lunes, 24 de mayo de 2021

QUERÍAMOS TANTO A ARNOLD...

 



En este fin de semana largo sin calles, ni deporte, ni sol, vuelvo a ver después de mucho tiempo Terminator 2. La película cumple 30 años de su estreno. La vuelvo a ver no tanto como vía de escape de esta realidad (hacia mi infancia, en que apareció esa película) sino para confirmar que, efectivamente, Arnold viaja desde el 2029 hacia los noventa y, al relatar a John Connor el periplo que atravesó la humanidad en ese lapso, en ningún momento habla de una gran peste que comenzaría a fines de 2019!

Si Terminator ( 1 y 2) representaron lo que representaron, no fue solo por lo fascinante de la historia, ni por la presencia imponente de Arnold, sino también porque, entre tiros, explosiones, persecuciones y viajes en el tiempo, la película encerraba un gran drama: el de pensar la idea de la paternidad en un mundo a punto de llegar a su fin. No vi el resto de la saga; no necesito verlas para intuir que son puro desperdicio; dejando de lado el obvio afán de lucro, ninguna de ellas creo que haya sido capaz de conservar ese aura dramática.
Ahora que lo pienso, todas las que considero grandes películas (taquilleras o no, y ya sea que se cataloguen a nivel industrial como "dama", "suspenso", "ciencia ficción" o incluso "comedias") tienen -de forma más o menos perceptible- un aura dramática que las constituye y les da su potencia y -en consecuencia- es lo que constituye la condición de posibilidad para permanecer en la memoria de los espectadores a través del tiempo.
La música juega otro papel clave. No me gusta, en general, la música en el cine. Pero cuando funciona, funciona sobremanera.
Recuerdo, viendo "Foxcatcher", haber entendido que, sin música -y sin el recurso de la cámara lenta- el director de la película no podría lograr que el espectador piense lo que está viendo en el mismo momento en que lo está viendo; por lo general uno suele pensar la película (si es que la vale la pena pensarla) cuando la terminó de ver; no durante.
Podemos decir entonces que, así como en la oración el adjetivo que no da vida mata, en el cine la música que no da vida también mata; pero la que da vida da mucha vida.
La leyenda de Terminator, entonces, le debe mucho a su banda sonora.
También veo un corto actual, "Dos perfectos desconocidos" que, a pesar del tono pedagógico sobre el final, me gustó mucho. Pero esa es otra historia.

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