sábado, 18 de junio de 2011

ENFRENTAR LA DIVINIDAD...





Karl Jaspers
Los grandes filósofos (fragmento)

"Realidad fundamental de esa vida era la conversación socrática. Discutía Sócrates con artesanos, hombres de Estado, artistas, sofistas, hetairas. Como tantos atenienses, pasaba el día en la calle, en el gimnasio, en banquetes. Y su vida es una continua conversación con todo el mundo. Pero esta conversación posee un rasgo novedoso, totalmente desconocido para los atenienses: es conversación que sacude en lo más profundo el alma de sus interlocutores, desasosiega y avasalla. Desde siempre la conversación había sido la forma de vida del ateniense libre; ahora, como instrumento del filosofar socrático se transforma en algo diferente. Es, por naturaleza, necesaria para la verdad misma, que sólo en la comunicación de hombre a hombre se hace patente. Para estar en claro, él, Sócrates, tenía necesidad de los hombres; y estaba convencido de que ellos necesitaban, a su vez, de él. Sobre todo los jóvenes. Su propósito era educar. Para Sócrates la educación no es un quehacer incidental operado por el que sabe en aquel que no sabe, sino el ámbito donde los hombres a través del mutuo contacto llegan a sí mismos al revelárseles lo verdadero. Al pretender ayudar a los jóvenes, ellos, por su parte, lo ayudaban a él. Esto acontece del modo siguiente: descubriendo las dificultades de lo aparentemente evidente, desconcertando, forzando a pensar y enseñando a buscar, interrogando siempre y no eludiendo la respuesta, todo ello en función de la idea fundamental de que la verdad es aquello que une a los hombres. De esta realidad fundamental se desarrolló después de la muerte de Sócrates el diálogo en prosa como género literario, cuyo máximo exponente fue Platón. Sócrates no se vuelve, como más tarde Platón, contra el movimiento sofístico en su conjunto. No funda ningún partido, no hace propaganda ni formula alegatos justificativos, no crea ningún instituto educativo. No propone ningún programa de reforma del Estado, ni enseña ningún sistema del saber. No se dirige a ningún auditorio, ni al pueblo reunido en asamblea. Dice en la Apología: “Yo siempre me dirijo solamente al individuo”; y funda su actitud, en ese pasaje, irónicamente, argumentando que quien enfrenta abiertamente a la masa corre peligro de perder la vida, razón por la cual el que quiera defender lo justo pero vivir siquiera corto tiempo tiene que limitarse a tratar con individuos. Podemos tomar esto en un sentido más amplio: La no-verdad del estado de cosas existente, trátese de un régimen aristocrático, democrático o despótico, no puede ser eliminada por grandes acciones políticas. Cualquier mejoramiento presupone que el individuo se eduque, educándose a sí propio, que se despierte a su efectiva realidad la substancia aún oculta del hombre, y por ello por la vía del conocimiento que es, a la vez, obrar interior, por la vía del saber que es, al mismo tiempo, virtud. Llegar a ser un hombre virtuoso es llegar a ser un buen ciudadano. Por consiguiente todo depende del individuo en cuanto individuo, al margen del éxito y de la influencia que pudiera tener en el Estado. La independencia de quien es dueño de sí (eukrateia) , la libertad verdadera que nace de la comprensión intelectiva, es el suelo último donde el hombre se enfrenta con la divinidad."

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