Ignacio Solares
El sitio (fragmento)"Esa noche la velamos y al día siguiente la envolvimos en una sábana y la echamos a la calle por la ventana, ante las protestas de la hija, quien no dejó de gritar. ¿Qué otra cosa podíamos hacer? Le dije que era como si lanzáramos a su madre al mar, pero quién podía comparar el horror que había ahí abajo con el mar, la verdad.
Los vecinos finalmente se pusieron de acuerdo y por la mañana empezaron a llevarnos al departamento la comida que les quedaba. La tía tomó muy en serio su papel de organizadora y -ayudada por el muchacho del cuatro- preparó la sala para recibirlos. A falta de aspiradora, barrió la alfombra con una escoba que sumergía, de tanto en tanto, en una cubeta con agua; sacudió el polvo, guardó los adornos de la mesa de centro y arrimó los sofás y los sillones a la pared. En un viejo cuaderno cuadriculado hizo el inventario. En realidad, toda esa movilización alteró muy positivamente el letargo ansioso en que había caído -vagaba por el departamento como sonámbula, sin encontrar ocupación que la retuviera, mirando siempre de refilón hacia la ventana-; ahora en cambio se puso a organizar raciones que supuestamente darían de comer a todos, incluyendo a las sirvientas, dos de las cuales terminaron durmiendo en los sillones de nuestra sala.
Estrujaba el corazón ver la pequeña fila desatinada y delirante de vecinos entregando sus bolsas con comestibles, quizás en verdad lo último que les quedaba. "
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