Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
lunes, 16 de julio de 2012
EL NUEVO CINE ARGENTINO...
Los chicos empezamos, hoy, nuestras merecidas vacaciones de invierno. Como mi mamá ya no quiere llevarme a pasear, no tengo más remedio que programar mis propias salidas.
"Depositaron el aguinaldo", me avisa una compañera de trabajo, por lo que puedo darme algún que otro gusto en estas dos semanas.
Pienso en un viaje relámpago a Mar del Plata, en llamar a mis amigos de la ciudad feliz y decirles que nos vamos a ver antes del verano. Pero no. Algo me detiene: mi propio auto. En estas vacaciones de invierno, a los gastos ordinarios en su manutención (patente, cuota, seguro,nafta, lavadero), se suma que debo hacerle el service de los 20.000 km, y que -además- me propuse arreglar el capot y polarizar los vidrios. Estas cuestiones no sólo frustran mi viaje por la imposibilidad de utilizar el auto, sino por el más que exigente desembolso que significa para mi moderado bolsillo.
Por si esto fuera poco, tengo dos finales por delante...así que mis amigos marplatenses deberán esperar.
Mientras las hordas de adolescentes desenfrenados corroen los shoppings con sus garritas afiladas por el consumo, elijo ir al cine Gaumont a ver "Abrir puertas y ventanas".
Salí con un sabor semi-amargo en la boca. La película era muy teatral y -al mismo tiempo-bastante insoportable. No fui engañado; fui a buscar cine minimalista, pero este tipo de cine es como el psicoanálisis: el que no lo produce -pero sí lo consume- algunas veces no termina de entender hasta que punto hay profundidad y hasta que punto hay masturbación mental.
Este tipo de cine puede ser brillante puesto en unas manos -en las de Anahí Berneri en "Por tu culpa" o en las de Lucrecia Martel en "La ciénaga"- o puede ser un producto de dudosa calidad, como es el caso de "Abrir puertas y ventanas".
Desde ya que apoyo este tipo de cine -incluso en sus versiones "dudosas" o no muy logradas- ante el cine de los shoppings, del cual no tengo ningún tipo de duda.
Pero lo cierto es que, si bien me parece algo fundamental en todo arte que el espectador "complete" el sentido de lo que acabada de ver, también es cierto que completar es una cosa y "hacer" es otra.
Digo esto porque va a llegar un día en que el espectador va a ir al cine para sentarse en la butaca a ver una "película" de hora y media que consista en una pantalla en negro, sin imágenes, ni actores, ni texto, ni música ni nada...
Espero que tal cosa no sea catalogada como "nuevo cine argentino"...
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