Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
miércoles, 20 de junio de 2012
FIEBRE DE DOMINGO POR LA NOCHE...
Por
Esteban Schmidt para Rolling Stone
Habría que verlo muchas veces para comentarlo. No. La verdad
que no. Jorge Lanata hace el mismo programa de televisión desde los años 90,
con cambios superficiales de staff y decorado, pero con la misma idea de que la
única oportunidad que tiene de abrirse paso -lo que sea que esto represente
para él- es pactar con creencias sencillas de los ciudadanos e injuriar a los
seres despreciables que habitan en el centro del mundo de la fantasía que crea
y recrea: los políticos.
En la primera emisión, la lija le tocó a Amado Boudou, cuyo
torpe y reciente desempeño público le dejó servido el periodismo inmobiliario,
el género con el que más afina y que le permite clavarle una sonda al corazón
resentido del argentino que, al ver cómo vive un político, las piscinas y
soláriums de sus torres, puede desatar una guerra íntima que lo enfrente
radicalmente al representante que pelea el voto arriesgando prestigio, libertad
y salud, y lo asocie románticamente con su payaso libertador, el showman
periodístico.
Si el periodismo está hecho de urgencia, irresponsabilidad y
pálpito, Lanata lo vuelve disciplina olímpica. A los pocos minutos de emisión,
concluye que el vicepresidente sencillamente "es un boludo", como si
hablara solo en el mingitorio de una YPF. Un plato, la verdad. Pero pasa, pasa:
a menor autoestima de una audiencia, mayor es el éxito del bufón. Prueben con
amigos idiotas, mírenlos reír.
En Periodismo para todos, Lanata monologa, actúa,
agravia, pregunta y, por supuesto, ironiza, y todo lo hace mal, pero mucho y
mucho tiempo, y eso es lo que lo hace famoso, la insistencia. Nótese que todo
el set de comunicadores nacidos y criados en el pantanal de la década del 90 y
a la sombra del gigantismo torácico de Lanata (Tenenbaum, Zlotogwiazda,
Montenegro, Sietecase) cree que siempre debe ironizar en secuencia con momentos
informativos y moralistas, y tutear, por supuesto, a los televidentes, y decir
"impresionante, oh, qué impresionante", para enlazar el obvio
malestar social permanente (nadie cree ser feliz). Pero así y todo, aun siendo
imitadores, preguntan mejor, o son más sutiles, o tienen más información. Al
hacerlo peor que todos, Lanata, paradojalmente, corona de amarillo un diario,
hacer stand-up en el Maipo, regalar tierra de Anillaco en una revista, hablar
de lo que no se sabe con impunidad, se sostuvo siempre por la hipnosis del vivo
directo, el carisma de su antropomorfia (candidato para el circo ambulante), y ahora,
en PPT, por el equipo de reidores rentados que subrayan el fin de cada noti-gag.
Lanata aporta desde la tele, desde la oposición, simetría al histrionismo
constante de la presidenta Cristina Kirchner, a su belicosidad injusta con
cuatros de copas de la prensa; el Gordo fusila a los que le llevan la
valija a los ministros y se vale de lo que hay y, llegado el caso (que llega
pronto), de lo que no hay, para concluir que alguien es un chorro o un boludo,
o un chorro y un boludo. Es cierto que Lanata no tiene la obligación de ayudar
a que la Argentina sea un lugar más vivible, o a mejorar las condiciones o los
niveles de la conversación pública, pero tampoco está obligado a usar la
inmensa oportunidad que tiene de llegar a muchos sólo para extender el dominio
de sus prejuicios.
No puede Lanata, se vio el primer domingo -y se verá todos
los que queden-, hacer periodismo sin hacer, al mismo tiempo, humor, en ese
estilo burlón, kirchnerista; pero no puede hacer solamente humor político y
llevarlo lejos y alto, porque entonces se perdería de moralizar y predicar, su
droga, su paliativo neurótico. Uno de sus mandamientos duros es: "No
cambiarás tu punto de vista". Así, criminalizó el domingo 15 a uno de sus
mejores contemporáneos, Víc tor Hugo Morales, con un archivo que prueba su
cambio en la valoración de los Kirchner. No importa la profundidad del cambio,
sino el crimen de haber dicho A en su momento y B en otro, comportamiento que
es síntoma de salud mental y vitalidad cultural.
Para el relax, ahhh, cuando ya no hay broma, cuando ya no
hay mano en la lata ni contradicciones, llega el reportaje profundo sobre sensaciones
-esta vez, con Mario Pergolini-, uno de los géneros más estimados, más
distinguidos, porque parece que, mientras se lo practica, se está haciendo algo
grave y profundamente lírico, pero que, sin embargo, está hecho para el puro
regocijo del entrevistador que saca chapa ante las masas de hacer preguntas
humanas, comprometidas, sobre los múltiples pliegues del alma del entrevistado
famoso -"tu padre, por qué nunca hablás de tu padre"-, que a cambio
de la gauchada, de prestarse, libera carga atragantada y sale limpio y santo
ante la multitud de la tele. Es puro como si. No se concreta la verdad en
tamaña intimidad en HD, sino todo lo contrario, los mitos se fortifican. Nos
vamos a la pausa conservadores y con nada nuevo en el bolso.
La política es cruel, con crecimiento cero, restricción en
el consumo y mal pronóstico para las vacaciones, el "clima" empeorará
y la estrategia de lapidación permanente que, como contraofensiva lógica, el
Grupo Clarín despliega sobre el gobierno tendrá éxito, parcial o total; si no,
si todo sigue bien, como nos conviene a todos, pues tendrá Lanata que irse de
Canal 13, en fade, como ya se fue de tantos lados.
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