Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
jueves, 28 de febrero de 2013
FOTO (EN PALABRAS) DE PERFIL...
"Manejar los hilos del deseo de la mujer" (Por Elina Weschsler para Página 12)
El obsesivo se defiende encarnizadamente, con sus síntomas, del dolor del amor. Sufre de deseos que lo obsesionan y tiene terror a esos mismos deseos. Enredado en su jaula narcisista, pretende un control total a partir de su yo; la pretensión ilusoria, forzada e imposible, de controlar y manejar los hilos de la escena deseante de su o de sus mujeres.
No puede perder a ninguna, porque cualquier pérdida lo remite a la castración, a un desfallecimiento de su imagen narcisista. De allí su carácter anal, retentivo, en relación con el objeto. De allí su afán de controlarlo todo, especialmente a su objeto amoroso.
Su pregunta esencial es: ¿estoy vivo o muerto? En la modalidad activa, las grandes hazañas yoicas, las necesarias demostraciones de potencia sexual con las mujeres son un intento de sentirse vivo. Dar prueba de que está vivo en la proeza del sexo. En la modalidad pasiva, "el muerto" gana partida y el enganche a la mujer es sólo burocrático, cuando lo hay.
Tanto en la histeria como en la obsesión el goce inconsciente en juego es de carácter narcisista. Pero mientras en la histeria se expresa en la alienación al deseo del Otro -la histérica está a merced del deseo del otro para colmar imaginariamente su falta- , el obsesivo se retrae, se aísla emocionalmente para defenderse. Padece de su pensamiento. Se acantona en sus rumiaciones. Preso de la idealización de sí mismo, cuando en la vida amorosa debe tomar una decisión se escabulle, anulando la pérdida y la ganancia.
El obsesivo siempre está psíquicamente en lucha para no ser sometido por el padre o sus representantes: el jefe, el suegro, el colega. Curiosamente, tal como puntualiza Freud en "Análisis terminable e interminable", muchos obsesivos terminan siendo sometidos no por hombres sino por sus mujeres.
Como lo importante queda siempre para después, arrastra la sensación penosa de no estar presente en los acontecimientos importantes de su propia vida -el matrimonio, la paternidad- por el aislamiento, la desconexión entre la representación y el afecto, una de sus defensas clave. Perdido en el laberinto de un tiempo muerto donde lo significativo queda siempre para después, reforzando su fantasía de inmortalidad, vive sometido al régimen de la duda, de la exhuberancia retórica, a un mundo cerrado donde no hay lugar, en suma, para las vicisitudes de la dramática amorosa.
Podemos situar al sujeto obsesivo como aquel que en el tránsito edípico se sintió fuertemente amado por la madre, que tuvo estatuto de objeto privilegiado del deseo materno y que no ha renunciado a ser ese falo en la escena actualizada con sus partenaires."
martes, 26 de febrero de 2013
TRABAJAR EN LA DISTANCIA DEL MUNDO...
Salidas de la caverna (fragmento)
Hans Blumenberg (Alemania, 1920-1996)
"Nuestra gran pérdida fue que tuvimos que salir -figurada, metafóricamente- de la caverna, bajo cuya protección (como la de un vientre materno, a lo Sloterdijk) el hombre primitivo pudo dormir tranquilo, conocer una nueva forma de sueño, profundo, cobijado, sereno, que no podía permitirse ningún otro ser vivo, siempre expuesto a perecer fuera. Y sortear la realidad y la muerte a la intemperie, sólo cobijados ya por la virtualidad del pensar ("pensar es trabajar en la distancia al mundo"), del sueño forzado de nuestro pensar, que precisamente porque se extiende infinitamente más que nuestra fisis choca tan de lleno con la muerte. El torrente narrativo es infinito, no tiene ningún final natural: su final, la muerte, es innatural por principio. (Sólo tenemos una vida, pero ¡tantas historias, tantas teorías!). (¿El tiempo de la vida? No tenemos tiempo, sólo un plazo). Para quien ha perdido la esperanza ingenua en la bienaventuranza eterna, se trata sólo de compensar la muerte. Quizá el más grande (el sueño más grande), que resume todos (los sueños sucedáneos del de la caverna), sea el de querer incluir el tiempo del mundo en el tiempo de la vida, sublimando definitivamente éste: "Podemos perecer, pero llevaremos un mundo con nosotros."
domingo, 24 de febrero de 2013
COMPLICARSE LA VIDA...
ENTREVISTA AL ESCRITOR Y PERIODISTA RODOLFO RABANAL
"El que percibe" dice, casi al comienzo, que la mayor parte de la ficción que hoy se escribe está concebida para la televisión. ¿Qué piensa usted?
Sí, es una bravuconada mía. Yo creo que se escribe para dos minutos, para tener presencia un rato. Y no hablo sólo de la Argentina: me refiero también a los españoles, que me tienen hasta acá con sus novelones. Tanto es así que leo sobre todo poesía, que hoy me interesa más que la prosa. Y si la prosa viene de la poesía, mejor todavía. También ocurre que para que haya escritura tiene que haber lectura, un interlocutor válido, un tipo que me complete con su lectura, y eso no es común. Sentía eso mientras escribía. Fijate, pensá en esto como dato: hay una canción de Favio del año '66 en la que habla de una flor, está enamorado, y dice "cada vez que veo a una piba como vos, con un libro debajo del brazo...". Era común ver a una chica con un libro debajo del brazo. Y hoy no. Bueno, esa relación con la literatura está no perimida pero sí diluida, la gente recurre más a lo visual, es más fácil. A eso me refiero. Si yo pudiera hoy escribir para la tele, tendría éxito.
¿Y esa percepción acerca de lo que se escribe hoy no tendrá que ver, también, con cierta fatiga de lectura?
