso.
Hay cinéfilos y cinéfagos. Truffaut es un cinéfilo. Un cinéfago -empollón fílmico- se sienta en la primera fila y anota los créditos. Pero si le preguntaras acerca de la calidad de la película, te respondería de forma acerada. Pero ése no es el sentido del cine: amar el cine comporta amar la vida, atisbar a través de la ventana del universo. Es totalmente incompatible con tomar notas. "

sábado, 12 de julio de 2014

EL ARCO DEL TRIUNFO...







Y la ilusión fue creciendo a la par del rendimiento. Y estamos en la final.
Vi la semifinal con dos amigos en un barcito. Y, mientras salíamos envueltos en el fervor de la victoria, recordé cuando salí a la calle después de vencer por penales a Italia en el 90. Tenía 7 años y, al día de hoy, guardo un imagen muy clara de aquel momento.
No tengo mucho para decir más que quiero como loco el campeonato, quiero dejarme arrastrar por ese triunfo...

domingo, 29 de junio de 2014

AL RESCATE...








Mientras el mundial entra en su fase de definición, el país "real" se encuentra en plena confrontación contra los fondos buitres y -todo tiene que ver con todo- se cumple un nuevo aniversario del asesinato de Kosteki y Santillán, los dos muertos claves de la historia reciente de la nación.
No tengo nada para aportar en relación con los buitres (recomendar la lectura  del libro "Cómo funciona el mundo" de Chomsky es lo mejor que puedo hacer) mas que señalar que los cuerpos de Kosteki y Santillán fueron cuerpos que, antes de muertos, ya habían sido atacados por buitres y que, ya sin vida, ya siendo carroña, todos debimos -debemos- ser capaces de devolverles la forma humana, ser capaces de ver cuál es la mejor manera de despejar el cielo del que ellos no formarán parte, pero nosotros y los que vendrán sí. La condena a los responsables materiales de los asesinatos fue un buen comienzo, pero la cosa no se termina ahí.
¿Puede emocionar una dedicatoria? Puede -y seguramente para eso fue hecha- al destinatario de la misma. ¿Y qué pasa con el lector, ese intruso que se interpone (que es invitado a interponerse también) entre dos afectos que se entrelazan en un par de líneas?
Por lo general, no me detengo en las dedicatorias, no me pongo a pensar en quién será esa persona, qué tipo de relación tiene con el autor del texto, o de qué forma lo afectó al escritor en la producción del mismo. Me detengo, sí, en las dedicatorias ingeniosas, como una de Daniel Guebel, que se lo dedica a la persona "que le contó esta historia". Excelente.
Pero hubo una en particular que me emocionó de imprevisto. Y lo que ocurre  de imprevisto es algo que suele ser genuino, no pautado para un sábado a la noche, con tandas publicitarias en el medio, como pasa en ese programa patético que está los sábados a la noche en la tele.
La dedicatoria en cuestión, entonces, la dedicatoria que me puso incómodo leer rodeado de gente en el colectivo, está en la novela "El director" de Gustavo Ferreyra, que compré el año pasado a muy buen precio y que recomiendo fervorosamente a todo el mundo.
Y dice así:  "a Darío Santillán, el que volvió"





domingo, 22 de junio de 2014

MONSTRUOS CONOCIDOS...








