martes, 24 de diciembre de 2019

NI MONSTRUOS NI ANIMALES...

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Hablar de "violación en manada" (en lugar de violación grupal) resulta tan contraproducente como llamar "monstruos" a los militares. Poner a ese que hace algo aberrante en un lugar de exterioridad a lo social (o es un animal o es un monstruo) no ayuda, justamente, a hacer lo que resulta tan imperioso: pensar cuáles son las condiciones de posibilidad en una sociedad para que lo aberrante suceda.
En su libro "Panfleto, erótica y feminismo" María Moreno nos propone (a través de Rita Segato) pensar en la existencia de un mandato de violación: "la violación no sería ni una patología ni un pasaje al acto de la dominación masculina sino, más allá de los períodos históricos y las sociedades que no la consideraron un delito sino parte de rituales colectivos reglados y ordenados en determinadas circunstancias, un elemento fundamental para la reproducción de la economía simbólica patriarcal.
En el fantasma de la violación es fundamental la presencia imaginaria o real del otro hombre o los otros hombres en calidad de testigos de una suerte de demostración de virilidad.
En rigor de verdad, no se trata de que el hombre puede violar, sino de una inversión de esta hipótesis: debe violar, si no por las vías del hecho, sí al menos de manera alegórica, metafórica o en la fantasía.
El violador no actúa porque tiene poder, sino porque debe obtenerlo."

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