Claro que sí, que hay una fatiga, o puede haberla. Pero esa misma fatiga, ¿es trasladable a los medios visuales? Tal vez no sea yo la medida, porque viví la televisión recién en la adolescencia y nada que ver, había uno o dos canales. No sé qué pensarán los chicos de la televisión, si el hecho narrativo ahí tiene la misma captación que en un género literario, cualquiera sea. Probablemente la narrativa televisiva capte de manera absoluta por la pasividad que implica. Vos estás ahí, viendo: chau. En cambio la literatura es un trabajo, tengo que disponerme a leer. Ahora, para lo otro siempre tengo tiempo, para la literatura no.
Entonces, la escritura que se produce para el mundo de hoy, ¿está dirigida a quién?
¿A quién? ¿A un pibe que ve televisión entre cuatro y seis horas por día o a un tipo que lee cuatro? Esto último no existe, casi. Hay que luchar muchísimo para sostener la existencia de un género literario en estas condiciones, con esta escasez de interlocutores válidos. Lo cual, al mismo tiempo, nos da una libertad enorme. Yo vengo sosteniendo que somos muy libres: como nadie nos da pelota, gracias a esta indiferencia podemos decir lo que queramos. No vale la pena escribir hoy sin la osadía de decir lo que uno quiere. Hay gente que se cuida: yo creo que no hace falta. La literatura hoy te invita a que seas absolutamente vos mismo y tiene todo para hacerlo, porque los controles son mínimos. La democracia consiguió eso: no tener censura política, ni de los gustos, los hábitos y las cosas que se hacen. Lo que te censura es el mercado, y nada más.
Usted ha dicho que después de la publicación, relee sus novelas una vez más y ya no vuelve.
Me deprime, no puedo releer mis libros.
¿Por qué?
Y, es el pasado. Ya no soy ése. Hay una cosa con el tiempo. No soy melancólico en el sentido mórbido, más bien soy reactivo, pero me distingo aspectos que se parecen mucho a la melancolía y rehúso estar ahí. Las relecturas a veces me llevan a un pasado innombrable: ¿Qué hago acá? Hice esto y esto, por qué, dónde estaba, qué disparate... Nunca me juzgo placenteramente. Es medio raro, tengo una relación neurótica para hablar de esto.
Hacia finales de la década del '80 se fue a vivir a París. ¿Siente que la distancia le alteró de algún modo el lenguaje?
No. El lenguaje está muy vivo. Fueron tres años, no es tanto. Me servía el francés para redescubrir ciertos términos castellanos, pero no llegó a haber extrañeza. En esa época frecuenté un poco a Cortázar, que ya había vivido treinta años en Francia, y me decía que tenía algún problema para reponer el español argentino. En las novelas que escribí por aquellos años, "El pasajero" y "En otra parte", hay, eso sí, un intento deliberado por escribir como si el libro fuera una traducción. Como si fuera pensado en inglés y escrito en castellano. Beatriz Sarlo lo notó y lo escribió en su momento en "Punto de vista". Eso es lo increíble de la buena crítica.
Cuando volvió aparecieron los primeros textos de una generación nueva. ¿Le suscita alguna tensión la lectura de esos libros?
Me pasó algo curioso. Al morir Fogwill, yo había estado con él unos días antes en un congreso literario en Montevideo. Se muere y me pongo a releerlo, como para recuperar alguna cosa. Y me doy cuenta de algo: todos los de nuestra generación teníamos un idioma distinto a los idiomas anteriores de la Argentina. La cosa parte de Borges, que crea un idioma. Después nosotros retomamos esa enseñanza y desarmamos ese idioma para hablar de un modo más popular, no en sentido político o populista, sino en términos de habla cotidiana. Nos resultó natural mezclar el habla cotidiana con lo literario. Me parece que incluso mi generación manejó el habla cotidiana de Buenos Aires con más credibilidad que Cortázar. Cuando ahora lo releo, siento que Cortázar anuncia que va a hablar de esta manera. Para nosotros, incluso en las escrituras más trabajadas, ese idioma cotidiano circuló con menos artificiosidad. Es una observación, que todavía no ha sido debidamente verificada.
Hay algo muy generacional en los tonos de la escritura, en la respiración de la prosa...
Desde luego. La generación posterior, que ahora está muy en el candelero, practica una fidelidad muy rígida por cuidar el lenguaje. Como si necesitaran despeinarse un poco. Quizás este es un proceso necesario en ellos, para después llegar a eso. A mí me han acusado siempre de "escribir bien"; pero aun así, en todo caso, yo me siento muy adscripto a esa cosa generacional de narrar de una manera muy porteña y cotidiana, en la ironía, en los tonos, no muy académica. Habría que discutirlo un poco y poner casos.
Hablando de linajes, da la impresión de que en algún momento hizo una suerte de relectura de Borges, Cortázar y los escritores que lo antecedieron. ¿Cómo fue ese periplo?
En algún momento me costaba separarme del influjo borgeano, y tomé una decisión drástica: no leerlo durante años. A los veintisiete años hice un "stop" y dejé de leer a Borges, a Cortázar y a otros autores de peso fuerte. De algún modo me encerré y empecé a leer a los ingleses, a los franceses, a Dante; me metí en eso y me olvidé de aquello que me perturbaba. Había escrito dos novelas cortazarianas que eran una vergüenza, un mamarracho, totalmente copiadas, y tuve que cancelar todo eso. Descubrí a Beckett, que me dio vuelta. Y recién entonces pude volver a leer a Borges, pero ya desde otro lado.
¿Sigue siendo crítico de la juventud actual? Ha dicho que, comparada con la suya, no se involucra en nada.