No teniendo más nada para comentar acerca de las actuaciones de Argentina en el mundial (no sólo por la pobreza de las actuaciones sino porque la cara de Sabella antes, durante y después de los partidos hacen que uno ya no quiera pensar en más nada) y procurando simplemente saber la fecha y hora del próximo partido, del mismo modo que los presos -en su imposibilidad de ser libres- sólo atinan a tener presente el horario de su próxima comida o de su próxima salida al patio para recibir una visita. Prefiero, entonces, hablar de un muchacho en el que hacía muchos años no pensaba y que no hubiera pensado de no ser porque un amigo -mientras comíamos el viernes pasado por la noche en un bar desolado en Adrogué- lo recordaba.
El que ven ahí arriba se llama Patricio. Pato. Fuimos compañeros de colegio durante toda la primaria y la secundaria. Estando todavía en primaria -tendríamos unos diez años- una vez trajo al aula algunas historias que había escrito. Recuerdo una en la que todos nos reímos -sobre todo el maestro, que dejó de lado su clase para leerlos a todos la historia- con su final hilarante : un ladrón, que había entrado a robar en una casa, era reducido por una vieja que se defendió exitosamente del intruso...con una tuerca!
Ya en el secundario, Pato se nos reveló como lo que era (¿lo que es?): un verdadero monstruo. Nadie tiene registro de él estudiando. Todos, en cambio, tenemos un registro muy preciso de él como un pequeño barrabrava; un pibe que mientras todos nosotros sufríamos los fines de semana tratando de estudiar para los exámenes de lengua o biología, él estaba en la cancha de Temperley, alentando al celeste. No iba con un primo, un tío o algún otro familiar mayor (como lo era en mi caso en cada domingo que iba a la cancha a ver a Lanús). Él no. Si no tenía con quién, iba solo. Y se fundía con la barra. Se peleaba con los hinchas. Corría de la policía. Tiraba piedras los domingos, para luego ir los lunes a rendir y sacarse 10. Un diez que le importaba muy poco, desde ya. Nada le importaba. Su boletín combinaba las notas más altas con la más alta cantidad de amonestaciones (razón por la cual jamás se lo consideró como posibilidad para llevar la bandera en los actos escolares). Desde ya, que eso tampoco le importaba en lo más mínimo.
Para decirlo de una vez: si Pato fue (¿es?) un monstruo fue porque a la edad en que el interés de los varones pasa por hacer de la apatía generalizada frente a todo el único modelo posible de vida -y la masturbación intensa la única fuente de placer- él, en cambio, "entendió" lo que otros -yo por ejemplo- entendieron de muy grandes: que uno no está en el mundo para encajar en los deseos programados por los otros (los padres, las instituciones), sino que el mundo está presente para encajar en nuestros propios deseos. Pato, fue, no tengo dudas, un nietzscheano muy precoz.
Al día de hoy tengo su imagen corriendo por la avenida con un cartel de Mc Donalds, mientras el empleado de la caja salía desesperado a pedirle que lo devuelva. Minutos antes habíamos organizado una guerra de comida contra otro colegio.
Un amigo me contó que una vez -un sábado por la madrugada- lo vio sentado, solo, tomando un vino en un bar de la estación de Temperley, leyendo un libro de Herman Hesse. Mientras que el resto de nosotros, adolescentes, nos juntábamos en un bar "bien" a tomar algo antes de ir al boliche (en ese momento casi no existía "la previa", del mismo modo que casi no se veían celulares, y si se veían eran los movicom-ladrillo), Pato se iba, solo, a los 16 años, a tomar un vino a un bar de borrachos, mientras leía a Herman Hesse.
Las veces que me tocó ir a algún lugar con él, lo padecí. Nunca fuimos amigos -mi sensibilidad estaba más cerca de la de otros compañeros-  pero teníamos los mismos gustos musicales (ahora que lo pienso, no tengo dudas de que alguno de mis cds de los redondos que actualmente di por perdidos quedaron en su casa), por lo que fuimos a varios recitales con algunos compañeros en común.
