domingo, 30 de octubre de 2011

CRÓNICA DEL PÁJARO QUE DA CUERDA A MI MUNDO...





Vuelvo a escribir. No escribir nada es lo peor que puedo hacer. Me preocupa -entonces- darme cuenta que suelo hacer lo peor que puedo hacer.
Cumplí, hace dos semanas, 29 años. A los 18, cuando una tarde de invierno preparaba un final de economía, dejé a un lado los apuntes (en ese momento estaba haciendo el CBC para estudiar derecho) y escribí, de un tirón, un cuento: "el viaje". A ese cuento siguieron, en pocos días, un puñado de relatos y poemas.
Hace algunos años,revisando viejos papeles, encontré un manuscrito con la letra de un chico. Una letra más prolija de la que soy capaz actualmente. Tenía 10 años cuando lo escribí y empezaba y terminaba de un forma que me impactó: "¡Qué algún maldito quiera oírme!" Era el pedido -la súplica- que abría el texto (¿por qué será que algo del orden de la congruencia no cierra al entrelazar los términos texto e infancia?). Las últimas palabras me resultaron igualmente abrumadoras: "perdón por reflexiones tan hondas en tan sólo un chico de diez años".
Mi primera reacción fue la negación. "Vos no escribiste esto, quedate tranquilo". Pero no había forma de que fuera de otro. Era mi letra. Estaba firmado y fechado por mí. Ese papel se conservó en el tiempo y es el tiempo presente -el de mi madurez- el que lo puso ante mis ojos. Superada esa negación -la de la mi autoría del manuscrito- tuve un impulso desesperado por hablar con ese chico, por escucharlo, por decirle que se quede tranquilo, que todo iba a salir bien...(¿no ves que todo salió bien?)
Pero siento miedo de enfrentarlo, tal vez no haya salido todo tan bien. Ese chico, desde ese día, me sigue interpelando. Ese papel me puso contra la pared. La incertidumbre no puede menos que derivar en angustia: la angustia de no saber si ese chico tuvo una infancia feliz.
Pero la interpelación se actualiza en relación al presente.Me interpela sobre lo que está bien y lo que no, sobre la paternidad y la felicidad.
Pienso en lo que estoy leyendo actualmente, sobre la situación de la izquierda frente al estado Kirchnerista. El libro incluye un coloquio llevado a cabo en la facultad de ciencias sociales de la UBA entre firmantes de la solicitada en apoyo a la izquierda y dos integrantes de Carta Abierta. María Pía López, en su intervención, sostiene: "el pesimismo de la razón es la condición vital, el problema es cuál es el grado de escepticismo que pueden tolerar nuestros cuerpos, cuál es el grado de escepticismo que pueden tolerar nuestras almas. El mío es frágil en eso, por eso cedo a las tentaciones..."
Ese principio de dualidad, entre el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad, fue -de algún modo- el principio rector de mi vida.
Descubrí -tarde, como descubro todo- la dualidad entre la que se debaten mis genes: el trabajo físico materno; el trabajo intelectual paterno. Un modelo familiar por un lado; un modelo individual por el otro.
La dualidad como compañera. Trabajo -pienso- para empezar a cristalizar. Todos lo saben.

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