A veces pienso bien y a veces pienso mal de la juventud. La mía transcurrió en los '60, que fue cuando se inventó la juventud. Y ahora, recordando, la mayor parte de las propuestas revolucionarias fueron ridículas y triviales. Nos queríamos hacer hippies o irnos a Cuba, qué sé yo. Y yo lo que viví, a los veintinueve años, fue el repliegue de todo lo hippie en California, y a la guerra de Vietnam vista "desde adentro". Y ahí vi el esplendor y la decadencia de toda una época. Me fui a los Estados Unidos en 1978. Acá no se podía estar. Ojo, había gente que estaba feliz con los milicos.
¿Sí?
Claro, porque cuando hay dictadura nadie te "afana" nada. Podés llegar tarde a tu casa porque no hay ladrones. Pero la gente no se da cuenta de que tenés que elegir entre ser libre o ser un esclavo asegurado. Y la gente suele elegir ser un esclavo asegurado. Hablá con cualquiera y te va a decir lo mismo: "Yo lo que quiero es seguridad". Obvio, tienen miedo y es genuino ese temor. Pero la pregunta correcta es qué estás dispuesto a dar a cambio de esa seguridad. ¿Llegarías a entregar la libertad? No me cabe la menor duda. Pero, ¿yo qué soy? ¿Sociólogo? No, yo soy novelista. Hablemos de literatura.
De acuerdo. ¿Cómo lo trata la camarilla literaria?
Para empezar, creo que no me dan mucha bolilla. Los escritores no nos tratamos casi entre nosotros. Nunca hay demasiado amor y hay una fuerte competencia. Yo tengo un público pequeño de lectores, pero por suerte tengo eso. No tengo nada más. Ni fama ni cosa que se le parezca. Más bien hago mi carrera de forma silenciosa. Me pierdo muchas cosas porque no voy a congresos, porque para mí no aportan gran cosa. Lo que sí doy son charlas sobre literatura.
¿Y quiénes van?
Pocos jóvenes y muchas señoras mayores.
Lo mismo le pasaba a Rodolfo Fogwill. Siempre se quejaba: "¡Se me llena todo de viejas!".
¿De veras decía eso? Porque es tal cual. Ayer hablé en una charla y había cuatro jóvenes y un montón de gente grande. Había mucha gente de cincuenta y viejas decididas. Decisivas viejas.
Volvamos a la literatura. ¿Para qué sirve?
Para sacarte de los lugares cómodos. Si no, no es. La escritura tiene que ser joven, vital y sobre todo, complicada. No importa que sea coloquial, pero lo que siempre debe hacer un texto es complicarte la vida. Si no te complica la vida, no sirve.
¿Por eso define a la suya como una "estética del sobresalto"?
Exactamente. La literatura tiene que sobresaltarte. Tenés que preguntarte cosas al leer. Saltar, saltar valores. Entrar en otra forma de decir, como sucedía con el carnaval de los años '50.
miércoles, 20 de febrero de 2013
LA SANGRE DERRAMADA..
Del libro "Guerra y paz en el siglo XXI" de Eric Hobsbawm (1917-2012)
"El brusco aumento de la desigualdad, especialmente en las condiciones de desmesurada inestabilidad económica creadas por el mercado libre global en la década de 1990, constituye la raíz de las principales tensiones sociales y políticas del nuevo siglo."
"La difusión de valores e instituciones casi nunca puede materializarse por medio de la imposición súbita de unas fuerzas externas, a menos que en su punto de aplicación se den ya las condiciones capaces de adaptarlas al entorno y hacer que se acepte su introducción. La democracia, los valores occidentales y los derechos humanos no son como algunas importaciones tecnológicas, cuyos beneficios se perciben con inmediata claridad y son susceptibles de ser adoptados sin modificaciones por todos cuantos pueden utilizarlos y permitírselos. Existen muy pocos atajos en la historia."
"La frontera entre los conflictos entre estados y los conflictos en el seno de los estados, es decir, entre guerras civiles y conflictos internacionales, se difuminó un tanto, pues una de las características del siglo XX es que no sólo ha sido un siglo de guerras, sino también de revoluciones y del fin de diferentes imperios. Por otro lado, después de la revolución rusa, la intervención de los estados en la política doméstica de otros estados cuyas decisiones no compartían se convirtió en moneda corriente, cuando menos en aquellas situaciones en las que los riesgos para el agresor eran prácticamente nulo. Y sigue siendo así."
"El mundo parecía reclamar cada vez más soluciones supranacionales a problemas supranacionales o transnacionales, perno no había autoridades globales disponibles con capacidad de tomar decisiones políticas, y menos aún con poder suficiente para llevarlas a la práctica. La globalización se queda corta en el terreno de la política, ya sea nacional o internacional. Las Naciones Unidas no cuentan con una autoridad o poder autónomo y dependen de la decisión colectiva de los estados, por no mencionar que pueden verse bloqueadas por el veto de cualquiera de los cinco grandes. Hasta las organizaciones financieras internacionales del mundo posterior a 1945 -el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial- necesitaban, para poder tomar decisiones eficaces, el patrocinio de las grandes potencias (el denominado "Consenso de Washington"). Los únicos actores reales y eficaces son los estados, y en cuanto a capacidad militar para desarrollar acciones importantes a escala global, en este momento sólo existe uno capaz de llevarlas a cabo: Estados Unidos".
"Evidentemente, la primera economía de consumo de masas se benefició enormemente del ascenso de las ricas sociedades europeas de consumo de masas durante las décadas doradas de 1950 y 1960. Después de todo, Estados Unidos había desarrollado la capacidad productiva, las grandes empresas, las instituciones, el conocimiento práctico e incluso el lenguaje de esas sociedades. Como decía un novelista francés ya en 1930, la publicidad vendía no sólo artículos sino también los adjetivos para calificarlos. Esto, más que el hecho afortunado de que, gracias al imperio británico el inglés se había convertido en una lengua global universal, es la esencia de la hegemonía cultural estadounidense."