Recuerdo especialmente la vez que fuimos a ver a Divididos al Luna Park. Pato y el resto de los chicos venían en el tren desde temperley. Yo subí en escalada. Habíamos quedado en el primer vagón. Subo y me encuentro con una imagen tremenda: Pato estaba en cuero (era pleno invierno), tomando fernet de una botella de plástico cortada. Los otros chicos me miraron como diciendo "ya lo conocemos, es así.", mientras que el resto de los pasajeros miraban horrorizados la situación. Para cuando bajamos del subte, él ya estaba borracho, y no tuvo mejor idea que arrancar un cartel mientras gritaba por Divididos. Recuerdo que una señora me dijo: "por estas cosas es que no queremos a la gente del rock". En el momento traté de disculparme con  la señora (con mi educación de siempre) y ensayé algún tipo de justificación por el accionar de mi compañero, algo tan ridículo como  "discúlpelo, tomó mucho".
Otra situación: cuando íbamos a boliches (especialmente cuando íbamos "al eterno" en adrogué), era frecuente el hecho de volvernos 4 en un mismo remís. Pagaba el último -que siempre era yo, claro- y el resto, a medida que llegaban a sus casas, me iban dando algo de plata. Esa noche Pato había tomado mucho -lo cuál no era ninguna sorpresa, porque, mientras nosotros tomábamos como "chicos", él tomaba como "hombre"- y el remisero, durante el viaje, se burló de él. No sé si se burló de algún comentario, no sé si fue que se burló de lo que dijo o de "cómo" lo dijo (Pato era tartamudo, tal vez porque su cerebro funciona a una velocidad mucho mayor que su lengua), pero lo concreto fue que, al momento de bajar, le dio un portazo terrible al auto. El tipo lo insultó de arriba a abajo y nosotros quedamos dentro, tratando de disculparnos por lo que había hecho nuestro compañero por el tiempo que durara el trayecto hasta nuestras casas, pero sabiendo que -fatalmente- el tipo se iba a cobrar revancha con nosotros a la hora de cobrarnos el viaje. Lo odiábamos cuando nos exponía de esa forma, pero sabíamos que no tenía sentido hablarle al respecto. A lo sumo, había que alejarse.
Terminamos el secundario con una fiesta memorable. Copamos la plaza de Temperley armados hasta los dientes de pirotecnia. Esa noche tuve la impresión -poderosísima- de que la ciudad entera (el mundo tal vez) era nuestro.  Una sola noche en mi vida tuve la sensación con la que, tal vez, Pato se iba a dormir todas las noches.
Nunca más lo volví a ver. Estudió para ingeniero agrónomo en la Uba. Cursaba con un amigo mío, por lo que -en los cumpleaños- siempre le pedíamos a mi amigo que nos contara alguna historia nueva de Pato. Todos queríamos saber si había dejado de hacer "locuras". La respuesta: claro que no. Nos contó mi amigo que una vez, siendo Pato ayudante en una materia, había ido a una fiesta y había tomado tanto que perdió la orientación y no sabía cómo volverse a la casa. ¿qué hizo? lejos de desesperarse (si hay una cualidad que tienen los "monstruos" es que no se desesperan en situaciones en las que cualquier otro lo estaría), se fue a dormir a una plaza. Como si fuera un linyera, se fue a dormir a un banco de plaza, para levantarse al otro día e ir a la facultad a dar clases.
Pato se recibió en el 2005 de ingeniero agrónomo con diploma de honor. Fue becado como investigador para ir a estudiar a la universidad de Nebraska. Se casó hace poco con una italiana y. si no me equivoco, actualmente está trabajando en África donde, según parece, está depositado el futuro de la producción de alimentos destinada a cubrir las necesidades de las futuras generaciones de seres humanos.
Pienso en Pato y pienso en Fogwill, es decir, pienso en los locos, o pienso en los monstruos, o pienso en los genios.
Y  no puedo dejar de pensar que la historia de la humanidad -hoy como ayer- se decide en la lucha que libran los locos contra los hijos de puta y que -en esa guerra-  si tuviéramos que renunciar al mandato nietzscheano y optar por alguno de los bandos, todos nosotros preferiríamos quedar en las manos de un puñado de locos (y rogar que esos locos no devengan hijos de puta). No puedo dejar de pensar, también, que los monstruos son entidades inclasificables, que su condición de monstruos implica -justamente- la fuga a toda forma clasificatoria que pretenda capturarlos. Incluso de la forma clasificatoria que acabo de enunciar.
A nosotros, al resto de los mortales, sólo nos queda desarrollar las propias potencialidades sin dejar de disfrutar -en la medida de lo posible- de esos seres singulares que, muy tempranamente, se descubrieron arrojados al mundo, condenados sólo a su propio vitalismo y  sin nada que los amarre a ningún lado.



































