Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
martes, 30 de julio de 2013
FILÓSOFOS EN SU TORMENTA...(SEGUNDA ENTREGA DE BOLSILLO)
D.HUME: Las ideas son representaciones mentales, de modo que a partir de las impresiones se constituyen las ideas simples, y luego, con la asociación de ellas, tenemos las ideas compuestas o complejas. Todas las sensaciones o impresiones e ideas generan en nosotros la creencia de que realmente existe el objeto exterior que las provoca, pero, en realidad, de lo único que podemos estar seguros es de que tengo una sensación o impresión y que eso genera una creencia de que existe realmente una realidad exterior a mí, que me está provocando esta sensación. Sin embargo, el objeto que conozco no es exterior, sino que está en mi conciencia, porque consiste sólo en un entramado de impresiones e ideas. Si yo afirmo que mis impresiones e ideas corresponden a un objeto real es sólo por un acto de creencia.
¿Cómo se diferencia la percepción en acto del recuerdo o de la proyección imaginativa? Precisamente por el nivel de vivacidad y vigor.
Según Hume, todo lo recibimos del mundo que nos rodea, mediado por nuestra capacidad de ser impresionados por los sentidos, que son las ventanas que tenemos al mundo. Todo lo que no podemos comprobar ni verificar no podemos decir que exista.
I. KANT: Considera que los individuos tenemos ya una organización mental de nuestras capacidades de comprensión, que son alimentadas por lo que recibimos de los datos que nos ofrecen los sentidos, pero éstos tienen que configurarse de acuerdo con las condiciones de nuestra forma de conocer. Es verdad, que no conocemos nada sin que los sentidos nos proporcionen datos experimentales. Pero también es cierto que esa información experimental se recibe y se configura de acuerdo con la propia organización de nuestra forma de conocer.
El conocimiento es la mezcla entre lo que dan los sentidos y lo que da nuestra estructura cognoscitiva. Eso es lo que nosotros podemos saber.
La moral está hecha de imperativos, de órdenes . Hay que hacer esto, aquello, y no hay que hacer esto o lo otro. Lo que Kant busca encontrar, como base de la moral, es qué imperativos hay que no tengan condiciones sino que tenemos que hacerlos sí o sí, no porque vayamos a conseguir tal o cual cosa sino porque somos seres humanos racionales que debemos aspirar a vivir con dignidad y respeto. En ese sentido, la educación es el elemento fundamental para la formación de los hombres. Según Kant: "el hombre no llega a ser hombre más que por la educación". En efecto, las luces de una generación dependen de la educación y la educación depende de las luces.
Kant, además, se manifestó en términos de política internacional. Sostuvo la idea de que, para alcanzar un equilibrio entre los diferentes Estados, los países deberían generar una alianza, en la cual cada uno renunciara a una parte de su soberanía para poder vivir en paz y armonía.
HEGEL: El verdadero sueño de la filosofía era explicarnos más o menos todo. Recibimos en forma permanente conocimientos fragmentarios desde distintos ámbitos específicos. Pero, como pueden organizarse, instrumentarse dentro de un gran sistema en el que tendría lugar todo el saber sobre todo el mundo. Ese fue el propósito de Hegel: el de convertir a la filosofía en un saber sustancial, es decir, la base de todos los saberes restantes del mundo.
Desde la conciencia sensible , pasando por la autoconciencia, hasta llegar al saber absoluto, o sea, a la conciencia de que en el propio pensamiento el absoluto se piensa a sí mismo. Somos la instancia del universo donde éste se hace autoconsciente.
Todas las categorías están íntimamente relacionadas entre sí, y el modo dinámico de su relación es lo que Hegel llamó "movimiento dialéctico". Según él, una afirmación o tesis supone siempre su negación o antítesis, y la diferencia entre ambas resulta superada en una síntesis, que a su vez supone su negación y así sucesivamente.
En cada persona concreta, según Hegel, el pensamiento se despliega siguiendo casi los mismos pasos que ha seguido a lo largo de la historia de la humanidad. Estos pasos no configuran un diseño lineal y simplemente progresivo, acumulativo, sino que todo avance se produce mediante conflictos. El movimiento del pensamiento se genera por contradicciones.
