Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
martes, 24 de marzo de 2020
TODO GRIS...
Mientras ordeno la biblioteca, me detengo en el título del libro de memorias del Indio: "los recuerdos mienten un poco".
Hay títulos que, para mí, funcionaron de forma definitiva para acercarme a textos de autores desconocidos o poco transitados. Estos libros pertenecen a géneros muy diferentes (ensayo, entrevistas o ficción), pero tienen en común lo sugestivo que me resultó el título y, en lo personal, tuve la satisfacción de comprobar que, en la mayoría de los casos, el texto estaba a la altura de esa sugestión provocada. Nombro algunos: "Diario de un cuerpo" (D. Pennac), "La vida, instrucciones de uso" (G. Perec), "Del matrimonio como una de las bellas artes" (Kristeva/Sollers), "La pasión suspendida" (M. Duras), "Experimentos con la verdad" (P. Auster), "Para una autopsia de la vida cotidiana" (J.Ballard) y, lejos, el mejor de todos ellos y que ya hace diez años me apropié para dar nombre a mi blog: "La conquista de lo inútil" (W. Herzog).
En el caso del Indio, el título de sus memorias podría haber sido cualquier otro sin que eso hiciera peligrar mi lectura.
Pero los recuerdos nos mienten un poco es una frase exacta. No es solo seductora; tiene la precisión de un reloj suizo. Y su exactitud está dada en el "nos" y en el "un poco".
Los recuerdos son los que nos mienten. Si nosotros les mentimos a ellos, entonces ya no son recuerdos: son puras mentiras. Y para que sean recuerdos también (y no delirios o alucinaciones) deben mentir "un poco".
Más de una vez escuché a gente más grande que yo hablar del mundial 78. En su recuerdo, vieron el mundial en colores.
Yo crecí con esa certeza: que la experiencia de ver la televisión en color surge, en nuestro país, con el mundial 78.
Fue Martín Kohan, en un clase de teoría literaria, el que comentó que ese era el recuerdo falso más común entre la gente de su generación (Kohan es del 67): la de haber visto el mundial 78 en colores, cuando la realidad es que la televisión a color empezó después del mundial. Poco tiempo después, pero no en el momento exacto en que Kempes gritaba sus goles a la tribuna.
A la distancia, y hoy que se cumple un nuevo aniversario del golpe, podemos limpiar ese recuerdo de sus mentiras para decir que, durante el mundial 78, no hubo ningún color.
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