sábado, 22 de mayo de 2021

TODOS LOS FUEGOS, EL FUEGO...

 



"En mi opinión de neoyorkina aterrorizada y entristecida, Estados Unidos de América nunca ha parecido estar más lejos del reconocimiento de la realidad que ahora que ha tenido que hacer frente a la monstruosa dosis de realidad del martes 11 de Septiembre. Resulta pasmoso y deprimente constatar el trecho que separa, por una parte, lo que sucedió ese día y lo que deberíamos comprender de todo ello, y por otra, el puro engaño y la estupidez autocomplaciente que transmitían a bombo y platillo prácticamente todas las personalidades públicas de la clase dirigente estadounidense y sus comentaristas televisivos. Las voces autorizadas a exponer el seguimiento de los acontecimientos parecen haberse unido en una campaña dirigida a tratar al público como si fuéramos niños. ¿Quién de todos ellos ha admitido que no se trataba de una agresión "cobarde" contra "la civilización" o contra "la libertad", "la humanidad" o el "mundo libre", sino un ataque contra Estados Unidos, la autoproclamada superpotencia mundial, un ataque que es la consecuencia de las acciones e intereses específicos estadounidenses? ¿Cuántos norteamericanos saben que aún continúan los bombardeos norteamericanos contra Irak? Y, ya que hablamos de "cobardes", ¿no habría que aplicar este calificativo  a los que matan desde lejos, desde el cielo, fuera del alcance de posibles represalias, en vez de tildar así a quienes están dispuestos a sacrificar su propia vida para matar a otras personas? Hablando de valor -una virtud moralmente neutra-  algo que se puede afirmar sobre quienes perpetraron la matanza del pasado martes es que  no eran cobardes precisamente.

Cueste lo que cueste, los dirigentes estadounidenses se empeñan en hacernos creer que no pasa nada, que todo va bien. Estados Unidos no tiene miedo. Nada quebranta nuestra resolución. "Esos" serán cazados y castigados (quienes quiera que puedan ser). Tenemos un presidente-robot que nos asegura que la patria siempre ha tenido la cabeza bien alta. Muchas personalidades públicas de todo tipo y condición, opuestas con vehemencia a la política exterior de este gobierno, no tienen reparos en decir y repetir lo mismo una y otra vez: "respaldamos todos unidos al presidente Bush". Nos han asegurado que todo marchaba bien, o casi, incluso durante un día marcado por el sello de la infamia, incluso aunque Norteamérica estuviera ya metida en guerra.  Pero no todo marcha bien. Y esto no es Pearl Harbor. Va a ser necesaria mucha reflexión sobre el fallo colosal de los servicios secretos estadounidenses, sobre las opciones posibles que se barajan para la política exterior de la nación, en concreto en Oriente Próximo, y sobre lo que se considera  un programa inteligente de defensa militar.

La unanimidad de la retórica moralizante emitida sin límites por los dirigentes y por los medios de comunicación estadounidenses en los últimos días para enmascarar la realidad no es digna de una democracia madura.

La psicoterapia ha sustituido a la política, en este caso a la política de una democracia (que implica desacuerdos y anima a la sinceridad). De acuerdo, suframos juntos. Pero no hagamos el estúpido todos juntos. Un poco de conciencia histórica puede ayudarnos a entender qué es exactamente lo que ha sucedido y qué más podría suceder.

"La nuestra es una nación fuerte", nos repiten sin cesar. A mí eso no me consuela mucho, la verdad. ¿Quién puede dudar de que Estados Unidos es un país fuerte? Lo que ocurre es que no debería conformarse con ser sólo eso"


SUSAN SONTAG (LE MONDE, 17/9/01). "EL MUNDO DESPUÉS DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2001"

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