A.SCHOPENHAUER: La originalidad de este filósofo radicaba en la demostración de que el principio de razón suficiente, que establece que no hay nada que no tenga una razón de ser, se manifiesta en cuatro formas distintas, irreductibles entre sí. Para ello, reducía todos los aspectos de la realidad a cuatro clases básicas: los objetos empíricos, los conceptos abstractos, los objetos matemáticos y el yo, que es el objeto del autoconocimiento.
El principio de razón suficiente no se aplica de igual manera a estos diferentes fenómenos. Entre los objetos empíricos aparece como explicación causal, entre los conceptos abstractos como deducción lógica, entre los objetos matemáticos como consistencia, y respecto de los hechos del yo como determinación del carácter y motivación.
La función práctica de la razón es la de liberarnos de los males del mundo. Quien se deja llevar por la pasión, por el deseo o por la voluntad está condenado, continuará el ciclo permanente que lleva de sufrir por no tener, o a tener y por lo tanto sufrir por hastiarse de tener. La razón es la que nos puede mostrar las cosas tal como son y al verlas hacernos renunciar a esa voluntad que nos constituye. La voluntad desea querer siempre más y prolongar esta especie de terrible circo de las pasiones y de los enfrentamientos. La razón nos puede revelar la voluntad tal como es y, al verla, hacernos sentir el lógico rechazo y renunciar a participar en ese juego del cual nadie puede salir bien parado.
Considera que sólo oponiéndonos a la voluntad, aboliendo su ímpetu, podríamos suspender el dolor y el mal. La sociedad no puede ser sino un intento de paliar los efectos atroces de la voluntad en marcha. Somos una corriente agitada de pasiones e impulsos. Para escapar de esta maldición hay tres vías. La primera es la contemplación estética. Las otras dos vías son el ascetismo y la compasión. En mayor o menor medida, todas las artes son liberadoras, al permitir el surgimiento de la contemplación desinteresada.
La segunda vía que plantea Schopenhauer consiste en desenamorase de la vida. Porque es la voluntad la que nos hace apegarnos a la vida. En este camino ascético me hago cargo de todo el sufrimiento del mundo, busco activamente el sufrimiento propio y el ajeno, de modo que mi interés por la vida va disminuyendo progresivamente. Se trata de cambiar la voluntad por la no-voluntad, dice Schopenhauer. Es decir, transformar el querer en el no-querer, aniquilando en nosotros todo deseo. Se trata, entonces, del acceso al nirvana. La extinción.
S. KIERKEGAARD: Habla desde su sufrimiento y desde su dolor. No pone por delante una reflexión sobre el universo, sino un testimonio de vida, que es lo que podemos aplicar cualquiera de nosotros, porque todos partimos de nuestra propia experiencia. De hecho, llega a afirmar que todos pasamos por una serie de etapas en nuestro desarrollo, y hay un momento estético en el cual algunos atienden en forma excesiva a la belleza, lo sublime y la representación de lo hermoso. Luego, hay una etapa ética, cuando vivimos preocupados por el deber, por las obligaciones. Finalmente, hay una etapa religiosa, que es donde se busca la salvación, ese rescate frente a la muerte, la perdición y el olvido.
Para él, la fe es una relación personal entre el individuo y el absoluto que lo interpela. Esa relación es resignación y confianza infinitas. Es un salto sobre el abismo de la incertidumbre. Esta interpretación de la fe puso en primer plano al individuo concreto, es decir, singular y sufriente, capaz de asumir su subjetividad como su única verdad, y su relación con Dios como un salto sobre el abismo de la nada. El individuo está siempre expuesto a la nada. Y esa exposición es la angustia misma, que revela su libertad, su responsabilidad y el riesgo ineludible de elegirse a sí mismo a cada paso.
Para Kierkegaard, la exigencia de vivir cristianamente es a la vez irrenunciable e imposible de cumplir. Se trata de un ideal que está demasiado elevado para nuestra naturaleza humana, porque vivir cristianamente significa hacerse como Cristo. Esa tensión entre la deseabilidad de ese ideal y la imposibilidad de conseguirlo va a regir toda la vida de Kierkegaard. Según él, como cristianos, estamos ante Dios, pero ese "ante Dios" desnuda nuestra imperfección. Ante él, todos somos pecadores. De hecho, el pecado no es más que la conciencia de estar ante Dios.
La filosofía existencialista, basada en la existencia del ser humano, en su angustia, en su perplejidad ante la vida, tiene su antecedente clarísimo en Kierkegaard.
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