"Estados Unidos es una gran potencia nacida de una revolución universalista, por lo que mantiene la creencia de que el resto del mundo debería seguir su ejemplo, o incluso que debería contribuir a liberar el resto del mundo. Pocas cosas hay más peligrosas que un imperio que persigue su propio interés con la creencia de que le está haciendo un favor a la humanidad."
"En la prática, el verdadero peligro del terrorismo no reside en la amenaza real de un anónimo puñado de fanáticos, sino en el miedo irracional que sus actividades provocan, y que tanto los medios como los gobiernos imprudentes espolean, poniendo con ello en riesgo el modo de vida que -se supone- ha de protegerse."
lunes, 18 de febrero de 2013
MITOS NUESTROS...
ENTREVISTA AL ANTROPÓLOGO ALEJANDRO GRIMSON PARA LA NACIÓN
-En el libro escribe que "para modificar ciertos aspectos de nuestra cultura política es necesario desmitificar". ¿En qué rasgos piensa?
-Es necesario que todos los argentinos podamos tomar cierta distancia de aspectos que están encarnados en nuestro sentido común, nuestro lenguaje, nuestra forma de hablar, de interpretar y de actuar para poder entender cuáles de esos aspectos ayudan a construir un país más democrático, justo e igualitario y cuáles son realmente obstáculos, que afectan la calidad del debate público y la lógica del proceso político. Uno de esos rasgos es el coyunturalismo, el hecho de que somos mucho más cortoplacistas que otros países. Desde el punto de vista del Estado, se necesita mucha más planificación y, desde el punto de vista de los debates, hay un ejercicio que les cuesta a todos los que han sido opositores, que es pensar qué harían o qué pensarían si estuvieran en el poder. Entender la peculiaridad de nuestra cultura política nos puede permitir aprender de los otros, sean quienes fueren.
En este proceso de cambiar la cultura política, ¿qué tanto debería venir del Estado y de las elites dirigentes, y qué tanto desde abajo?
-Desde el Estado obviamente hay una capacidad distinta para poder operar algunos cambios; sin embargo, es difícil que eso pueda consolidarse si la conversación más general está planteada en términos dicotómicos. Desplegar una crítica a nuestra cultura política y buscar transformarla debería involucrar a más de un actor político.
-Habla de ciertos "mitos que causan un daño profundo en el tejido social". ¿A cuáles se refiere?
-Los mitos de desprecio, los racistas, los que denostan a los procesos populares sin duda provocan un daño muy profundo. Los argentinos creemos que en el país no hay racismo. Yo creo que muchas personas que discriminan no tienen ni siquiera conciencia del poder discriminatorio de sus palabras. Un ejemplo muy conocido: creer que las personas protestan porque les dan un choripán y una Coca-Cola es algo que las ciencias sociales han demostrado que es falso hace mucho tiempo. Esa creencia sigue muy instalada, e impide que las personas se pregunten acerca de los motivos genuinos que generan una movilización, una huelga. No hay movilizaciones que no tengan una racionalidad, aunque uno no la comparta. La pregunta es cómo se construye la convivencia democrática con mitos que obstaculizan la comprensión de las acciones de otros que participan del escenario democrático.
-¿No hay también un uso estratégico de estos mitos por parte de gobiernos y movimientos políticos? ¿No se fomentan ciertos sentidos sobre algunas personas o momentos históricos?
-Creo que toda la sociedad, los medios, los gobiernos, pueden utilizar lenguajes míticos en distintas situaciones. Y cuando esos actores viven dentro del lenguaje mítico es más lo que dificultan que lo que permiten entender. Uno puede ponerse contento o triste por el resultado de una elección presidencial, por ejemplo, pero lo que no puede es desconocer la racionalidad que lleva a ese resultado. Los que quieran transformarlo en el futuro no van a poder lograrlo si no entienden la lógica que lo generó. Hay una distinción, que en las ciencias sociales es muy fuerte, entre comprender y compartir. Eso es decisivo para una cultura política: poder entender aquello de lo que uno disiente.
-¿Cree que aparecieron mitos en estos diez años de kirchnerismo, o mitos que el kirchnerismo ha actualizado?
-Creo que hay muchos mitos que hoy se discuten. Por ejemplo, el mito que dice que todo lo público está mal gestionado y lo privado está bien gestionado. Lo que no puede hacerse es invertirlo, como a veces sucede, porque hay situaciones distintas en los dos lugares. Por otro lado, muchas de las voces más críticas del Gobierno hablan del relato, como si hubiera uno sólo. Yo creo que hoy en la Argentina hay competencia de relatos. Uno, el más conocido, es el que propone el Gobierno, y hay otros, como el que dice que todo lo que hace este Gobierno es una mise en scène y que ningún funcionario cree nada de lo que dice. Desmitificar implica asumir una complejidad. Mientras en otros países hay una tendencia a los matices en el debate público, nosotros tendemos a simplificarlos.
-El estado de polarización política, ¿no favorece la mitificación?
-Sí, la polarización favorece los mitos porque justamente refuerza un punto que está anudado en nuestra cultura política, que es el binarismo. Para los argentinos es central, pero no en todos los países el debate político se despliega presuponiendo que hay dos posiciones. Puede haber tres o cuatro, pueden no ser tan excluyentes, puede haber más porosidad o menos oposición tajante entre los dos. Creo que la situación de binarismo que estamos atravesando se refuerza con la emocionalidad de la política: los sentimientos están a flor de piel y se torna cada vez más difícil ponerse de acuerdo, incluso en la interpretación de una frase de un dirigente político. Todo parece estar en discusión. El hecho de que la emocionalidad predomine por sobre la argumentación plantea un riesgo.
