"El gobierno de Mauricio Macri acaba de enfrentar su tercera huelga general de protesta. Tuvieron que pasar 17 meses de gobierno hasta que en Abril de 2017 la CGT se decidió a hacer el primer paro general sin movilización. El 18 de Diciembre de ese mismo año se declarò el segundo paro general que en los hechos casi no se notò, fue un paro que los principales dirigentes de la CGT parecían no querer hacer. El paro de ayer sì fue general y contundente.
El dato de que en 35 años de democracia se hayan concretado 43 paros generales es un claro indicador de que ,en comparación con los otros países de la región, Argentina tiene a sus trabajadores en un grado aún muy alto de combatividad y organización. En Brasil no hubo ninguna huelga general por 21 años; desde 1996 hasta 2017, en otros países es una práctica directamente desconocida.
La heterogeneidad de los trabajadores argentinos es mayúscula: conviven sectores con ingresos muy desiguales, jóvenes que se incorporan al trabajo desconociendo las historias y tradiciones sindicales, rubros estratégicos que logran presionar con medidas de fuerza, y otros que deben apelar a otras acciones porque los paros resultan inocuos.
Hay trabajadores que, desde su subjetividad, no se ven a sì mismos como tales, anhelan dejar de serlo. Dirigentes sindicales que cuentan por décadas su permanencia como secretarios generales, y otros que expresan novedades organizativas. El campo se amplia si contamos a los movimientos de desocupados, las nuevas temáticas que se incorporan como derechos, los problemas emergentes que enfrentan los trabajadores. Además están los egos y las discrepancias ideológicas y políticas. En ese universo de diferencias lograr medidas unificadas parece una tarea hercúlea. "
El dato de que en 35 años de democracia se hayan concretado 43 paros generales es un claro indicador de que ,en comparación con los otros países de la región, Argentina tiene a sus trabajadores en un grado aún muy alto de combatividad y organización. En Brasil no hubo ninguna huelga general por 21 años; desde 1996 hasta 2017, en otros países es una práctica directamente desconocida.
La heterogeneidad de los trabajadores argentinos es mayúscula: conviven sectores con ingresos muy desiguales, jóvenes que se incorporan al trabajo desconociendo las historias y tradiciones sindicales, rubros estratégicos que logran presionar con medidas de fuerza, y otros que deben apelar a otras acciones porque los paros resultan inocuos.
Hay trabajadores que, desde su subjetividad, no se ven a sì mismos como tales, anhelan dejar de serlo. Dirigentes sindicales que cuentan por décadas su permanencia como secretarios generales, y otros que expresan novedades organizativas. El campo se amplia si contamos a los movimientos de desocupados, las nuevas temáticas que se incorporan como derechos, los problemas emergentes que enfrentan los trabajadores. Además están los egos y las discrepancias ideológicas y políticas. En ese universo de diferencias lograr medidas unificadas parece una tarea hercúlea. "
"UNA PROTESTA DE TRADICIÓN BIEN ARGENTINA" (PÁGINA 12, 26/06/2018)
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