ENTREVISTA A G. AGAMBEN
El gobierno Monti invoca la crisis y el estado de necesidad,
y parece ser la única salida tanto de la catástrofe financiera como de las
formas indecentes que el poder habia asumido en Italia. ¿ La convocatoria de
Monti era la única salida, o podria, al contrario, servir de pretexto para
imponer una seria limitación a las libertades democráticas?
“Crisis” y “economia” actualmente no son usadas como conceptos, sino como palabras de orden, que sirven para imponer y para hacer que se acepten medidas y restricciones que las personas no tienen ningún motivo para aceptar. ”Crisis” hoy en día significa simplemente “vos debés obedecer!”. Creo que sea evidente para todos que la llamada “crisis” ya dura decenios y nada más es sino el modo normal como funciona el capitalismo en nuestro tiempo. Y se trata de un funcionamiento que nada tiene de racional.
“Crisis” y “economia” actualmente no son usadas como conceptos, sino como palabras de orden, que sirven para imponer y para hacer que se acepten medidas y restricciones que las personas no tienen ningún motivo para aceptar. ”Crisis” hoy en día significa simplemente “vos debés obedecer!”. Creo que sea evidente para todos que la llamada “crisis” ya dura decenios y nada más es sino el modo normal como funciona el capitalismo en nuestro tiempo. Y se trata de un funcionamiento que nada tiene de racional.
Para entender lo que está pasando, es necesario tomar al pie
de la letra la idea de Walter Benjamin, según el cual el capitalismo es,
realmente, una religión, y la más feroz, implacable e irracional religión que
jamás existió, porque no conoce ni redención ni tregua. Ella celebra un culto
ininterrupto cuya liturgia es el trabajo y cuyo objeto es el dinero. Dios no
murió, se tornó Dinero. El Banco – con sus funcionarios grises y especialistas
– asumió el lugar de la Iglesia y de sus sacerdotes y, gobernando el crédito
(incluso el crédito de los Estados, que docilmente abdicaron de su soberania ),
manipula y administra la fe – la escasa, incierta confianza – que nuestro
tiempo todavía trae consigo. Además de eso, al hecho de que el capitalismo sea
hoy una religión, nada lo muestra mejor que el titulo de un gran diario
nacional (italiano) de hace algunos dias atrás: “salvar el euro a cualquier
precio”. Así es, “salvar” es un término religioso, pero ¿qué significa “a
cualquier precio”? ¿Hasta el precio de “sacrificar” vidas humanas? Sólo en una
perspectiva religiosa (o mejor, pseudo-religiosa) pueden ser hechas afirmaciones
tan evidentemente absurdas e inhumanas.
¿La crisis económica que amenaza llevarse consigo parte de
los Estados europeos puede ser vista como condición de crisis de toda la
modernidad?
La crisis atravesada por Europa no es apenas un problema
económico, como les gustaria que fuese vista, sino que es antes de más nada es
una crisis da relación con el pasado. El conocimiento del pasado es el único
camino de acceso al presente. Es buscando comprender al presente que los seres
humanos – por lo menos nosotros, europeos – son obligados a interrogar al
pasado. Yo dije “nosotros, europeos”, pués me parece que, si admitimos que la
palabra “Europa” tenga un sentido, él, como hoy aparece como evidente, no puede
ser ni político, ni religioso y menos todavía económico, sino tal vez consista
en eso, en el hecho de que el hombre europeo – a diferencia, por ejemplo, de
los asiáticos y de los estadounidenses, para quienes la historia y el pasado
tiene un significado completamente diferente – puede tener acceso a su verdad unicamente
a través de una confrontación con el pasado, unicamente haciendo las cuentas
con su historia.
El pasado no es, pués, apenas un patrimonio de bienes y de
tradiciones, de memorias y de saberes, sino también y sobre todo un componente
antropológico esencial del hombre europeo, que sólo puede tener acceso al
presente mirando, de cada vez, a lo que él fue. De ahí nace la relación
especial que los países europeps (Italia, o mejor, Sicilia, sobre
este punto de vista es ejemplar) tiene en relación a sus ciudades, a sus obras
de arte, a su paisaje: no se trata de conservar bienes más o menos preciosos,
mientras sean exteriores y disponibles; se trata, eso si, de la propia realidad
de Europa, de su indisponible supervivencia. En este sentido, al destruír, con
el cemento, con las autopistas y la Alta Velocidad, al paisaje italiano, los
especuladores no nos privam apenas de un bien, sino que destruyen nuestra
propia identidad. La propia expresión “bienes culturales” es engañadora, pués
sugiere que se trata de bienes entre otros bienes, que pueden ser disfrutados
económicamente y tal vez vendidos, como si fuese posible liquidar y poner en
venta a la propia identidad.