30 AÑOS SIN FOUCAULT...



¿Cuál Foucault?

Por Daniel Link para Soy


A treinta años de la muerte prematura de Foucault (uno de los más graves episodios que habrá que asociar siempre con la epidemia de HIV) corresponde preguntarse qué Foucault recordamos.

No me refiero necesariamente a qué fragmento de pensamiento suyo nos aferramos como a una tabla de flotación en un mar enfurecido, porque para eso habría que responder primero qué relación tenía Foucault con el pensamiento, sino a algo más elemental: qué imagen de Foucault sobrevive en nosotros cada vez que pronunciamos su nombre.

Yo, que no me canso de adherir a su credo, he reivindicado, en varias oportunidades, el Foucault cartógrafo, el que traza mapas estratégicos de investigación, de pensamiento, de escritura: que las traza (que los trazó) quiero decir, para mí, indicándome qué cosas podía yo decir y cuáles no, una vez que me puse a usar esos mapas (por ejemplo: puedo decir matrimonio universal, pero nunca, bajo ningún concepto, “igualitario”).

Me gusta, también, el joven Foucault, que manejaba alocadamente un Jaguar convertible beige por las rutas de Uppsala, donde se había instalado en 1955 como lector de francés por recomendación de Georges Dumézil, uno de sus queridos maestros.

Me fascina el Foucault revoltoso, que, vuelto de Túnez, se puso al frente de la reforma universitaria en Vincennes a partir de diciembre de 1968, pese a las reticencias que siempre sostuvo en relación con el mayo francés (“Lo que vi en Francia en 1968-1969 es exactamente lo contrario de lo que me había interesado en Túnez en marzo de 1968”): la invención filósofica, en esos dos años intensos, pasó no sólo por la forma-libro sino también, y sobre todo, por la forma-institución.

Admiro (y me da miedo) el Foucault polemista, el calvo (cabeza rasurada) de mirada maquiavélica y risa burlona capaz de destruir a cualquier adversario sin perder la elegancia, subrayando apenas los errores de argumentación del otro y repitiendo “yo no dije eso”.

Me dejo llevar por las ensoñaciones y los chismes hacia el Foucault carioca (o bahiano), disfrazado de Carmen Miranda y me doy cuenta de que las imágenes de Foucault que voy enhebrando no se corresponden propiamente con una “personalidad” o con un “cáracter”, por supuesto, tampoco con ninguna “identidad”, sino con poses y maneras de relacionarse con el mundo: suturas.

Hay una cicatriz provocada por la ausencia de un personaje (conceptual) amado y uno recurre a la propia memoria, pero también al propio deseo, para sostener ciertas imágenes como una forma de sobrevida austera, liminar, acaso fantasmática, pero con una potencia de futuro similar a la que se deduce de lo que Foucault escribió, de lo que hizo al escribir, de su risa, de su preocupación por el propio presente y el modo de relacionarse con él.

“Mi Foucault” es un rompecabezas mal armado que nunca entregará una imagen definitiva, completa y plana: es más bien un boceto que se pierde en un pliegue corporal. Ése es el Foucault que yo abrazaría, si pudiera. Contra el mandato arrogante del “yo soy y ésta es mi verdad” prefiero el “existo en este cuerpo que no sé qué es, ni a quién pertenece, ni por cuánto tiempo; existo en relación con tales reglas (que no son proposiciones de verdad, sino indicadores de direccionalidad, forma de vida)”.

Se puede pensar el presente y el mundo de cualquier manera, pero no se puede amar el presente y el mundo sino foucaultianamente.