"AMOR Y REVOLUCIÓN" (Por Martín Kohan para Perfil)
Me repongo, hacia el mediodía, con argumentos sabidos. La traición a la revolución no dice al fin de cuentas otra cosa que la necesidad de una revolución. Reviso con delectación el prólogo que Fermín Rodríguez escribió para el libro de Terry Eagleton sobre marxismo y crítica literaria que acaba de editarse en Paidós, repaso en esas páginas esta conclusión luminosa: el marxismo “no es un proyecto fracasado, es un deseo incumplido”. Pero no dejo de pensar en Kong Dongmei, en su puesto 242, en sus 815 millones.
Que se declare maoísta, es decir partidaria de su abuelo, es tal vez lo que me ofusca; algo en mí preferiría que se sincerara y admitiera que se caga redondamente en Mao. Una defensa que se hizo de ella interpone este alegato: que ella misma no amasó ni un solo centavo de dólar, que ni siquiera se dedica a los negocios, que lo cierto es que se casó con un tal Chen Dongsheng, que es fundador de una casa de subastas y director de una poderosa aseguradora, todo lo cual le permitió forrarse en guita para siempre.
Quiero atenerme a este argumento, pero no lo consigo del todo. Lo menos que cabe esperarse de una revolución cabal es que cambie la manera de enamorarse de la gente.
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