Hace muchos años, un filósofo que también era un alto
funcionario de la Europa naciente, Alexandre Kojève, afirmaba que el homo
sapiens habia llegado al fin de su historia y ya no tenía nada frente a si
a no ser dos posibilidades: el acceso a una animalidad pos-histórica (encarnado
por el american way of life) o el esnobismo (encarnado por los japoneses,
que continuaban celebrando sus ceremonias del te, vaciadas, sin embargo, de
cualquier significado historico). Entre una América del Norte
integralmente re-animalizada y un Japón que sólo se mantiene humano al
precio de renunciar a todo contenido histórico, Europa podria ofrecer la
alternativa de una cultura que continua siendo humana y vital, incluso después
del fin de la historia, porque es capaz de confrontarse con su propia historia
en su totalidad y capaz de alcanzar, a partir de esta confrontación, una nueva
vida.
Su obra más conocida, Homo Sacer, pregunta por la relación
entre poder político y vida desnuda, y hace evidentes las dificultades
presentes en los dos términos. ¿Cuál es el punto medio posible entre los dos
polos?
Mis investigaciones demostraron que el poder soberano se
fundamenta, desde su origen, en la separación entre vida desnuda (la vida
biológica, que, en Grecia, encontraba su lugar en la casa) y vida
politicamente calificada (que tenía su lugar en la ciudad). La vida desnuda fue
excluída de la política y, al mismo tiempo, fue incluída y capturada a través
de su exclusión. En este sentido, la vida desnuda es el fundamento negativo del
poder. Tal separación alcanza su forma extrema en la biopolítica moderna, en la
cual el cuidado y la decisión sobre la vida desnuda se torna aquello que está
en juego en la política. Lo que pasó en los estados totalitarios del siglo XX
reside en el hecho de que es el poder (también en la forma de ciencia) que
decide, en último análisis, sobre lo que es una vida humana y sobre lo que ella
no es. Contra eso, se trata de pensar en una política de las formas de vida, a
saber, de una vida que nunca sea separable de su forma, que jamás sea vida
desnuda.
El
malestar, para usar un eufemismo, con que el ser humano común se pone frente al
mundo de la política ¿tiene que ver especificamente con la condición italiana o
es de algún modo inevitable?
Creo que actualmente estamos frente a un fenómeno nuevo que va más allá del desencanto y de la desconfianza recíproca entre los ciudadanos y el poder y tiene que ver con el planeta entero. Lo que está pasando es una transformación radical de las categorias con que estábamos acostumbrados a pensar la política. El nuevo orden del poder mundial se funda sobre un modelo de gobernabilidad que se define como democrático, pero que nada tiene que ver con lo que este término significaba en Atenas. Y que este modelo sea, del punto de vista del poder, más económico y funcional está probado por el hecho de que fue adoptado también por aquellos regímenes que hasta hace pocos años atrás eran dictaduras. Es más simple manipular a la opinión de las personas a través de los medios y de la televisión que tener que imponer en cada oportunidad las propias decisiones con la violencia. Las formas de la política conocidas por nosotros– el Estado nacional, la soberania, la participación democrática, los partidos políticos, el derecho internacional – ya llegaron al fin de su historia. Ellas continúan vivas como formas vacías, pero la política tiene hoy la forma de una “economia”, a saber, de un gobierno de las cosas y de los seres humanos. La tarea que nos espera consiste, por lo tanto, en pensar integralmente, desde el principio al fin, aquello que hasta ahora habíamos definido con la expresión, ya poco clara en si misma, “vida política”.
Creo que actualmente estamos frente a un fenómeno nuevo que va más allá del desencanto y de la desconfianza recíproca entre los ciudadanos y el poder y tiene que ver con el planeta entero. Lo que está pasando es una transformación radical de las categorias con que estábamos acostumbrados a pensar la política. El nuevo orden del poder mundial se funda sobre un modelo de gobernabilidad que se define como democrático, pero que nada tiene que ver con lo que este término significaba en Atenas. Y que este modelo sea, del punto de vista del poder, más económico y funcional está probado por el hecho de que fue adoptado también por aquellos regímenes que hasta hace pocos años atrás eran dictaduras. Es más simple manipular a la opinión de las personas a través de los medios y de la televisión que tener que imponer en cada oportunidad las propias decisiones con la violencia. Las formas de la política conocidas por nosotros– el Estado nacional, la soberania, la participación democrática, los partidos políticos, el derecho internacional – ya llegaron al fin de su historia. Ellas continúan vivas como formas vacías, pero la política tiene hoy la forma de una “economia”, a saber, de un gobierno de las cosas y de los seres humanos. La tarea que nos espera consiste, por lo tanto, en pensar integralmente, desde el principio al fin, aquello que hasta ahora habíamos definido con la expresión, ya poco clara en si misma, “vida política”.
El estado de excepción, que ud. vinculó al concepto de
soberania, hoy en día parece asumir el carácter de normalidad, pero los
ciudadanos quedaron perdidos frente a la incerteza en la cual viven
cotidianamente. ¿Es posoble atenuar esta sensación?
