domingo, 19 de marzo de 2017

UNA SOLA PALABRA...


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Voy a ver "La terquedad" de Rafael Spregelburd. Una pequeña joya de 3 horas que muestra lo que pasa en una casa, en una hora, desde perspectivas diferentes.
La historia transcurre en el marco de la guerra civil española. Un comisario (Spregelburd) cree haber descubierto una nueva lengua, que terminarà con las diferencias interpretativas entre los distintos idiomas, para que todos los hombres puedan "entenderse" cuando se comunican: el remedio para el alma que la ciencia, tan preocupada por el cuerpo, no pudo conseguir.
Rescato el siguiente fragmento de una entrevista...
Hablaste del poder, ¿cómo se liga el poder con el arte?
El poder se infiltra por todas las grietas. En el arte y en todo lo que gustes pensar. Es imposible sustraerse de él. Las cosas que hacemos o dejamos de hacer son negociaciones para poder movernos hacia adelante, para poder sobrevivir, incluso a la sombra de los poderes que uno critica. Hay una actitud abusivamente cómoda en el arte: la de denunciar al poder. En muchas compañías teatrales se terminan verificando reproducciones calcadas de ese poder que critican. Lo ves en sus propios métodos de trabajo: montan obras para denunciar lo malo que es el dinero y manejan el dinero como el peor de los capitalistas en una fábrica de hamburguesas. A mí no me conforma la denuncia del poder, decir «el poder es malo», no hacemos nada con eso. ¿Leíste a Žižek? Reescribe a Hegel, y sobre todo a Lacan, a quien re-presenta de manera muy divertida, muy accesible. Reflexiones y haikus sobre qué les hace el poder a las personas, cómo modifica todos sus entornos. Hay compañías que denuncian al Capital en las que los directores, luego, aplican diferencias de clase entre actores protagónicos y secundarios en su forma de pagar, o de elegir los proyectos. Sí, claro, hay historias que reclaman un personaje central y después hay dos o tres salames que vienen a sostener una situación para el personaje protagónico. Imagino que son modos de narrar nacidos a la sombra de otras situaciones sociológicas, o por lo menos, no son obras que quieran desmantelar el funcionamiento oscurantista del Capital. Pero si uno necesita, por lo que fuere ‒por compromiso con su época o por voluntad de señalar al monstruo de mil caras‒, sostener una alternativa al funcionamiento nefasto del Poder con mayúsculas, entonces conviene evitar esas obras con esa estructura, digamos, monárquica, con reyes y servidores.



http://elgranotro.com.ar/index.php/al-divan-con-rafael-spregelburd/










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