lunes, 7 de marzo de 2011

EL PODER DE LA PALABRA...





Veo, en 6-7-8, a Martín Kohan debatiendo sobre la polémica generada, en los últimos días, sobre la designación del nobel Mario Vargas Llosa para la inauguración de la próxima feria del libro.
Martín Kohan escucha a Barragán (que cada día que pasa incrementa mi antipatismo hacia su figura) sostener que no había que ir a la feria a comprar los libros del peruano liberal, porque, según él, están construidos con el lenguaje del dinero y la prepotencia de mercado.
Absurdamente, o no, tal exhortación arrancó un aplauso de los presentes en la tribuna.
Vuelto el silencio pertinente, toma la palabra el autor de -la gran- Ciencias Morales para advertir los peligros de inducir a la "no lectura" como, asimismo, los peligros (tanto intelectuales como políticos) de buscar silenciar la palabra de Vargas, y no poder escindir su ideología política de su narrativa.
"Lo mismo se hizo con Borges y por eso no se lo entendió" sostiene Kohan, para agregar: "de lo que se trata es de separar política (o realidad) de ficción o literatura, no porque no tengan nada que ver, sino, justamente, porque tienen mucho que ver, y es de esa forma ( y no de otra), de la mejor forma que se puede pensar y analizar el mundo que nos rodea y nos constituye.
La conveniencia política también es evidente. Censurar a Vargas Llosa es justamente, servirle la mesa (a él y a su grupos soporte) de que se sienten en la silla de los marginados, de los defensores de la libre expresión que son censurados por los gobiernos subdesarrollados -tanto en lo materia como en lo simbólico- del populismo tercermundista.
Da placer Martín Kohan. Me da placer recordarlo frente a mí, como docente, moviendo sus manos frenéticamente, parando la clase sobre realismo para preguntarle a una alumna dónde compró su bolso (Kohan tiene una fijación con la marca adidas, que según él, es una de sus tantas taras, una de sus tantas obsesiones inofensivas que le permite seguir funcionando socialmente).
Da placer saber que, en la tv, también, casi milagrosamente, uno puede encontrarse con alguien así.

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