Vivimos hace decenios en un estado de excepción que se tornó
regla, exactamente así como sucede en la economia en que la crisis se tornó la
condición normal. El estado de excepción – que deberia siempre ser limitado en
el tiempo – es, al contrario, el modelo normal de gobierno, y eso precisamente
en los estados que se dicen democráticos. Pocos saben que las normas
introducidas, en materia de seguridad, después del 11 de setiembre (en
Italia ya habían empezado a partir de los años de plomo) son peores de lo que
aquellas que estaban vigentes bajo el facismo. Y los crímenes contra la
humanidad cometidos durante el nazismo fueron posibles exactamente por el hecho
de que Hitler, enseguida después que asumió el poder, proclamó un
estado de excepción que nunca fue revocado. Y con seguridad él no disponía de
las posibilidades de control (datos biométricos, videocámaras, celulares,
tarjetas de crédito) propias de los estados contemporáneos. Se podría afirmar
hoy que el Estado considera a todo ciudadano como un terrorista virtual. Eso no
puede sino empeorar y hacer imposible aquella participación en la política que
deberia definir la democracia. Una ciudad cuyas plazas y cuyas avenidas son
controladas por videocámaras no es más un lugar público: es una prisión.
La gran autoridad que muchos atribuyen a estudiosos que, como
ud., investigan la naturaleza del poder político ¿podrá traernos esperanzas de
que, diciéndolo de forma banal, el futuro será mejor que el presente?
Optimismo y pesimismo no son categorias útiles para pensar. Como escribía Marx en carta a Ruge: ”la situación desesperada de la época en que vivo me llena de esperanza”.
Optimismo y pesimismo no son categorias útiles para pensar. Como escribía Marx en carta a Ruge: ”la situación desesperada de la época en que vivo me llena de esperanza”.
¿Podemos hacerle una pregunta sobre la lectio que ud dió en
Scicli? Hubo quiem leyera la conclusión que se refiere a Piero Guccione como si
fuese un homenaje debido a una amistad enraizada en el tiempo, mientras que
otros vieron en ella una indicación de como salir del jaque mate en el cual el
arte contemporáneo está involucrado.
Se trata de un homenaje a Piero Guccione y a Scicli, pequeña ciudad en que viven algunos de los más importantes pintores vivos. La situación del arte hoy en día es tal vez el lugar ejemplar para comprender la crisis en la relación con el pasado, del que acabamos de hablar. El único lugar en que el pasado puede vivir es el presente, y si el presente no siente más al propio pasado como vivo, el museo y el arte, que de aquel pasado es la figura eminente, se tornan lugares problemáticos. En una sociedad que ya no sabe qué hacer de su pasado, el arte se encuentra apretado entre la Escila del museo y la Caribdis de la mercantilización. Y muchas veces, como pasa en los templos de lo absurdo que son los museos de arte contemporáneo, las dos cosas coinciden.
Se trata de un homenaje a Piero Guccione y a Scicli, pequeña ciudad en que viven algunos de los más importantes pintores vivos. La situación del arte hoy en día es tal vez el lugar ejemplar para comprender la crisis en la relación con el pasado, del que acabamos de hablar. El único lugar en que el pasado puede vivir es el presente, y si el presente no siente más al propio pasado como vivo, el museo y el arte, que de aquel pasado es la figura eminente, se tornan lugares problemáticos. En una sociedad que ya no sabe qué hacer de su pasado, el arte se encuentra apretado entre la Escila del museo y la Caribdis de la mercantilización. Y muchas veces, como pasa en los templos de lo absurdo que son los museos de arte contemporáneo, las dos cosas coinciden.
Duchamp tal vez haya sido el primero a darse cuenta del callejón sin salida en
que el arte se metió. ¿Qué hace Duchamp cuando inventa el ready-made?
Él toma un objeto de uso cualquiera, por ejemplo, un inodoro, e,
introduciéndolo en un museo, lo fuerza a presentarse como obra de arte.
Naturalmente – a no ser el breve instante que dura el efecto del extrañamiento
y de la sorpresa – en realidad nada alcanza aqui la presencia: ni la obra, pués
se trata de un objeto de uso cualquiera, producido industrialmente, ni la
operación artística, porque no hay de ninguna forma una poiesis,
producción – y ni siquiera el artista, porque aquel que firma con un irónico
nombre falso el inodoro no actúa como artista, sino, como filósofo o crítico,
o, de acuerdo a como le gustaba decir a Duchamp, como “alguién que
respira”, un simple ser vivo.
En todo caso, en verdad él no queria producir una obra de
arte, sino desobstruir el caminar del arte, cerrado entre el museo y la
mercantilización. Ustedes saben: lo que de hecho pasó es que una colusión,
infelizmente todavía activa, de hábiles especuladores y de “vivos” transformó
el ready-mad en obra de arte. Y el llamado arte contemporáneo nada más
hace repetir el gesto de Duchamp, llenando con no-obras y performances a
museos, que son meros organismos del mercado, destinados a acelerar la
circulación de mercaderias, que, así como el dinero, ya alcanzaron el estado de
liquidez y quieren todavía valer como obras. Esta es la contradicción del arte
contemporaneo: abolir la obra y al mismo tiempo estipular su precio.
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