-¿Qué responsabilidad le adjudica al Gobierno en esto?
-Creo que ha habido situaciones diversas. Quizá con la resolución 125 se planteó una dicotomización campo-Gobierno muy fuerte. Después de las elecciones de 2009, el Gobierno hizo un cambio porque por ese camino no lograba sus objetivos, pero la oposición empezó a tomar protagonismo en la dicotomización. Creo que apropiarse del lenguaje binario fue el error más grande de la oposición, y fue fatal en los resultados electorales de 2011. Percibo que hay un cansancio social con la dicotomización.
-¿Cómo lee las movilizaciones del 13-S y el 8-N? ¿Son reclamos antipolíticos, son movilizaciones políticas?
-En democracia todas las movilizaciones y protestas ciudadanas son parte del escenario democrático. En estos meses ha habido problemas económicos que están vinculados a procesos más generales e internacionales, y también algunos errores políticos que fueron abriendo espacio para que surgiera una crítica más fuerte al Gobierno. Pueden ser críticas de un sector, que puede ser una minoría numerosa, pero hay que entender que las minorías no logran movilizaciones con relevancia en todos los contextos. Las movilizaciones del 13-S y 8-N fueron altamente heterogéneas. Lo más interesante, desde el punto de vista del Gobierno, sería escuchar esa heterogeneidad y ver qué problemas no están en su agenda de ninguna manera y cuáles sí pueden ser atendidos. El escenario de los próximos meses va a ser distinto si el Gobierno busca entender algunos de estos reclamos y dar alguna respuesta o si decide ir a la polarización.
-Una estrategia frecuente del kirchnerismo es negar un hecho político para quitarle realidad a ese hecho. ¿En qué medida cree que eso es lo que sucedió después del 8-N y el paro del 20-N?
-Así como percibo matices en el antikirchnerismo, también existen en el kirchnerismo. Y distintos momentos. Si tomamos el caso de la resolución 125, el trabajo de reconocer los problemas y reclamos se realizó cuando se había cerrado la disputa más abierta, fuertemente binaria, en la cual el Gobierno perdió mucho capital político. ¿Tendrán la misma estrategia esta vez? ¿Dará el mismo resultado? Ciertamente, un antropólogo tiene la deformación profesional de abogar por el reconocimiento del otro, de la diferencia. Pero el mito argentino de la dicotomía como constitutiva de nuestra cultura política ofrece escasos antecedentes donde cualquiera de las dos partes se avenga a reconocer a ese otro. Unos fueron acusados de fascistas, tiranos o dictadores. Los otros, de acomodados y extranjerizantes. ¿Cómo salimos de este laberinto cultural? Ensanchando los espacios donde ciudadanos críticos al gobierno pueden indignarse ante un fallo tan arbitrario como el de Griesa y donde ciudadanos que apoyan al Gobierno pueden indignarse ante el estado del ferrocarril. O todos podemos indignarnos, percibir la injusticia que hay en cualquier negación de un hecho, provenga de poderes políticos, económicos o culturales. Sin doble estándar. Cuando los hechos dejan de ser sagrados en función de la disputa, emerge algo que caracteriza a la sociedad argentina actual: una crisis hermenéutica. Quienes hacemos esfuerzos por saber exactamente cuáles han sido los hechos, encontramos interpretaciones completamente disímiles.
-En el libro describe el mito que dice que los medios construyen la realidad y la audiencia es manipulada por esos mensajes. ¿No ha hecho este gobierno mucho para reinstalar o renovar este mito?
-Efectivamente puede haber políticos que sostengan esto, pero no sé cuánto lo creen o cuánto puede estar vinculado a cierta estrategia. Hay un hecho muy simple: ¿por qué si muchos medios no apoyaron las políticas de este gobierno, igualmente tuvo una buena performance electoral en 2011? La idea de que todos los medios actúan en función de una línea política es adecuada para el siglo XIX, cuando los medios respondían orgánicamente a un partido político, pero la misma lógica de mercado implica que en cualquier medio hay una cierta heterogeneidad, no es infinita, pero existe. Y si se hace el ejercicio sobre los principales canales críticos del Gobierno y oficialistas se encuentran periodistas que tienen matices. Hay que aprender a leer las noticias. No se puede de ninguna manera afirmar que todas las personas que trabajan en un medio de comunicación adhieren a la línea editorial de ese medio, porque es obvio que los periodistas no definen la línea editorial. Eso implicaría pensar que las cosas son muy simples.
domingo, 10 de febrero de 2013
OLOR A OSCAR...
Después de un año en el que la mayoría de mis escapadas al cine fueron para ver películas europeas, este año llevo en mi cuenta una argentina (Tesis sobre un homicidio) y varias candidatas al Oscar. "El lado luminoso de la vida" y "El vuelo", son buenas películas. Cuentan con excelentes actuaciones y un guion prolijo que mantiene el interés en el espectador.
Sin embargo (difícil evitarlo en este tipo de producciones), del mismo modo en que uno no vuelve a su casa sin olor a cigarrillo en la ropa si estuvo en un ambiente cerrado con gente que fuma, tampoco se vuelve a casa sin olor a película norteamericana si se sale del cine de ver una candidata al Oscar. Difícil que una película nominada a tal premio no haya sido hecha con esa intención. "La noche más oscura" es la que mejor disimula tal pretensión y es -justamente por eso- la que más me gustó. Me parece la película más libre de las tres que vi. Todavía tengo pendiente la de dos directores-tanque: Tarantino ("Django sin cadenas") y Spielberg ("Lincoln"). Y una tercera a la que le pongo fichas: "La niña del sur salvaje".
