domingo, 4 de mayo de 2014

"AHORA NO QUERIDA: ESTOY TENIENDO UN ACV"





"Cuando las palabras se escapan en un lento tartamudeo" (Por Alberto Manguel)


Una semana antes de la Navidad pasada, a la tardecita, me senté frente a mi escritorio para contestar una carta. Pero justo cuando estaba por escribir las primeras palabras, sentí como si se me escaparan, se esfumaran en el aire antes de llegar al papel. Me sorprendí pero no me preocupé. Decidí que estaba muy cansado, y me prometí parar de trabajar después de terminar la nota. Tratando de concentrarme más, intenté formular en mi mente la frase que debía escribir. Sin embargo, aunque sabía la esencia de lo que quería decir, la frase no cobraba forma en mi mente. Las palabras se rebelaban, rechazaban hacer lo que yo les decía; a diferencia de Humpty Dumpty, que le dice a Alicia que cuando se utilizan palabras "la cuestión es cuál de ellas va a ser la jefa, eso es todo", me sentía muy débil para darles a las palabras que me eludían órdenes que ellas estuvieran obligadas a seguir. Por último, después de mucho esfuerzo mental, me arreglé, dolorosamente, para hilvanar unas pocas palabras y ponerlas más o menos coherentemente en la página. Sentí como si hubiera estado hurgando en una sopa de letras, en busca de las palabras que necesitaba pero, apenas hundía mi cuchara para atrapar unas pocas, se disolvieran en fragmentos sin sentido. Volví a casa y traté  de decirle a mi compañero que algo andaba mal, pero descubrí que era incapaz de pronunciar las palabras, como no fuera en forma de un doloroso y lento tartamudeo. El llamó a una ambulancia y una hora más tarde yo estaba en la guardia de emergencias, atendido por una embolia cerebral.
Acostado en el sanatorio, dejando que me escanearan el cerebro en máquinas como ataúdes, reflexioné acerca del hecho de que nuestra época le ha permitido a nuestra curiosidad aquello que los teólogos medievales creían imposible excepto para Dios: la observación de nuestro observar, trazar gráficos de nuestro propio pensamiento, disfrutar del privilegio de ser ambos, público y actores de nuestros actos mentales: sostener, por decirlo así, nuestra alma en nuestras manos.
Ahora, después de mi embolia, trato de seguir mi pensamiento mientras escribo, para ser consciente del trayecto que recorren mis pensamientos antes de convertirse en palabras sobre la pagina. Trato, pero todo es demasiado rápido. Mis pensamientos superan mi inteligencia.
 

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