miércoles, 10 de mayo de 2017

PEQUEÑOS TIRANOS...


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Le pregunto a mi sobrino si quiere ir al cine. Me mira sin saber muy bien qué decir, entonces le aclaro que ahì se pueden ver dibujitos en una pantalla màs grande. 
El domingo nos encuentra, entonces, refugiàndonos de la lluvia en el shopping. Las opciones iniciales eran dos: o los pitufos o un jefe en pañales. Como llegamos tarde a la primera, vamos a la segunda. El primer comentario del pequeño, apenas empezada la funciòn, me dejò perplejo: "es para bebès tìo! Yo no soy un bebè. Para la media hora de la pelìcula, lo que siguiò no fue un comentario, sino una exigencia: "me quiero ir".
Mientras nos encaminábamos hacia la salida, pensaba que la pròxima lo llevo a ver una de Tarantino, a ver què tan hombrecito es.
Eso sì, no perdiò la oportunidad de ir corriendo a la jugueterìa y exigirme con gestos ampulosos que le compre un dinosaurio gigante (son su debilidad junto con los trencitos).
Al ver el precio del bicho, uno entiende perfectamente porquè se extinguieron.
"¿No me vas a comprar nada, tìo? me increpò con aires de indignaciòn. Le faltò agregar: "encima que me banco que me lleves a ver esa porquerìa!
Azorado por el chantaje moral del infante, decidì comprarle dos pequeños tiranosaurios en lugar del gigante, no sòlo porque toda exigencia tiene un lìmite, sino tambièn por una cuestiòn epocal: el medio aguinaldo se cobra en julio.
Al dejarlo de vuelta en su casa tuve suerte de que mi hermano no me preguntara cuàndo ibamos a repetir la salida al cine, dado que empieza la "temporada baja" de plazas.
Lo hubiera mirado con la misma cara de incomprensiòn que puso mi sobrino cuando le propuse ir a ese lugar que èl desconocìa y que, al juzgar por su primer experiencia, hubiera deseado seguir desconociendo por un tiempo.

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