Seguramente todas me van a gustar, aunque no creo que ninguna me impresione tanto como "la noche". Será por su carácter testimonial del hecho inaugural del siglo (el atentado a las torres, desde ya) y del devenir de una década bajo un estado de violencia que fue desarrollándose en forma planificada hasta dar muerte a Bin Laden: un demonio desaparecido en la oscuridad de la noche del mundo.
¿Muerto? el perro, no se acabó la rabia. Lo sabemos antes de entrar a ver la película. Lo sabemos aún más cuando salimos de verla.
Tal vez gane el Oscar. No sé si la palabra es "merecer" en tanto que no sé qué tipo de criterios adornan la ceremonia que hace entrega de la estatuilla, pero -en lo que a mí respecta- se trata de la película que necesitaba ver.
Y yo premio o castigo sin otro criterio más que en base a mis gustos personales, teniendo en cuenta sólo lo que "necesito" ver en un momento determinado...como todo el mundo, no?CRÍTICA A LA ECONOMÍA PURA (PRIMERA ENTREGA)
En su libro "Es la ekonomía, estúpido", publicado
antes de las elecciones de 2011, Maximiliano Montenegro - luego de analizar las
medidas económicas del gobierno de Néstor y del primer gobierno de Cristina-
enumera las que, a su entender, son las grandes falacias de la economía
argentina.
Lo que habría que revisar es cuantas de estas falacias
efectivamente lo son, en el sentido de que hayan sido pronunciadas por los
funcionarios del gobierno como verdades irrefutables. Por ejemplo, la falacia
uno dice: "la pobreza disminuyó ininterrumpidamente en la era K".
Está bien ver si esto es así o no, pero también hay que chequear de dónde salen
los enunciados que se pretenden atacar en su veracidad.
No sea cosa de hacer lo que hace Lanata, cuando
-increíblemente- él mismo se da pie para atacar a un funcionario. Así pasa
cuando lo nombra a Kicillof. Dice, "este chico Kicillof...bueno, ya no es
ningún chico, ya es un boludo importante." Es increíble porque -desde el
gobierno- jamás escuché a nadie referirse a Kicillof en los términos de "chico",
independientemente de que parece mucho más joven de lo que es. Lo de
"chico" surge de Lanata, por eso digo que él mismo se da pie para
luego atacar...
FALACIA 1: "LA POBREZA DISMINUYÓ
ININTERRUMPIDAMENTE EN LA ERA K"
El relato oficial sugiere que la gestión K fue un
proceso ininterrumpido de mejora social. Revirtió los abrumadores niveles de
exclusión de la noche menemista. Y hoy se acerca a los parámetros mínimos de pobreza
y desigualdad de principios de los años setenta, previos a la etapa del ajuste
neoliberal inaugurada por el Rodrigazo y la dictadura.
Es el cuento que narran las cifras del INDEC. Lo
cierto es que en la primer etapa (2003-2006), los indicadores sociales mejoran
notablemente frente a los picos de la crisis gracias a la potente reactivación,
con gran creación de empleo y baja inflación. El gobierno, además, impulsó la
recomposición del poder adquisitivo de los trabajadores -pulverizado por la
devaluación- con decretos de aumento salarial, que motorizaron el mercado
interno, hasta que arrancaron por sí solas las negociaciones paritarias.
En este lapso, la pobreza bajó de un 54 % hasta el
26,9 %
La segunda época es menos virtuosa. Reaparece la
inflación y en especial se dispara el costo de la canasta de alimentos. Salvo
en los índices de Moreno, la franja de trabajadores informales no logran
acompañar el alza de precios, y sólo los asalariados en blanco negocian
aumentos que empardan la inflación. La generación de empleo es más moderada. La
fuga de capitales, el conflicto con el campo, y la crisis internacional golpean
la actividad económica hasta desembocar en la recesión de 2009.
En una tercera etapa, abierta tras las elecciones de
2009, el Gobierno volvió a armar la red de planes de transferencia directa de
dinero a los pobres con el objetivo de revertir el deterioro causado por la
inflación y el estancamiento del empleo. Con el plan Ingreso Social con Trabajo
y la Asignación por Hijo, los programas sociales recuperaron terreno y llegaron
al 4,2 % del gasto público.
Sin embargo, pese a la ampliación del Estado de bienestar
y a la fuerte reactivación, es difícil afirmar que el escenario social de 2010
sea mejor que el de fines de 2006. Con el repunte del consumo, los precios
volvieron a acelerarse y en el caso de los alimentos superaron el 35 %. En
paralelo, no se evidenció una baja relevante del empleo en negro y la ocupación
creció a ritmo muy lento.
El INDEC oculta -como mínimo- casi la mitad de los
pobres en la Argentina: unos 4, 5 millones de personas. El organismo
contabiliza 4,8 millones, mientras que en la estimación académica más cauta son
9,3 millones.
El regreso de la inflación en los últimos cuatro años
le trazó un límite a las mejoras sociales, en una economía que ya no origina
puestos de trabajo como en los primeros años del modelo.
La persistencia de niveles de trabajo en negro
cercanos al 40 % es otra de las causas que explica que convivan baja
desocupación con pobreza elevada. En medio de un proceso inflacionario, ese
núcleo duro de pobreza tiene menos chances de mejorar su situación, porque
corre siempre detrás en la negociación salarial. De ahí que la brecha entre
remuneraciones en negro y en blanco se amplíe aún más en los últimos años.
FALACIA 2: "EL GOBIERNO COBRA MÁS IMPUESTOS A LOS
QUE MÁS GANAN"
Para consolidar un sistema tributario progresivo es
necesario recaudar más impuesto a las Ganancias, el gravamen clásico para
distinguir a aquellos que les va mejor que a otros.
