No es una joya, pero tampoco está mal la serie. Me hubiera gustado ver más tiempo dedicado a la trama legal de la tragedia, al desarrollo de los argumentos -morales y jurídicos- que entran en colisión, y al de las diferentes miradas respecto de las responsabilidades puestas en tela de juicio, y menos tiempos al antes y después de la historia de los chicos protagonistas. El criterio artístico de dónde poner el foco terminó generando el efecto contrario al deseado: cierta indiferencia ante ese sufrimiento infinito, y es que tanto acercamiento nos termina alejando un poco. Lo más logrado es, entonces, el núcleo del disturbio: la noche fatídica del incendio, que justifica ampliamente la serie. No me termina de cerrar el argumento de que "no se puede hacer rédito económico de una tragedia", porque, si es por eso, no se podría hacer ningún trabajo intelectual o artístico que explique cómo fue que llegamos a tener el gobierno que tenemos hoy; un trabajo es un trabajo, y si además se nota cierta contracción a la tarea, y contribuye con algún color a la escueta paleta de colores de la actual conversación pública, más justificado entonces el hecho de que haya una contribución económica a cambio.