Si la Argentina lograra recaudar 2 puntos del PBI
adicionales en impuesto a las Ganancias a las personas físicas, el Estado
embolsaría $ 28.000 millones extra, suficientes para triplicar la Asignación
por Hijo.
¿Utopía? Sólo significaría acercarse a lo que recaudan
Brasil o Chile de impuesto a las ganancias: 7,7 del PBI y 8,4 respectivamente.
En nuestro país, en cambio, se recaudan 5,4 puntos del PBI: 3,8 sobre empresas
y apenas 1,6 sobre las personas.
Utopía sería acercarse a los sistemas impositivos de
los paises desarrollados. En Estados Unidos ingresan al fisco 13, 5 puntos del
PBI en Ganancias (10,2 sobre personas físicas) y en Europa 13,4 del PBI (10
puntos sobre individuos).
Como contraste del bajo nivel de cobro de ganancias
personales, en Argentina es elevado el peso de los impuestos que gravan el
consumo de bienes y servicios, fundamentalmente el IVA.
La administración K nunca impulsó una reforma
impositiva que dotara de progresividad al sistema. Dicha revisión debería
empezar por eliminar exenciones al impuesto a las ganancias, como la renta
financiera y las ganancias de capital, que hoy casi no se consiguen en el resto
de Latinoamérica.
En el Congreso duermen en los últimos años varios
proyectos para imponer las rentas financieras y las ganancias de capital por la
compra-venta de títulos y acciones. No sería algo revolucionario, ni mucho
menos. Es la norma en Estados Unidos y Europa. Y a esta altura también es regla
en la mayoría de los países de la región.
FALACIA 3: "EL GASTO PÚBLICO PRIVILEGIA A LOS MÁS
POBRES"
La asignación universal por hijo es el programa de
redistribución de ingresos emblemático de la era k. Esa formidable y demorada
medida luce exigua frente al subsidio estatal al consumo de los sectores
acomodados.
En 2010, la AUH implicó un gasto de $ 6.340 millones.
En el mismo año, el Estado erogó más de $ 40.000 millones en subsidios a la
energía, transporte y al sector agroindustrial. Sólo se consideran aquí las
transferencias corrientes a empresas con el objetivo de abaratar tarifas de
luz, gas, combustibles y transporte, y, en teoría, también el precio de los
alimentos.
Una estimación conservadora indica que alrededor de $
16.000 millones se dirigieron a congelar tarifas de familias de clase
media-alta y alta o mejoraron la rentabilidad empresarial; es decir, engordaron
los bolsillos de quienes no lo necesitaban.
Kirchner siempre se guió en este asunto con un
criterio político: temía la reacción que un deshielo tarifario podía ocasionar
en la opinión pública de clase media del área metropolitana.
"Descongelamos tarifas si lográs que no aparezca en tapa de Clarín",
respondía con ironía a funcionarios que le sugerían un esquema de salida. Tal
razonamiento suena absurdo a la luz de la guerra posterior con el Grupo."
FALACIA 4: "SE INTERVINO EL INDEC PARA PAGAR
MENOS A LOS ACREEDORES"
Al subestimar los índices de precios, el INDEC
sobrestima el crecimiento del PBI. Desde el canje de 2005, el Estado liquida
todos los años un premio a bonistas, el llamado "cupón PBI", atado al
crecimiento del año anterior por encima de cierto nivel. Así que al inflar el
crecimiento el INDEC también agranda el monto que cobran los acreedores por
este concepto.
El INDEC no falsea los índices para que el Estado
tenga que pagar menos deuda, sino que -en pleno proceso inflacionario- lo hace
para contabilizar la menor cantidad de pobres y, de esta manera, no perder
rédito político.
FALACIA 5: "LOS JUBILADOS NUNCA ESTUVIERON
MEJOR"
La política previsional de la era K tuvo tres
capítulos sobresalientes. En primer lugar, priorizó una redistribución al
interior del sistema jubilatorio. Durante los primeros cuatro años de la
gestión de Kirchner se optó por recomponer las jubilaciones mínimas -por arriba
de la inflación- financiando esos aumentos con el congelamiento de los haberes
más altos, en particular superiores a 1.000 pesos.
Se "acható la pirámide" de prestaciones,
emparejando los haberes: hoy el 73 % de los jubilados reciben la mínima frente
al 16 % en 2001.
Esta situación disparó una catarata de juicios contra
la ANSES por las dispares liquidaciones efectuadas entre 2002 y 2006. En ese
lapso, a quienes cobraban por encima de la mínima hasta $ 1.000 se les aumentó
sólo 22 % y para los que percibían más de $ 1.000 la mejora fue de apenas el 10
%. En noviembre de 2007, en el famoso caso Badaro, la Corte Suprema dictaminó
en favor de un jubilado con un haber superior a $ 1.000 y ordenó a la ANSES un
reajuste del 88,6 %, al tomar como referencia la evolución salarial durante el
período. El desfasaje que se había acumulado era enorme y la Corte ordenó
compensarlo.
Hasta ahora la estrategia oficial fue el
reconocimiento individual ante cada fallo. Se abonan unas 20.000 sentencias por
año, con un costo anual de $ 3.000 millones.
El segundo capítulo de la política de la ANSES fue la
"universalización". Mediante la llamada moratoria previsional se
facilitó el acceso a una jubilación a los trabajadores en edad de retiro que no
sumaban los años de aportes requeridos por la ley. Aunque fue urticante para
quienes dentro del sistema contributivo perdieron poder adquisitivo durante
estos años, fue una decisión política necesaria en un país en el que, desde
hace dos décadas, 1 de cada 3 asalariados se desempeña en negro, sin obra
social ni aportes previsionales.
En 2005, sólo el 55 % de las personas en edad de
retiro cobraban jubilación, proporción que se elevó al 88 % a fines del 2010.
El tercer capítulo fue la ley de movilidad, aprobada
en octubre de 2008, que estableció que los haberes se actualizarían,
automáticamente, dos veces al año. Fue un paso trascendente en respuesta a los
fallos de la Corte. Los aumentos ya no dependen del anuncio del Gobierno de
turno y se reconoce que la jubilación debe guardar relación con los salarios.
Implica, además, que en adelante ningún gobierno podrá hacer lo mismo que hizo
la propia administración K hasta 2006: congelar una franja de los haberes para
mejorar otros.
Cualquier proyecto para mejorar los ingresos del sector
pasivo sólo sería viable con una reformulación de la recaudación y gastos en el
presupuesto. Entre las alternativas se cuenta una reforma impositiva (como ser
eliminando exenciones al impuesto a las ganancias); reestructurar el gasto
público (por caso, recortando subsidios en energía a sectores medios-altos), o
restituir parcialmente aportes patronales.
Sin embargo, el mayor problema del sistema previsional
es otro. El sistema previsional argentino cuenta con 8,5 millones de aportantes
y paga 5,6 millones de beneficios. Una relación de 1,5 activos por cada
jubilado. Antes de la moratoria la relación era 2,15 por cada pasivo. En los
setenta, la ecuación era 4 a 1.
Mientras tanto, 7 millones de trabajadores
(asalariados y cuentapropistas) no realizan aporte alguno. De persistir los
actuales niveles de empleo en negro la relación empeorará. Y con el tiempo
deberá abrirse inexorablemente otra moratoria para incorporar a la jubilación
mínima a una nueva y nutrida camada de trabajadores en edad de retiro sin aportes
suficientes.
domingo, 3 de febrero de 2013
FINAL DEL JUEGO...
Extraño el Selyrox -ese lugar que se llamaba a sí mismo hotel aunque se podría poner en duda su naturaleza- que me dio alojamiento en playa serena durante dos semanas. Estaba administrado por una familia de tanos que se insultaban mientras yo tomaba el café con leche en la sala de estar. Gritos del tipo "me volvés a tratar así y te parto la cabeza" eran habituales entre los miembros de la familia. Después venía la hija de la tana con la bandeja del desayuno y me atendía muy amablemente a los pocos minutos de haber vaciado su garganta de improperios hacia sus consanguíneos.
En realidad extraño estar allá en la costa. Tener el mar cerca. Estar en la playa con mis primos y hablar con ellos todo lo que no puedo hablar durante el año. Escucharlos y hacerlos reír. Extraño a mis amigos que viven allá: a nico y agustín, que los vi muy poco; a Romina, Germán y Diana, con los que compartí mis primeros días.
Fue realmente especial la primera noche. Nos encontramos en el bar del alfar que nos hizo amigos cuando todavía estábamos en el secundario. Y largamente comimos y bebimos hasta la hora de cierre.
Romina y Germán están viviendo su extraña vida de hippies en el barrio. Diana decía que no toleraba más vivir en Buenos Aires así que estaba pensando en venirse a Mardel. Los tres me miraron para ver si me sumaba al grupo de desertores de la ciudad de la furia. Querían ver si yo podía llegar a tener una intención parecida. Les dije que -en principio- ya no tenía la casa. Que -en caso de tenerla- podría considerar la posibilidad. Me seduce mucho la idea de vivir teniendo el mar cerca. Cuando estoy allá siento una libertad que -creo- excede el hecho de estar de vacaciones. Los días que estoy acá de vacaciones no me siento igual. Me siento encerrado; en cambio sabiendo que el mar está ahí nomás...todo es diferente.
Esa noche, para mí, fue la mejor forma de empezar el verano: nos conocernos hace muchos años y resulta reconfortante encontrar que la química sigue intacta.
Recuerdo especialmente la tarde-noche que fuimos con Diana a fumar a una playa alejada. La luna comenzó a alumbrar la playa mientras nos aleteaba en la cabeza los primeros efectos de la marihuana.
Me imaginé a un tipo caminando sobre el agua hasta llegar al punto en el que el mar se funde con el horizonte, con el cielo. Imaginé que todo era un gran decorado y que el tipo -como en Truman show- abría una puerta y salía del decorado para entrar a la vida real.
También, al caminar sobre la arena -que por efecto de la iluminación de la luna en plena noche se veía verdosa- me sentí caminando en otro planeta.
Diana después se fue a Ecuador. Yo me quedé varios días más. Comencé a visitar seguido la carpa de mis primos. Es interesante ver las diferencias generacionales actuales entre alguien de 20 y alguien de 30. Su generación es una generación que genera subjetividades que me preocupan. Y es que, presos como están de las redes sociales y de los aparatos tecnológicos que las enhebran, no pueden (no saben) estar solos. Se trata de una generación que mayoritariamente se sostiene (que sus individuos se sostienen) con una -para mi gusto- asfixiante presencia del otro (de muchos "otros") que aparece -paradójicamente- como una virtualidad imprescindible.
Me alegra ver que mis primos -a diferencia de algunos de sus amigos- se mueven con un poco más de libertad en relación a este punto.
Las diferencias, en otros planos, aparecían de relieve cuando, por ejemplo, en la puerta de la Bodeguita (uno de los bares que más me gustan de mardel) estaba tomando algo Luis Salinas. "Ese es salinas, le dije a mi primo". Lo miró para después mirarme a mí con total cara de desconcierto.
Sin embargo, dicen que en los cruces está lo más interesante.
De este tipo de cruces es que pienso seguir nutriendo el año que comienza...
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